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Channel: Jean Sibelius en español
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Ampliando varias discografías comentadas del blog

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Hemos revisado varios antiguos posts de este blog para aumentar el número de grabaciones comentadas, principalmente aquellas discografías que contaban con una cantidad mínima de discos comentados, aunque también por la incorporación de discos más recientes (gracias en buena medida a que, por fortuna, en los últimos tiempos el número de grabaciones sibelianas ha aumentado).

En el caso de el Concierto para violín lo hemos hecho también porque varios lectores  insistían en ello. Dicha discografía en principio era sólo indicativa, por la enorme cantidad de registros de dicha obra. Pero finalmente hemos optado por el enfoque contrario: dar cuenta de cuantas grabaciones nos sea posible. Por el momento son 24 grabaciones, pero en el futuro iremos sumando más.

Estas actualizaciones son las siguientes:

Kullervo opus 7:
http://sibeliusencastellano.blogspot.com.es/2009/01/kullervo-y-12-discografia.html

Lemminkäinen opus 22
http://sibeliusencastellano.blogspot.com.es/2010/02/lemminkainen-opus-22-y-9-discografia.html

Scènes historiques I opus 25:
http://sibeliusencastellano.blogspot.com.es/2009/05/scenes-historiques-i-opus-25-1899-rev.html

Finlandia opus 26:
http://sibeliusencastellano.blogspot.com.es/2009/06/finlandia-opus-26-y-3-discografia.html

Concierto para violín y orquesta opus 47:
http://sibeliusencastellano.blogspot.com.es/2009/04/el-concierto-para-violin-y-7.html

El bardo opus 64:
http://sibeliusencastellano.blogspot.com.es/2009/02/el-bardo-opus-64-y-2-analisis-y.html

Biografía (y 51): la voz del norte se apaga (1957)

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1957 supondrá el cierre de una larga vida. Pero, a sus 91 años, Jean Sibelius aún permanece preocupado por su música, y trabajando. A finales de primavera cumple con un encargo que le había efectuado el barítono-bajo Kim Borg, una emergente figura finlandesa de la ópera, y al que además le unía una relación familiar (primo lejano por parte de madre). Se trataba de dos arreglos para su voz, acompañada por orquesta, de antiguas obras. El primero de ellos suponía una vuelta a la tempestuosa juventud y al comienzo de su carrera: el "Lamento de Kullervo", el final del tercer movimiento de su sinfonía/poema sinfónico "Kullervo" opus 7, una versión de concierto con una coda más apropiada y unos retoques a la instrumentación. La segunda se trataba de "Kom nu hit, död" ("Aléjate, Muerte"), la primera de las dos canciones que escribiera para una producción en sueco de "Noche de Epifanía", de William Shakespeare. El original (1909, de su "periodo oscuro") estaba escrito para el acompañamiento de guitarra, revisado después para el piano. La orquestación es cristalina y sutil, muy acabada, y de gran nobleza y tristeza.


"Ni una rosa, ni una rosa
sobre mi negro féretro sea arrojada;

ni un amigo, ni un amigo, 
perturbe la tierra de mi tumba."

El compositor sin embargó necesitó ayuda, porque el temblor de sus manos le impedía escribir en el papel pautado, por lo que contó con la asistencia de Jussi Jalas, al cual dictó la partitura. Su yerno mismo dirigió a Borg el 14 de junio, en la Sala de la Universidad de Helsinki, dentro del marco de la Semana Sibelius de ese año. Estos arreglos suponen su último trabajo musical conocido.


El cantante y compositor Kim Borg (1919-2000). Fotografía de 1965.

El propio Borg grabaría ese mismo año un disco con las más célebres canciones de Sibelius (y las de otro compositor menos conocido, Yrjö Kilpinen) para la Deutsche Grammophon, que se convertiría en todo un clásico.

El entorno del genio nórdico notó que el pensamiento de Sibelius estaba en ese verano más ausente que nunca, completamente despreocupado de las tareas diarias que antes llenaban su vida. "Durante sus últimos meses el hogar del maestro parecía extrañamente alterado... La fuerza vital de su propietario no irradiaba ya el lugar. Estaba en retirada de la vida, y sabía muy bien que su última hora pronto llegaría", recogería Santeri Levas, su secretario.

Aunque no era la primera vez en su vida (de hecho "sintió" la cercanía de la muerte con verdadera hipocondría en más de una ocasión, en especial tras su operación de garganta), en esta ocasión la sensación de vivir sus últimos días le impregnó con clarividente certidumbre, pero al tiempo con gran serenidad. Llevaba tiempo esperando a las aves migratorias, que para él tenían un significado casi místico. El miércoles 18 de septiembre contempló maravillado bandadas de grullas volando sobre el cielo de Ainola: "¡vienen, los pájaros de mi juventud!", exclamó a su hija Margareta desde la balconada, mientras se fijaba cómo una de ellas se alejaba del grupo, daba vueltas sobre la casa, y volvía tras trinar junto con sus compañeras a su viaje lejos del norte...

Una de las últimas imágenes tomadas de Jean Sibelius

Al día siguiente habló por teléfono con dos directores de orquesta, Martti Similä y Malcolm Sargent. A pesar de que algunas de su obras, como sus tres primeras sinfonías, tenían más de medio siglo de existencia, su compositor aún era una leyenda en vida, y eran muchos los intérpretes y admiradores que se atrevían a consultarle para hacer sonar su música. Las visitas personales y cartas con el tiempo habían cedido ante la facilidad de la tecnología moderna, y el teléfono se había mostrado como una manera maravillosa para responder a los músicos. Sir Malcolm Sargent había acudido a Helsinki para dirigir a la Filarmónica en unas horas, y confía en visitarlo. El compositor prometió al director británico oír la retrasmisión que haría la radio. Se fue a la cama algo más pronto, antes de escuchar las noticias como acostumbraba. 

El viernes 20 de diciembre se despertó algo mareado. No obstante leyó como habitualmente la prensa desde su cama, y después le levantó para asearse y vestirse, sin necesitar ayuda. Pero hacia las once de la mañana, mientras tomaba el almuerzo, se desmayó. El médico local, Vilho Laine-Ylijoki, que asistía al músico desde hacía dos décadas, acudió en cuanto pudo, en apenas un cuarto de hora. Seguía desplomado en la mesa, donde acertó a intuir el diagnóstico: una hemorragia cerebral. Con ayuda de una doncella y el cocinero, le llevaron a la cama. 

Sibelius recuperó la consciencia, al menos parcialmente, capaz de darse cuenta de que su propia doble barra final se acercaba. Sus hijas Eva y Katarina estuvieron junto a él. Y por su puesto su mujer Aino, acompañándolo siempre. Pudo decir algunas palabras. Cuando su hija Katarina le comunicó "padre, Eva y Kai están aquí" con un hilo de voz, el anciano músico replicó "Eva y Kai". Esas fueron sus últimas palabras.

El compositor cayó de nuevo en la inconsciencia a las cuatro de la tarde, y hacia las nueve y cuarto dejó de respirar. 

Mientras, en Helsinki, Malcolm Sargent dirigía la Quinta sinfonía, aquella obra que en la que el propio Sibelius había plasmado su lucha por la belleza y la vida, y la contemplación de aquellas aves que emigraban buscando el calor de la luz. Aino encendió la radio, y según explicaría su hija Katarina: "madre tenía la ilusión de que, si el subía el volumen de la radio, quizá él podría levantarse. No era más que un pensamiento ilusorio. Padre estaba lejos."

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La noticia apareció ya en las portadas de los diarios del día siguiente, que le dedicaban extensos artículos (incluso el diario de Madrid ABC hace una extensa crónica en sus páginas 23 y 24, con las esperables inexactitudes) . La esquela oficial se publicó el 24 de septiembre, con las palabras "mi canción está hecha de sufrimientos", escogidas al parecer por el propio compositor. 

El 29 se celebró una ceremonia privada en Ainola, en la que Jalas interpretó al piano el "Canto del corazón" de los coros opus 18, y Próspero de la música para "La tempestad". Tras lo cual se preparó el féretro, que sería llevado a Helsinki para el funeral oficial. Decenas de coches se fueron siguiendo al compositor, creando una cola de una milla.

El coche con el féretro llegó finalmente a la plaza del Senado, iluminada con antorchas, y una docena de músicos, de la Orquesta Filarmónica y de la Sinfónica de la Radio, lo llevaron al interior de la catedral de la capital finlandesa. Se calcula que unas 17.000 personas rindieron tributo a la voz del país, desfilando ante su cuerpo. Los estudiantes hicieron guardia de honor, velando toda la noche.

El lunes 30 de septiembre, tras horas depositando los cientos de coronas, empezó la ceremonia, presidida por el arzobispo Salomies. La catedral estaba llena, y se permitió asistir desde a las más altas autoridades hasta al finlandés común. El altar estaba iluminado por siete velas, que simbolizaban mágicamente las sinfonías del maestro. Además de los himnos religiosos, durante el funeral Tauno Hannikainen dirigió números de "La tempestad", El cisne de Tuonelael movimiento lento de la Cuarta sinfonía, y In memoriam opus 59, sus propias visiones místicas del Más Allá; mientras que el compositor Yrjö Kilpinen realizó el discurso. El acto se cerró con las dos últimas coronas de flores, llevadas por su esposa Aino y el presidente de la república, Urho Kekkonen.

El féretro fue nuevamente llevado por músicos, en esta ocasión incluyendo a compositores de nueva generación, como Einojuhani Rautavaara y Uuno Klami, bajo los compases de la Marcha fúnebre de su Música masónica en el órgano.


Imágenes del funeral de Jean Sibelius, 30 de septiembre de 1957

El silencio imposible de las multitudes acompañó a una nueva procesión de vuelta a Ainola, donde finalmente los restos de Jean Sibelius fueron confiados a su familia. Y en el propio entorno del jardín y bosque de su casa, en un rincón que habían llamado "Rapallo" (rememorando el lugar vacacional que visitó la familia en Italia, en 1901), fue enterrado. Por deseo de su esposa, un conjunto coral formado por miembros del YL y otros coros, entonó de nuevo la "Canción del corazón" opus 18 nº6, y Aino dirigió las últimas palabras al que ya yacía bajo tierra: "con gratitud por una vida que ha sido bendecida por tu gran arte. De tu propia esposa". Años más tarde ambos descansarían juntos, bajo una lápida metálica de absoluta sobriedad.

Tumba de Jean y Aino Sibelius. Foto propia, septiembre de 2007

Inmediatamente el mundo empezó a preguntarse si el maestro había dejado música por estrenar, si en esos largos años de silencio había compuesto obras que aún se desconocían. Su hija Eva Paloheimo ejerció de portavoz de la familia: no había composiciones inéditas. No fue hasta 1982, en el 25 aniversario de su muerte, cuando se anunció que Ainola guardaba en realidad cierta cantidad de valiosas partituras. Se trataba principalmente de obras de juventud, esbozos, y otras pequeñas composiciones que el propio compositor no había tenido en gran estima, pero que los sibelianos celebraron como verdaderos pequeños tesoros. La donación se depositó en la Universidad de Helsinki, llegando a provocar una nueva fase de interés por el compositor, interés que ha seguido e incluso ha ido aumentando hasta el entusiasmo en los últimos años.
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Con la presente postal finaliza la serie dedicada a la biografía de Jean Sibelius. Dedicaremos un epílogo a relatar algunos trazos sobre la vida de sus familiares, y en el futuro habrá espacio para ampliar algunos aspectos biográficos en los que queda aún profundizar.

Festivales Sibelius en el 150º Aniversario

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A lo largo de este año en que se celebra los 150 años del nacimiento de Jean Sibelius han sido y serán diversos los festivales, conciertos y otros eventos especiales que han querido homenajear al músico finlandés. Nos han solicitado que demos publicidad de dos ellos, lo cual haremos encantados por el gran interés que ofrecen, en especial el primero de ellos. Y aún, cuando es momento de poder planificar vacaciones, si tienen interés pueden hacerlo de la mejor manera, con la música del genio nórdico y bajo marcos incomparables.


El festival Sibelius de Lahti (Finlandia) se celebrará del 31 de agosto al 6 de septiembre. Si desde lo años 90 este festival ha sido sin duda el principal acontecimiento sibeliano a nivel mundial, la ocasión de este aniversario ha permitido una programación fuera de serie, posiblemente la mayor concentración de talento sibeliano que se haya visto en los últimos tiempos, incluyendo una integral sinfónica en manos de los más grandes especialistas:

http://www.sinfonialahti.fi/sibelius/en_GB/upcoming_festivals/

El 31 de agosto se inaugura el festival con Leif Segerstam dirigiendo la Filarmónica de Helsinki y un programa "mitológico": Tapiola, "Luonnotar" y Lemminkäinen. El 1 de septiembre Osmo Vänskä se volverá a subir al podio de su antigua orquesta, la Sinfónica de Lahti para dirigir una de sus obras fetiche, La ninfa del bosque, y las sinfonías Tercera y Cuarta. Al día siguiente Sakari Oramo se trae a la Sinfónica de la BBC para recordar las dos grandes obras del debutante Sibelius, Una saga y "Kullervo". La orquesta repite el día 3 pero bajo las órdenes de Okko Kamu, que interpretará la Segunda y el Concierto con Sergei Malov como solista. El día 4 Jukka-Pekka Saraste volverá con la orquesta local, y dos nuevas sinfonías, la Primera y la Quinta, junto con El bardo. Y el 5 Kamu, también con los de Lahti, cerrará el ciclo con las dos últimas sinfonías, además de Las oceánidas y La hija de Pohjola


Además, en paralelo, habrá varios recitales de cámara y piano, también con las primeras figuras del sibelianismo finlandés: el Cuarteto Tempera, el violinista Jaakko Kuusisto, los pianistas Paavali Jumppanen y Folke Gräsbeck, el Trío con Piano Sibelius, además de un recital de canciones con la mezzo Erica Back.

El evento se complementa con diversas charlas pre-concierto por parte de los intérpretes y diversos estudiosos como Andrew Barnett, en inglés y gratuitas.

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Otro intesante festival se celebra lejos de los lagos finlandeses: nada menos que en Rapallo, la mítica localidad costera italiana cercaba a Génova, que acogió días soleados de figuras como la de Nietzsche o la de nuestro compositor en su viaje a Italia, entre 1901 y 1902, durante el cual escribió gran parte de su Segunda Sinfonía.

El festival se celebrarán entre el 8 y el 12 octubre de este año, (con una charla previa el 26 de septiembre) y contará con figuras como la Folke Gräsbeck, la violinista Satu Jalas (a la sazón nieta del compositor), el Nuevo Cuarteto de Helsinki, y muchos otros.

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Vaya pues nuestra recomendación. Ya que lamentándolo quien les escribe por el momento no tiene oportunidad, esperemos que si alguno de nuestros lectores acude a algunos de nuestro lectores acude a alguno de los festivales... ¡nos lo cuente!


Dossieres sobre Jean Sibelius en la revista "Scherzo"

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La decana de las revistas melómanas española, Scherzo, ha tenido a bien hacerse eco del 150 aniversario del nacimiento del maestro Sibelius, dedicándole un dossier especial en su número veraniego de julio-agosto, el nº 305 de la cuenta total. Desde este blog recomendamos su lectura, dado el interés de algunos de los cuatro artículos totales, y el tener en cuenta que son pocas las ocasiones en que podemos ver a una publicación hispanoparlante, sobre todo española, dedicarle su espacio a la figura y a la música del genial compositor finlandés.

El primer artículo es el que menos interés ha causado a quien les escribe, debido principalmente a que su propio autor parece no tener tampoco especial interés por el sujeto. Además, aunque explicita su intención de alejarse de los tradicionales tópicos y la oposición adorniana, en realidad hace un rodeo para devolverlos a la palestra. El articulista tampoco parece conocer más que someramente la música de la que habla, así por ello se le puede disculpar.

Juan Carlos Moreno nos habla de "el otro" Sibelius, un recorrido amplio y, ahora sí, mucho mejor informado, de los géneros y obras menos frecuentes del compositor (es decir, fuera de las sinfonías, el Concierto para violín o "Kullervo"). Personalmente sólo daría mi pero a la necesidad de explicitar que algunas colecciones de canciones o música para piano en realidad están escritas en momentos distintos y son de calidades muy distintas, o resaltar alguna que otra obra para piano que brilla muy por encima del conjunto, encontrándose incluso entre las obras maestras del compositor, como las Sonatinas opus 67, o los Cinco esbozos opus 114.
 
Juan Manuel Viana nos propone un recorrido enciclopédico y francamente informativo por otros compositores "en torno al maestro", desde los inmediatos predecesores, pasando por los contemporáneos y por los alumnos, hasta músicos posteriores que todavía sintieron su peso. Por mi parte habría añadido la figura de Pacius, como "padre de la música finlandesa" (aunque la influencia sobre Sibelius es prácticamente inexistente), como a Kalevi Aho y a Rautavaara, aunque imagino que por ser estos dos últimos mucho más conocidos se salían del enfoque principal.

Andrés Ruiz Tarazona como habitualmente nos da una lección de sabiduría, dedicándole el artículo final a un imposible: la relación de Sibelius con España. Comenzando con una serie de analogías tan originales como, hay que decirlo, acertadas, el gran crítico hace un recorrido muy completo por los estrenos sibelianos en España (dicho sea de paso, una historia casi para echarse a llorar), del que hemos tomado buena nota. 
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En el año 2007, con el motivo de los 50 años de la muerte del compositor, la revista también sacó un dossier (nº225, diciembre) semejante, aunque si hemos de comparar ambas oportunidades, esta primera parece francamente muy superior. El grupo comenzaba con un artículo de Santiago Martín Bermúdez, una disquisición muy profunda de las diferentes percepciones y "males" que ha vivido la recepción de la obra sibeliana, destacando mucho lo original y singular de su música, y dándola un justo valor. Algunas de las ideas del artículo por cierto no sólo las compartí entonces, sino que siempre las he hecho mías. Para redundar en esto, se reproducía a continuación un extracto de un libro del compositor Constant Lambert, perteneciente al grupo de entusiastas británicos de mediados de siglo, que habla del tratamiento único de la forma en el compositor finlandés. Enrique Igoa analiza las partituras de las últimas sinfonías, y de nuevo Juan Carlos Moreno cierra el dossier con un recorrido amplio sobre la discografía, con algunos puntos especialmente acertados.
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El número actual está a la venta en la propia página (formato físico, o en pdf a precio inferior), o en las tiendas especializadas que suelan contar con ella, además de poder leerse en diferentes las bibliotecas o los conservatorios que la adquieran habitualmente.

El número de 2007 en cambio está disponible en la hemeroteca en pdf de la revista, por lo que pueden leerlo directamente en el siguiente enlace:




 


Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 10 (final). Discografía (y 3)

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Terminamos con este post la extensa serie dedicada a la Cuarta sinfonía de Jean Sibelius, ofreciendo las últimas grabaciones que hemos analizado de la obra completa, añadiendo como apéndice el único registro hasta ahora de segmentos conservados de la versión original de la pieza.
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Orquesta Filarmónica de Helsinki
Leif Segerstam
ONDINE (2003)


El director finlandés nos propone en este su segunda integral una lectura mística de la sinfonía, lenta, con toques románticos, de gran limpieza y pureza, bruñendo intensamente las asperezas para sacar un sonido hermoso de la oscuridad, con una gran sugestión pictórica. Al tiempo que posee estas grande cuales, peca de carente de fuerza y de "eso" especial, lo que la sitúa, a pesar de ser algo mejor técnicamente, por debajo de su primera grabación con la orquesta danesa. 

El primer movimiento, muy lento, se inicia con gran solemnidad y sobriedad, con un toque parsifaliano, casi místico, y gran profundidad en el uso de los timbres y de los silencios. El segundo movimiento debuta elegante y refinado, con una ligereza inquietante pero nunca tenebrosa ni demasiado turbadora, mientras que la segunda parte se muestra como un dolor aceptado resignadamente (con brillantes toques de sutileza como las trompetas asordinadas). El tercer movimiento plasma una gran llanura helada y desierta, pero de gran belleza en la desolación. La primera aparición completa del tema aparece como un susurro lejano en el viento, dejando toda la tragedia para la segunda, con reflejos mahlerianos, como toda la coda, que se disuelve en medio del universo. El último tiempo se inicia con decisión y bravura, y sin mostrar ninguna sombra de duda. El tema del cuervo se siente como un dolor interno y secreto, mientras que el pizzicato parece un tanto ajeno al mundo de la sinfonía. El pasaje final del "caos" refleja más cansancio y hastío que desesperación, sensación que se prolonga con los últimos compases de la pieza.

En fin, una versión muy musical y agradable, pero quizá no era eso precisamente lo que pretendía Sibelius.

Interpretación: 7  · Estilo: 7  · Sonido: 7,5

 Orquesta de la Ciudad de Birmigham
Sakari Oramo
ERATO (2000)


El joven director finés nos propone una visión llena de subidas y de expresivas pérdidas de energía, repleta de idioma y de comprensión anímica, si bien en ocasiones hay cierta frialdad emocional, y algunos detalles técnicos no del todo satisfactorios. 


La partitura se inicia con un tono suave y meditativo, en el que súbitamente aparece la tragedia a modo de acordes de metal. El segundo tema prosigue la meditación, ahora más redentora. El desarrollo llega ser algo turbador, pero el resto del movimiento marca la línea más positiva y elevada de la que es posible en el movimiento. En el Allegro molto vivace  se apuesta seriamente por su vertiente más inquietante, siendo bastante plástico y gesticulante, sin llegar a ser teatral, especialmente la segunda parte, que se acoge a una estética moderna, con una calculada frialdad.  Il tempo largo comienza con vacilación y una gran sensación de dolor contenido a punto de explotar. Así, la llegada del tema en las cuerdas se recibe salvíficamente, por más que las auras de los violines le dan ecos tétricos. La segunda aparición resulta aún más penetrante y profunda. El final de este movimiento es un perfecto logro de congelación del tiempo bajo los insondables pedales sibelianos. El Allegro final retoma y ahonda en las extrañezas del scherzo, aunque quizá le falte la fuerza necesaria para causar verdadera inquietud. Más brillantemente se afronta el pasaje del "caos", de nuevo con aproximación vanguardista y de gran efectividad, como el pasaje que enlaza con la coda, sobria y agarrotada. Buena lectura.

Interpretación: 7  · Estilo: 7,5  · Sonido: 8


Orquesta Sinfónica de Utah
Maurice Abravanel
SILVERLINE CLASSIC (1977, 2003) + otras ediciones


Abravanel propone aquí una lectura de porte aristocrático, grandiosa pero sin falsedades, espiritual y con toques mahlerianos, aunque también con demasiada objetividad y distancia frente a los dramas íntimos que plantea la partitura. Los tempi en general parecen algo lentos, más como sensación que en la realidad. Muy bien interpretada, hay en este registro sin embargo lejanía frente a la intencionalidad de la obra. 


El primer movimiento posee una gran nobleza y un sentimiento de gran serenidad, aunque en muchas ocasiones sobrevuela el dolor extático más contenido, en las que el director trabaja muy bien los ritmos. En general trata muy bien los contrastes sonoros, dando un especial relieve a la limpieza de los timbres. Un ánimo semejante continúa en el segundo tiempo, que queda algo pálido y derrotista, aunque se acentúa su lado más inquietante. El tercer tiempo comienza con la misma sensación de no tiempo del primer movimiento, con destacadas prestaciones solísticas, hasta llegar a momentos de bella grandeza, si bien con cierto grado de frialdad. El último tiempo peca de lentitud y falta de fuerza. Las campanas tienen un curioso sonido eclesiástico. El caos resulta poco dramático, en aunque los últimos compases se produce un sensacional trabajo de caleidoscopio sonoro, terminando con gran pulcritud. Una versión recomendable para los seguidores del director, de calidad, aunque puede pasar como discreta en las grandes discotecas sibelianas.

Interpretación: 7  · Estilo: 6,5  · Sonido: 9,5 (DVD audio)



 

Orquesta Filarmónica de Berlín
Herbert von Karajan
EMI (1976)


Karajan siempre amó esta partitura, que grabó varias veces en su carrera (siendo esta la última), y aunque habitualmente su estética extrae de ella su lado más vinculado al pasado antes que su innovación estética, es capaz sin embargo de concentrarse en la expresión, sacándola su máximo partido. El director salzburgués está muy atento a los diálogos entre secciones de la orquesta, y aunque impone una visión muy orquestal, no descuida los necesarios contrastes entre instrumentos.


El Tempo molto moderato debuta con una poderosísima búsqueda de la expresión, de gran intensidad y sumo lirismo en su pesimismo, que se convierte en redención al llegar el claro entre nubes.  Pero en lo que más incide Karajan es el sentimiento elegiaco, rozando lo depresivo, de la música, con pasajes realmente sublimes. El Allegro molto vivace se convierte muy rápidamente en un retrato de los temores soterrados, resaltando los aspectos más insólitos de la partitura sin caer sin embargo en modernismos. En Il tempo largo Karajan parece abandonado completamente al pesimismo de sus pentagramas, aunque con aportes de lirismo realmente arrebatadores y redentores, y dándole un aspecto de tragedia helénica, con drama ritual pero sin teatralidad. El Finale parece aquejado de toda la carga emocional de lo anterior, y sufre de cierta falta de decisión y firmeza, como quien carece de la fuerza necesaria para culminar su viaje. Algunos empastes orquestales quitan profundidad al conjunto. El caos del final del movimiento suena especialmente apocalíptico, casi mahleriano, dejando el interrogante muy abierto. Una versión recomendable, aunque no sea precisamente la más cercana al mundo del compositor.

Interpretación: 7  · Estilo: 6,5  · Sonido: 6,5 



Philadelphia Orchestra
Eugene Ormandy
RCA (1978) - reed. en NAXOS


Ormandy fue un sibeliano de pro, que visitó en varias ocasiones al maestro en Ainola, romántico de vieja escuela, aunque a día de hoy sus grabaciones no han sido demasiado bien tratadas por los soportes digitales, y es difícil encontrarlas. El maestro húngaro-americano firma esta versión bastante acelerada en los tiempos, a cambio de un lustroso fresco dramático, enérgico, con ciertos toques impresionistas y diversos colores muy plásticos, con luces y sombras más exteriores que interiores, pero de gran belleza.


El primer movimiento en efecto transcurre de manera bastante rápida, sin meditación, y una batuta generosa en los espacios y las masas sonoras, con buenas prestaciones individuales, aunque la cuerda no luce tan limpia como debería. El segundo tiempo al contrario se mueve lentamente y carece del espíritu rítmico necesario, aunque los contrastes trágicos son remarcables, y algunos toques como el de las flautas resulte delicioso. El tercer tiempo es el que más sufre por la velocidad inadecuada. A cambio Ormandy consigue mantener la magia con sus maravillosos diálogos. El gran tema de los celli consigue de hecho la necesaria sobrenaturalidad y esperanza de redención. El segundo clímax en cambio parece más chaikovskyano, aunque los últimos compases transmiten un aliento, un latido paralizante de corazón muy hermoso. El último movimiento es quizás el más logrado por su especial plasticidad y colorido, con toques brillantes. Curioso el contradictorio uso de campanas alternando con el Glockenspiel. Los últimos compases parecen enormemente melancólicos antes que desolados. Una versión singular, muy personal del director, que sin respetar demasiado el espíritu sibeliano consigue sacarle una extraña belleza a la obra.

Interpretación: 7 · Estilo: 5  · Sonido: 6,5



 Orquesta Hallé
John Barbirolli
EMI (1969)

 
El gran maestro británico cuenta con el aprecio de mucho sibelianos, pero quien les escribe no siempre se encuentra entre ellos. En cierto modo la dirección de Barbirolli sí se corresponde bastante con el gran estilo inglés de dirigir Sibelius, pero ni creemos que en esto sea el mejor ni que la unión del "gran gesto" de Barbirolli se adecúe bien a la música de Sibelius, aunque éste le deba mucho en cuanto a difusión y popularidad.


El Tempo molto moderato empieza con una sobriedad helénica, mística incluso. Al llegar la amenaza de los metales todo transcurre sin embargo con trazo más grueso y aletargado, no sin emoción y gran ímpetu, pero sí con cierta grandilocuencia casi mahleriana y teatral. En el scherzo los gestos le van mucho mejor al sarcástico drama, pero la pincelada generosa obvia los hallazgos sonoros del movimiento, y cosas como el motivo de las flautas  desdibujan el sentido de la música.  El tiempo lento se afrenta con gran nobleza e intensidad emocional, lo que nos deja una muy buena interpretación, aunque sepamos que Sibelius habla otro idioma... Barbirolli no consigue hacer sacar a flote la tensión que contiene la partitura, que se entiende como un vagabundear tranquilo, a la vez que pesimista contemplación del infinito paisaje, bajo las apariciones del gran tema. El final del movimiento llega a ser, a pesar de todo, anhelante y hasta sublime. Lástima. El Allegro que cierra la sinfonía debuta gesticulando y demasiado indeciso, y por supuesto no sabe aprovechar las singularidades orquestales, con una paleta que aquí suena anticuada y hasta pretenciosa. Demasiada parsimonia y demasiada poca tensión. La primera aparición del tema de "El cuervo" es satisfactoria, y el colapso resulta muy expresivo, aunque no efectivo de acuerdo a las intenciones del compositor, al igual que la coda, muy emotiva. 


En fin, una grabación que se salva y bastante por una buena interpretación, pero que ilustra muy poco lo que es la Cuarta sinfonía de Jean Sibelius.

Interpretación: 7  · Estilo: 5  · Sonido: 6,5


 

Orquesta Philharmonia
Herbert von Karajan
EMI (1953)


La primera grabación de esta obra Karajan la realizó con la orquesta inglesa que le lanzaría al estrellato internacional. Así, el director austriaco se muestra mucho más cercano al compositor que en posteriores ocasiones, aunque dentro de la tradición romántica germánica (poca diferenciación de timbres). 


Un primer movimiento inquietante, lánguido y melancólico, derrotista incluso, donde las masas sonoras aparecen y desaparecen con cierto toque impresionista (un excelente manejo del silencio y de los ppp de la partitura). El segundo movimiento despeja las oscuridades del primer tiempo, y se permite ser incluso ligero, más ligero de lo esperable, aunque el director de Salzburgo no es indiferente ante la gravedad de sus lugares más sombríos. El tercer tiempo se entona con gran nobleza y hasta una otoñal serenidad, de nuevo derrotista y melancólico, y especialmente emocional en sus grandes cumbres, sin ceder al sentimentalismo tan propio del director. Como el otro tiempo rápido, el finale arranca con bastante ligereza, a lo que ayuda el timbre del campanólogo que utiliza Karajan en su grabación. El diálogo instrumental es sin embargo más admirable, y los momentos más dramáticos están más logrados, y allí el director austriaco se muestra incisivo y hasta arrebatado por el dolor de la obra.

En fin, una interpretación de calidad aunque no tanto de altura, que muestra que a Karajan  le quedaba todavía mucho que decir, aunque con el tiempo se distanciaría
estilísticamente más y más de la letra de las partituras sibelianas.

Interpretación: 6,5  · Estilo: 7  · Sonido: 4 (mono)

 

Real Orquesta Nacional Escocesa
Alexander Gibson  
CHANDOS (1982-83)


Gibson nos deja aquí una lectura correcta, pero sin mucha profundidad, en gran parte debido a una falta de compromiso con la partitura, cuya quinta esencia se le antoja lejana, además de un sonido convencional, poco moderno y algo apelmazado que le aleja de todo lo singular que posee esta obra.


El Tempo molto moderato, como también el tercer movimiento, transcurre más raudo de lo indicado, lo que aumenta su sensación inquietante y turbadora. Sin individualizar mucho los timbres, Gibson hace énfasis en las aristas y oscuridades de la pieza, dándole siempre un toque trágico. Mejor parado con la propuesta estética del director escocés queda el Allegro molto vivace , profundamente intranquilo y caleidoscópico, rico en matices y sensaciones, y muy plástico en cuanto al ritmo. La segunda parte está gobernada por un gran dinamismo, pero no llega al fondo del terror del tritono. Gibson sabe que en Il tempo largo reside el corazón de la sinfonía, y pone toda la carga emocional en el movimiento. En principio lo hace respirar tranquilidad, aunque con un aura de profundo anhelo, con silencios especialmente cortantes. Al llegar la primera presentación completa del tema todo queda por resolver, mientras que la segunda suena demasiado apresurada. Sólo la tercera consigue su efecto, de auténtica apoteosis, enseguida entrecortada por la palpitante decadencia del ritmo sincopado. El Allegro final imprime un tempo algo sosegado, con sonoridades sacadas de los poemas sinfónicos, animadas y quizá no lo bastante dramáticas. "El cuervo" no cumple con su capacidad, salvo en su repetición, a través del excelente recorrido de los pizzicati. El "colapso" del movimiento resulta acertadamente caótico, dejando sonar todos los planos sonoros como en un terremoto que derriba desde las más altas torres hasta las más pequeñas chozas. El final sugiere renuncia, una abdicación, una aceptación del destino. 


En fin, como decíamos correcta pero convencional, que no aporta demasiado a la discografía de la obra.

Interpretación: 6,5  · Estilo: 6  · Sonido: 6
 


  Orquesta Sinfónica de Nueva Zelanda
Pietari Inkinen
NAXOS (2009)


Al jovencísimo director finlandés quizá le falta madurez para sacar partido de una obra de tal hondura, pero no obstante logra un buen trabajo, poniendo en primer lugar el respeto a la partitura. 


El primer tempo comienza con una suspensión del tempo, una sensación opresiva y estática, de timbres nobles y oscuros. La fanfarria llega sin estridencias, y el segundo tema aporta como es habitual en Inkinen una gran serenidad. El desarrollo se plantea con un gran tristeza, pero sin drama. La calma gobierna también toda la reexposición. El scherzo se muestra equilibrado, aunque el oboe se asome con mucha timidez. Los ritmos hipnóticos se imprimen al tema en compás binario de la cuerda, y la impresión general en la primera parte es de cierto clima sobrenatural. La segunda no llega a ser del todo convincente por falta de fuerza, aunque no de musicalidad. El tercer tiempo vuelve a las impresiones de tristeza y estatismo del primero, acentuando cierta dimensión cuasi espiritual en su música, confirmado en los dibujos místicos de la primera aparición del tema. El final del movimiento se disuelve poco a poco en un gran misterio. El cuarto movimiento se centra en los diálogos entre los diversos colores orquestales, dejando al glockenspiel muy destacado. El tema de "El cuervo" fascina por su hipnótico balanceo, al igual que los pizzicati y las auras que lo rodean en la sección central (Inkinen muestra aquí la importancia de la orquestación). Al final le falta de nuevo drama, pero es refinado y de nuevo con una fascinación hacia lo misterioso, lo sobrenatural incluso, con unos últimos acordes nobles pero sumisos. Una interpretación llena de buenas cualidades, aunque auguramos que una nueva versión en unos años de Inkinen resultará muchísimo mejor. De momento con esta tendrán un disco que por su bajo precio los sibelianos no deben dejar escapar.

Interpretación: 6,5  · Estilo: 7,5  · Sonido: 7
 


Orquesta Ciudad de Birmingham
Simon Rattle
EMI (1986)


El director británico nos propone un enfoque moderno, captando las novedades de la pieza y elevándola a su contexto interpretativo, aunque con cierta frialdad y distancia emotiva, quizá demasiado "objetiva". 


El Tempo molto moderato evoca cierto grado de amenaza y desolación, de grandes abismos pero no siempre una gran hondura, por cuidar más lo singular de la música más que la expresión en sí. En algunas ocasiones ciertos ataques suenan demasiado angulosos y cortantes, con poca complaciencia en los momentos más serenos y líricos. En el Allegro molto vivace  la amenaza se confirma, sólo que esta vez hace mucho por la expresión de la pieza, que resulta hasta cierto punto muy vanguardista, llena de singularidad y de originalidad. Las cuerdas tienden a sonar en masa, mientras que los otros timbres están mejor separados. Il tempo largo es lo mejor del registro, más hondo que el resto pero igual de moderno y agitado en la intimidad. Quizá el mayor acierto sea el cuidado del ritmo como elemento unificador, que permite mantener o variar el pulso más allá de los cambios atmosféricos del elegiaco tiempo. El Allegro que cierra la sinfonía prosigue con los hallazgos del segundo, aunque acumula varios momentos menos gloriosos, como un solo de violoncello al comienzo francamente reprensible. De todas formas hemos de agradecer la progresión, ya que muchos de los directores que hacen un buen tercer tiempo naufragan en el cuatro, sin duda el más extraño de los cuatro. Los metales suenan especialmente inspirados. Magnífico el caos final, que desemboca en una serie de electrizantes gritos de la cuerda, hasta los últimos compases, que firman una derrota completa en una vibrante coda. 


Rattle hace en esta interpretación uno de sus mejores Sibelius, aunque gana comparando el registro con otros suyos, no destaca entre todas versiones de la obra.

Interpretación: 6,5  · Estilo: 7 · Sonido: 6,5


 

Orquesta Sinfónica de Berlín
Kurt Sanderling
BERLIN CLASSICS (1977) - BRILLIANT (2002)



Una versión no muy destacable, sin carecer de musicalidad o de calidad interpretativa, si carece de estilo y de la sensibilidad necesaria.

El primer movimiento es ya indicativo de las decisiones estilísticas de toda la grabación: una sensación de gran estatismo, tamizado por colores otoñales y nostálgicos, con ciertos sabores a lo Tristán e Isolda, lejanos en cualquier caso del universo musical del compositor en esta sinfonía. Los timbres empastados y los legati excesivos desdibujan las peculiaridades tímbricas de la obra. Si el primer movimiento carecía de energía, al menos el segundo tiene un balance más positivo, y aprovecha mejor los contrastes dramáticos, aunque la cuerda suena un tanto agarrotada. El tercer tiempo al contrario que el primero es un tanto rápido, aunque igualmente estático y sin ninguna fineza, mucho menos la necesaria profundidad, dejando en este caso una sensación demasiado bruckneriana. El cuarto tiempo carece de fuerza, y se apaga en languideces, sin dramas interiores. 

Sin mayor interés fuera del precio del pack, y aun en ese caso hay mejores opciones.

Interpretación: 6  · Estilo: 4,5  · Sonido: 5,5
 


Orquesta Sinfónica de Gotemburgo
Neeme Järvi
DEUTSCHE GRAMMOPHON (2005)


La segunda grabación de Järvi adolece de los mismo defectos que toda su integral para Deutsche Grammophon, esto es, una preocupación mayor por la belleza de los timbres que por la expresión, dando como resultado una versión preciosista pero falta de sentimiento, superficial incluso en ocasiones, lo que perjudica muy especialmente a una sinfonía como ésta.


El Tempo molto moderato transcurre lento, lánguido incluso, cultivando en especial los colores de la cuerda y el lirismo oscuro de la pieza, con las fanfarrias elevándose como tensas amenazas pero con sonoridades atractivas. La languidez permanece también en el scherzo, pálido en lo emocional aunque sigue siendo un festival de colorido. Il tempo largo suena elegiaco y lírico, sin profundidades pero con momentos de fina y vacua belleza. El Allegro último es el fragmento más sobresaliente, sacando el director estonio buen partido de su interpretación caleidoscópica, con buenos diálogos instrumentales y juegos de sonoridades extraños y llenos de fantasía. 


En cualquier caso, mucho bello ruido y pocas nueces. Poco recomendable frente a otras opciones.

Interpretación: 5,5  · Estilo: 6  · Sonido: 9 (SACD)
 


Orquesta Sinfónica de la Radio de Moscú
Gennady Rozhdestvensky
MELODIYA (1970/74, 2010)


A medio camino en el abismo entre Mahler y Chaikovsky, esta lectura pretende decididamente querer ser monumentalmente apocalíptica, lo que contradice gravemente las intenciones del autor. Aunque el maestro ruso ha visto "algo" profundo en la partitura - y se la toma con seriedad y no del todo mala musicalidad - Rozhdestvensky no entiende a Sibelius, y mucho menos la singularidad de esta obra. No hay separación de timbres, y además la cuerda es tiránica, tener una orquestación con la cuerda predominante no significa que casi sólo oigamos a ésta. La orquestación de hecho es anti-camerística, por lo que esta versión se vuelve especialmente anti-sibeliana. 


El primer movimiento vacila entre figuras tenues y explosiones del metal demasiado wagnerianas o brucknerianas, todo lento en exceso. Si el tempo inicial había bastante trazo grueso, en el segundo es mayor, dejando al pobre oboe detrás de un manto espeso de cuerdas. Todo muy tormentoso, pero sin aportar nada. Puestos al despropósito respecto la partitura el comienzo del tercer movimiento no parece tan perdido como debiera, con un pulso demasiado regular de los motivos de la flauta, seguido del coral acordeonístico de los metales. El tema bajo las cuerdas tiene un aliento especialmente chaikovskyano, lo que le da una gran emotividad, no se puede negar, y el final
tremendista del tempo resulta efectivo, pero exagerado y gesticulante. El finale tiene buena energía... tanta que quizá le hubieran convenido por una vez unas campanas a la Mussorgsky y no el débil glockenspiel. El colapso destaca desde luego, y tiene fuerza, de nuevo demasiada, volviendo anecdóticos y vacuos los últimos compases, que sufren un desvanecimiento de nuevo mahleriano. 

Lástima. Debemos ponerle un aprobado simplemente por el entusiasmo que le pone Rozhdestvensky a esta sinfonía de autor irreconocible...

Interpretación: 5  · Estilo: 1,5  · Sonido: 5,5
 


Orquesta Filarmónica de Viena
Lorin Maazel
LONDON (DECCA) (1968)


La maldición de la sinfonía con respecto a la Orquesta Filarmónica de Viena se neutralizaba en gran parte cuando Lorin Maazel la interpretó por primera vez (sic!) para su grabación integral de los 60 - aunque aún faltarían décadas incluso para que se interpretase en vivo -. Pero lo cierto es que más allá de esta anécdota de vindicación histórica poco más hay que destacar de este registro, absolutamente vacío de emoción y de comprensión de la obra, que quizá ahondara a nivel local en la herida más que curarla.


El inicio del Tempo molto moderato define ya buena parte del tedio de la interpretación, que parece dirigirse hacia una marcha fúnebre sui generis con el refuerzo rítmico y la sonoridad de los bajos. Las disonancias parecen atenuarse, como si sonaran demasiado escandalosas aun 50 años después de su escritura, Segunda Escuela de Viena mediante, y aun su especial tímbrica suena asordinada, llenas de tonos difusos. Sin muchas ganas enuncia el oboe el tema del Allegro molto vivace , que se descompone en fragmentos que parecen haberse grabado por separado (aunque realmente no ha sido así), eso sí, con mucho cuidado por trocar en sonoridades masivas lo que Sibelius concibió rotundamente como sonoridades cuasi camerísticas. El Il tempo largo muestra una gran impaciencia por llegar al "jugo", de nuevo mostrando que Maazel desconoce que en esta sinfonía los pasajes "indefinidos" son tan esenciales como los grandes temas, aunque al llegar los clímax el director nos muestra que a pesar de todo es un magnífico músico. Simplemente un concepto equivocado, muy equivocado, y hasta la sospecha de que "esta obra hay que grabarla para completar el ciclo" por parte de la orquesta y quizá del director. En el Allegro final extrañamente hay mayor seguridad y profundidad en la dirección, en esta ocasión el ritmo hace mucho por dar cierto carácter apocalíptico, aunque el final de la obra es desolador, aunque no en el sentido de la emoción que la música debería mostrar. 

Si poco positivo más allá de su valor en la historia de la fonografía podemos decir del ciclo de Maazel, aquí hemos llegado a uno de sus puntos más flacos. Ni se molesten.

Interpretación: 4,5  · Estilo: 2  · Sonido: 6

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Movimientos de la versión original

Orquesta Sinfónica de Lahti
Jaako Kuusisto
BIS (2010)


Para la Sibelius Complete Edition de Bis el concertino de la Sinfónica de Lahti, Jaako Kuusisto, grabó un disco con distintos movimientos y fragmentos de las versiones originales de las sinfonías que han sobrevivido, presentando muchos de ellos diferencias considerables y muy interesantes respecto a la versión  usual. Para esta partitura en particular el joven músico finlandés graba el segundo movimiento al completo en el que, como dijimos, el "epílogo" cambia considerablemente;  y el comienzo del cuarto, con algunas diferencias en la orquestación y un pasaje que se expandió en la versión publicada. El trabajo de Kuusisto es eficiente, artesanal antes que otra cosa, y cumple perfectamente su cometido: dar a conocer estos pentagramas olvidados. Muy cuidado en el estilo, con la soberbia orquesta finlandesa,  quizá no destacaría demasiado en caso de haber competencia, lo cual es muy probable que nunca suceda. Una curiosidad para los más entusiastas sobre todo.

Interpretación: 6,5  · Estilo: 8  · Sonido: 8,5






Catálogo cronológico: V. Periodo final - a. Serenidad sinfónica (1915-1925)

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Sección anterior IV. Periodo oscuro (1908-1915)
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Añadimos un grupo de obras más al catálogo cronológico de la obra de Jean Sibelius. Abordamos en este caso el primer subperiodo de la fase que hemos denominado"Periodo final", lo cual no necesita más aclaración que el propio nombre. Esta fase la hemos divido a su vez en unos primeros años de los damos cuenta después, y un segundo subperiodo en el que continúan muchos de los rasgos estilísticos y estéticos del primero, pero con un afán de experimentación y de cierto vanguardismo no presentes a grandes rasgos en la época de "serenidad sinfónica". 

Las obras creadas en los años que van de la primavera de 1915 a 1929 son obras en las que la música de Sibelius adquiere la madurez y, se podría decir si se permite, la perfección en su técnica compositiva. Su aspiración por una música pura, abstracta, se cumple, y aun cuando haya inspiración literaria la música no tiene otro dueño que sí misma.

Se produce un gran contraste con la fase anterior: los silencios y las texturas delgadas y elípticas dan paso a texturas más densas, con una gran tendencia por lo polifónico más que por crear diferentes planos sonoros, aunque la instrumentación, como siempre en Sibelius, subraye los timbres sin mezcla. Vuelven plenamente las auras, mucho más integradas en el discurso, en consecuencia con lo dicho anteriormente, y mucho más "vitales" si cabe, más dispuestas a crear resultados musicales independientes. El propio discurso musical (también en contraste con el "periodo oscuro") se hace totalmente fluido y continuo, más orgánico e inesperado que nunca.

La orquesta es ya sin duda el instrumento en el que piensa el compositor, y aun cuando componga para piano, para coro, o para otras formaciones, las texturas parecen tener un ideal orquestal (lo cual no quiere decir que no sean idiomáticas).

Las composiciones de este periodo mantienen un aspecto trascendental y sublime, incluso en las pequeñas piezas, con muy pocas concesiones a lo convencional o a lo superficial, y nunca al simple efecto. Se pueden trazar ciertas analogías con el "tercer Beethoven" o el Wagner más parsifaliano.

Si estas son las características generales del "periodo final", ciñéndonos ya al primer subperiodo habría que señalar la tendencia hacia una serenidad y un equilibrio propios, lejos de la desesperanza noctámbula anterior, o del cantabile romanticismo del tercer periodo. Las obras de esta época gozan de un luminosidad única, pero sin pretender alejarse de los tonos de melancolía nórdica. 

El diatonismo, la claridad triádica dominan, aun cuando ese diatonismo en realidad sea muchas veces una modalidad plena, asumida sin que ello contenga una connotación "exótica" o "antigua" (la Sexta sinfonía es el ejemplo más claro y maravilloso de la modalidad sibeliana). La disonancia también está integrada sin problemas en el discurso, no está "emancipada" pero se asume como parte esencial de la armonía, de modo que el resultado es mucho menos "tenso" de lo que el papel pareciera querer indicar.

Es la época de las tres últimas sinfonías, paradigmas del equilibrio y de inspiración única, culmen de toda su música. Estas tres obras constituyen su máxima ambición y preocupación de estos años, hasta el punto que llegan a convivir en su creación y fluir una en la otra, al igual que otros proyectos que acabaron integrados en sus versiones definitivas. Son la confirmación de esa aspiración abstracta, llegando acariciar la idea de denominarlas "fantasías sinfónicas" por su libertad formal, pero finalmente serán llamadas "sinfonías" por su anhelo de crear obras "clásicas", como son de hecho.

Aunque el gran sinfonismo centra la ambición del autor, no por ello desplaza otros géneros. Abundan también pequeñas piezas sinfónicas, casi como años antes las piezas para piano. Los coros también son frecuentes, aumentando los escritos con textos en finés, mientras que la canción con texto sueco mantendrá aquí sus últimos grandes títulos. Destacan muy especialmente las cantatas con acompañamiento orquestal, que aunque con cierto hastío por ser en su mayoría encargos, llevan al mundo coral mucho de lo mejor del mundo de las tres  sinfonías. 

Se produce además cierta vuelta de complacencia por la escritura de piezas para piano y de cámara, que ya no cumplen una simple demanda editorial y económica, sino que suponen un pequeño placer personal y hasta una manera de explorar nuevas posibilidades compositivas. Algunos cuadernos para piano, por ejemplo los opus 97, 99, 101 y 103, contienen obras de primerísimo nivel.

La producción es muy activa los primeros años de este subperiodo, incrementándose además los encargos oficiales (aunque también personales) tras el surgimiento de la república. Pero una vez el esfuerzo se centra en las sinfonías, se nota una disminución en el número de nuevas composiciones, anunciando ya la tendencia que culminará con el doloroso proceso de la Octava sinfonía y el "silencio de Ainola".
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El subperiodo puede enmarcarse entra la primavera de 1915, momento en el que el compositor sale del pesimismo de los años que siguieron a su operación del tumor en la garganta, hasta el verano de 1925, momento en el que está componiendo la música de escena para "La tempestad", obra que le provocará el deseo por experimentar nuevas sonoridades (deseo ya intuido en algunas obras anteriores como las originales Danses champêtres opus 106). 

Estos son los capítulos de la biografía que se corresponden con estos años:

Capítulo 33: miniaturas, los 50 años del compositor y el estreno de la Quinta Sinfonía (1915)
Capítulo 34: la revisión de la Quinta Sinfonía y "Jedermann" (1916)
Capítulo 35: bajo la esperanza más oscura que la noche (1917)
Capítulo 36: El año de la Guerra, Mi patria opus 92 (1918)
Capítulo 37: la versión definitiva de la Quinta Sinfonía y los Días de Música Nórdica (1919) 

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1915 (desde marzo)
- [Andante sostenuto] en Mi Mayor HUL 1753 , para violín y piano [boceto para opus 80?]
- Sonatina en Mi Mayor opus 80, para violín y piano
- Fantasía I [Sexta Sinfonía], para orquesta [proyecto, reutiliza temas originalmente escritos para la Quinta Sinfonía]
- Concerto II / Concerto lirico, para violín y orquesta [proyecto, materiales usados en Sexta Sinfonía]
- "Jóvenes helenos" / "Procesión báquica" [opus 79], para coro [masculino] y orquesta [proyecto no realizado]
- "Kyssen" ("El beso") opus 72 nº3, para voz y piano
- "Kaiutar" ("La ninfa Eco") opus 72 nº4, para voz y piano
- Dos melodías serias opus 77: nº2. Devotion (Ab imo pectore), para violín y piano [arreglado después para violín y orquesta, versiones para cello y acompañamiento de orquesta o piano de 1916]
- Dos melodías serias opus 77: nº2. Devotion (Ab imo pectore), para violín y orquesta [arreglo, original para violín y piano]
- "Tanken" ("Pensamiento") JS.192, para dos voces y piano
- Tempo di Menuetto opus 79 nº2, para violín y piano
- Luonnotar opus 70, poema sinfónico para soprano y piano [arreglo, original con acompañamiento de orquesta de 1913]
- " Ett drömackord" ("Un acorde soñado") opus 84 nº3, para coro masculino a capella
- "Sandels" opus 28, para coro masculino y orquesta [revisión, original de 1898]
- Impromptu en Fa Mayor opus 78 nº1, para violín y piano [también para violoncello y piano]
- Impromptu en Fa Mayor opus 78 nº1, para violoncello y piano [arreglo, original para violín y piano]
- Scherzando en Lab Mayor opus 40 nº8, para piano
- Petite sérénade en Sib Mayor opus 40 nº9, para piano
- "Tre trallande jäntor" ("Tres doncellas trinando") JS.204, para voz y piano [destruída]
- "Der Wanderer und der Bach" ("El caminante y el arroyo") opus 72 nº5, para voz y piano
- Souvenir opus 79 nº1, para violín y piano
- "Evige Eros" ("Eterno Eros") opus 84 nº4, para barítono y coro masculino a capella
- Mazurka opus 81 nº1, para violín y piano
- Quinta Sinfonía en Mib Mayor opus 82 [versión original, esbozos de 1914, revisada en 1916 y en 1919, a veces referida como "Fantasía I"]

1916
- Dos melodías serias opus 77, para violoncello y orquesta [arreglo, originales para violín y orquesta o piano de 1914 y 1915, también para violoncello y piano]
- Dos melodías serias opus 77, para violoncello y piano [arreglo, parte de violoncello del arreglo con orquesta, y parte piano de las versiones para violín y piano]
- Cinco piezas ("Las flores") opus 85 para piano: nº3. Iris & nº2. Oeillet (Clavel) 

- Pièce enfantine en Lab Mayor opus 76 nº8, para piano
- Harlequinade opus 76 nº13, para piano
- Humoresque opus 76 nº4, para piano
- Elegiaco opus 76 nº10, para piano
- Danse caractéristique opus 79 nº3, para violín y piano
- Sérénade en Re Mayor opus 79 nº4, para violín y piano
- Polonaise en Do Mayor opus 40 nº10, para piano
- Souvenir en la menor opus 34 nº10, para piano
- Danse pastorale en La Mayor opus 34 nº7, para piano
- Reconnaissance en Re Mayor opus 34 nº9, para piano
- Joueur de harpe en sib menor opus 34 nº8, para piano
- Seis canciones opus 86, para voz y piano [originalmente cinco, nº6 añadida en 1917] 

- "Jokamies" ("Cada uno") opus 83, música incidental para voces y orquesta [tres piezas arregladas para piano en 1925]
- Quinta Sinfonía en Mib Mayor opus 82 [2ª versión, perdida excepto parte de contrabajo, original de 1916, revisada de nuevo en 1919]

1917
- "Demanten på marssnön" ("El diamante en la nieve de marzo") opus 36 nº6, para voz y orquesta [arreglo, original con acompañamiento orquestal de 1900]
- Humoresque para violín y orquesta nº1 en re menor opus 87 nº1 [reorquestado en 1940, "Impromptus" o "Danzas líricas", títulos alternativos pensados originalmente para la serie opp. 87 y 89]
- Esquisse opus 76 nº1, para piano [títulos alternativos originales: "Giroflée" y "Pensée", posiblemente para añadir a opus 85]
- Religioso opus 78 nº3, para violín y piano [también en versión para cello y piano, títulos alternativos originales: "Mélodie sèrieuse" y "Preghiera"]
- Religioso opus 78 nº3, para violoncello y piano [también en versión para violín y piano]
- Tanz-Idylle opus 79 nº5, para violín y piano [versión original, rev. poco después]
- Valse en Re Mayor opus 81 nº3, para violín y piano
- Tanz-Idylle opus 79 nº5, para violín y piano [versión revisada y publicada, original poco antes]
- Affettuoso opus 76 nº7, para piano
- "Till havs" ("Al mar") [opus 84 nº5], para coro masculino a capella [versión preliminar, revisada poco después]
- "Till havs" ("Al mar") opus 84 nº5, para coro masculino a capella [versión revisada y publicada, original poco antes]
- "Drömmarna" ("Sueños") JS.64, para coro mixto a capella
- Humoresque para violín y orquesta nº2 en Re Mayor opus 87 nº2
- Rondino opus 81 nº2, para violín y piano
- "Fridolins dårskap" ("La locura de Fridolin") JS.84, para coro masculino a capella
- Seis canciones "Las flores" opus 88, para voz y piano
- Mandolinato JS.123, para piano
- Humoresques para violín y orquesta: nº3 en sol menor opus 89a [para violín y cuerda], nº4 en sol menor opus 89b, nº5 en Mib Mayor opus 89c
- "Jääkärien marssi" ("Marcha de los Jäger") opus 91a, para coro masculino y piano [puede interpretarse también para piano solo; arreglado para coro masculino y orquesta en 1918]
- Jääkärien marssi (Marcha de los Jäger) opus 91a, para piano [parte del piano, con melodía vocal en la parte superior]
- Berceuse opus 79 nº6, para violín y piano
- Cinco piezas "Las flores" opus 85 para piano: nos 1, 4 y 5
- "I systrar, I bröder, I älskande par!" ("¡Hermanas, hermanos, parejas amorosas!") opus 86 nº6, para voz y piano
- "Morgonen" ("La mañana") opus 90 nº3, para voz y piano
- "Sommarnatten" ("Noche de verano") opus 90 nº5, para voz y piano
- "Norden" ("El norte") opus 90 nº1, para voz y piano
- Séptima Sinfonía [primeros planes]
- "Fågelfängarn" ("Cazapájaros") opus 90 nº4, para voz y piano
- "Hennes budskap" ("Su mensaje") opus 90 nº2, para voz y piano

1918
- "Vem styrde hit din väg?" ("¿Quién te trajo aquí?") opus 90 nº6, para voz y piano
- "Marcha Scout", para coro [y piano] [versión preliminar de opus 91b, usa boceto de marcha para metal de 1897-99, completado más tarde]
- [Sexta] sinfonía en Mi Mayor [proyecto no realizado]
- "Jääkärien marssi" ("Marcha de los Jäger") opus 91a, para coro masculino y orquesta [arreglo, original para coro y piano de 1917; puede interpretarse también sin la parte coral]
- "Jääkärien marssi" ("Marcha de los Jäger") opus 91a, para orquesta [parte de la orquesta, con melodía vocal en la parte superior]
- "Oma maa" ("Mi patria") opus 92, para coro mixto y orquesta
- Aubade opus 81 nº4, para violín y piano
- Menuetto opus 81 nº5, para violín y piano
- Dos canciones de Schybergson JS.224, para coro masculino a capella
- Impromptus / 'Pequeños poemas sinfónicos', para orquesta [proyecto no realizado]
- "Jone havsfärd" ("Viaje de Jonás") JS.100, para coro masculino a capella
- Linnaea opus 76 nº11, para piano
- "Kullervon valitus" ("La mento de Kullervo), para voz y piano [arreglo de "Kullervos Wehruf" de 1892-93, con texto finés original de opus 7]
- Humoresque para violín y orquesta nº6 en sol menor opus 89d
- "Partiolaisten marssi" ("Marcha Scout") opus 91b, para coro y piano [puede interpretarse también para piano solo; también arreglado con acompañamiento orquestal, utiliza esbozo de 1897-99, esbozado en enero de 1918, revisado en 1921 y 1951/52]
- "Partiolaisten marssi" ("Marcha Scout") opus 91b, para piano [parte del piano, con melodía vocal en la parte superior]
- "Partiolaisten marssi" ("Marcha Scout") opus 91b, para coro mixto y orquesta [arreglo, original para coro y piano; puede interpretarse también sin la parte coral]
- "Partiolaisten marssi" ("Marcha Scout") opus 91b, para orquesta [parte de la orquesta, con melodía vocal en la parte superior]

1919
- "Mummon syntymäpäivänä" ("Canción de cumpleaños para la abuela") JS.136, para voz y piano
 - Mélodie opus 94 nº5, para piano
 - Quinta Sinfonía en Mib Mayor opus 82 [tercera versión (final), esbozos de 1914, original de 1915, revisión 1917-19]
 - Dance opus 94 nº1, para piano
 - Consolation opus 76 nº5, para piano
 - Promootiomarssi (Marcha académica) JS.155, para orquesta
- Andantino 'Till O. Parviainen' ('A 'Till O. Parviainen') JS.201, para piano [revisado como opus 94 nº3]
- Con passione JS.53, para piano
- Sonnet opus 94 nº3, para piano [revisión de JS.201]
- Berger et bergerette opus 94 nº4, para piano
- Gavotte opus 94 nº6, para piano
- Valse lyrique HUL 0734, para piano [versión preliminar de opus 96a, combina las piezas Granen y Syringa de 1914]
- Cinco piezas para piano opus 75 ["Los árboles"]: nº5. Granen (Pícea) [versión revisada, original HUL 0732 de 1914]
- Valse lyrique opus 96a, para piano [basado en Syringa de 1914,  versión preliminar HUL 0734 de días antes, orquestado en 1920; título alternativo: 'Les lilas. Valse']
- "Jordens sång" ("Canción de la tierra") opus 93, [compuesto principalmente entre enero y febrero de 1919, revisado en septiembre]
- "Suomenmaa", para coro [y orquesta?] [proyecto no realizado]
- Pastorale, para dos voces y piano [arreglo de sección central de Autrefois opus 96b, para ensayo?]
 - Autrefois, scène pastorale opus 96b, para dos sopranos y pequeña orquesta [versión original, revisada en 1920; sección central también arreglada para dos voces y piano (para ensayo?), arreglos para dos voces y piano de la pieza completa, y para piano solo de 1920]

1919-1920
 - Kuutar (Diosa Luna), poema sinfónico [proyecto no realizado, temas reutilizados en Sexta Sinfonía]
- "Maan virsi" ("Himno a la Tierra") opus 95, para coro mixto y orquesta

1920
- Valse lyrique opus 96a, para orquesta [arreglo, original para piano de 1919]
med. agosto 1920    
- Seis bagatelas para piano [opus 97: nº2] Lied HUL 0737 [versión preliminar]
- Seis bagatelas para piano opus 97: nos 1-3
- Seis bagatelas para piano [opus 97: nº5.] Impromptu HUL 0739 [versión preliminar]
- Seis bagatelas para piano opus 97: nos 4-6
- Autrefois, scène pastorale opus 96b, para dos sopranos [/dos clarinetes] y pequeña orquesta [versión revisada, original de 1919]
- Autrefois, scène pastorale opus 96b, para dos sopranos y piano [arreglo, original de 1919]
- Autrefois, scène pastorale opus 96b, para piano [arreglo, original de 1919]
- "Små flickorna" ("Pequeñas chicas") JS.174, para voz y piano
- "Viipurin Laulu-Veikkojen kunniamarssi" ("Marcha de honor a los hermanos cantores de Viipuri") JS.219, para coro masculino a capella [Versión I, nueva versión del mismo texto con diferente música de 1929]

1921
- La forja del Sampo, poema sinfónico [proyecto no realizado, relacionado con Sexta Sinfonía?]
- Suite mignonne opus 98a, para dos flautas y orquesta de cuerda [también en arreglo para piano]
- Suite mignonne opus 98a, para piano [arreglo, original para dos flautas y orquesta de cuerda de poco antes]
- Scaramouche, suite para orquesta [proyecto no realizado, sobre música incidental opus 71]
- "Partiolaisten marssi" ("Marcha Scout") opus 91b, para coro mixto y piano [nueva versión, original de 1918]
- Valse chevaleresque HUL 1815, para piano [versión preliminar de opus 96c]

1922
- Valse chevaleresque opus 96c, para orquesta [arreglo, versión preliminar para piano HUL 1815, arreglado de nuevo para piano poco después]
- Valse chevaleresque opus 96c, para piano [arreglo, de opus 96c, a partir también de versión preliminar HUL 1815]
- "Likhet" ("Semejanza") JS.121, para coro masculino a capella
- Suite champêtre opus 98b, para orquesta de cuerda [también arreglada para piano poco después]
- Suite champêtre opus 98b, para piano [arreglo, original para cuerda de poco antes]
- Ocho piezas para piano opus 99
- Suite caractéristique opus 100, para arpa y orquesta de cuerda [también arreglada para piano poco después]
- Suite caractéristique opus 100, para piano [arreglo, original para arpa y cuerda de poco antes]
- Novellette opus 102, para violín y piano
- Andante festivo JS.34a, para cuarteto de cuerda [también en arreglo para orquesta de cuerda de 1939, op. 103 nº1 usa material de esta pieza; proveniente de Marjatta?]

1923
- Sexta Sinfonía en re menor opus 104 [primeros esbozos desde 1915, elaboración principal 1922-1923, reutiliza temas proyectados de la Quinta Sinfonía, del Segundo Concierto para Violín y de Kuutar]

1923-1924   
- Séptima Sinfonía [esbozos y fragmentos rechazados del final]: Primer final alternativo HUL 0354, Segundo final alternativo HUL 0353

1924
- Andantino – Allegretto HUL 0742, para piano [versión preliminar de opus 101 nº5]
- En humor lúgubre, para piano [versión preliminar de opus 103 nº5]
- Cinco composiciones románticas opus 101, para piano
- Cinco impresiones características opus 103, para piano
- Séptima Sinfonía en Do Mayor opus 105 [en un movimiento, primeros esbozos de 1917, compuesta fundamentalmente 1923-24, también llamada "Fantasia sinfonica"]
- Octava Sinfonía [primeros esbozos]
- Danses champêtres opus 106, para violín y piano: nos. 1 & 2  [nos. 3-5 añadidos en 1925]:
- "Koulutie" ("El camino a la escuela") JS.112, para coro mixto a capella   

1925 (hasta agosto)
- "Työn laulu" ("Canto de trabajo") [proyecto no finalizado, destruido]
- Danses champêtres opus 106, para violín y piano: nos. 3-5
- Kolme johdantovuorolaulua (Tres antífonas introductorias) JS.110, para celebrante (barítono), coro mixto y órgano
- "Herran siunaus" ("La bendición del Señor") JS.95 , para barítono y órgano
- Scène d’amour, para violín y piano [arreglo de fragmento de opus 71, original de 1913]
- "En glad musikant" ("Un músico feliz") JS.70, para violín solo con texto
- Dos canciones para coro masculino opus 108
- Morceau romantique sur un motif de M. Jacob de Julin JS135b, para piano [posiblemente versión original, después orquestado]
- Morceau romantique sur un motif de M. Jacob de Julin JS135a, para orquesta [posiblemente versión arreglada, original para piano de poco antes]
- Jokamies, suite para orquesta [proyecto no realizado, sobre opus 83]
- Jokamies opus 83: Episodio, Scena & Canzone para piano [arreglo, original para orquesta opus 83 de 1916]
-  Intrada HUL 0052, para órgano [versión preliminar de opus 111a]
- Intrada opus 111a / HUL 0828, para órgano [vs. original, con doble pedal, manuscrita, editada en 1943 con errores, revisada y editada en 1957]

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Sección siguiente [próximamente]

Biografía (44): el dios finlandés de los bosques cruza el océano (1926)

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El 4 de enero de 1926, nuestro músico recibe un telegrama desde Estados Unidos, firmado por Walter Damrosch. El director neoyorkino de origen alemán había emprendido notables estrenos en el país de los grandes compositores europeos, atreviéndose incluso con la première en 1913 de la Cuarta sinfonía de Sibelius. Su amor hacia sus partituras le lleva a atreverse a una petición directa: "compondrías poema sinfónico para mí interpretaciones siguiente noviembre sociedad sinfónica te ofrece cuatrocientos dólares (por las) tres primeras interpretaciones del mismo pagará doscientos inmediatamente a la recepción de la partitura". 

Nuestro músico aceptó ipso facto. No sólo le suponía una gran oportunidad de un estreno internacional (en un país en el que no cesaba de crecer el sibelianismo), además de un contrato claro y bien dispuesto. Pero muy posiblemente era el tipo de obra que necesitaba componer en ese momento, tras el trabajo del año anterior en obras de menor ambición.
Walter Damrosch. Fotografía de 1919 (Biblioteca del Congreso, Washington D. C.)

Tras la contestación del maestro finlandés, Damrosch le escribe de nuevo con más detalle: "por supuesto, se entiende que la elección del tema y la forma se te deja por entero, y meramente sugeriría que su duración sea de cerca de quince minutos, y ciertamente no más de veinte minutos". Tal libertad le supone sin duda una perfecta oportunidad para profundizar en el camino de abstracción emprendido en sus dos últimas sinfonías, al tiempo que cumpliría a la perfección con el tamaño de la partitura que se le demandaba.

Mientras comenzaba a esbozar su poema sinfónico, el músico daba forma a diversos planes de viaje. Primero había concebido año y medio antes un nuevo viaje a Italia con su mujer, por "prescripción médica". Y en el otoño anterior, su amigo de la infancia Walter von Konow y él concibieron un viaje juntos. En los últimos tiempos de soledad de Konow, éste se había acercado mucho a la vida del músico. Tras desechar París, el objetivo tornó hacia Italia, pero combinando ambas ideas irían los tres juntos. Sin embargo Aino desistió finalmente de incorporarse a sus planes. El Mediterráneo o Konow no eran motivo suficiente para dejar sus hijas en casa.

El 20 de marzo el compositor embarcó en solitario - su amigo partiría después - en Åbo (Turku). No aprovechó la circunstancia para acudir al estreno de su música para "La tempestad"(desconocemos si esto fue intencional o no) en Dinamarca, sino que escogió Berlín como primer destino, donde se encontró con Adolf Paul y con su editor Robert Lienau.

Sin mucha dilación el genio nórdico se dirigió hacia Roma, alojándose en el Hotel Grande Albergo Minerva. La embajada finlandesa le procuró asistencia para que permaneciese cómodo en su estancia, pero evitó encuentros oficiales. Antes de la llegada de Konow permaneció casi encerrado en su habitación concentrado en la composición de su obra orquestal (llama la atención que una obra tan "nórdica" como será ésta fuese concebida en gran parte fuera de Finlandia, justamente como otra gran obra del extremo contrario de su carrera musical, "Kullervo" opus 7, escrita en una parte importante en Viena). En gran medida el clima le ha sentado estupendamente: "todo está lleno de cielo. Y todo en la vida va a ir bien".

Aino le escribe comunicándole las noticias que llegaban desde Dinamarca: "La tempestad" había sido un éxito, pero no tanto por la representación, sino justamente por su música (y los decorados). Buena parte de su correspondencia a través del continente gira en torno a las retribuciones por esta obra (que tendría que ser publicada en versiones de concierto) y otras recientes. Hasta fuera de casa tenía que atender sus problemas con las ediciones.

El 27 de marzo Konow llega finalmente a Roma, a tiempo de celebrar su sesenta cumpleaños. Tras ello los amigos emprenden una pequeña aventura hacia la isla de Capri, "una maravilla", donde se dejan arrebatar por los colores pictóricos de la Gruta Azul. El músico se siente enormemente cómodo en la isla italiana. El 19 de abril vuelven a Roma y, mientras Konow decide volver inmediatamente, Sibelius permanecerá aún unos días más para seguir trabajando en su partitura.

Fotografía de Jean Sibelius en Capri

"«El Bosque» es un buen título. Quizá le mande [a Damrosch] una explicación de lo que el nombre «Tapiola» significa", escribe a Aino el mismo día en que parte Konow. Así, el poema sinfónico acaba de tomar su concepto como su título. "Tapiola" en finés significa "el dominio/tierra/casa de Tapio", siendo Tapio el dios de bosque en la mitología finlandesa (no necesariamente del "Kalevala" como se comenta en ocasiones, ya que en la epopeya recogida por Elias Lönnrot la figura apenas aparece, y no tiene ningún desarrollo propio). La obra no tendrá un programa definido, apenas unos versos del propio autor darán cuenta de la sugerencia del título, más una evocación que verdadera representación musical de una idea poética. 

El último día antes de su partida podrá disfrutar de uno de los pocos encuentros sociales que efectúa en Italia, que a grandes rasgos ha sido más una "puesta a punto" para enfrentarse a su trabajo que un viaje de puro placer. El evento es una cena informal (a pesar de la pretensión inicial del anfitrión) con el enviado del gobierno finlandés a Roma, Rolf Thesleff, que a la sazón es un viejo amigo suyo.

El regreso del músico a su patria se produce a mediados de mayo, con parada de nuevo en Berlín, esta vez para encontrarse con otra (reciente) amistad, Hellmuth von Hase. En Finlandia debe ponerse a trabajar en nuevo encargo, "Väinön virsi" ["La canción de Väinö (Väinömöinen)"] opus 110, una cantata para coro mixto y orquesta sobre un pasaje del "Kalevala", petición de la Sociedad para la Educación Popular para un festival de canto en Sortavala. Musicalmente tiene que ver muy poco con el poema sinfónico con el que está trabajando, más bien con los cantatas y coros del principio de su carrera, aunque comparte la grandeza y orgullo nacional de las cantatas de los primeros años de la independencia finlandesa. La obra fue estrenada el 26 de junio bajo la batuta de Robert Kajanus.

Alrededor de este tiempo el compositor daba vueltas a la idea de escribir una suite de cinco movimientos para órgano, que prolongaría la Intrada creada el año anterior. El proyecto no fue más allá, pero a cambio sí que compuso un díptico para el instrumento, el Preludium y Postludium JS.153, piezas desde luego más que notables, con cierto clima místico-sinfónico propio de sus grandes obras en estos años.  

El 10 de agosto recibe un telegrama de Breitkopf, demandando el envío pronto de Tapiola. Como es su tónica general, la urgencia le crea bastante ansiedad. No obstante podrá efectuar el envío en el plazo marcado.

Era habitual que él mismo estrenara sus grandes trabajos sinfónicos, aprovechando la experiencia de los ensayos y las premières para dar pequeños ajustes de última hora a sus partituras, antes de enviarlas a la imprenta. Pero para Tapiola la edición se iba a efectuar meses incluso antes del estreno - tal eran la confianza de director y editor -, una situación que llevaba al borde del ataque de nervios a nuestro músico por su perfeccionismo y pánico escénico. Con la partitura ya enviada a Breitkopf & Härtel, el 17 de septiembre pidió a la editorial la devolución de la obra para hacer algunos cortes a la partitura. Pero la impresión de la partitura ya estaba hecha, y las partes completándose, a punto de enviarse vía aérea a América.

En otoño se enfrentaría a lo que sería su última actuación pública fuera de Finlandia (la última en cualquier caso). Fue invitado por el entusiasta danés Gunnar Hauch, que no confiaba demasiado en poder traerlo, aunque sorpresivamente lo consiguió. Sin pretenderlo, su visita causó una disputa con los melómanos daneses, encabezados por Louis Glass (que anteriormente había acogido bien a Sibelius, y de hecho no tenía nada en particular contra el maestro). La situación fue provocada por un conflicto de situaciones que iban a suceder próximas en el tiempo: la Sociedad de Conciertos Danesa celebraba en esos días su 25 aniversario, justo cuando nuestro músico y el presidente finlandés casi coincidían a su vez en sendas visitas a Copenhague, lo que causaba cierta sensación de "festividad" finlandesa. La idea de Glass de que al presidente se le honrara con música danesa y con la veterana Sociedad chocó con el programa de Sibelius.  


El compositor danés Louis Glass (1864-1936). Fotografía anterior a 1917.

Las palabras de Glass, difundidas por el Politiken, uno de los principales diarios del país, el mismo día en que Sibelius empezaba a ensayar. A pesar del artículo el concierto del 2 de octubre, con todo el teatro lleno, fue un gran éxito. En el programa la Quinta sinfonía, la Suite de "Rey Cristian II", el "Impromptu" opus 19 y Finlandia, además del inevitable Valse triste como bis. El coro amateur local no logró que el "Impromptu" brillara especialmente, y la sinfonía tampoco logró el efecto deseado, pero el público danés estuvo encantado con la parte más ligera del programa.

Hauch le acompañó parte del viaje de regreso, permaneciendo unos días de asueto en la costa, en Øresund: la polémica le había costado muchos disgustos, muchos más que al compositor, que volvió a su país medianamente satisfecho. 

Tras la suma persistencia a Breitkopf & Härtel, a su vuelva de Dinamarca nuestro compositor consiguió la partitura y las particellas de Tapiola. En realidad apenas una semana le bastó para hacer unos mínimos ajustes y no cortes como tenía pensado. Sus miedos eran infundados y la partitura estaba más cercana a la perfección que anhelaba, lo que bajo la perspectiva de semanas de separación se hacía evidente.

En seguida se pudo enviar a Nueva York. En realidad ya estaba ocupado con otros proyectos. Por una parte una serie de piezas para ceremonias su logia masónica que en su primera forma se completaría en unos meses. Y el 12 de septiembre anota en su diario que estaba ya trabajando en "la nueva", esto es, la Octava sinfonía.

Mientras, a pesar de las últimas donaciones y derechos cobrados, aún no había conseguido acondicionar del todo sus finanzas, y esperando los beneficios de Tapiola, mandaba a Hansen las Danses champêtres para su publicación europea.

El 2 de diciembre Robert Kajanuscelebró su 70 cumpleaños, ocasión en la cual sus amigos Gallén-Kallela y Sibelius dieron sendos discursos. El músico lo comparó como una llama incombustible, que a su edad era capaz de causar envidia en su manera de dirigir a los directores de treinta años.

El estreno de Tapiola opus 112 con la Sociedad Sinfónica de Nueva York se celebró el 26 de diciembre el Mecca Temple (actual New York City Center) de la metrópolis, sin que fueran las mejores condiciones acústicas posibles. Sin embargo el aplauso del público norteamericano fue muy general.


 
Proscenio del teatro Mecca Temple de Nueva York, con su singular decoración arabizante, en la época del estreno de Tapiola

La obra, su último gran trabajo original concluso para la orquesta, contiene una lección magistral de su escritura orquestal tardía, con una capacidad de concentración y de elaboración temática increíble. A ello se suma una creación de atmósferas y de sonidos instrumentales que suponen el momento cumbre de su carrera, casi más propios una sinfonía en un movimiento que de una "rebajada" obra ligada a un programa. Y es que ciertamente la partitura no tiene más contenido extramusical que la evocación abstracta, panteística, del bosque finlandés, y sí una concepción plenamente musical, una especie de variaciones en torno a un tema. Variaciones más centradas en dibujar distintos desarrollos sinfónicos que en la recrear una melodía (aunque extrañamente apeló en años posteriores a la forma de la obra como una "sonata" [sic!]).

Damrosch, que introdujo al público la obra con unas frases sacadas de su propia imaginación sobre su significado, comunicó de nuevo por telegrama el éxito del concierto al autor de la música. Estuvo tan encantado con el fruto de su encargo que le escribió poco después sobre la propia Tapiola: "uno de los más originales y fascinantes trabajos de tu pluma".

Pero los críticos reaccionaron inicialmente con cierta tibieza y hasta decepción ante la obra, incluso los mayores defensores del autor como Olin Downes. Sólo a partir de las interpretaciones de Koussevitzky de unos seis años más tarde, es cuando el poema sinfónico comienza a cobrar la importancia que se merece.

A finales de año recibe con tristeza la noticia de que su amigo Stenhammar está muy enfermo. En una carta a su cuñada, Olga Bratt, le comunica su pesar, y cómo afecta eso a su habitual ánimo pesimista: "la expresión es das Streben tut leicht das Leben schwer [«el afán hace ligero lo que la vida pesado», en alemán]. Y de esa manera mi vida se ha ido." A pesar de eso valora el consuelo que le ofrece su vida personal: "mis seres amados y aquello que me rodean son una gran alegría para mí, y tan comprensivos" (20 de diciembre).

En los días últimos del año encontraremos a nuestro músico enfrascado en la composición: está reelaborando de "La tempestad" para concierto. Pero también se ha sumergido en un proyecto del que aún no sabe que le llegará a consumir: la Octava sinfonía.


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¡Felices fiestas!

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Feliz Navidad a todos los lectores del blog "Jean Sibelius en español". Que todos ustedes pasen unas estupendas fiestas, y si son con música mucho mejor.


Nosotros, como habitualmente en estas fechas, felicitamos a los que nos leen con nuestro particular "villancico" sibeliano, una de las Cinco canciones opus 1 del autor finlandés, la colección de piezas para voz y piano que compuso en diferentes momentos, aunque todas ellas rememoran de manera muy similar la canción navideña tradicional y piadosa.

Y lo haremos en esta ocasión con la quinta de ellas, "On hanget korkeat, nietokset" ("La nieve está cayendo"), la única que lleva en origen texto en finés. La interpretación de la bellísima melodía corre a cargo de  la voz de la soprano Soile Isokoski, acompañada por la Finlandia Sinfonietta dirigida por Ilkka Kuusisto, quien es también el encargado del arreglo orquestal a partir del original pianístico de Sibelius.

"¡La Navidad, la Navidad está aquí!". ¡Felices fiestas!




Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 8. Discografía (1)

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Durante este post y los dos siguientes presentaremos hasta un total de 40 grabaciones de la Cuarta sinfonía de Jean Sibelius, disponibles comercialmente de manera más o menos habitual.
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Orquesta Sinfónica de Bournemouth
Paavo Berglund
EMI (1975)


Si hay una obra de Sibelius que se adapte mejor a la sensibilidad de su compatriota Paavo Berglund es ésta, con su oscuridad, sobriedad y desolación. Un control estricto de la orquesta, con un correcto juego de timbres pero sin permitir individualidades, y un manejo perfecto de las masas sonoras, donde nada queda fuera de sitio. Sólo a ratos esta contención y esta sobriedad puede llegar a ser excesiva. Y no obstante, si ese exceso se permite en alguna obra de Sibelius, que sea justo aquí.

El primer tiempo, lento, austero y solemne, comienza con una atmósfera de contenida espiritualidad, que deviene en súbito apocalipsis con la llegada del tema de las fanfarrias, un contraste brutal pero sin estridencia ninguna, creando una sensación general de profunda tristeza. La elevación retorna con el segundo periodo, donde los timbres dejan atravesar más de luz ante la austeridad general. El desarrollo sabe sacar toda la tensión subterránea a la superficie, convirtiéndolo en un siniestro juego de sombras. La reexposición deja al oyente con una mezcla de sensaciones y en la más turbadora duda. El segundo tiempo mantiene sus vínculos con el desarrollo del primero, trabajando formidablemente bien sus aristas y sus pasajes scherzando, evitando la sensación de falta de unidad que dejan otras grabaciones, y  avanzando progresivamente hacia un clima casi de pesadilla. El tercer tiempo comienza con interrogantes y una tensión subyacente insospechada, aunque la profunda tristeza tenga al tiempo algo de lacrimoso consuelo. Los silencios llegan hablar en manos de Berglund con gran sentido trascendente, bruckneriano incluso. El gran tema llega tranquilo y sin estridencias, caminando hacia el clímax de la pieza con un espíritu casi religioso y un final expectante. El último movimiento se ha dejado contagiar de todo el pesimismo anterior, y camina vacilante e inseguro, sin posibilidad de redención. De nuevo tiene un sentido, porque el colapso del movimiento se nutre de esta tragedia contenida, desatada hacia el más negro de los hundimientos, dejando los últimos acordes en la más oscura de las melancolías. Absolutamente imprescindible

Interpretación: 9,5  • Estilo: 8  • Sonido: 7

 

Orquesta de Minnesota
Osmo Vänskä
BIS (2013)


Segunda grabación de Vänskä, también para el sello Bis, pero para la orquesta norteamericana de la que era titular desde 2003 hasta justamente unos meses. Si la primera grabación ya es extraordinaria, en esta segunda va mucho más allá en emociones y compenetración con la obra (en lo que es el mejor registro de esta nueva integral en marcha - probablemente interrumpida -, hasta ahora no tan extraordinaria como el primero). En el aspecto técnico, el director finlandés elabora un dibujo finísimo y un manejo magistral de las sonoridades sibelianas (silencios que se "oyen", rumores de fondo que se perciben con la necesaria claridad) pero más que eso, logra un discurso lleno de sentimiento y de gran hondura espiritual.

El Tempo molto moderato tiene el enfoque perfecto, con modernidad pero sin vanguardismos, con profundidad pero sin abismos ni exageraciones, y con una separación nítida de los timbres, que devienen en una auténtica paleta de colores ocres y oscuros. Las cuerdas rayan lo sublime, contrastando con las sonoridades tremendistas de los metales (pacíficas en la reexposición), una auténtica magia en el pasaje de los trémolos.  El Allegro molto vivace pretende erizarnos el vello y lo consigue, partiendo de un comienzo feérico, que bajo bromas macabras y coloraciones góticas acaba cayendo en la más pura desesperación. Il tempo largo redunda en esa espiritualidad y hondura del primer tiempo, y la lleva aún más lejos, provocando lágrimas inmediatas en el oyente. Su comienzo explora el misterio, la quietud, generando una gran expectativa, hasta que la expresión se desborda en un sumamente emocional tema de los violoncellos. La última aparición del tema roza lo sublime, con un clima trascendente, de suprema espiritualidad y grandeza, que con gran honda pena se va sumergiendo poco a poco en el silencio.  Sin duda uno de los mejores movimientos lentos de la discografía, si no el mejor. El Allegro final también destaca por su fidelidad a la letra y al espíritu de la partitura, con su viaje de la extraña victoria (sin duda un ejemplo de qué pretendía Sibelius en este pasaje) al caos y la derrota final, aceptada con gran resignación. Entre los aspectos más destacables está el sentido del pulso constante que maneja Vänskä, y que dota de gran unidad al movimiento, sin momentos de abandono, hasta los últimos compases, donde la respiración permanece contenida al máximo. Imprescindible.

Interpretación: 9  Estilo: 9  Sonido: 9,5 (SACD)
 


Orquesta Filarmónica de londres
Thomas Beecham
HMV (1937)
varias reediciones, p. ej. NAXOS (2003)

La mítica e histórica grabación de Beecham, la primera "oficial" de la que ya hablamos en su momento sigue siendo un monumento insuperable, y a pesar del tiempo pasado y algunos "peros" se merece estar sin duda en el podio. La versión está llena de dramas interiores, sin gestos exagerados, incluyendo los tempi, que son más animados que en otras muchas versiones (deberían tomar nota quienes identifican lo trascendente con la máxima elongación de la velocidad). 

 
El primer tiempo es abordado con un clima de tristeza y de aceptación casi religiosa. Comienza con un melancólico canto de los cellos, y una atmósfera de incertidumbre que va creando a pesar de los acordes más luminosos. Beecham maneja maravillosamente los silencios (¡lástima de discos de pizarra!), al igual que los timbres, en especial la mágicas técnicas de la cuerda, como unos vibrantes pizzicati. El segundo movimiento ahonda en las contradicciones emotivas, causando una sensación de gran desasosiego y turbación, acentuada de nuevo por los caleidoscopios timbres. Esas mismas sensaciones se dejan notar en el comienzo del tiempo lento, en el que además de los delicados sonidos de la cuerda (que tienen ademanes tremendistas), explora muy adecuadamente modernas sonoridades en los vientos, como un helador pasaje con las trompetas asordinadas. La incertidumbre da paso a la más dolorida pena, regalándonos un primer clímax de gran belleza y melancolía infinita. El segundo clímax parece un triunfo del dolor, sin redención posible, transigiendo poco a poco hacia un desvanecimiento lento y maravilloso. El finale mantiene la agitación del segundo tiempo, con la opresión del peso de todo lo anterior, como de una búsqueda siempre insatisfecha. Bajo sugerencia de Legge, Beecham emplea aquí campánulas en lugar del habitual glockenspiel para asegurar su sonido en aquellos viejos discos, al parecer con aprobación de Sibelius. Lo cierto es que la tímbrica es excelente, y siempre al servicio de la expresión, gótica y modernista. El desasosiego llega al máximo en los pasajes finales, y la sinfonía culmina con una tragedia absoluta, la muerte sin salvación. Un clásico muy recomendable, y no sólo por su carácter histórico, y modelo, sino por ser una de las más emocionantes.

Interpretación: 9 • Estilo: 7 • Sonido: 3 (mono)
 

 Orquesta Sinfónica de Lahti
Osmo Vänskä
BIS (1997)

La primera grabación del director finlandés, efectuada dentro de su mítica conjunción con la Sinfónica de la pequeña ciudad de Lahti, una de las más brillantes de la discografía, es superior a la segunda en cuanto a brillantez técnica, si bien su intensidad dramática es algo menor, ahondando más en su lado más lírico y luminoso dentro de lo que la tenebrosa partitura permite. La lección de estilo es magistral, demostrando aquello de que la Cuarta Sinfonía es entendida de la manera más profunda sólo en el país que la vio nacer. Como nota negativa en este sentido el hecho de su lentitud: una de más prolongadas de la discografía de hecho, apostando por un carácter místico y trascendental sin artificios. También es una de las más cantábiles y brillantes de todos los registros que hemos podido analizar.

 
El comienzo de la obra es muy callado, tenue, profundo y misterioso, dando paso con gran expectación a unas fanfarrias que suenan derrotadas, más que amenazantes, y que desembocan en un clima de luz enrarecida pero intensa, y de nuevo muy misteriosa. Vänskä maneja magníficamente todas las sonoridades que en otros directores quedan muy en segundo plano, y está siempre muy atento a las pedales sibelianas y a distinguir todas las notas e instrumentación de cada pasaje, y en este segundo periodo de la exposición nos da una magnífica lección de esto. Los violines alcanzan la dimensión heladora, y todo el desarrollo se beneficia de sus sonoridades boreales en forma de auras, evitando que los solos de viento cobren demasiado protagonismo. No ha habido terror en esta sección, por lo que la reexposición se muestra más beatífica y esplendorosa que nunca, terminado el movimiento con gran serenidad. El scherzo comienza con ese mismo espíritu, pero ya en el pasaje de las cuerdas la música se arruga y se repliega sobre sí misma con una violencia contenida. El balanceo de los semitonos da muestras de ser una profecía de lo que va a venir, con grandes solos del viento de nuevo. Una transición muy lograda nos lleva al apéndice siniestro del movimiento, que suena más inquietante que trágico, casi hasta fascinantemente oscuro, y que termina como en un interrogante. El tercer tiempo vuelve a la seducción mística del primero, aunque aquí el peso de la tragedia y la tensión se traslucen en cada compás. El director finlandés de nuevo recalca muy bien las diferencias instrumentales, lo que aumenta la sensación de unidad cuando, por ejemplo, los celli anuncian el tema principal cantándolo de manera muy semejante a como lo harán en su plenitud. La magia que se crea con la primera entonación del tema es formidable, aunque quizá el sentimiento no sea tan grande como su colorido, impecable. Los solos de viento antes de la segunda aparición del tema, con toda su agarrota plegaria, dan origen a una gloriosa entonación de la gran melodía, que se ve atenuada con suavidad por los rumores de pasadas batallas. Tras la última aparición todo se disuelve en un clima de gélidas y lejanas luces estelares. Uno de los mejores momentos de toda esta discografía de nuevo nos lo proporciona Osmo Vänskä. El último movimiento quizá necesitaría algo más de energía inicial, pero su equilibrio emotivo e instrumental de nuevo es perfecto. La carrera de corcheas suena nítidamente sibeliana, verdaderas auras, y la vuelta del glockenspiel también demuestra lo necesario que es cuidar y respetar los equilibrios tímbricos y dinámicos de la partitura para que la música cobre su máxima intensidad. El director finlandés reserva todo el gélido terror para los sones córvidos, que poseen una atracción mórbida. Como era de esperar el pizzicato brillantísimo, contrastando con los excepcionales solos de las maderas, y el diálogo con los violines posterior, bajo un ritmo intenso. El colapso es domeñado totalmente por los músicos nórdicos, demostrando lo calculado que tenía su compositor este pasaje en apariencia caótico. La transición hasta la decepción y la desesperanza, a través de un progresivo abandono de las fuerzas orquestales es de nuevo ejemplar. Los últimos compases ofrecen más firmeza que lo que hemos oído habitualmente. Excelente versión, una de las más bellas de escuchar y también una de las más intensas.

Interpretación: 9  Estilo: 9,5  Sonido: 8
 
Orquesta Sinfónica de San Francisco
Herbert Blomstedt
DECCA (1991)


El director sueco-americano logra una grabación magistral, quizá no perfecta (no consigue la misma intensidad a lo largo de toda la obra y le falta algo más - aunque hay demasiado - refinamiento), pero sin duda se merece estar en el olimpo. Y es que parte de las premisas estéticas correctas, con lo que ya tienen gran parte del camino logrado.

 
El Tempo molto moderato debuta con una serenidad boreal, fría y mágica al mismo tiempo, afianzada que no rota por la llegada de las fanfarrias, casi redentoras. Blomstedt consigue una exquisita belleza en los timbres, amplios pero bien definidos. Con la llegada del desarrollo la música revela su carácter más tétrico y fúnebre, con una dirección muy atenta a lo atmosférico, dando todo su significado a las "auras", de manera casi impresionista. En la reexposición se consigue llevar la expresión a la misma mística inicial, preparando el camino para el segundo tiempo. El Allegro molto vivace explora de nuevo su lado más inquietante, con una ingravidez siniestramente apolínea. El tiempo lento hace hablar como nunca a los silencios, llegando de nuevo a momentos de elevada espiritualidad, donde la desesperación y la tenue esperanza se entremezclan bajo la batuta de Blomstedt sin concesión a la superficialidad. En el clímax de la pieza hay que enmarcar la cantabilidad de los violoncellos. El Allegro último final empieza quizá con algo de pesadez, aunque no del todo incorrecta porque da al tiempo mayor firmeza conclusiva. Fantástico el pasaje de los pizzicati, de nuevo con una buena exploración de las auras, al igual que el colapso final, sin estridencias pero dándolo todo. Los últimos compases son de derrota y aceptación. Hagan un hueco en su estantería para esta grabación, sin ser la mejor tarde o temprano debe estar.

Interpretación: 9  • Estilo: 8  • Sonido: 8

Orquesta de Cámara de Europa
Paavo Berglund
FINLANDIA RECORDS (1995)


La tercera grabación de Berglund de la pieza supone un acercamiento mucho más íntimo, sobrio y contenido aún de la pieza, con una pasión domeñada, más negra incluso que en anteriores registros, pero al tiempo con una delicadeza instrumental mucho mayor, debido por supuesto al carácter camerístico de la propia orquesta, demostrando además con ello lo bien que hace a la música de Sibelius, aún en sus grandes sinfonías, los conjuntos menos mastodónticos.

El movimiento inicial explota los sonidos más contenidos de la pieza, con un tono sosegado e íntimo, ni concesiones al efectismo, pero con un poderoso sentido del drama y la tensión interna, y una aplastante sensación de inquietud y pesimismo. A pesar de la habitual sobriedad del director finés, las cuerdas nos brindan grandes momentos de lirismo, aunque sea oscuro e invernal. El segundo tiempo explora de nuevo el carácter más macabro y misterioso de la pieza, con sonoridades casi góticas (estupendas trompetas asordinadas) y un buen equilibrio de fuerzas y timbres sin mezcla. El tercer tiempo nos lleva a los más hondos pensamientos sibelianos, con sonoridades casi mágicas y de intensa aunque siempre domeñada emocionalidad, de nuevo con gran belleza y lirismo en las cuerdas, y clímax verdaderamente sublimes. El cuarto tiempo de nuevo se pliega a la partitura, sin estridencias ni asomo de teatralidad, en una búsqueda intimista de sus más negros sentimientos. El final se expone en forma enigmática, muy en línea de todo lo acontecido hasta ese instante. Una lectura exquisita, magnífica, quizá de menor intensidad a la de otras grabaciones del propio director pero muy a tener en cuenta.

Interpretación: 8,5  • Estilo: 8,5  • Sonido: 8

Orquesta Sinfónica de la Radio Finlandesa
Jukka-Pekka Saraste
FINLANDIA (1995) - directo


Que esta sinfonía es muy especial para los finlandeses puede ejemplificarse perfectamente con esta interpretación, muy brillante en cuanto a interpretación, y con un estilo practicado con verdadero entusiasmo.

 
El  Tempo molto moderato comienza con una agitación, y al no mezclar timbres Saraste destaca muchos los bajos, creando un fuerte presentimiento de fatalidad, llegando a las coloridas fanfarrias y al segundo tema, muy plástico. El desarrollo está repleto de una increíble sensación que mezcla movimiento y estatismo, verdaderamente turbadora. La reexposición afianza sus grandes valores, perdiéndose en el silencio. El scherzo acierta plenamente en el tempo, además de la disposición orquestal. El motivo de las cuerdas es ejemplar de nuevo por su conmovedora evolución. Igualmente resulta la segunda parte, opresora e intensa, con toques de gran modernidad. Il tempo largo apuesta por una mirada introspectiva y muy mística, extática en ocasiones, que hace vibrar el silencio y las líneas invisibles de la música como nunca. El tema se presenta siempre profundo, trágico y noble. El finale se muestra impetuoso, quizá un poco atropellado al comienzo, pero lleno de toda la resistencia ante la penalidad acumulada a lo largo de la obra. El glockenspiel suena en su punto, demostrando que su sonoridad es débil sólo si quiera que así sea (o si la toma de sonido es insuficiente). La pieza transcurre con dimensión propia de perpetuum mobile, una carrera hacia el abismo sin descanso ni tregua posible, con un ejemplar "colapso", caótico y trágico, que deriva hacía el borde mismo del universo. Muy buena.

Interpretación: 8,5  • Estilo: 8,5  • Sonido: 7,5


Orquesta Sinfónica de la BBC
Malcolm Sargent
BBC (1965, 2008)


Sargent fue uno de los muchos campeones ingleses de la música sibeliana, honrado con la Rosa Blanca por el gobierno finlandés, aunque por desgracia no nos legó muchas grabaciones, incluyendo un incompleto sinfónico para la EMI que el sello suspendió tras la muerte del compositor. La grabación de sir Malcolm se efectúa aquí para la radio nacional británica en directo (toses incluidas), en septiembre de 1965. La lectura de Sargent es moderna, muy expresiva, austera y hasta trascendental. 

 
El Tempo molto moderato se inicia con un hipnótico balanceo dórico, y un violoncello sobrio y contenido, que va cediendo a la tensión acumulada y resuelta en el tema secundario, en especial en las serenas fanfarrias parsifalianas, hasta llegar a los quejumbrosos solos del final de la exposición. Al llegar el desarrollo la música torna a un aspecto expresionista, casi demoniaco. La reexposición llega a ser verdaderamente redentora. El segundo movimiento está repleto de sensaciones y contrastes, con un sentido dramático y dinámico, casi grotesco en la segunda parte. El tercer tiempo, que debemos calificar de magistral, comienza muy contenido y desolado, como si de un mal presagio se tratase, siendo la primera llegada del tema su desesperanzada confirmación. La primera presentación del tema suena terriblemente oscura en gran parte gracias a las sombras acompañantes que lo rodean, y el tempo desangelado que le imprime el director británico. Si el Allegro molto vivace parece noblemente trágico, el tiempo lento llega a ser la aceptación de la derrota, sensación que se nos confirma con la coda tenebrosa y derrotista. El finale empieza con gran energía y cierta sensación de caos controlado. "El cuervo" llega de nuevo con el ritmo hipnótico del comienzo de la sinfonía, agarrotado y fascinador. El pizzicato central sorprende de nuevo por su modernidad, como la carrera tempestuosa de las cuerdas y sus coloraciones bitonales. El colapso como cabría esperar es sensacional en un director tan comprometido con la vanguardia, y es seguido por una coda como suma expresión del fin y la derrota absoluta. Formidable versión.

Interpretación: 8,5  • Estilo: 7  • Sonido: 6,5 (directo)


 Filarmónica de la BBC
John Storgårds
CHANDOS (2014)

 
Magnífica interpretación, sólo habría que reprocharle una mayor cercanía al drama interior, a cambio de una verdadera lección del estilo.

 
Storgårds crea para el primer movimiento una intensa sensación de misterio y desconcierto, con toques impresionistas como las ráfagas de poderosos sones apocalípticos. Hay cierto sabor mahleriano, pero en su sobriedad y espiritual claramente se nos dirige a los páramos helados del norte. El tempo es bastante ajustado, y el clima ascético se mantiene muy logrado todo el movimiento. El scherzo está brillantemente planteado como una intrigante y turbadora colección de retazos de distintas realidades, que conviven en una extraña simbiosis. Extrañeza, muy lograda, es lo que le define. La segunda parte es fantástica, con sonoridades de auténtico terror y de caminos sin rumbo definidos. El comienzo del tercer movimiento prolonga exitosamente el clima bizarre del anterior, haciendo que la aparición completa del tema sea un momento de auténtica revelación, una mezcla de consuelo y desesperanza total. Excelente sección de cuerda la de la orquesta británica. Todo el tempo respira gran seriedad y elevación, con unos últimos compases que quitan el aliento. El cuarto movimiento quizá suelta un poco el lastre, requiriendo algo más de agilidad y ligereza, ( en el sentido dinámico). El pasaje sacado del poema de Poe logra grandes resultados, como el nervioso pizzicato posterior, que centra el juego de timbres casi psicodélico. La coda es memorable de nuevo por su espíritu de desconcierto y profunda desolación. Magnífica.

Interpretación: 8,5  • Estilo: 8  • Sonido: 9


 
Orquesta Sinfónica de Londres
Anthony Collins
DECCA (1954)


Collins es un maestro inglés al que se le recuerda con gratitud justamente por su ciclo sinfónico sibeliano, para el cual contó con alguna consulta al propio compositor. 

 
El Tempo molto moderato es desde luego ejemplar, sobrio y contenido, muy plástico en cuanto a la conducción del tempo pero no de manera caprichosa, sino adaptándose a cada pasaje con pulcritud. El equilibrio orquestal está muy logrado, en especial la individuación de los vientos. La cuerda debía ser maravillosa si el velo de la vieja grabación no se dejara tales detalles. Las mismas cualidades se observan en el Allegro molto vivace, con elementos que deberían ser guía para otros directores, desde la exacta elección del tempo a los ritmos nerviosos, tan sibelianos, y aquí son quintaesencia de la pieza. El tempo del tercer movimiento en cambio se acelera más de lo necesario, pero aunque le quita por ello la etiqueta de excelente a la grabación, el director inglés consigue un magnífico fresco, severo y oscuro, sin asomo de sentimentalismo, destacando las poderosísimas entonaciones de la cuerda con el tema, y el final del movimiento, donde el tempo se ralentiza y una sabor de amargura infinita inunda el sentir de la sinfonía. El Allegro último también tropieza respecto al tempo, algo lento, pero se compensa de nuevo con una gran elasticidad y dinamismo, y una expresividad muy sentida. Collins aborda acertadamente los aspectos antifonales, hallando el justo medio virtuoso entre la oposición y la unidad. Quizá sólo el glockenspiel parece no estar muy atento a la certera batuta del director. Destaca el colapso, que tiene una gran fuerza, así como los dubitativos últimos compases. En fin, una gran versión, ejemplar en muchos sentidos.

Interpretación: 8 • Estilo: 8  • Sonido: 4 (mono)


 Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo
Vladimir Ashkenazy
EXTON (2007)

Ashkenazy ha realizado un segundo ciclo, parcialmente en directo, con la gran orquesta sueca y para un sello japonés (aunque lógicamente tiene distribución europea). En este registro toma lo mejor del primero y salva sus defectos, con una interpretación especialmente sentida y profunda. 

 
El primer movimiento ofrece un clima de tensa espera, brillantes sonidos oscuros y una fuerte ascesis hacia la absoluta sobriedad. Resulta especialmente fascinante el clima sobrenatural del desarrollo, así como la sosegada coda. El segundo tiempo ofrece una perspectiva también muy pesimista desde su comienzo, de nuevo con gran oscura brillantez orquestal. La segunda parte es una carrera hacia el terror y la desesperación. El tercer movimiento comienza con una excelente exploración de sus planos sonoros, creando un efecto impresionista, pero a la turbador y enormemente descorazonado, que encuentra en los primeros amagos del tema su anhelo de redención. La gran ,melodía coral llega con un manto de dolor, y una explosión de sentimiento, que contrasta brutalmente con el pasaje posterior. La coda se convierte en un corazón palpitando, finalizando un movimiento sublime. El finale se adecúa al espíritu sibeliano, de tempo bastante correcto, y de nuevo con gran nivelación de los planos sonoros. La aparición del tema de "el cuervo" resulta brillante, seductora a la vez que terrorífica. El caos impacta, y la coda se convierte en una confesión de derrota, con un tempo muy ralentizado y gestos muy expresivos. Muy buena.

Interpretación: 8  • Estilo: 8  • Sonido: 9 (SACD)


 Orquesta Filarmónica de Nueva York
Leonard Bernstein
SONY (1966)


El enfoque de Bernstein es un enfoque grandioso, moderno, con un toque mahleriano, reforzado por la elección de algunos de los tempi más lentos de la discografía de la pieza. El directo impone su visión, sin contradecir la partitura, elige un camino paralelo para elevar a Sibelius a los altares de la historia de la sinfonía. Quizá una segunda grabación pudiera haber dado una mejor respuesta a la pieza, pero por desgracia no se realizó dentro su planeado ciclo de los 80, con la Filarmónica de Viena, por su fallecimiento. La interpretación es sublime, pero algunas elecciones no se muestran muy afortunadas.

 
El comienzo del Tempo molto moderato es profundo, oscuro, hipnótico, rozando con lo místico, haciendo vibrar cada de las voces interiores. El segundo grupo confirma el carácter místico, con una serenidad extática. El desarrollo se llena de sensaciones de angustia, casi de pesadilla. La reexposición crea una sensación infinita de aceptación y de disolución con el universo. La elección del tempo en el Allegro molto vivace no ayuda a elevar el nivel del registro, aunque despliega una gran sensación de extrañeza y terror gótico, lograda por la idea del director norteamericano de desintegrar elementos para hacer más impresionista la partitura. Con el Il tempo largo volvemos a la magia del comienzo, lanzándonos a través de las profundidades oscuras del universo, que se haya en el interior del alma humana. Bernstein mima cada compás para darle un color absoluto, destacando las sonoridades más abisales como las de fagotes o contrabajos, pugnando con unos violines que se lanzan hacia las alturas en medio de hogueras en cenizas... La primera proclamación del tema de las cuerdas suena nostálgica, anhelante, con violoncelli especialmente vibrantes, la segunda roza el cielo, y la tercera a la misma divinidad. En el Allegro final respira de nuevo el infinito e insaciable anhelo. Queda un poco atrás por el tempo, que resulta algo pesado, a lo que se añaden las campanas tubulares excesivas que aproximan la obra más a la escuela rusa, algo que también sucede con la sección del cuervo, algo gesticulante, mussorgskyana, con un indudable sabor a cuento de terror. El pizzicato central es fantástico, caleidoscópico y con ritmos agitados e hipnóticos. El colapso, más lento aún, nos lleva a un terreno vanguardista, con un verdadero collage de atmósferas y tonalidades. Y la coda es aún más lenta y trascendental si cabe, dando una conclusión a la sinfonía cuasi religiosa. Como hemos dicho una gran interpretación, pero con unos cuantos excesos reprochables, en especial los tempi que lastran el significado de la obra. En cualquier caso un registro que llega a poner los vellos de punta.

Interpretación: 8  • Estilo: 6,5 • Sonido: 6,5

 Orquesta Sinfónica de Gotemburgo
Neeme Järvi
BIS (1984)


Primera grabación de Neeme Järvi con la orquesta sueca, como es la tónica habitual muy superior a la efectuada con el sello amarillo. El director estonio se toma con gran seriedad la obra, que entiende bien, abordándola de frente y desbordando las limitaciones de la orquesta, como las suyas propias ofreciendo una muy buena interpretación, aunque tenga sus desniveles. Los tempi son extremadamente lentos, lo que ayuda a dar profundidad a la pieza pero la hace perder algo de fuerza. 

 
El violoncello entona líricamente el primer tema, que se mueve en una inquietante tranquilidad, pura contradicción. Järvi saca belleza de la frialdad, y no incide en el terror, sino todo lo contrario. La sonoridad acude con acierto a la finura, destacando el diálogo camerístico y concertístico de los solistas, contra bloques más amplios. En sentido contrario quizá una excesiva laxitud impide sacar más del drama que contiene la pieza, pero esto se justifica durante el desarrollo y la exposición, que desatan sus poderes. El movimiento termina con sumisa serenidad. El segundo tiempo prolonga las sensaciones del primero, evitando el expresionismo, y concediendo más a la sugerencia y a lo íntimo, aunque un mayor énfasis rítmico hubiera mejorado el resultado. El tercer movimiento está pleno de un sentimiento elegiaco y amplio, con excelentes diálogos instrumentales, y un fuerte sentimiento de contención y elevación espiritual, que culmina con una ascética aparición del gran tema de la cuerda. Después vibramos con el suspense del pasaje que lo lleva de nuevo a un gran clímax (aunque no muy logrado), que se va disolviendo con suavidad. Sin duda el mejor movimiento del registro, lo que eleva mucho el interés del disco. El tempo final guarda las mismas características que el resto, lo que sin embargo no le favorece: ni su lentitud ni la falta de los aspectos más negros, que parecen evitarse en busca del consuelo que nunca llega. Los últimos compases son relativamente afirmativos, confirmando que Järvi ha querido sacar algo de positividad a la sinfonía más oscura del maestro. A tener en cuenta.
 
Interpretación: 8  • Estilo: 7,5  • Sonido: 7
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Biografía (45): fraternidad y soledad (1927)

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En el presente 2015 se cumplirán los 150 años del nacimiento, un 8 de diciembre de 1865, de Jean Sibelius, celebración que significará también la conclusión de nuestro recorrido biográfico de la vida del maestro, que ya se sitúa en los últimos capítulos. De este modo pondremos ya a disposición de nuestros lectores el semblante biográfico del músico finlandés, por ahora inédito en tal extensión en nuestra lengua. Esperemos que todo este trabajo sea del provecho de aquellos que nos siguen en esta modesta aportación al fascinante mundo de la música y la figura de Jean Sibelius.
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Ha sido bastante común señalar el año de 1927 como el principio del llamado "silencio de Ainola", el cese de la composición de obras originales por parte de nuestro compositor, siendo de este modo el poema sinfónico Tapiola opus 112, terminado al año anterior, su postrer canto del cisne. Pero si nos atenemos a los hechos, nuestro músico sigue escribiendo música nueva hasta 1931, e incluso dos años, este 1927 y 1929 serán más productivos que alguno de los años anteriores. En realidad todo parece indicar que estos años entre 1927 y el 31, y mucho más allá, estuvo trabajando con suma intensidad en lo que habría sido suOctava sinfonía, trabajo concluso al menos parcialmente y que presumiblemente habría sido destruido en un exceso de celo autocrítico por su propio autor.  

A comienzos pues de 1927 nada parece haber cambiado en el compositor tras su magistral Tapiola, más bien parece continuar en la línea de años anteriores, que combina solicitudes y encargos de amigos y autoridades con iniciativas mucho más personales. El 12 de enero se produce el estreno de su Música para el ritual masónico opus 113, también llamada Musique religieuse o simplemente Música masónica, estreno privado efectuado en la primera Logia de Finlandia, no en vano bajo el fin ceremonial para el que fue compuesta. A lo largo de los siguientes años nuestro músico haría varias revisiones a la obra, añadiendo además algún número - incluyendo dos nuevos coros en 1946 que son de hecho su última composición original conocida -. La partitura está escrita originalmente para tenor solista, coro masculino y armonio (en la ceremonia todos ellos miembros de la logia, incluyendo el propio Sibelius al teclado). Aunque nunca ni compositor ni miembros de la fraternidad hayan pronunciado ninguna prohibición, la obra ha tenido una difusión más o menos restringida al ámbito masónico, si bien los últimos años han conocido más de una grabación e interpretación en concierto de la obra, una partitura llena de profundidad y de misteriosa belleza, que sin duda puede situarse entre lo mejor escrito por el autor.

Este encargo había sido un compromiso personal y fraternal, y es que a grandes rasgos todo indica que en esos momentos nuestro músico se siente libre de todas sus deudas y por primera vez en su vida parece tener un horizonte económico estable y con ello una gran libertad. El matrimonio se permitió pues algún lujo, que incluyó una estancia en París durante varias semanas. 

Los Sibelius se alojaron en el Hôtel du quai Voltaire, en el que Wagner compuso su "Holandés errante", y que contaba con otros célebres huéspedes como Baudelaire o Wilde en su historia. La estancia se aprovechó al máximo, asistiendo a cuántos conciertos pudieron. El genio nórdico estuvo muy interesado en las novedades que los músicos de la vanguardia francesa estrenaban en aquellos días, así como conciertos de música del pasado, ámbitos musicales ambos poco frecuentes en Helsinki. "Incluso en mi lecho de muerte todavía seré un curioso de la dirección que la música esté tomando", declaraba a la vuelta a la prensa finesa. Un pensamiento por cierto que realmente mantuvo, puesto que nuestro autor siempre estará atento a la nueva música hasta el final de su vida, aun cuando no compartiera la mayor parte de esos derroteros.

A parte de los músicos ya consagrados, como Debussy o Ravel, nuestro autor estuvo muy atento a la generación más joven: Honegger, Milhaud, Roussel, Schmitt... Le sorprendió mucho que en los programas se mezclase estas novedades con clásicos como Las Hébridas de Mendelssohn.

A pesar de su interés, en general pareció mucho más complacido por la música del pasado, como un Triple concerto de Bach o la Sinfonía en Mib Mayor [imaginamos que la nº39] de Mozart - "nos sentíamos purifiés [purificados] del ruido de las bocinas de los coches" que por la de sus contemporáneos, cuyas sonoridades exóticas y sobrecargadas finalmente le saturaron, encontrando bastante superficialidad en las músicas de vanguardia. Mientras, se encontraba con que su propia música apenas era programada por las orquestas francesas, a pesar del interés de algunos directores como Rhené-Baton, que incluía un par de obras suyas en su repertorio habitual.

Aino y Jean vuelven a mediados de abril a su patria, pasando antes por Berlín para visitar a Adolf Paul, que asistió preocupado a cómo la tos de nuestro compositor derivaba en una gripe, con la que tuvo que llegar hasta Finlandia. 

El crítico norteamericano Olin Downes se había convertido en principal defensor de su trabajo en los Estados Unidos, un entusiasmo que además creció en estos años hasta el punto de ser definido por sus colegas como "el apóstol de Sibelius". En ese mes Downes le comunicó un plan para que dirigiera sus obras en la siguiente temporada por ciudades de EE.UU., donde a ciencia cierta iba a recibir un clamoroso éxito (y buenos dividendos). Pero nuestro músico dilató al máximo la respuesta. También tenía pensado visitar algunas capitales europeas ese verano, "espero visitar Finlandia y confío que pueda tener el privilegio de llamarlo".

El 25 de abril Robert Kajanus presentó en Helsinki la Séptima sinfonía, Tapiola y el Preludio de "La tempestad", obras que sus compatriotas escuchaban por primera vez. El hecho de que el autor no dirigiera sus obras, y ni siquiera estuviera presente en tan magno acontecimiento sorprendió mucho al público. Se nos hace evidente que su distancia planificada de los escenarios se estaba cumpliendo estrictamente.

Tampoco acudió a el nuevo festival de los Días de Música Nórdica, que tuvieron lugar en esta ocasión en Estocolmo. Una única obra le representó, el "Himno a la tierra" opus 95 de 1920, elección que no le fue consultada a Sibelius y que apenas tuvo repercusión en un festival muy volcado en los músicos más jóvenes y vanguardistas. Finlandia presentó la Tercera sinfonía de Madetoja, junto con obras modernistas de Aare Merikanto y Väinö Raitio entre otros, además de obras más conservadoras, como una Overtura sinfonica de Kajanus. Además de la reacción adversa de la crítica local (no faltando los insidiosos ataques de Peterson-Berger), la propia prensa finlandesa se sintió avergonzada de que su representación en el festival fuese en exceso atrevida. Sólo la obra triunfadora de las jornadas, la Cuarta sinfonía de Nielsen, pareció salvar a la organización de un fracaso.

El 8 de mayo nuestro compositor anota una reflexión muy existencialista en su diario: "el aislamiento y la soledad me están llevando a la desesperación. Ni siquiera mi mujer me habla. [...] Con el fin de sobrevivir, tengo que tomar alcohol. Vino o wisky [sic]. Y de eso es de donde comienzan mis problemas. Estoy maltratado, solitario, todos mis amigos de verdad están muertos. Justo ahora mi prestigio aquí es inexistente. Imposible trabajar. Si hubiera una salida. Una triste pero profunda verdad: cuando las cosas van bien, estoy repleto de amigos y soy feliz. Cuando las cosas van mal, todos me dejan solo". Una nueva depresión parece acompañarle los meses de calor, depresión que intenta aplacar de nuevo bebiendo y fumando en exceso. En su diario, que esas semanas completa fielmente, anota especialmente los días de "no alcohol". 

Sibelius a su piano en Ainola. Fotograma de la cinta cinematográfica rodada en 1927 (ver más abajo).

Nuestro autor seguía dedicado más bien a la composición, entregando a principios de junio su contribución al cantoral en lengua sueca de la iglesia finlandesa, un coral titulado "Den höga himlen" ("El elevado cielo") JS.58a, armonizado para coro mixto, que formaría parte de la nueva edición de la música religiosa en ese idioma. 

En ese mismo mes Olin Downes está en Europa, circunstancia que nuestro músico aprovecha para declinar el tour americano, a través de un  telegrama a París, alegando estar "estrechamente comprometido con nuevas obras".

Ciertamente entonces terminaba su revisión de la música para "La tempestad", en forma de un Preludio opus 109 nº1 (que en realidad se presenta inalterado), y dos Suites orquestales opus 109 nos. 2 y 3. Al contrario que sucedió con su composición dos años atrás, esta revisión no le entusiasmó demasiado, hecho que fue agravado por nuevas molestias por temblores en la mano. Para las suites nuestro músico concentró y reinstrumentó varios pasajes muy atados a la escena para dar una forma de concierto satisfactoria. Sin embargo en el proceso se dejaron atrás algunos números excelentes, y esta música pierde parte de su fuerza y originalidad al presentarse de esta forma, aunque lógicamente así ha conocido más difusión. También planeó arreglar las suites para piano, pero sólo tres números fueron completados (puede que precisamente por falta de entusiasmo por revisitar la obra: "es como tener que hacer mis deberes de nuevo", anota en su diario). Las partituras orquestales son enviadas a Hansen a comienzo de julio.


En agosto Downes le confirma que puede visitar Ainola, y que llegaría el 5 o 6 de septiembre, como realmente pudo hacer. Hubo problemas con el idioma, por lo que Sibelius invitó a un amigo que le hiciera de intérprete. 

Al preguntarle en persona sobre qué obras eran esas en las que estaba tan concentrado, el compositor confió al crítico sus avances en la escritura de la Octava sinfonía, de la que dos movimientos ya habrían sido redactados, estando el resto ya en su cabeza. Downes pasó varios días con el maestro, tanto en Ainola como en Helsinki. A pesar de cierta cautela inicial Sibelius acogió amablemente y con gran hospitalidad a su entusiasta amigo americano, a quien la experiencia le colmaría sobradamente en sus altas expectativas: "puedo retener como un recuerdo sin precio la fuerza, el espíritu y la realidad — la maravillosa realidad de tu música".

Olin Downes a su máquina de escribir. El cuadro detrás suyo denota el especial afecto que sentía por el mundo nórdico.

En noviembre el Teatro Nacional de Helsinki produjo una nueva versión de "La tempestad"de Shakespeare en versión finesa, que se acompañaría de la música original compuesta por Sibelius. Su propia hija Ruth encarnó a Ariel. Para el estreno añadió un nuevo número alternativo, un Epílogo (nº 34bis) para sustituir el cortejo original. En realidad recurrió a un pasaje de la Cassazione opus 6 de 1904, una música singular que permanecía aún sin publicar. 

Ese mes recibe una muy mala noticia desde Suecia: Stenhammar ha fallecido tras un larga enfermedad. Escribe a su viuda, compungido: "en mi larga vida nunca he conocido a un artista de la nobleza e idealismo de Wilhelm Stenhammar. Me siento feliz y privilegiado de haber sido su amigo. ¡Ha hecho tanto por mi arte! Qué vacío tan grande se siente ahora que se ha ido". En efecto, uno de sus mejores y más fieles amigos se une al grupo de aquellos que lo van dejando poco a poco más solo...


El compositor Wilhelm Stenhammar. Retrato de 1899 de la pintora sueca Hanna Pauli (1864-1940)

El día de su aniversario, el 8 de diciembre, dos de los hijos de su amigo y vecino, el novelista Juhani Aho, acudieron con su equipo de cine y tomaron profesionalmente imágenes del compositor y su familia en la tranquilidad de su hogar, siendo la primera de las dos únicas secuencias tomadas al compositor. Justamente el segundo grupo de imágenes corresponderá también a los mismos documentalistas, Heikki Aho y Björn Soldan, rodadas también en el cumpleaños del compositor, pero en 1945. Por suerte podemos poner a su disposición este documento único:


Las primeras imágenes corresponden a 1945, y a un Sibelius mucho más mayor y tranquilo, acompañado de su esposa pero aun trabajando. En las imágenes de 1927 podemos ver a nuestro autor paseando más animado en las cercanías del lago Tuusula, y también con su piano en Ainola, tocando entusiásticamente con un cigarro en la boca. También podemos contemplar imágenes de sus hijas Heidi y Margareta tocando en el piano de su padre a cuatro manos. Heidi además toca el violín en otro momento de la cinta. 

Las escenas están montadas en un documental de 6 minutos de duración, hecho público después de la muerte del autor, encargándose a su yerno Jussi Jalas (esposo de Margareta) la banda sonora (un popurrí singular con fragmentos de Finlandia y la Tercera sinfonía entre otras obras del maestro.)

Sibelius seguirá componiendo su Octava sinfonía, además de alguna otra obra. No ha llegado todavía el "silencio", pero ya están presentes mucho de los elementos que parecen haberlo provocado: esa misma sinfonía de imposible perfección, su estado de eterna proximidad a la muerte, su soledad y aislamiento existencial, su incomprensión del mundo musical que lo rodeaba, su posición económica desahogada... Pero aún no ha dicho su última palabra. Ni mucho menos. 
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Capítulo siguiente (46): última época productiva y visitas a Ainola (1928-1929)

Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 9. Discografía (2)

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Orquesta Filarmónica de Helsinki

Paavo Berglund

EMI (1984)

Empezamos esta segunda serie de grabaciones de la Cuarta Sinfonía de nuevo con Berglund, en la menos impresionante de sus tres grabaciones de estudio de esta sinfonía, no por ello deja de ser una muy buena lectura, aunque con lastres por el enfoque que la distancian de la inmensidad sus compañeras.

El director finlandés nos ofrece una lectura meditativa, aletargada casi hasta lo onírico (una de las más lentas de la discografía), tenebrosa y muy pesimista, con solemnidad pero sin retóricas, grandiosa pero sin perder de vista la intimidad. Posee el sinfonismo más ampuloso de sus tres grabaciones, lo cual creemos que no la beneficia demasiado.

En el Tempo molto moderato expone todo esto de lo que hemos hablado con una especial languidez. El desarrollo tiene un toque siniestro incluso, de gran intensidad, y el final es sosegado, de aceptación de la tragedia. El Allegro molto vivace participa de la misma sensación, lo que le hace demasiado derrotista, y algo más flojo - quizá le hubiera convenido más de lo luctuoso del primer tiempo -. Sin duda el mejor movimiento es Il tempo largo, de delicado lirismo y de gran profundidad. La grabación entera parece destinada a glorificar este tiempo, con toques realmente mágicos, no sólo en la cuerda, sino también en los solos del viento, o el sonido majestuoso de metal y timbales en el último clímax, que se va acallando con los compases finales. El Allegro final, aunque lento, posee grandeza y de nuevo el terror que sentimos en el primer tiempo, y las buenas prestaciones instrumentales del tercero, un buen "colapso", para alcanzar el estupor y la total derrota en los últimos compases. Recomendable por sí sola, pero como decimos Berglund lo hizo mucho mejor.



Interpretación: 7,5  · Estilo: 7  · Sonido: 7,5




Orquesta Sinfónica Nacional Danesa

Leif Segerstam         

CHANDOS (1991) - BRILLIANT (2008)



Otro de los grandes directores finlandeses que ha realizado varias integrales, Segerstam da en esta primera grabación una gran demostración de estilo y buen hacer, para hacer un registro que está por encima de su futura grabación en Helsinki y lo que es más, por encima de todo su ciclo para Chandos. Lejos de su habitual tono romántico - aunque como habitualmente tiende hacia la lentitud y a no separar lo necesario los timbres -, Segerstam aborda esta sinfonía con modernidad y dramatismo, otorgándola a veces cierto toque mahleriano, pero sin perder nunca la oscuridad sibeliana de vista. La orquesta además posee una gran prestancia en este registro (¿qué pasó en el resto de la integral?). 

Un primer movimiento de gran aliento, que comprende drama, lirismo melancólico y el desasosiego de lo inaprensible. Las cuerdas llegan a ser realmente gélidas, pero al tiempo terriblemente intensas, con momentos muy brillantes como los agudos violinísticos en el desarrollo. El scherzo, aunque no del todo ágil resulta especialmente dramático, siniestro incluso, con amplias y góticas sonoridades. El tercer movimiento es el que a priori mejor puede adecuarse al enfoque de Segerstam, y en efecto no defrauda, con una interpretación de gran aliento, rozando lo místico, llena de infinita tristeza y miradas a un cielo sin estrellas. Además de la cuerda, los solos de las maderas resultan especialmente colorísticos, con la redención final del metal. En cambio el final resulta el más flojo de la sinfonía, algo laxo y masivo, sobre todo en la última parte de la partitura, aunque la orquesta sigue siendo brillante, en especial los violines, con ráfagas y auras vertiginosas. El colapso resulta demasiado tumultuoso y grandilocuente, demasiado mahleriano en verdad. La velocidad de los últimos compases pertenecen a la imaginación del director, no a la partitura, que parece caminar hacia el abismo absoluto. En cualquier caso, globalmente una gran interpretación, muy recomendable, aunque como decíamos el ciclo no lo sea tanto, quizá sólo el precio de la edición de Brilliant pueda hacernos cambiar de opinión.



Interpretación: 7,5  · Estilo: 7  · Sonido: 7


Orquesta Philharmonia

Vladimir Ashkenazy

DECCA (1981)



Ashkenazy nos ofrece una lectura pesimista y de huida ante lo inexorable, sin tremendismo pero obteniendo el clima más negativo posible de la pieza. La versión está bien dirigida, aunque a veces los trazos no son lo suficientemente refinados y las sonoridades más bien masivas, lo que perjudica a esta sinfonía de timbres tan singulares. Dos décadas más tarde nos ha dejado una versión mejor para Exton.

El movimiento inicial comienza con una sensación terriblemente pesimista y lánguida, cultivando las polifonías de la cuerda con sumo cuidado, mientras que las fanfarrias suenan ya derrotadas y en anhelo de redención. Durante el desarrollo se sigue muy atento a la polifonía y esa sensibilidad pesimista y negra, que se va matizando durante la reexposición. Grandes prestaciones de los violoncellos. El segundo tiempo comienza con vacilación y una sonoridad quizá un poco plana, sin el necesario contraste. El director de origen ruso trabaja sobre todo los aspectos más macabros y hasta salvajes de este "scherzo", acercándolo en ocasiones al mundo mahleriano. El movimiento  lento explota de nuevo la atmósfera de indeterminación, que con un brillante manejo de la orquesta conduce hacia el gran tema, ahogado por las negras nubes que lo rodean. El Finale parece querer todas las inseguridades de todo lo anterior, y avanza con paso firme pero teñido del mismo pesimismo, que cuando llega el pasaje de"El cuervo" de nuevo lo inunda todo. La lucha entre estos dos aspectos domina el devenir musical, por desgracia no aprovechado tímbricamente. Sólo quizá en el "colapso", que Ashkenazy maneja con gran maestría. Los últimos compases son más afirmativos de lo esperado, lo que no deja de asombrar. En fin, una versión a tener en cuenta, aunque lejos de ser redonda.



Interpretación: 7,5  · Estilo: 7  · Sonido: 7


Orquesta Sinfónica de Boston

Colin Davis

DECCA (1976) [existe alguna edición en PHILIPS]



El gran maestro aquí realiza una de sus mejores grabaciones de la música de Sibelius, llena de dignidad, bella oscuridad y gran espiritualidad. 

El Tempo molto moderato comienza su marcha con gran nobleza y tragedia llevada por dentro, con sonoridades cristalinas y un clima de gran soledad. El sonido punzante de los violines durante el desarrollo llega a ser verdaderamente electrizante. El director británico maneja a la perfección los distintos momentos dramáticos de la pieza. El Allegro molto vivace responde con la correcta agilidad y un clima de constante intranquilidad, sin brusquedades. Il tempo largo debuta con una sensación de absoluta desolación y ausencia, que se convierte en pesimista condescendencia al llegar el tema, que nos conduce de nuevo hacia una elevación espiritual de máxima intensidad, y termina con una sensación de supremo anhelo. El Allegro conclusivo se ve atravesado por algo de la paz que se había ganado en el tercer tiempo, y quizá resulte algo blando (a pesar de las equivocadas campanas tubulares), aunque no por ello carece de gran belleza y momentos dramáticos, en especial el magnífico "caos", un verdadero desplome de la psique, hasta llegar a los últimos compases, que parecen prolongar la agitación de toda la grabación. Muy buen registro, recomendable.



Interpretación: 7,5  · Estilo: 7  · Sonido: 7


Orquesta Filarmónica de Berlín

Herbert von Karajan

DEUTSCHE GRAMMOPHON (1965)



La segunda grabación de Karajan (para el sello amarillo) ha sido una de las grabaciones, junto a la de Maazel, más difundidas. Pero al contrario que la grabación con los vieneses, este registro sin duda hizo un gran servicio a la partitura. El maestro de Salzburgo nos deja una lectura monumental, muy emotiva, romántica - quizá algo masiva y tradicionalista - pero desde luego llena de intensidad, en especial en los tiempos impares. 

El primer movimiento acontece con gran tranquilidad, empleando un vibrato constante que le otorga más que su "bello son" marca de fábrica una turbación profunda a la expresión, que se vuelve terrorífico antes de la vuelta de las fanfarrias. Aunque el de Salzburgo deja reposar la emoción a las cuerdas, los metales tienen un toque especialmente noble. La expectación que deja la coda es máxima (¡lástima que en alguna de las ediciones el resto de la sinfonía esté en otro disco!). El segundo movimiento se muestra quizá algo más débil, falto de decisión (el toque final del timbal parece pedir disculpas), aunque los solos de la madera resultan vibrantes. El centro de gravedad del registro es el tercer movimiento, abordado con una seriedad y sentido de lo trascendental casi parsifaliano. El comienzo del tempo se impone con gran misterio y expectativa, y desemboca en el gran tema, que resuena como sacado de otro mundo. El final de este tiempo vuelve al misterio y a la expectación del principio, en un ejercicio propio del buen saber del director. El movimiento final vuelve a ser un poco falto de decisión, como afectado por el tiempo anterior. Tras el caos sin embargo todo se tiñe de tragedia, para finalizar la obra con una sensación de enorme tristeza. Recomendable, en especial para los que gusten más de la gran tradición centroeuropea de la dirección.



Interpretación: 7,5  · Estilo: 6,5  · Sonido: 6,5


Orquesta de la Suiza romance (L'Orchestre de la Suisse Romande)

Ernest Ansermet

DECCA (1963, 2008)



El maestro suizo, de amplísimo repertorio, hizo hueco a la grabación de tres obras sibelianas, la Segunda y la Cuarta sinfonías, junto con Tapiola (las tres reeditadas en un mismo estuche hace unos años). Si la primera representa una elección habitual (traducible en una lectura más bien convencional), la de las otras dos obras sintoniza muy bien con un maestro tan atento a los conceptos estéticos del choque entre tradición y vanguardia, y desde luego no es casualidad que se fijara en esta obra.

Y en efecto, Ansermet da a la Cuarta un impulso amplio y moderno, además sonoridad muy rica, multicolor dentro de los tonos lúgubres que contiene la partitura, muy vivencial y con cierto porte aristocrático. 

En el tempo inicial notamos una especial fuerza telúrica, una tensión constante subrayada por las combinaciones inusuales de timbres y acentuada gracias a ritmos y disonancias, logrando un efecto turbador, todo con grandes solos. El scherzo es muy gesticulante, casi mussorgkyano, pero de manera alguna teatral, lo que le da un aspecto extraño e inquietante, propio de un relato de terror, pero siempre muy aristocrático. Sólo cabría esperar a la sección de cuerda algo menos masificada. La segunda parte parece  verdaderamente espectral, debilitada pero sosteniendo la tensión en su trasfondo. De igual manera comienza el tiempo lento, singularmente expectante, con excelentes intervenciones solistas, de nuevo muy colorísticas, como el del sobrenatural fagot. La primera aparición del tema pasa algo desapercibida, pero el pasaje siguiente, con un anhelante acompañamiento sincopado de la cuerda y los ansiosos oboes preparan el terreno a la magia del gran tema, poderoso y lleno de alma. El final del movimiento se llena de nuevo de esa tensión subyaciente, como una llama en medio de la soledad que se apaga lentamente. El finale en cambio contiene varias decepciones. Por una parte la lentitud excesiva. Por la otra el uso de campanas tubulares, que dan una sonoridad gruesa al movimiento, en general bastante masivo. A su favor está el hecho de la capacidad de mantener toda la tensión de movimientos anteriores, con elementos como el acompañamiento siniestramente regular de "El cuervo" perforando cualquier asomo de solución. La mala elección del tempo hace que el colapso pierda fuerza, y parezca más simple desorden que verdadero apocalipsis. Para en los compases postreros de la obra Ansermet calca las sensaciones del segundo, aunque en mayor profundidad, dando entidad al fantasma y al lamento de lo que ya no existe, y un unísono para sentenciar que no sentencia nada... Muy buen registro, singular desde luego, pero una excelente interpretación, bajo un punto de vista singular.

Interpretación: 7,5  · Estilo: 6,5  · Sonido: 6,5


Orquesta Sinfónica de la Radio de Leipzig

Herbert Kegel

EDEL CLASSICS (1969,2001)



El maestro Kegel fue un gran defensor de grandes músicos del siglo XX (con aclamadas interpretaciones de Carl Orff, por ejemplo), y sorprende con esta única aproximación a la música de Sibelius, hecha con una visión muy vanguardista, anti-romántica incluso, que muestra la modernidad de la partitura por encima de lo estipulado por sus detractores. 

La lectura es magnífica, intensa, depresiva, negra, lenta, mística y grave, aunque la orquesta en ocasiones suene un poco desajustada (en especial las cuerdas, en un plano demasiado secundario para el ideal sibeliano).

El Tempo molto moderato es ascético, enormemente sobrio, casi escurialense en sus contornos rectos y cerebrales, a veces muy duros, en especial durante los sonidos ásperos e incluso violentos del desarrollo. La velocidad es pausada, con una regularidad buscada y casi hipnótica. El Allegro molto vivace tiene un recorrido muy sobrenatural, verdaderamente espectral, incidiendo en sus recovecos más impresionistas, aunque quizá los timbres masivos hagan perder el colorido sibeliano. Il tempo largo presenta una expresión muy contenida, sin que las apariciones del tema consigan atenuar la gran tristeza que lo rodea, en especial su tremendista aparición central, o los fatalistas últimos compases. El Allegro de cierre resulta un poco masivo, aunque efectivo en su capacidad dramática. Llamativas sonoridades de los metales le dan al conjunto una apariencia apocalíptica, aunque al final no nos espere ninguna redención...

Muy interesante. Recomendada, especialmente a los amantes de la modernidad de esta sinfonía en particular.



Interpretación: 7,5  · Estilo: 6,5  · Sonido: 7


Real Orquesta Filarmónica

Thomas Beecham

BBC MUSIC (1955)



Beecham además de su pionera grabación, nos ha dejado varios registros de esta sinfonía, bien amada por él, procedentes de diferentes directos. En esta ocasión se trata de un monumental concierto desde el Royal Albert Hall que celebraba los 90 años del compositor, retrasmitido por la BBC (todo el doble disco es especialmente recomendable, incluyendo una Séptima "de regalo" procedente de otro evento, y el propio Beecham hablando de Sibelius durante 15 minutos, registro de unos días antes, por la emisora). Durante el evento el director fue condecorado por el embajador finlandés con la medalla de Comandante de Primera Clase de la Rosa Blanca de Finlandia, como reconocimiento a su enorme labor por la difusión de la música de del genio nórdico.

La interpretación se abre con un comienzo solemne, misterioso, que avanza inexorablemente hacia un claro entre las nubes que sólo desvela la tragedia, ante la cual el director británico ofrece una sensación que mezcla pesimismo y desesperanza. Muy atento al trabajo de los diferentes solistas, aunque las trompas sufren algún tropiezo. La sensación de expectación antes que de serenidad acompaña el final del movimiento. El segundo transcurre inicialmente rápido, muy tenso, transformándose sin sorpresas en una amenazante segunda parte, completamente cedida al pesimismo. El tercer movimiento debuta con una atmósfera aún más turbadora, trazando sensacionalmente los distintos y angustiosos intentos del gran tema de surgir sobre  sus ahogados gritos. A todo ello ayuda la urgencia del tempo, aunque quizá hubiera resultado mejor con menor velocidad. Los últimos compases resultan especialmente inquietantes. El movimiento final comienza con animado brío, y un correcto glockenspiel (nada de las campanas de la grabación de 1932), muy rico en lo tímbrico (dentro de lo que nos permite vislumbrar una grabación nada buena). La atmósfera inquietante prosigue a lo largo de tiempo, que deviene en el progresivo colapso de toda cordura. La coda de la sinfonía resulta desbastadora (llama la atención cómo el público conoce la obra hasta el punto que rompe a aplaudir tras el doble compás conclusivo). El propio compositor pudo seguir la retransmisión por la radio, y envió un telegrama personal de felicitación a Beecham: mejor opinión no puede tener este concierto.



Interpretación: 7,5  · Estilo: 7  · Sonido: 4 (mono)


Orquesta Sinfónica de Islandia

Petri Sakari

NAXOS (1997)



La modestia de esta grabación es inversamente proporcional a su calidad, y merece desde luego ponerse al mismo nivel que nombres mucho más grandes que el Petri Sakari. Y además a un precio muy bajo. 

El tiempo inicial se esboza con consideraciones muy atmosféricas, con un gran sensibilidad hacia la polifonía de la cuerda. La fanfarria no llega a ser amenazante, enlazando con la serenidad con la que se afrenta todo el segundo periodo, que parece dar un sentido de aceptación ante el drama. El drama se ha guardado para el desarrollo, en el Sakari acierta plenamente el sentido del "colapso" sibeliano, mientras que la reexposición se vuelve a llenar de calma y mucha espiritualidad. El segundo tiempo ofrece un gran contraste al explotar su ligereza y su dimensión scherzante, que torna poco a poco en una atmósfera de pesadilla. El tercer tiempo vuelve a tener un sentido más espiritual, aunque quizá le falta garra en algunos momentos, mezclados con otros sensacionales como los últimos compases. De nuevo un gran trabajo con las cuerdas. El finale comienza con un gran brío y fuerza, que se trasforma en agitación interna y tensión nerviosa, bien balanceada por los contrastes en la paleta orquestal. El director finés maneja muy adecuadamente los ritmos, y los pizzicati cobran el sentido que quiso plasmar el autor. De nuevo el colapso se dirige con corrección, dando lugar a un clima fantasmal y helador para cerrar la sinfonía, que deja al oyente con una lograda sensación de suspenso. Recomendable, y no sólo por razones de economía.



Interpretación: 7  · Estilo: 8  · Sonido: 6


Orquesta Sinfónica de Londres

Colin Davis

BMG CLASSICS / RCA RED SEAL (1994)



Dentro de la serie de grabaciones en vivo con la mítica Sinfónica de Londres, el músico británico ofrece una versión digna, aunque no superior a sus propios antecedentes discográficos.

Un comienzo lúgubre, distante, crea tensión hasta que llegan las amenazantes fanfarrias, dando un carácter muy dramático a la obra, atenazado por el segundo grupo de temas, donde el maestro inglés da un toque lírico y sereno. El desarrollo cumple sonoramente, mostrando un multicolor juego de timbres, manteniendo las auras y figuras de los violines sabiamente en su plano correspondiente y sin faltar a su tensión. En la reexposición las fanfarrias son de nuevo muy amenazantes, y el segundo tema casi wagneriano. El movimiento avanza con un consolador sosiego, aunque los últimos compases contienen un elemento turbador. El Allegro molto vivace acierta plenamente en su carácter, con un pasaje de la cuerda tenso e inquieto. El solista del oboe realiza una lección magistral. El apéndice apuesta por una lectura tremendista, sin embargo parece que Davis no logra el efecto buscado, aunque de nuevo la orquesta suena espléndida. Il tempo largo se inicia algo mustio y frío, con un coral de trompas demasiado distante, aunque la cuerda logra efectos de gran belleza y melancolía. La primera aparición del gran tema suena también distante, pero noble. En cambio la segunda supone el culmen expresivo de la versión del músico británico, que mantiene esa grandeza y belleza hasta el final del movimiento. El comienzo del Allegro conclusivo suena en cambio un poco embotado y poco ágil, con alguna debilidad manifiesta en las trombas. La música consigue avanza algo mejor más adelante, apostando por un tempo nada rubato que logra el necesario efecto hipnótico, casi onírico y de pesadilla con el pasaje de "El cuervo". Después la orquesta suena algo masiva, con el añadido de unas campanas (que Davis alterna con el glockenspiel) desde luego más que ajenas... De nuevo el final resulta mucho mejor, con un colapso verdaderamente arrebatador y una progresiva y ejemplar cesión a lo inevitable, con unos acordes finales de la cuerda que se plasman no demasiado interrogativos, pero ciertamente expresivos. Buena versión, con sus cumbres y sus valles, que demuestran un gran amor del añorado director inglés por la partitura. Recientemente ha aparecido un estuche en serie muy económica, así que si van en busca de gangas sibelianas, esta es una.



Interpretación: 7  · Estilo: 7  · Sonido: 8 (directo)


Orquesta de Philadelphia

Leopold Stokowski   

Grabación del 23 de abril de 1932

Varias ediciones, incluyendo NAXOS (2013)



La primera grabación absoluta de la pieza es a su vez una versión muy personal, incluso demasiado, que se beneficia de una orquesta algo reducida (por la época de la Depresión, como explica el productor del registro de Naxos en las notas acompañantes) y del gran amor del director hacia la obra del finlandés. 

El primer movimiento mantiene un tempo algo acelerado, y busca sobre todo el dramatismo, explorando los contrastes, en ocasiones con cierta brusquedad, y el clima de terrible desasosiego, casi de pesadilla de Edgar Allan Poe. Aunque siempre con bellos oasis en medio de la desolación, el maestro americano pone por delante la inquietud y se toma ciertas libertades en el desarrollo de la partitura. El clima de alta extrañeza continúa en el segundo tiempo, con staccati que cortan la respiración y un clima muy enrarecido. Stokowski pone todo el fuego en el asador con el tiempo lento, bajo una expresividad condensada y feroz, sin estridencias pero sin treguas en la tragedia. Algo acelerado también, pero con momentos sublimes como el lirismo de la cuerda en el clímax y los excelentes contrastes tímbricos que lo siguen. El tiempo final lleva en cambio una velocidad más lenta de lo habitual, lo que se traduce en un carácter más aristocrático y más seguro de lo normativo. Tal como se nos indica en el folleto del disco de Naxos, las "Glocken" de la partitura de Sibelius son incorporadas salomónicamente por Stokowski, haciendo sonar primero el glockenspiel y después campanas tubulares (de sonido ciertamente exagerado) a la orquesta. El centro de la pieza de nuevo permite pasajes de negro lirismo, mientras que el colapso conduce inexorablemente a un apocalipsis auténticamente suicida y sin consuelo posible, con un final de movimiento entre los más pesimistas posibles. Una grabación extraña, turbadora, histórica en muchos sentidos. Y aunque ni interpretativamente ni estilísticamente pueda estar entre las mejores, desde luego posee un gran interés y un atractivo único.



Interpretación:  7 · Estilo:  6 · Sonido: 2,5 (mono, estado de conservación no óptimo de los discos originales) 


Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo

Sixten Ehrling

METRONOME (1953) - FINLANDIA RECORDS / WARNER MUSIC (1999)



Grabación histórica, una de las primeras de la pieza en el norte de Europa, con un enfoque más bien sereno y triste de la pieza, lejos de las tormentas de otros directores. 

El primer movimiento comienza su andadura con un tono lúgubre y monótono, sin sensación de movimiento, trabajando en cambio el colorido orquestal hasta una mayor luminosidad de las texturas, más ligeras según avanza la obra. Las fanfarrias llegan con sosiego y sin mucha tragedia, y hasta cierto toque chaikovskyano. Los pasajes en modo mayor explorar el carácter elegiaco de la obra, melancólico antes que desolador. El desarrollo ahonda en el estatismo del comienzo, cuidando la tímbrica pero eludiendo todo efectismo. La reexposición aporta una serena paz, sensación que se mantiene hasta el final del movimiento. El segundo ofrece un mayor contraste con su agitación interna bien recogida, si bien de nuevo Ehrling crea una atmósfera a ratos beatífica, manteniendo esa constante incluso en los momentos más turbadores. El comienzo del tercer movimiento es aliento contenido y contemplación de páramos desolados, con climas semejantes a los del primer tiempo, con especial cuidado por los timbres. Al llegar el tema de los cellos la música alcanza su clímax emocional, bastante contenida hasta ahora por el director sueco, dando un especial calor a la partitura, aunque no llega a la suficiente elevación espiritual. El final del fragmento torna de nuevo al estatismo, dejando preparado el camino hacia el último movimiento, que se plantea con gran elegancia y seguridad en sus primeros compases. La explosión de colorido (¡lástima de grabación antigua!) queda apaciguada con la sección "Cuervo", que nos devuelve al clima esencial con el que Ehrling se enfrenta a la pieza, mientras que ya el desarrollo plantea momentos más afirmativos y poderosos, dando finalmente rienda suelta al colapso y a la desolación absoluta, quizá no lo suficientemente lógica tras el resto de la interpretación. Los últimos compases son entonados con nobleza y más bien ajenos a la duda. Una interpretación a tener en cuenta por sí sola, aunque quizá el enfoque no ofrece todas las posibilidades expresivas de la partitura.



Interpretación: 7  · Estilo: 7  · Sonido: 3,5 (mono)


Orquesta Sinfónica de la Radio Finesa

Paavo Berglund

DECCA (1968) - FINLANDIA RECORDS (1980)



Cerramos esta parte de la discografía con una cuarta grabación del maestro Berglund, un raro registro (ausente también en algunas listas)., y el más temprano, realizado antes de su carrera británica e internacional; y es lógico que exhale Finlandia por los cuatro costados, aunque el nivel de la orquesta no sea tan el de sus grabaciones posteriores.  

El Tempo molto moderato es lánguido y sentido, con un pesimismo atronador y una oscuridad inquietante, mientras que el desarrollo se muestra mucho más agitado y trágico, y un final más apagado, todo muy correcto. El Allegro molto vivace apuesta por la línea más inquietante y sobrenatural, aunque le falte cierta garra con los momentos más intensos. El Il tempo largo es sumamente expresivo, con un sentimiento de abatimiento y un hondo pesar, y un pesimismo netamente finlandés. El gran clímax de las cuerdas se entona con una gran nobleza y elegancia, y unos últimos compases especialmente sosegados. El Allegro final es quizá el movimiento más débil, sin la fuerza ni la oscuridad necesarias, en exceso ligero. Una curiosidad la de este disco llena de buenas cualidades, sobre todo respecto a la manera finlandesa de tocar la sinfonía, pero superada en muchos otros aspectos, principalmente técnicos.



Interpretación:  7 · Estilo: 8,5   · Sonido: 6

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Biografía (46): última época productiva y visitas a Ainola (1928-1929)

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En febrero del 1928 encontramos a nuestro músico a Berlín, donde una vez más visita a Adolf Paul (que parecía recuperarse de sus problemas económicos), y acude a varios conciertos en la capital de la República Alemana. Pero no todo es ocio: sigue afanado en su Octava sinfonía. Escribe sin el piano, lo que indica que el trabajo estaba avanzado: "mi obra será maravillosa. Tan sólo que parece que llevará mucho tiempo conseguir acabarla. Pero además no tengo prisa". 

La estancia se prolonga para que el 9 de marzo pueda escuchar su propio Concierto para violín con un reparto de lujo: Ferenc von Vecsey y la Filarmónica de Berlín, dirigida por nada menos que Furtwängler. El compositor estaba entusiasmado, pero las críticas, que en general sólo se fijaban en la música más vanguardista, fueron de todo tipo. Aún no había llegado el momento para la obra. 

 Wilhelm Furtwängler (1886-1954), retrato de Emil Orlik de 1928

Tras el viaje a Alemania, el genio nórdico vuelve a la soledad de Ainola. En agosto su amigo, el tenor Wäinö Sola le insiste para que compusiera una "Sinfonía de Imatra", una obra programática sobre los célebres rápidos, en el momento que una nueva estación hidráulica se estaba construyendo. Inicialmente nuestro músico no rechazó la idea, y llegó a visitar el lugar con el ingeniero de la presa, Hugo Malmi, en compañía de Sola. Pero pronto alegará que el proyecto le suponía mucho esfuerzo, y que quería alejarse de todo lo que oliera a música para ocasiones especiales, que en los últimos años no le habían reportado las satisfacciones esperadas. 

 Los rápidos de Imatra en un estudio de Severin Falkman (1882)

Sola sin embargo logró arrancarle el compromiso de escribir una pequeña pieza a capella para el conjunto New Yorkin Laulumiehet, un coro masculino de finlandeses residentes en Nueva York. Aunque el tenor había tentado al gran poeta V. A. Koskenniemi respecto a unos versos suyos, al no lograrlo el propio Sola escribió el texto de la obra, "Siltavahti" ("El guardián del puente") JS.170, una sencilla marcha. Pensando en el propio tenor, tras acabar la partitura el propio Sibelius escribió una versión para voz y piano. La obra estuvo lista para que el propio Wäinö Sola cruzara el Atlántico y estrenara el coro el 22 de octubre.

Lo cierto es que en el país americano la fama del compositor no dejaba de crecer y crecer. Un nuevo campeón comenzaba por aquel entonces a hacer vibrar a los estadounidenses con su obra sinfónica, Serge Koussevitzky, quien años antes curiosamente no había manifestado mucho interés por su trabajo. El 9 de noviembre también en Nueva York, con la Sinfónica de Boston, Koussevitzky dirigía con un enorme éxito la Tercera sinfonía ("muy adelantada en su tiempo, en 1907, ahora moderna" según una crítica en el Boston Post), lo que le obligaba a programarla de nuevo cuanto antes. 

El director de origen ruso se atrevió a escribirle una primera carta al compositor lleno de admiración e interés. Tras proponerle que visitara el país, le preguntaba si disponía de "cualquier nuevo trabajo que no haya sido aún interpretado". Sibelius le contestó que no tenía ninguna obra a estrenar, pero se comprometió a mantenerle informado del progreso de la Octava sinfonía. Las informaciones sobre la obra a partir de este momento se vuelven confusas, lo que es muestra ya de las enormes dudas que le provocaba: en diciembre dice al editor Wilhelm Hansen que la obra todavía está sólo en su cabeza, a pesar de que un año antes había afirmado a Olin Downes que dos movimientos habían sido escritos. Quizá el temor de comprometerse con el editor le hacía rehuir de la realidad ya escrita, pero sin la deseada perfección, de la sinfonía.
 
El director de la Orquesta Sinfónica de Boston Serge Koussevitzky (1874-1951)

A Koussevitzky le contesta: "me es imposible ir a América por el momento. [...] pronto publicaré nuevas obras. [...] Mi nuevo trabajo está lejos de terminarse [...] La única cosa que puedo prometerle, querido Maestro [en italiano en el original], que será el primero en tener cualquier noticia".

La familia Sibelius asistiría el 26 de marzo de 1929 a la boda una de las hijas de Jean y Aino, Margareta, con el músico Jussi Blomstedt (más tarde vuelto rebautizado como Jussi Jalas). Para su propias nupcias la pareja, junto con otros músicos, tocaron el Andante festivo del padre en versión de doble cuarteto de cuerda.

Si el año de 1928 sólo nos legó una partitura terminada, el de 1929 en cambio fue un año mucho más productivo, de hecho el último gran año productivo de su carrera musical. En los primeros meses de su pluma salieron un cuaderno de piezas para piano, dos  álbumes para violín y piano, además de una pequeña suite para violín y orquesta de cuerda. Las obras, terminadas en abril, respondían exactamente a las sugerencias del editor Carl Fischer desde EE.UU. Estas obras en general a pesar de su aparte modestia no ofrecen nada de la ligereza de lo que cabría esperar de sus géneros, y muestran en cambio a un Sibelius que busca profundidad y nuevas y más modernas sonoridades, sin duda en convivencia con el trabajo de la sinfonía.

Quizá la partitura más destacada fueron los Cinco esbozos para piano opus 114, de paisajes panteísticos y toques impresionistas incluso. Este cuaderno tiene la peculiaridad de tener sus títulos en finés, una rareza entre sus publicaciones. Las Cuatro piezas opus 115 y las Tres piezas opus 116 para violín y piano marcan el canto del cisne para la formación con la que propio Sibelius se sumergió en el mundo de la composición en sus años jóvenes. Estas obras contienen pasajes melancólicos, trazos de virtuosismo, y lo místico conviviendo con lo mundano.

La Suite para violín y orquesta de cuerda JS.185 es una música algo más ligera y "fácil", con mayores ambiciones en lo técnico sin embargo. Como en el caso de las piezas para piano también contienen la rareza del idioma, pero en este caso los títulos están en inglés, sin duda como respuesta a su promoción en EE.UU. A pesar de este gesto y del alto nivel de todas estas composiciones, Fischer le comunica que no publicará las obras en América, porque no prevé mercado para ellas, justamente por su "alta calidad". Las piezas camerísticas se publicarán más tarde en otras editoriales, pero la suite, que inicialmente iba a contar con el número de opus 117 se guardará hasta mucho después de la muerte del compositor entre sus papeles con la siguiente anotación: "boceto. ¡Para ser reelaborado!". 

Dos coros se unen a la actividad musical de este año: una canción navideña para coro mixto con texto finés, "On lapsonen syntynyt" ("Un niño nos ha nacido") JS.142, para la Sociedad Evangélica Luterana de Finlandia, no especialmente destacada; y una nueva versión de la "Marcha de honor de los Hermanos Cantores de Viipuri", JS.220, con el mismo texto que musicara en 1920 pero distinta música. El propio coro estrenaría la nueva versión en la primavera del año siguiente.

Aparte de para la composición durante el año hubo momento para encuentros significativos. Olin Downes visitó de nuevo Ainola en mayo, quien encuentra al músico de un excelente humor, con plena confianza en la sinfonía: "Dios te bendiga, y que Él, o el Demonio, el o lo que produzca la buena música, bendiga la nueva obra — el gran Misterio, aquello que te guardas para ti mismo, aquello en lo que estás ocupado".

En octubre recibe el director inglés Basil Cameron, interesado en conocer las ideas interpretativas del propio autor de la música que anhelaba dirigir más y más veces. Además, le solicitaría en vano que visitara el Festival de Hastings al año siguiente. Otro ciudadano británico, el crítico escocés Cecil Gray conoció al maestro en diciembre, en Helsinki. Algo confundido al principio sobre quién era Gray, cuando la conversación progresaba saliendo el paso de la barrera idiomática, al parecer Sibelius exclamó: "pero sr. Gray, usted no es un periodista — ¡es un músico! ¿Por qué no lo dijo desde el principio?" A partir de ahí, y botella de whiskey de por medio, nacería una gran amistad. A Gray le fascinó el compositor, en particular un aspecto: en lugar de hablar de sus obras y sus logros, como solían hacer otros autores, era capaz de hablar, con sabiduría, de cualquier otro asunto sin tocar por modestia y timidez la naturaleza  de su trabajo.

Meses después un grandemente impactado Cecil Gray comenzó a escribir una biografía del compositor (publicada en 1931), que se convertiría en la más difundida internacionalmente de los primeros años del sibelianismo, cristalizando toda una imagen del autor de Ainola principalmente como sinfonista, alabando su estilo frente al modelo alemán.

Y no en vano en aquellos días nuestro músico se consagraba en su santo grial sinfónico, la Octava sinfonía, en cuya búsqueda se perdería gran parte de lo que fue Jean Sibelius.
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Capítulo siguiente (47): la despedida a Gallén-Kallela y el último viaje al extranjero (1930-1931)


Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 10 (final). Discografía (y 3)

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Terminamos con este post la extensa serie dedicada a la Cuarta sinfonía de Jean Sibelius, ofreciendo las últimas grabaciones que hemos analizado de la obra completa, añadiendo como apéndice el único registro hasta ahora de segmentos conservados de la versión original de la pieza.
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Orquesta Filarmónica de Helsinki
Leif Segerstam
ONDINE (2003)


El director finlandés nos propone en este su segunda integral una lectura mística de la sinfonía, lenta, con toques románticos, de gran limpieza y pureza, bruñendo intensamente las asperezas para sacar un sonido hermoso de la oscuridad, con una gran sugestión pictórica. Al tiempo que posee estas grande cuales, peca de carente de fuerza y de "eso" especial, lo que la sitúa, a pesar de ser algo mejor técnicamente, por debajo de su primera grabación con la orquesta danesa. 

El primer movimiento, muy lento, se inicia con gran solemnidad y sobriedad, con un toque parsifaliano, casi místico, y gran profundidad en el uso de los timbres y de los silencios. El segundo movimiento debuta elegante y refinado, con una ligereza inquietante pero nunca tenebrosa ni demasiado turbadora, mientras que la segunda parte se muestra como un dolor aceptado resignadamente (con brillantes toques de sutileza como las trompetas asordinadas). El tercer movimiento plasma una gran llanura helada y desierta, pero de gran belleza en la desolación. La primera aparición completa del tema aparece como un susurro lejano en el viento, dejando toda la tragedia para la segunda, con reflejos mahlerianos, como toda la coda, que se disuelve en medio del universo. El último tiempo se inicia con decisión y bravura, y sin mostrar ninguna sombra de duda. El tema del cuervo se siente como un dolor interno y secreto, mientras que el pizzicato parece un tanto ajeno al mundo de la sinfonía. El pasaje final del "caos" refleja más cansancio y hastío que desesperación, sensación que se prolonga con los últimos compases de la pieza.

En fin, una versión muy musical y agradable, pero quizá no era eso precisamente lo que pretendía Sibelius.

Interpretación: 7  · Estilo: 7  · Sonido: 7,5

 Orquesta de la Ciudad de Birmigham
Sakari Oramo
ERATO (2000)


El joven director finés nos propone una visión llena de subidas y de expresivas pérdidas de energía, repleta de idioma y de comprensión anímica, si bien en ocasiones hay cierta frialdad emocional, y algunos detalles técnicos no del todo satisfactorios. 


La partitura se inicia con un tono suave y meditativo, en el que súbitamente aparece la tragedia a modo de acordes de metal. El segundo tema prosigue la meditación, ahora más redentora. El desarrollo llega ser algo turbador, pero el resto del movimiento marca la línea más positiva y elevada de la que es posible en el movimiento. En el Allegro molto vivace  se apuesta seriamente por su vertiente más inquietante, siendo bastante plástico y gesticulante, sin llegar a ser teatral, especialmente la segunda parte, que se acoge a una estética moderna, con una calculada frialdad.  Il tempo largo comienza con vacilación y una gran sensación de dolor contenido a punto de explotar. Así, la llegada del tema en las cuerdas se recibe salvíficamente, por más que las auras de los violines le dan ecos tétricos. La segunda aparición resulta aún más penetrante y profunda. El final de este movimiento es un perfecto logro de congelación del tiempo bajo los insondables pedales sibelianos. El Allegro final retoma y ahonda en las extrañezas del scherzo, aunque quizá le falte la fuerza necesaria para causar verdadera inquietud. Más brillantemente se afronta el pasaje del "caos", de nuevo con aproximación vanguardista y de gran efectividad, como el pasaje que enlaza con la coda, sobria y agarrotada. Buena lectura.

Interpretación: 7  · Estilo: 7,5  · Sonido: 8


Orquesta Sinfónica de Utah
Maurice Abravanel
SILVERLINE CLASSIC (1977, 2003) + otras ediciones


Abravanel propone aquí una lectura de porte aristocrático, grandiosa pero sin falsedades, espiritual y con toques mahlerianos, aunque también con demasiada objetividad y distancia frente a los dramas íntimos que plantea la partitura. Los tempi en general parecen algo lentos, más como sensación que en la realidad. Muy bien interpretada, hay en este registro sin embargo lejanía frente a la intencionalidad de la obra. 


El primer movimiento posee una gran nobleza y un sentimiento de gran serenidad, aunque en muchas ocasiones sobrevuela el dolor extático más contenido, en las que el director trabaja muy bien los ritmos. En general trata muy bien los contrastes sonoros, dando un especial relieve a la limpieza de los timbres. Un ánimo semejante continúa en el segundo tiempo, que queda algo pálido y derrotista, aunque se acentúa su lado más inquietante. El tercer tiempo comienza con la misma sensación de no tiempo del primer movimiento, con destacadas prestaciones solísticas, hasta llegar a momentos de bella grandeza, si bien con cierto grado de frialdad. El último tiempo peca de lentitud y falta de fuerza. Las campanas tienen un curioso sonido eclesiástico. El caos resulta poco dramático, en aunque los últimos compases se produce un sensacional trabajo de caleidoscopio sonoro, terminando con gran pulcritud. Una versión recomendable para los seguidores del director, de calidad, aunque puede pasar como discreta en las grandes discotecas sibelianas.

Interpretación: 7  · Estilo: 6,5  · Sonido: 9,5 (DVD audio)



 

Orquesta Filarmónica de Berlín
Herbert von Karajan
EMI (1976)


Karajan siempre amó esta partitura, que grabó varias veces en su carrera (siendo esta la última), y aunque habitualmente su estética extrae de ella su lado más vinculado al pasado antes que su innovación estética, es capaz sin embargo de concentrarse en la expresión, sacándola su máximo partido. El director salzburgués está muy atento a los diálogos entre secciones de la orquesta, y aunque impone una visión muy orquestal, no descuida los necesarios contrastes entre instrumentos.


El Tempo molto moderato debuta con una poderosísima búsqueda de la expresión, de gran intensidad y sumo lirismo en su pesimismo, que se convierte en redención al llegar el claro entre nubes.  Pero en lo que más incide Karajan es el sentimiento elegiaco, rozando lo depresivo, de la música, con pasajes realmente sublimes. El Allegro molto vivace se convierte muy rápidamente en un retrato de los temores soterrados, resaltando los aspectos más insólitos de la partitura sin caer sin embargo en modernismos. En Il tempo largo Karajan parece abandonado completamente al pesimismo de sus pentagramas, aunque con aportes de lirismo realmente arrebatadores y redentores, y dándole un aspecto de tragedia helénica, con drama ritual pero sin teatralidad. El Finale parece aquejado de toda la carga emocional de lo anterior, y sufre de cierta falta de decisión y firmeza, como quien carece de la fuerza necesaria para culminar su viaje. Algunos empastes orquestales quitan profundidad al conjunto. El caos del final del movimiento suena especialmente apocalíptico, casi mahleriano, dejando el interrogante muy abierto. Una versión recomendable, aunque no sea precisamente la más cercana al mundo del compositor.

Interpretación: 7  · Estilo: 6,5  · Sonido: 6,5 



Philadelphia Orchestra
Eugene Ormandy
RCA (1978) - reed. en NAXOS


Ormandy fue un sibeliano de pro, que visitó en varias ocasiones al maestro en Ainola, romántico de vieja escuela, aunque a día de hoy sus grabaciones no han sido demasiado bien tratadas por los soportes digitales, y es difícil encontrarlas. El maestro húngaro-americano firma esta versión bastante acelerada en los tiempos, a cambio de un lustroso fresco dramático, enérgico, con ciertos toques impresionistas y diversos colores muy plásticos, con luces y sombras más exteriores que interiores, pero de gran belleza.


El primer movimiento en efecto transcurre de manera bastante rápida, sin meditación, y una batuta generosa en los espacios y las masas sonoras, con buenas prestaciones individuales, aunque la cuerda no luce tan limpia como debería. El segundo tiempo al contrario se mueve lentamente y carece del espíritu rítmico necesario, aunque los contrastes trágicos son remarcables, y algunos toques como el de las flautas resulte delicioso. El tercer tiempo es el que más sufre por la velocidad inadecuada. A cambio Ormandy consigue mantener la magia con sus maravillosos diálogos. El gran tema de los celli consigue de hecho la necesaria sobrenaturalidad y esperanza de redención. El segundo clímax en cambio parece más chaikovskyano, aunque los últimos compases transmiten un aliento, un latido paralizante de corazón muy hermoso. El último movimiento es quizás el más logrado por su especial plasticidad y colorido, con toques brillantes. Curioso el contradictorio uso de campanas alternando con el Glockenspiel. Los últimos compases parecen enormemente melancólicos antes que desolados. Una versión singular, muy personal del director, que sin respetar demasiado el espíritu sibeliano consigue sacarle una extraña belleza a la obra.

Interpretación: 7 · Estilo: 5  · Sonido: 6,5



 Orquesta Hallé
John Barbirolli
EMI (1969)

 
El gran maestro británico cuenta con el aprecio de mucho sibelianos, pero quien les escribe no siempre se encuentra entre ellos. En cierto modo la dirección de Barbirolli sí se corresponde bastante con el gran estilo inglés de dirigir Sibelius, pero ni creemos que en esto sea el mejor ni que la unión del "gran gesto" de Barbirolli se adecúe bien a la música de Sibelius, aunque éste le deba mucho en cuanto a difusión y popularidad.


El Tempo molto moderato empieza con una sobriedad helénica, mística incluso. Al llegar la amenaza de los metales todo transcurre sin embargo con trazo más grueso y aletargado, no sin emoción y gran ímpetu, pero sí con cierta grandilocuencia casi mahleriana y teatral. En el scherzo los gestos le van mucho mejor al sarcástico drama, pero la pincelada generosa obvia los hallazgos sonoros del movimiento, y cosas como el motivo de las flautas  desdibujan el sentido de la música.  El tiempo lento se afrenta con gran nobleza e intensidad emocional, lo que nos deja una muy buena interpretación, aunque sepamos que Sibelius habla otro idioma... Barbirolli no consigue hacer sacar a flote la tensión que contiene la partitura, que se entiende como un vagabundear tranquilo, a la vez que pesimista contemplación del infinito paisaje, bajo las apariciones del gran tema. El final del movimiento llega a ser, a pesar de todo, anhelante y hasta sublime. Lástima. El Allegro que cierra la sinfonía debuta gesticulando y demasiado indeciso, y por supuesto no sabe aprovechar las singularidades orquestales, con una paleta que aquí suena anticuada y hasta pretenciosa. Demasiada parsimonia y demasiada poca tensión. La primera aparición del tema de "El cuervo" es satisfactoria, y el colapso resulta muy expresivo, aunque no efectivo de acuerdo a las intenciones del compositor, al igual que la coda, muy emotiva. 


En fin, una grabación que se salva y bastante por una buena interpretación, pero que ilustra muy poco lo que es la Cuarta sinfonía de Jean Sibelius.

Interpretación: 7  · Estilo: 5  · Sonido: 6,5


 

Orquesta Philharmonia
Herbert von Karajan
EMI (1953)


La primera grabación de esta obra Karajan la realizó con la orquesta inglesa que le lanzaría al estrellato internacional. Así, el director austriaco se muestra mucho más cercano al compositor que en posteriores ocasiones, aunque dentro de la tradición romántica germánica (poca diferenciación de timbres). 


Un primer movimiento inquietante, lánguido y melancólico, derrotista incluso, donde las masas sonoras aparecen y desaparecen con cierto toque impresionista (un excelente manejo del silencio y de los ppp de la partitura). El segundo movimiento despeja las oscuridades del primer tiempo, y se permite ser incluso ligero, más ligero de lo esperable, aunque el director de Salzburgo no es indiferente ante la gravedad de sus lugares más sombríos. El tercer tiempo se entona con gran nobleza y hasta una otoñal serenidad, de nuevo derrotista y melancólico, y especialmente emocional en sus grandes cumbres, sin ceder al sentimentalismo tan propio del director. Como el otro tiempo rápido, el finale arranca con bastante ligereza, a lo que ayuda el timbre del campanólogo que utiliza Karajan en su grabación. El diálogo instrumental es sin embargo más admirable, y los momentos más dramáticos están más logrados, y allí el director austriaco se muestra incisivo y hasta arrebatado por el dolor de la obra.

En fin, una interpretación de calidad aunque no tanto de altura, que muestra que a Karajan  le quedaba todavía mucho que decir, aunque con el tiempo se distanciaría
estilísticamente más y más de la letra de las partituras sibelianas.

Interpretación: 6,5  · Estilo: 7  · Sonido: 4 (mono)

 

Real Orquesta Nacional Escocesa
Alexander Gibson  
CHANDOS (1982-83)


Gibson nos deja aquí una lectura correcta, pero sin mucha profundidad, en gran parte debido a una falta de compromiso con la partitura, cuya quinta esencia se le antoja lejana, además de un sonido convencional, poco moderno y algo apelmazado que le aleja de todo lo singular que posee esta obra.


El Tempo molto moderato, como también el tercer movimiento, transcurre más raudo de lo indicado, lo que aumenta su sensación inquietante y turbadora. Sin individualizar mucho los timbres, Gibson hace énfasis en las aristas y oscuridades de la pieza, dándole siempre un toque trágico. Mejor parado con la propuesta estética del director escocés queda el Allegro molto vivace , profundamente intranquilo y caleidoscópico, rico en matices y sensaciones, y muy plástico en cuanto al ritmo. La segunda parte está gobernada por un gran dinamismo, pero no llega al fondo del terror del tritono. Gibson sabe que en Il tempo largo reside el corazón de la sinfonía, y pone toda la carga emocional en el movimiento. En principio lo hace respirar tranquilidad, aunque con un aura de profundo anhelo, con silencios especialmente cortantes. Al llegar la primera presentación completa del tema todo queda por resolver, mientras que la segunda suena demasiado apresurada. Sólo la tercera consigue su efecto, de auténtica apoteosis, enseguida entrecortada por la palpitante decadencia del ritmo sincopado. El Allegro final imprime un tempo algo sosegado, con sonoridades sacadas de los poemas sinfónicos, animadas y quizá no lo bastante dramáticas. "El cuervo" no cumple con su capacidad, salvo en su repetición, a través del excelente recorrido de los pizzicati. El "colapso" del movimiento resulta acertadamente caótico, dejando sonar todos los planos sonoros como en un terremoto que derriba desde las más altas torres hasta las más pequeñas chozas. El final sugiere renuncia, una abdicación, una aceptación del destino. 


En fin, como decíamos correcta pero convencional, que no aporta demasiado a la discografía de la obra.

Interpretación: 6,5  · Estilo: 6  · Sonido: 6
 


  Orquesta Sinfónica de Nueva Zelanda
Pietari Inkinen
NAXOS (2009)


Al jovencísimo director finlandés quizá le falta madurez para sacar partido de una obra de tal hondura, pero no obstante logra un buen trabajo, poniendo en primer lugar el respeto a la partitura. 


El primer tempo comienza con una suspensión del tempo, una sensación opresiva y estática, de timbres nobles y oscuros. La fanfarria llega sin estridencias, y el segundo tema aporta como es habitual en Inkinen una gran serenidad. El desarrollo se plantea con un gran tristeza, pero sin drama. La calma gobierna también toda la reexposición. El scherzo se muestra equilibrado, aunque el oboe se asome con mucha timidez. Los ritmos hipnóticos se imprimen al tema en compás binario de la cuerda, y la impresión general en la primera parte es de cierto clima sobrenatural. La segunda no llega a ser del todo convincente por falta de fuerza, aunque no de musicalidad. El tercer tiempo vuelve a las impresiones de tristeza y estatismo del primero, acentuando cierta dimensión cuasi espiritual en su música, confirmado en los dibujos místicos de la primera aparición del tema. El final del movimiento se disuelve poco a poco en un gran misterio. El cuarto movimiento se centra en los diálogos entre los diversos colores orquestales, dejando al glockenspiel muy destacado. El tema de "El cuervo" fascina por su hipnótico balanceo, al igual que los pizzicati y las auras que lo rodean en la sección central (Inkinen muestra aquí la importancia de la orquestación). Al final le falta de nuevo drama, pero es refinado y de nuevo con una fascinación hacia lo misterioso, lo sobrenatural incluso, con unos últimos acordes nobles pero sumisos. Una interpretación llena de buenas cualidades, aunque auguramos que una nueva versión en unos años de Inkinen resultará muchísimo mejor. De momento con esta tendrán un disco que por su bajo precio los sibelianos no deben dejar escapar.

Interpretación: 6,5  · Estilo: 7,5  · Sonido: 7
 


Orquesta Ciudad de Birmingham
Simon Rattle
EMI (1986)


El director británico nos propone un enfoque moderno, captando las novedades de la pieza y elevándola a su contexto interpretativo, aunque con cierta frialdad y distancia emotiva, quizá demasiado "objetiva". 


El Tempo molto moderato evoca cierto grado de amenaza y desolación, de grandes abismos pero no siempre una gran hondura, por cuidar más lo singular de la música más que la expresión en sí. En algunas ocasiones ciertos ataques suenan demasiado angulosos y cortantes, con poca complaciencia en los momentos más serenos y líricos. En el Allegro molto vivace  la amenaza se confirma, sólo que esta vez hace mucho por la expresión de la pieza, que resulta hasta cierto punto muy vanguardista, llena de singularidad y de originalidad. Las cuerdas tienden a sonar en masa, mientras que los otros timbres están mejor separados. Il tempo largo es lo mejor del registro, más hondo que el resto pero igual de moderno y agitado en la intimidad. Quizá el mayor acierto sea el cuidado del ritmo como elemento unificador, que permite mantener o variar el pulso más allá de los cambios atmosféricos del elegiaco tiempo. El Allegro que cierra la sinfonía prosigue con los hallazgos del segundo, aunque acumula varios momentos menos gloriosos, como un solo de violoncello al comienzo francamente reprensible. De todas formas hemos de agradecer la progresión, ya que muchos de los directores que hacen un buen tercer tiempo naufragan en el cuatro, sin duda el más extraño de los cuatro. Los metales suenan especialmente inspirados. Magnífico el caos final, que desemboca en una serie de electrizantes gritos de la cuerda, hasta los últimos compases, que firman una derrota completa en una vibrante coda. 


Rattle hace en esta interpretación uno de sus mejores Sibelius, aunque gana comparando el registro con otros suyos, no destaca entre todas versiones de la obra.

Interpretación: 6,5  · Estilo: 7 · Sonido: 6,5


 

Orquesta Sinfónica de Berlín
Kurt Sanderling
BERLIN CLASSICS (1977) - BRILLIANT (2002)



Una versión no muy destacable, sin carecer de musicalidad o de calidad interpretativa, si carece de estilo y de la sensibilidad necesaria.

El primer movimiento es ya indicativo de las decisiones estilísticas de toda la grabación: una sensación de gran estatismo, tamizado por colores otoñales y nostálgicos, con ciertos sabores a lo Tristán e Isolda, lejanos en cualquier caso del universo musical del compositor en esta sinfonía. Los timbres empastados y los legati excesivos desdibujan las peculiaridades tímbricas de la obra. Si el primer movimiento carecía de energía, al menos el segundo tiene un balance más positivo, y aprovecha mejor los contrastes dramáticos, aunque la cuerda suena un tanto agarrotada. El tercer tiempo al contrario que el primero es un tanto rápido, aunque igualmente estático y sin ninguna fineza, mucho menos la necesaria profundidad, dejando en este caso una sensación demasiado bruckneriana. El cuarto tiempo carece de fuerza, y se apaga en languideces, sin dramas interiores. 

Sin mayor interés fuera del precio del pack, y aun en ese caso hay mejores opciones.

Interpretación: 6  · Estilo: 4,5  · Sonido: 5,5
 


Orquesta Sinfónica de Gotemburgo
Neeme Järvi
DEUTSCHE GRAMMOPHON (2005)


La segunda grabación de Järvi adolece de los mismo defectos que toda su integral para Deutsche Grammophon, esto es, una preocupación mayor por la belleza de los timbres que por la expresión, dando como resultado una versión preciosista pero falta de sentimiento, superficial incluso en ocasiones, lo que perjudica muy especialmente a una sinfonía como ésta.


El Tempo molto moderato transcurre lento, lánguido incluso, cultivando en especial los colores de la cuerda y el lirismo oscuro de la pieza, con las fanfarrias elevándose como tensas amenazas pero con sonoridades atractivas. La languidez permanece también en el scherzo, pálido en lo emocional aunque sigue siendo un festival de colorido. Il tempo largo suena elegiaco y lírico, sin profundidades pero con momentos de fina y vacua belleza. El Allegro último es el fragmento más sobresaliente, sacando el director estonio buen partido de su interpretación caleidoscópica, con buenos diálogos instrumentales y juegos de sonoridades extraños y llenos de fantasía. 


En cualquier caso, mucho bello ruido y pocas nueces. Poco recomendable frente a otras opciones.

Interpretación: 5,5  · Estilo: 6  · Sonido: 9 (SACD)
 


Orquesta Sinfónica de la Radio de Moscú
Gennady Rozhdestvensky
MELODIYA (1970/74, 2010)


A medio camino en el abismo entre Mahler y Chaikovsky, esta lectura pretende decididamente querer ser monumentalmente apocalíptica, lo que contradice gravemente las intenciones del autor. Aunque el maestro ruso ha visto "algo" profundo en la partitura - y se la toma con seriedad y no del todo mala musicalidad - Rozhdestvensky no entiende a Sibelius, y mucho menos la singularidad de esta obra. No hay separación de timbres, y además la cuerda es tiránica, tener una orquestación con la cuerda predominante no significa que casi sólo oigamos a ésta. La orquestación de hecho es anti-camerística, por lo que esta versión se vuelve especialmente anti-sibeliana. 


El primer movimiento vacila entre figuras tenues y explosiones del metal demasiado wagnerianas o brucknerianas, todo lento en exceso. Si el tempo inicial había bastante trazo grueso, en el segundo es mayor, dejando al pobre oboe detrás de un manto espeso de cuerdas. Todo muy tormentoso, pero sin aportar nada. Puestos al despropósito respecto la partitura el comienzo del tercer movimiento no parece tan perdido como debiera, con un pulso demasiado regular de los motivos de la flauta, seguido del coral acordeonístico de los metales. El tema bajo las cuerdas tiene un aliento especialmente chaikovskyano, lo que le da una gran emotividad, no se puede negar, y el final
tremendista del tempo resulta efectivo, pero exagerado y gesticulante. El finale tiene buena energía... tanta que quizá le hubieran convenido por una vez unas campanas a la Mussorgsky y no el débil glockenspiel. El colapso destaca desde luego, y tiene fuerza, de nuevo demasiada, volviendo anecdóticos y vacuos los últimos compases, que sufren un desvanecimiento de nuevo mahleriano. 

Lástima. Debemos ponerle un aprobado simplemente por el entusiasmo que le pone Rozhdestvensky a esta sinfonía de autor irreconocible...

Interpretación: 5  · Estilo: 1,5  · Sonido: 5,5
 


Orquesta Filarmónica de Viena
Lorin Maazel
LONDON (DECCA) (1968)


La maldición de la sinfonía con respecto a la Orquesta Filarmónica de Viena se neutralizaba en gran parte cuando Lorin Maazel la interpretó por primera vez (sic!) para su grabación integral de los 60 - aunque aún faltarían décadas incluso para que se interpretase en vivo -. Pero lo cierto es que más allá de esta anécdota de vindicación histórica poco más hay que destacar de este registro, absolutamente vacío de emoción y de comprensión de la obra, que quizá ahondara a nivel local en la herida más que curarla.


El inicio del Tempo molto moderato define ya buena parte del tedio de la interpretación, que parece dirigirse hacia una marcha fúnebre sui generis con el refuerzo rítmico y la sonoridad de los bajos. Las disonancias parecen atenuarse, como si sonaran demasiado escandalosas aun 50 años después de su escritura, Segunda Escuela de Viena mediante, y aun su especial tímbrica suena asordinada, llenas de tonos difusos. Sin muchas ganas enuncia el oboe el tema del Allegro molto vivace , que se descompone en fragmentos que parecen haberse grabado por separado (aunque realmente no ha sido así), eso sí, con mucho cuidado por trocar en sonoridades masivas lo que Sibelius concibió rotundamente como sonoridades cuasi camerísticas. El Il tempo largo muestra una gran impaciencia por llegar al "jugo", de nuevo mostrando que Maazel desconoce que en esta sinfonía los pasajes "indefinidos" son tan esenciales como los grandes temas, aunque al llegar los clímax el director nos muestra que a pesar de todo es un magnífico músico. Simplemente un concepto equivocado, muy equivocado, y hasta la sospecha de que "esta obra hay que grabarla para completar el ciclo" por parte de la orquesta y quizá del director. En el Allegro final extrañamente hay mayor seguridad y profundidad en la dirección, en esta ocasión el ritmo hace mucho por dar cierto carácter apocalíptico, aunque el final de la obra es desolador, aunque no en el sentido de la emoción que la música debería mostrar. 

Si poco positivo más allá de su valor en la historia de la fonografía podemos decir del ciclo de Maazel, aquí hemos llegado a uno de sus puntos más flacos. Ni se molesten.

Interpretación: 4,5  · Estilo: 2  · Sonido: 6

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Movimientos de la versión original

Orquesta Sinfónica de Lahti
Jaako Kuusisto
BIS (2010)


Para la Sibelius Complete Edition de Bis el concertino de la Sinfónica de Lahti, Jaako Kuusisto, grabó un disco con distintos movimientos y fragmentos de las versiones originales de las sinfonías que han sobrevivido, presentando muchos de ellos diferencias considerables y muy interesantes respecto a la versión  usual. Para esta partitura en particular el joven músico finlandés graba el segundo movimiento al completo en el que, como dijimos, el "epílogo" cambia considerablemente;  y el comienzo del cuarto, con algunas diferencias en la orquestación y un pasaje que se expandió en la versión publicada. El trabajo de Kuusisto es eficiente, artesanal antes que otra cosa, y cumple perfectamente su cometido: dar a conocer estos pentagramas olvidados. Muy cuidado en el estilo, con la soberbia orquesta finlandesa,  quizá no destacaría demasiado en caso de haber competencia, lo cual es muy probable que nunca suceda. Una curiosidad para los más entusiastas sobre todo.

Interpretación: 6,5  · Estilo: 8  · Sonido: 8,5






"Kaiutar" ("La ninfa Eco") opus 72 nº4, canción (1915)

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"La ninfa Eco"es una canción con texto en finés del poeta Larin Kyösti. Fue compuesta por Jean Sibelius en abril de 1915, mientras trabajaba en su Quinta sinfonía, y terminada el 10 de mayo, según anota el autor en su diario. Por la elección de la lengua constituye una obra poco habitual, ya que la inmensa mayoría de las canciones del compositor musicalizan textos en lengua sueca, que no sólo era su lengua materna, sino que de hecho fue la lengua aún mayoritaria en la poesía intimista, que era la que mejor encajaba con el género.

Tras la emancipación del país, y tras una tensa lucha lingüística, el finés, al fin y al cabo la lengua de la mayoría, se impuso como lengua principal. Esta realidad no defenestró por supuesto las canciones en sueco de Sibelius - un formato muy amado por él y que nos ha legado unos cuantos títulos magistrales - pero sí hizo que el puñado de canciones que redactara con texto finés se haya interpretado muy frecuentemente. La mayoría de ellas presenta una clara inspiración folclórica, sencillas, con poca ambición musical en general, aunque deliciosas.

"Kaiutar" sin embargo plantea un paso mucho más allá. Aunque también comparte inspiración en los tonos ancestrales, no se plantea como una simple sucesión de estrofas, sino como un verdadero cuadro musical, una balada que casi pareciera querer acercarse al mundo del poema sinfónico si no fuera por su formato. De hecho en más de una ocasión se ha considerado a esta bellísima partitura, indiscutible obra maestra, como un "pequeño Luonnotar", haciendo referencia a la obra de 1913 que combinaba la forma de poema sinfónico y de gran canción orquestal, también con texto finés (del "Kalevala") y trasfondo mitológico. La canción se aleja de la expresividad vibrante y hasta cierto punto trágica del opus 70 para ofrecer un cuadro más delicado, con toques impresionistas ya intuidos en Las oceánidas opus 73, y la serenidad musical que respiran las obras del periodo posterior al "periodo oscuro" del poema sinfónico.

Los versos de Kyösti refieren también a un motivo mitológico, aunque más modesto que la creación del mundo en "Luonnotar", con un mayor sabor popular. En ellos se plantea la explicación del origen del eco en una doncella que, burlada y abandonada por su amante, decide convertir con despecho las voces de otros en mofa, reiterando su sonoridad. La leyenda por supuesto es prácticamente la misma que encontramos en la mitología griega respecto a la ninfa Eco y el ególatra Narciso, si bien en el caso del poema de Kyösti se ha evitado cualquier referencia cultural, trasladándola al mundo poético del pueblo finlandés. Quien escribe esto reconoce desconocer si acaso existe una variante local de este mito en el folclore finés, o sólo es producto de la elaboración del escritor. Si alguno de nuestros amables lectores conoce este extremo, agradeceríamos mucho su contribución.

Hay que decir Sibelius, ya en 1906, escribió un poema sinfónico (nacido como ilustración de cuadro escénico), Pan y Eco opus 53, sobre otra de las versiones griegas de la leyenda, por lo que es de imaginar que la imagen de la ninfa desolada y su "eco", de indudable connotación musical, le cautivaba. Hay que aclarar que estrictamente no hay referencia a una ninfa en el poema finés, siendo "kai" equivalente a "eco" y el sufijo "-tar" un indicativo femenino, por lo que estrictamente habría que traducir "Kaiutar" como "ella-Eco" o "la doncella Eco". Sin embargo, siempre se ha entendido que hay que aplicarle tal connotación fantástica al nombre.

Kyösti fue educado en la Escuela de Gramática de Hämeenlinna, localidad natal de nuestro músico, un centro pionero de la educación en finés, en el que también curso sus estudios iniciales el compositor. El poeta, residente años después en Helsinki, entró a través de este vínculo en contacto con el compositor, y él mismo le solicitó a Sibelius escribir alguna partitura con sus versos. Tardó unos años en hacerlo, pero finalmente le recompensó con una de sus más bellas obras poético-musicales (años más tarde también musicaría otros dos poemas, en sus coros masculinos opus 108).

El poeta finés Larin Kyösti [nacido Karl Gustaf Larson] (1873-1948)

La partitura, junto con el título anterior del opus 72, "Kyssen" ("El beso"), fue enviada a Breitkopf & Härtel al día siguiente de su conclusión, el 11 de mayo. La primera interpretación conocida de la obra fue en un concierto en beneficio de las víctimas de la Guerra Civil, en mayo de 1918, con la voz de Aino Ackté.


"Kaiutar"fue progresivamente más y más famosa en Finlandia, y es de imaginar que de no ser por la frontera del idioma posiblemente lo hubiera sido fuera de su país natal. Su fama ha hecho que existan varias orquestaciones de su acompañamiento, entre ellas las debidas al barítono Kim Borg, familiar lejano del compositor, y de Jussi Jalas. Jalas era no sólo hijo político de Sibelius, sino también uno de sus principales confidentes musicales, lo que explica bien que su orquestación no sea muy ajena a una instrumentación, salvando las distancias, característica del compositor (al menos más sibeliana que la mayoría de las orquestaciones ajenas de las canciones). El director tiene grandes aciertos, como las cuerdas para los acordes iniciales, el solo de oboe, y el arpegiado indubitablemente concedido al arpa. 


Texto 


Kaiutar, korea neito
astui illalla ahoa,
kaihoissansa kankahalla,
huusi yksin huoliansa.

Tullut ei suloinen sulho,
vaikka vannoi valallansa,
kihlaavansa kaunokaisen.

Ennen astuivat ahoa
kankahalla kuherrellen
kilvan kyyhkyjen kisoissa
kesäpäivän paistaessa,
illan kuun kumottaessa.

Meni sulho sanoinensa
impi jäi sydäminensä.

Etsii impi ihanainen
kultaistansa kankahalta,
huhuilevi, kuuntelevi,
kirkuvi, kimahutellen
äänen pienoisen pilalle,
jähmettyvi, jäykistyvi,
kaatuissansa, kauhistuvi
mustan metsän pimeyttä.

Aamulla herättyänsä,
kulkee kuje mielessänsä,
eksyttävi erämiehen
matkien ja mairitellen,
niin kuin ennen eksytteli
sulho suurilla sanoilla,
tuulen turhilla taruilla.
 ----
La ninfa Eco

La ninfa Eco, hermosa doncella,
caminaba en la tarde por el claro del bosque,
recorriendo los prados,
sola, gritando su dolor.

Su amante no vino,
aunque lo prometió,
a desposarla, a ella, la hermosa.

Antes caminaban por el claro del bosque
juntos, arrullándose
como palomas
en el cálido día de verano,
en la noche de luna.

Después el amado se fue, con sus bellas palabras,
dejándola sola con su triste corazón.

La hermosa doncella contempla los páramos
para encontrar a su amado,
llama, escucha,
llora, grita
hasta que su voz se pierde;
se queda fría, agarrotada,
tropieza, se asusta,
a través de la oscuridad del bosque.

A la mañana siguiente, cuando se despierta,
tiene una idea:
a los viajeros extraviar
imitándolos, mofándose de ellos,
tal y como antes
su amado la extravió a ella, con sus bellas palabras,
con historias en el viento. 


Análisis 

A pesar de la corta duración de la partitura (poco más de tres minutos), plantea numerosos elementos de interés para analizar. La forma de la canción es bastante abierta, aunque a grandes rasgos podríamos considerar un esquema ABA, si bien con elementos de durchkomponiert, propios de una balada, que incorpora también pequeñas variaciones, un elemento sin duda evocador del folclore finés. Esta forma y la estructura general no se corresponde del todo con la estructura del poema, pero sí siguen el recorrido emocional del mismo, por lo que realmente no se situaría en efecto demasiado lejos del mundo del poema sinfónico (de ahí lo de "pequeño Luonnotar" antes comentado).

La sección inicial estaría protagonizada por un tema de gran lirismo y de hermosísima coloración modal, redondo y casi autosuficiente, de cuatro compases, que tiene ese toque folclórico pero a la vez una mayor fantasía (un ámbito mayor que el de quinta, característico de la canción rúnica finesa). 

El piano inicia la obra con acordes de corchea, remarcando el compás 6 por 8, balanceando entre el si bemol menor y su relativo Re bemol Mayor. Bajo ese manto surge la hermosa melodía que describe a la doncella:




(cliquea sobre las imágenes para agrandarlas)

La melodía, eminentemente silábica, dibuja un doble arco ascendente, algo propio del folclore pero, como señalábamos, su ámbito de séptima (cuyo grado más alto justo surge al principio) lo separa de la melodía popular real. El modo, al igual que sucede con el acompañamiento, es algo ambiguo, pareciendo corresponder en principio más un si bemol dórico (siendo el sol becuadro la diferencia con el menor).

Los siguientes versos repiten el mismo esquema, sin que produzcan más que mínimos cambios en la melodía y ninguno en el hipnótico acompañamiento. Al final del cuarto verso el bajo arpegia sobre Re bemol Mayor, pero lejos de confirmar el tono, pasa sin modulación a Fa Mayor / re menor. Lo hace con una nueva variante de la melodía principal, sólo que ahora introduce cambios rítmicos, principalmente los dosillos que "binarizan" la melodía, preparándola para el siguiente cambio.

Frente al estatismo incial, llegamos a unos arpegios, desplegando un acorde de séptima sobre el séptimo grado, una sonoridad muy querida por el autor y que, además, aquí tendrá una significación muy impresionista. Al acorde lo acompañan varios cambios: pasamos a do#menor, tono con una relación de tercera minorizada (= re bemol menor, escrito como do# por cuestiones prácticas), relación también predilecta y característica de Sibelius.

Esta sección central se abre con un rápido floreo en torno a un tritono, que no llega a ser disgregador como en la Cuarta sinfonía, pero que, unido al acorde de séptima sobre la séptima arpegiado en el bajo, crea un clima de sutilezas como decíamos calificables como impresionistas.

Sobre esa atmósfera se impone una melodía con una vocalidad mucho más próxima al arioso, incluso al recitativo (de nuevo un vínculo con "Luonnotar"):



Mientras se recuerda el amor de la doncella por su seductor permanecen los mismos esquemas, con pequeños cambios armónicos, pero la melodía de la voz poco a poco se va haciendo más cantabile y regular. Así, acaba germinando en un dibujo mucho más cercano a la melodía "rúnica":

Este esquema se distingue por su pequeño ámbito, y por su recorrido primero ascendente y luego descendente, pero sobre todo por sus notas repetidas, su ritmo de sucesión de largas-breves (propio del idioma finés), y por su cadencia de quinta descendente. Todo ello lo podemos observar en el ejemplo anterior, aunque la cadencia esta suavizada con un segundo grado intermedio (de manera análoga al tema rúnico de la segunda parte de Lemminkäinen en Tuonelaopus 22 nº3). 

Cuando la ninfa llama a su amado el discurso musical se corresponde con unos compases dramáticos: la voz en recitativo (perfectamente finés) y un trémolo del piano (sobre el acorde característico de esta sección). Este pasaje tiene una enorme fuerza, y como sucede con algunos pasajes del tercer tiempo de "Kullervo" opus 7 nos permiten imaginarnos al Sibelius de la ópera que jamás compuso:



La melodía rúnica parece querer volver a la voz, pero se ve entrecortada por la infructuosa y dolorosa búsqueda de la ninfa por su amor ausente.

Los acordes secos y fríos del final de la sección dan paso a la vuelta de la sección inicial, con una parte pianística ahora consistente en arpegios de Re bemol Mayor (que se hará Lidio), con la vuelta al tema principal primero en el piano, y después en la voz, doblada por la mano derecha del teclado. A pesar de lo esperable, Sibelius no sucumbe a la tentación de describir el "eco" musicalmente, como podría haber hecho por ejemplo un Mahler. En general nuestro músico, al menos en su madurez, pocas veces hace uso del descriptivismo musical.

Tras una breve incursión en Fa Lidio, retorna de nuevo el arioso y su giro sobre el tritono (como en el Ejemplo 2), casi como si fuese una forma sonata, pero al hacerlo se retorna al si bemol dórico inicial, y bajo un acorde distinto pero plenamente sibeliano también: un acorde menor con una sexta dórica añadida (sib - reb - fa - sol becuadro). La voz, con la melodía rúnica (Ej. 3), describe con gran solemnidad y tristeza el triste destino de la ninfa Eco. Los últimos acordes del piano, firmes sobre la tonalidad (y modalidad) central, tienen una resonancia quasi orquestal. Pero no hemos necesitado orquesta: con estos mediow, el genio nórdico no sólo ha creado un pequeña joya, sino también una bellísima obra maestra.
 

Discografía

La mayor parte de las discos aquí comentados  ya fueron presentados a la hora de hablar de la discografía general de las canciones, ciñéndonos en esta ocasión a lo escuchado en cada versión de la partitura en particular.


Karita Mattila, soprano & Ilmo Ranta, piano
ONDINE (1995)

El canto de Mattila, elegante, intenso y a la vez delicado y sensible, lleno de matices, parece ajustarse a la perfección a la tragedia de la ninfa Eco, cuyo final quiebra la voz de la soprano. Junto con Ranta crea un cuadro lleno de expresividad y evocación, magia y recuerdos de tiempos ancestrales. Aunque no perfecto, un registro excelente.

Interpretación: 9 • Estilo: 8,5 • Sonido: 7,5


Jorma Hynninen, barítono & Galf Gothóni, piano
FINLANDIA (1980)

Aunque la protagonista del poema sea femenina en realidad musicalmente nada impide encomendar la voz de esta pieza a un hombre, y si además tenemos el genio artístico de Hynninen al alcance, nada mejor. El barítono finés canta con gran emoción, casi próximo a la lágrima, pero sin asomo de teatralidad. El piano de Gothóni se mantiene discreto, pero ofrece un soporte muy estilístico, dando como resultado una versión cien por cien "finlandesa". Muy recomendable.
Interpretación: 8,5 • Estilo: 9 • Sonido:6,5

 


Soile Isokoski, soprano & Marita Viitasalo, piano
FINLANDIA (1989) 


Añadimos este registro a la discografía de las canciones, con una toma cantada con fina sensibilidad, delicadeza y exquisitez incluso, muy atenta a los pequeños detalles del texto, asumiendo el punto de vista de la Kaiutar. El piano tiene toques impresionistas, livianos y luminosos.

Interpretación: 7,5 • Estilo: 8 • Sonido: 7
  

Monica Groop, mezzosoprano & Lover Dewinger, piano
BIS (1994) [también en la Sibelius Edition]

En esta versión la cantante se implica emocionalmente en la historia, narrándola con un tono muy afectado, sin sobresaltos pero siempre comunicativa. Groop añade oscuridad y melancolía en esta interpretación bastante destacable.

Interpretación: 7 • Estilo: 8 • Sonido: 7,5
  

Tom Krause, barítono & Irwin Gage, piano
DECCA (1978-81) 

Para la (casi) integral de Decca se confía la canción a la voz masculina. Krause y Gage ofrecen una versión un tanto apagada, muy melancólica, con un estatismo y lejanía que a la vez que le da cierta frialdad también le confieren cierta aura mágica. Una versión sin embargo menos lograda que las anteriores.

Interpretación: 6 • Estilo: 6,5 • Sonido:6,5



Versión orquestal de Jussi Jalas

Soile Isokoski, soprano 
Orquesta Filarmónica de Helsinki
Leif Segerstam
ONDINE (2005)

Sobre el acompañamiento hipmótico de Segerstam, Isokoski compone un cuadro de relato antiguo, que se canta a la luz de la hoguera y que lleva a las lágrimas a los presentes. De nuevo Isokoski llena su historia de relato de finos detalles, y de identificación con la desgracia de la doncella abandonada. La orquesta se muestra sabia y colorística, romántica y mágica, demostrando que después de todo la instrumentación de Jalas es buena idea, especialmente si la grabación nos permite escuchar cada nota. Muy recomendable.

Interpretación: 8,5 • Estilo: 7,5 • Sonido: 9 (SACD)


Jorma Hynninen, barítono 
Orquesta Filarmónica de Tampere
Leif Segerstam
ONDINE (1994, reed. 2007)

Hynninen entona aquí la partitura con mayor urgencia pero también mayor intensidad que en su registro con el piano, quizá Segerstam falle de hecho en el tempo más acelarado. La orquesta se muestra muy discreta, lo cual tampoco es positivo, como el tono operístico en general adoptado. Aunque de buenos valores interpretativos el enfoque sepulta un poco sus cualidades expresivas.

Interpretación: 6,5 • Estilo: 6 • Sonido: 8

______________

Finalmente ilustraremos el post con dos de las grabaciones comentadas, en primer lugar la fantástica interpretación de Karita Mattila e Ilmo Ranta:


Y también un registro de la versión orquestada, la de Soile Isokoski acompañada por Leif Segerstam:



Festival Sibelius 2015 desde Lahti, ¡online!

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Como anunciábamos en un post anterior, en estas fechas se celebra en la ciudad finlandesa de Lahti uno de los festivales Sibelius más sobresalientes de los últimos tiempos, con la presencia de los más importantes intérpretes especialistas en la música del gran maestro.


Pues bien, cosa de los nuevos medios tecnológicos, podemos desplazarnos a pequeña localidad de la Finlandia del sur y estar en primera fila, gracias a la radio-televisión nacional, la YLE, que ha dispuesto para el internauta internacional los videos de los conciertos sinfónicos (el primer recital de piano, por ahora no está ni en la televisión ni en la radio, quizá no se haya transmitido), con una calidad de sonido bastante buena. Iremos poniendo en los próximos días los enlaces a estos videos según los vayan publicando en la página del medio finlandés. La presentación, como es natural, está efectuada en finés.
  
◊ 31 de agosto 

 1ª parte
   - Tapiola opus 112, poema sinfónico
   - "Luonnotar" opus 70, poema sinfónico para soprano y orquesta [con sonido defectuoso en los primeros minutos]


 2ª parte 
   - Lemminkäinen opus 22, cuatro leyendas para orquesta 
   - [propina:] Karelia, suite opus 11: III. Alla marcia

Anu Kosmi, soprano
Filarmónica de Helsinki
Leif Segerstam


◊ 1 de septiembre

 1ª parte 
   - La ninfa del bosque opus 15, poema sinfónico
   - Tercera Sinfonía opus 52


 2ª parte   
   - Cuarta Sinfonía opus 63
   - [propina:] El retrato de la condesa JS.88, melodrama para cuerda

Orquesta Sinfónica de Lahti
Osmo Vänskä 


◊ 2 de septiembre

1ª parte 
- Una saga opus 9, poema sinfónico

2ª parte 
- "Kullervo" opus 7, sinfonía para soprano, barítono, coro masculino y orquesta

Johanna Rusanen, soprano
Waltteri Torikka, barítono
Coro de la Universidad Politécnica
Orquesta Sinfónica de la BBC
Sakari Oramo 


http://areena.yle.fi/1-3003712


◊ 3 de septiembre 


1ª parte 
   - Concierto para Violín y Orquesta opus 47
   - [propina:] (Obra para violín solo de Béla Bartók)

2ª parte 
   - Segunda Sinfonía opus 43
   - [propina:] Valse triste opus 44 nº1


Sergei Malov, violín
Orquesta Sinfónica de la BBC
Okko Kamu


http://areena.yle.fi/1-3005680


◊ 4 de septiembre 

1ª parte 
   - Primera Sinfonía opus 39

2ª parte 
   - El bardo opus 64, poema sinfónico
   - Quinta Sinfonía opus 82

   - [propina:] Escena con grullas opus 44 nº2
 
Orquesta Sinfónica de Lahti
Jukka-Pekka Saraste 


http://areena.yle.fi/1-3008000

 
◊ 5 de septiembre

   - Las oceánidas opus 73, poema sinfónico
   - La hija de Pohjola opus 49, poema sinfónico
   - Sexta Sinfonía opus 104
   - Séptima Sinfonía opus 105

Orquesta Sinfónica de Lahti
Okko Kamu             



La familia de Jean y Aino Sibelius

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En el día que conmemoramos el 58º aniversario de la muerte de Jean Sibelius, y como especial epílogo a la biografía del músico, dedicamos el presente post a la familia directa de Jean Sibelius y su mujer Aino, resaltando aquellos aspectos de sus respectivas vidas que se apartan de la trayectoria personal del insigne compositor.

Tres fueron los hijos de Christian Gustaf Sibelius (1821-1868) y Maria Charlotta (1841-1897), nacida Borg. Johan (más tarde Jean) fue el segundo de ellos.


Los padres de Jean Sibelius

La mayor de los tres fue Linda Sibelius (1863-1932), que compartió con sus hermanos la afición musical, siendo la intérprete de piano del trío familiar. Ya desde joven pareció dar muestras de inestabilidad mental, y permaneció soltera. Finalmente, en 1906, ingresó en una institución psiquiátrica, situación en la que, excepto por algún breve periodo, vivirá hasta sus últimos días.

Linda Sibelius, fotografía de finales de la década de 1880

El menor, Christian Sibelius (1869-1922), nació póstumamente a la muerte de su padre. Curiosamente (o quizá por ello) escogió la misma profesión, la de médico. En dicha actividad además llegó a ser un profesional muy reconocido - especializado en neurología y psiquiatría -, encontrándose entre los fundadores de la Asociación Finlandesa de Psiquiatría en 1913. Se casó con Kaino Ihnnelma Swan (1878-1970), con la que tuvo cuatro hijos, Kaarina Marjatta, Jussi, Rita y Harry Christian. Fue el violoncello del trío familiar en su infancia y juventud, y en un opinión de su hermano con un excelente nivel, como demuestran las composiciones de Jean que esperaba tocar con él. Ambos hermanos se guardaron siempre un gran amor y respeto mutuo.


Christian Sibelius, fotografía de finales de la década de 1880

Aino Sibelius (1871-1969) era hija del alto mando militar August Aleksander Järnefelt y de Elisabet, Clodt von Jürgensburg de soltera, ambos de familia aristocrática. Era una de los nueve hijos de la pareja, entre los cuales se encontraron además tres importantes artistas de la época, el dramaturgo Arvid Järnefelt (1861-1932), el compositor y director de orquesta Armas Järnefelt (1869-1958) y el destacadísimo pintor Eero Järnefelt (1863-1937).

La joven Aino tuvo muchos pretendientes, entre ellos el célebre escritor Juhani Aho. Jean Sibelius declaró su amor a Aino durante la época de sus estudios en Helsinki, pero no sería hasta su vuelta de sus estancias en Berlín y Viena cuando se planteó el matrimonio a los padres de ella, con el éxito de su "Kullervo" opus 7 bajo el brazo. Es muy posible que durante su estancia el extranjero el músico tuviera más de un flirteo, al tiempo que mantenía una apasionada correspondencia con Aino, pero tras su matrimonio en junio de 1892 no se conoce (ni se sospecha) infidelidad alguna.

Se procesaron un gran amor toda su vida, pero lo cierto es que llegaron a tener problemas de convivencia en ocasiones muy grandes, provocados principalmente por las excursiones y hábitos alcohólicos del compositor. Para huir de esos hábitos se construyó la villa que lleva su nombre, Ainola, aunque los problemas continuaron también los primeros años. Esta época supuso un gran estrés para ella, llegando a ingresar varios meses por esta causa en el Sanatorio Hyvinkää. Tras la operación de garganta de 1908, que obliga al músico a dejar alcohol y tabaco, Aino vive "los años más felices" según su propio testimonio. El conflicto vuelve a mediados de los años 20, en los que el compositor llega a anotar en su diario incluso la posibilidad de un divorcio.

No obstante las aguas se calmaron, y Aino permaneció junto al compositor discreta pero firmemente el resto de su vida, con un apoyo sin fisuras. Cuando sus hijas se casaron y mudaron, en la década de 1930, la pareja los visitaba con frecuencia, y llegó a alquilar un apartamento en Helsinki, donde residían la mayor parte de ellas, en 1939. Tras la muerte de Jean, Aino disfrutó de una longevidad incluso mayor. Siguió residiendo en Ainola, mientras ayudaba a ordenar los papeles y cartas del autor, y relataba a los biógrafos sus nutridos recuerdos. Murió poco antes de cumplir los 98, y está enterrada en el jardín de la casa, en el mismo nicho que su marido. Tres años después, las hijas del matrimonio decidieron vender al estado finlandés Ainola, que fue finalmente abierta como museo.


 
Aino Sibelius en un imagen de 1922

Jean y Aino Sibelius tuvieron seis hijas, aunque una de ellas, la pequeña Kirsti (1898-1900), la tercera del matrimonio, murió con tan solo dos años. El resto se casó, por lo que ninguno de los descendientes directos del compositor mantiene su apellido (aunque, sobra decirlo, todos conocen su ascendencia). A todas ellas el propio compositor les enseñó música desde su propio piano, pero ninguna de ella continuó plenamente la tradición. Sólo a su yerno Jussi Jalas además de hijo político se le podría considerar, salvando las distancias, su heredero musical, al menos en lo interpretativo.


La larga vida del músico le permitió conocer a todos sus nietos (un total de 16).



Las hijas de Jean y Aino, en una fotografía de los años 40. 
De izquierda a derecha: Katarina Ilves, Eva Paloheimo, Heidi Blomstedt, Ruth Snellman y Margareta Jalas 

La mayor, Eva (1893-1978), se casó con el empresario Arvi Paloheimo. Eva recordó su infancia como una época feliz. En su adolescencia estudiaba en Helsinki pero pasaba en Ainola fines de semana y vacaciones, momentos de gran liberalidad. Se casó joven, con 20 años, y se encontró con la revolución rusa cuando residía por los negocios de su marido en Petrogrado, hasta que finalmente volvieron a Helsinki. Tuvo tres hijos: Marjatta, Martti y Janne. 

Eva Paloheimo con su padre (¿c.1940?)

Ruth (1894-1976) se casó con el actor teatral Jussi Snellman. Ya en su infancia mostró interés por el terreno artístico, compartiendo muchas actividades con sus vecinos del lago Tuusula, también hijos de artistas. Sin acabar sus estudios de secundaria su padre le permitió ingresar en la escuela de teatro, haciendo su debut en el Teatro Nacional en 1913. En el mundo teatral conoció a su marido, 18 años mayor que ella. Tanto Eva como ella eran asiduas en las visitas a Ainola. T
uvo dos hijos: Erkki y Laura.


Ruth Snellman, imagen de 1964

Katarina (1903-1984) se casó con abogado Eero Ilves. Era la más alegre y viva de las hijas, y sus hermanas consideraron que fue la más cercana y amada de su padre. No en vano intentó seguir sus pasos y dedicarse 
a una carrera musical profesional, incluyendo la composición. Su buena predisposición para el piano le llevó a estudiar con tal fin en Stuttgart. Pero no siguió con ese propósito tras su matrimonio. Su marido mantuvo una gran relación con el compositor, no sólo en personal: se convirtió en el asesor financiero de sus últimos años. Cuando Ainola abrió como museo en 1974, ella se convirtió en una de las guías. Tuvo dos hijos: Merike y Jan.


Karatina Ilves, fotografía en la época de la II Guerra Mundial

Margareta (1908-1985) se casó con director de orquesta Jussi Blomstedt (1908-1985), que cambió su apellido por el finés Jalas. Fue la primera hija ya nacida en Järvenpää, y empezó a ir a la escuela cuando sus hermanas mayores estudiaban en la capital, lo que la supuso a ella y a Heidi un ambiente familiar distinto. Aunque, como sus hermanas, estudió piano, finalmente se decidió por el violín, tocando el instrumento de su padre - que es probable que sea un Jacob Stainer -, que yacía bastante olvidado en su casa. Jussi y ella se enamoraron a los 15 años, aunque esperaron hasta 1929 para casarse. Mientras, Margareta había proseguido con sus estudios, hasta graduarse en Artes, siendo de hecho la única de las hijas de Sibelius en obtener un título universitario. Ella acompañó a su marido en su carrera musical, y llegó a ser empleada del Conservatorio, 
ya llamado por aquel entonces Academia Sibelius. Tuvo cinco hijos: Risto, Pauli, Tapio, Satu y Porra. 


Margareta Jalas, imagen también de los años de la II Guerra Mundial

Satu Jalas (n. 1943), nieta del compositor, es de entre sus descendientes quien ha desarrollado una carrera musical más prominente. Hija de Margareta y Jussi Jalas, empezó su carrera en el Academia que lleva el nombre su abuelo, trasladándose más tarde a la Academia Santa Cecilia de Roma y a Bélgica, donde tuvo como maestro a Arthur Grumiaux. Vive habitualmente en Italia, siendo profesora en el Arrigo Boito de Parma, y ha dado recitales con el violín de su abuelo por toda Europa.




Satu Jalas, junto a un monumento dedicado a su abuelo materno

La más pequeña, Heidi (1911-1982), se casó con el arquitecto Aulis Blomstedt. Estudió diseño en la Escuela-Ateneo de Arte. Conoció a su marido en la boda de su hermana, pues era hermano de Jussi Jalas. Se casaron en 1932. Heidi siguió con sus inquietudes, convirtiéndose en una ceramista de prestigio, no sólo a nivel artístico, sino también participando en desarrollos industriales de sus diseños de piezas de cerámica y vidrio, en fábricas de Suecia y Finlandia. T
uvo cuatro hijos: Juhana, Petri, Anssi y Severi.


Heidi Blomstedt trabajando en una de sus cerámicas

La familia Sibelius es numerosa, y sigue siendo ocupando una parte importante en la vida cultural del país nórdico. Pero, por supuesto, es su música la que mejor nos sigue hablando día a día de la grandeza del compositor, su mayor legado vivo.

 ****

Para el presente post hemos contado principalmente con datos de la página sibelius.fi.

Los preludios del estilo sibeliano. El Trío con piano "Korpo" (1887)

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¿Cuándo comienza un autor a hablar por sí mismo? ¿En qué momento exacto un artista se distingue de los demás? ¿Qué hay de Shakespeare en las obras anteriores a "Ricardo III"? ¿Qué rasgos goyescos encontramos en el Goya anterior a la época de los tapices? ¿Existe trazos de lo que será Wagner antes de "Las hadas"

Ciertamente para los expertos en las distintas evoluciones de un autor artístico o literario constituye todo un problema definir un punto de inflexión en su creación, una obra que manifieste ya los rasgos estilísticos que se definan como propios de ese autor, en los cuales situar la frontera entre sus obras y la de sus antecesores, sus maestros y otros autores contemporáneos. Esa primera obra propia, que nos anuncie la dirección que se va a tomar, que nos recuerden momentos futuros , que aún tendrían que producirse...

El asunto puede ser aún más complicado curiosamente si disponemos de una buena colección de los primeros pasos de autor. En el caso de Jean Sibelius, a pesar de su perfeccionismo, de la distancia que él mismo puso respectos a sus obras de juventud, de los manuscritos que se destruirían en su momento o por el paso del tiempo, han sido relativamente bastantes las obras anteriores a "Kullervo" que se han conservado, al menos de su época de estudios - más que de los primeros intentos compositivos de niñez -. La inmensa mayoría de esos manuscritos fue guardada, como decimos con grandes reparos, por el propio compositor. Tantos reparos que incluso tras la muerte del genio nórdico, su familia quiso mantenerlos en secreto, hasta que finalmente, tras cumplirse 25 años, en 1982, una ingente cantidad de hojas pautadas fue legada a la Biblioteca de la Universidad de Helsinki (cuyas signaturas "HUL" es ya bien conocida entre los estudiosos y aficionados sibelianos). Aunque esa colección de manuscritos incluía muchos bocetos y pequeñas obras de diferentes épocas, incluso del "silencio de Ainola" (menos silencioso a partir de ese momento), la mayor parte consiste de hecho en obras, completas o inacabadas, de su época de estudiante. 

Ese parte los manuscritos de la HUL abarca los ejercicios efectuados para las clases de Martin Wegelius, pero también obras escritas por iniciativa propia, principalmente para ser tocadas por él mismo (en un momento en que soñaba más en ser violista que compositor), con amigos y familiares; amén de numerosos "souvenirs", regalos en forma de composición musical efectuados también entre su círculo íntimo, lo que comprendería jóvenes a las que buscaba complacer de esa manera. 

 Fragmento del manuscrito del Trío "Korpo"JS.209, contenido en HUL 0532–0534

La cantidad de música con la que podemos contar para hacer una buena perspectiva de la evolución creativa del músico (teniendo en cuenta también la dificultad de fecharlas) es más que suficiente. Además, el sello sueco BIS (en la "Sibelius Edition") se ha ocupado de grabar dichas obras, hasta pequeños fragmentos, bajo el estudio de Folke Gräsbeck, que ha procurado además el presentar muchas de ellas de una manera adecuada para el melómano, completando compases cuando haya sido necesario (trabajo también efectuado por el compositor Juhani Aho en algunos casos). También Breitkopf & Härtel está editando la opera omnia de las partituras del autor (el proyecto JSW).


Cómo aprender a componer

Sin ser un niño prodigio, sin duda Jean Sibelius poseyó un talento innato, que encontró además un cauce adecuado en un ambiente lleno de música. Su madre, Maria, y sobre todo su tía Evelina tocaban el piano con cierta soltura. Y su Hämeenlinna natal era una localidad muy pequeña en la época (poco más de 3000 habitantes, frente a los casi 70.000 actuales), pero que gozaba sin embargo de un alto interés por la música, con muchos aficionados, y eventuales visitas de grandes solistas, incluyendo figuras de la talla de la pianista Sophie Menter, una alumna de Liszt, cuyo recital causaría una honda impresión al joven Janne.

En ese ambiente cuentan sus biógrafos que nuestro compositor, a los cinco años, dio sus primeros pasos extrayendo sonidos del piano familiar, tanteando el teclado para intentar reproducir la música que oía a su alrededor, e incluso inventar sus propias melodías. Tras comprobar que su talento era serio, la tía Evelina procuró darle forma, instruyéndole con clases regulares de piano, que continuarían a los 15 en el violín con el profesor  local Gustaf Leander. Pero la enseñanza más académica le resultaba poco estimulante: él prefería siempre improvisar y hacer las cosas a su manera. En 1882 su tía le regaló un sesudo libro de teoría musical, que encauzaba de nuevo la desbordante imaginación del músico adolescente pero al tiempo le inducía a seguir sus propias intuiciones.

En primavera de 1885 ya ha compuesto obras de cierta entidad (piezas para violín y piano sobre todo, pero también diversas obras de cámara, y para piano solo), como su Cuarteto de cuerda en Mi bemol MayorJS.184, que le consagran como un compositor en ciernes. Un compositor en gran medida autodidacta, pero con siempre apoyado en bases sólidas de una enseñanza regular.

Sí que hay apuntar sin embargo que el ambiente musical en el que Sibelius aprende a componer es muy conservador, y en general no va más allá del clasicismo vienés de 1800, de Schubert, o de los románticos más clásicos como Mendelssohn. Sus composiciones para violín tiene el sabor elegante y sensible pero un tanto salonístico del Vieuxtemps y otros románticos de repertorio. El citado Cuarteto respira mucho de los cuartetos de Haydn, que tocaba y conocía bien. Sin embargo, ya en estos primeros ensayos se muestra extrañamente singular. No es original, pues deja ver sus influencias con mediana claridad, pero las integra en un conjunto propio y distinto a ellas, aséptico, sin mucha personalidad pero desde luego sin ser demasiado parecido a sus "maestros". En esto Sibelius se distingue de otros grandes compositores, que comienzan imitando y siguiendo a otros de manera mucho más visible. El primer Beethoven puede sonar mucho a Haydn o a Mozart, entre otros, el primer Wagner a Weber, el primer Brahms a Schumann, el primer Strauss a Brahms... ¿pero el primer Sibelius? No, no suena al futuro Sibelius. Hay toques de los clásicos, de Schubert, de Vieuxtemps... pero al tiempo estas obras no pueden ser de ninguno de ellos.


Estamos pues ante un compositor ya, sin madurar, cuando marcha a Helsinki. En la capital finlandesa, tras dudas sobre su vocación profesional, decide consagrarse en exclusiva a la Academia de Música, el conservatorio recién fundado por Martin Wegelius (y actual Sibelius Akatemia). A su maestro le ocultará el nivel al que había llegado sus primeras creaciones, y se somete, como si fuese completamente virgen en esta materia, a sus enseñanzas que comienzan con lo más básico. 

   ***

Llama la atención cómo esta secuencia de improvisación-formalización con la que ha nacido el contacto musical de Sibelius es en realidad un paradigma de su propia evolución, de su propia manera de componer y hasta de su propia música. Incluso en sus últimos años, el proceso de composición comenzará siempre con el músico improvisando y apuntando ideas que muchas veces no cuajaban, escogiendo las que veía con más posibilidades, y desarrollándolas. Muchas veces su música cobraba vida propia, y le llevaba a lugares imprevistos. Incluso unas concepciones determinadas se acaban transformando en otras con gran facilidad. Su música internamente también tendía a funcionar así: un motivo germinal, que fluye hacia otros y evoluciona, se desintegra o se reintegra en otros. Todo bajo una voluntad que intentaba domeñarse de la música, sin forzarla. 

En su época de Viena, en una carta, sueña con un arte ideal que uniera música y escultura. Puede sonar muy extraño, pero justo este pensamiento traza la exacta descripción del proceso creativo de Sibelius: como un escultor, primero se enfrenta a una materia prima en bruto, a la que debe dar fuertes golpes de martillos para encontrar una forma. Esos toques de martillo poco a poco se van convirtiendo en finos toques de cincel y buril, hasta la precisión del más fino detalle. Y como el escultor, puede intuir una figura en el torso, pero a veces es poderoso e indómito de por sí, y la forma potencial que contiene en realidad está lejos de lo que entreveía en principio el escultor. Tal vez quisiera tallar una Venus, pero las fuerzas internas que contienen le llevan a finalizar un Apolo... Un resultado en cualquier caso lleno de vida y de presencia, una obra surgida de sí misma, en la que el escultor-músico ha servido de Fidias.

   ***

Wegelius supone un gran aliciente para el músico. Al tiempo que le impone una enseñanza basada en los tradicionales valores de la melodía, la armonía y el contrapunto, le hace ir mucho más allá, impeliéndole hacia términos estéticos más modernos, provenientes de su amor por la música de Liszt y, ante todo, Wagner (el viejo músico fue el fundador de la Sociedad Wagner local). Esto hace que su maestro, sin imponer pero desde luego con intención, quiera dirigir al Sibelius hacia una dirección, con la que gradualmente este último se manifestará poco conforme, hasta llegar al rechazo años más tarde.

Martin Wegelius (1846-1906) en la década de 1890. Fotografía de Nyblin Daniel

Tanto por no querer mostrarse como el compositor que ya era por timidez y modestia (o vergüenza de exponer su intimidad salvaje), como por no contrariar las preferencias de su maestro, Sibelius vivirá una auténtica "doble vida" musical (en palabras del propio músico), escribiendo por una parte los ejercicios y ensayos que le solicita Wegelius, y por otra las partituras de motu propio prácticamente "a escondidas". Y en su segunda vida paralela, sobre todo en el descanso del verano - que en realidad pasará tocando y componiendo sin parar -, será donde el futuro genio nórdico disfrute de toda la libertad para resolver sus inquietudes personales, experimentar sus propios gustos y trazar sus propios caminos.

A lo largo de toda su carrera nuestro autor se mostrará siempre individualista y poco dado a hablar de la influencia de otros en su música. Sólo hará referencias a Chaikovsky (aunque esta se haya exagerado, sobre todo malintencionadamente) pero es a Beethoven (cuyas sinfonías, últimas sonatas y últimos cuartetos amará por encima de todas las cosas, aunque deberá esperar a Berlín para conocerlas).

Los veranos de los años de conservatorio, que recordará toda su vida como algunos de los mejores momentos de su vida, los pasará en compañía de su familia en diferentes localidades de la costa finlandesa, alquilando vivienda  o en casa de conocidos. Fueron los veranos de 1886 en Hafträsk,  en 1887 en Korpo, y en 1888 y 1889 en Lovisa (Loviisa en la actualidad). Durante ellos, en compañía de su familia y amigos, organizarán continuas veladas de música de cámara, en las que los clásicos se combinaban con las primerizas partituras del joven Sibelius, que tocará el violín también. Durante cada uno de los tres primeros veranos un gran trío para piano, violín y cello será el trabajo estrella de la "temporada", tríos que serán conocidos en la bibliografía con el nombre de la localidad en que nacieron (en el verano de 1889 el trío se dejará inconcluso, a cambio, compondrá la Sonata para violín JS.178, obra fundamental).

Para el verano de Korpo la familia alquiló una cabaña junto a la casa solariega de la familia Wilenius, unos amigos. El doctor Fredik Wilenius tocaba el piano (lo que llenaría el espacio dejado por Linda Sibelius, que no pasaría el verano entero en la localidad). Su sobrina, Ruth Ringbom, de 16 años de edad, tocaba, como Janne, el violín. La joven y Christian Sibelius además compartieron un pequeño romance esos días.

Vista de Korpo. Fotografía de Joanna Deri 
 
Ina Wilenius, la mujer del doctor, había anticipado el disfrute de los veraneantes en una gran colección de tríos con piano: la integral de los beethovenianos, además de las partituras de Schubert, junto con compositores menos conocidos como Karl Reissiger y Alexander Fesca. Aunque el repertorio seguía siendo más bien clásico (tanto Fesca como Reissiger, aunque más recientes, se mueven en una línea más tradicional), las obras de Beethoven y de Schubert permitieron a Sibelius un encuentro con ideas más modernas y estimulantes, lo cual se nota mucho en las nuevas creaciones de esos días. Años más tarde también el encuentro con las sinfonías y el último Beethoven será su de nuevo un enorme impulso para saltos de modernidad.

La señora Wilenius recordaría con los años el entusiasmo del músico por tocar esos tríos y componer nueva música para la formación, escrita por las noches con la ayuda de abundante café. Cada día entregaba a sus compañeros de velada nuevas particelas (lo que hace suponer que el gran trío del que hablaremos a continuación fue, al menos en primer lugar, tocado en partes).


Trío para violín, violoncello y piano en Re Mayor, JS.209 "Korpo": análisis

La principal obra surgida bajo este ambiente melómano fue el Trío en Re Mayor JS.209 "Korpo" (conservado en el manuscrito HUL 0532–0534), el mayor de los tres tríos veraniegos en cuanto a duración y quizá en importancia (aunque el Trío "Lovisa" JS.208, justo el más breve, haya conocido mayor difusión, quizá simplemente por el hecho de ser el primero de todos en rescatarse del olvido).

Este Trío es no sólo muy destacado por la calidad en sí de la música - uno de los mejores trabajos de la época de juventud de Sibelius (y que debería ser más interpretado en los próximos años)-, sino porque representa todo un punto de inflexión, ese momento justo (si es que podemos ser tan precisos) en el que el compositor empieza a mostrar su propia personalidad. Todavía no es una obra característicamente sibeliana (ese otra piedra angular se la reservamos a la Sonata para violín JS.178, ya referida). Pero ya anuncia lo que habrá de venir, verdadero preludio a toda la obra sibeliana, que contiene algunos de sus principales rasgos, de elementos que se encontrarán en el Sibelius maduro de manera característica. Una obra ambiciosa, casi orquestal incluso, por lo que esos proféticos rasgos nos anuncian también al compositor de sinfonías y poemas sinfónicos.

Mientras que el Trío del año anterior ("Hafträsk", JS.207) estaba estructurado en cuatro movimientos, el de Korpo lo estará en tres, un primer movimiento en el tradicional esquema de sonata; un amplio movimiento central, que combina partes lentas con otras rápidas bajo el título de "Fantasía"; y un tercer tiempo a la manera del rondó. Mientras que los movimientos extremos son más convencionales, el segundo plantea un verdadero desafío formal, tratándose de una sucesión de pasajes muy diferenciados, con pocas repeticiones internas, y con cuadros anímicos distintos. Andrew Barnett resuelve la estructura definiéndola como un cruce entre movimiento lento y scherzo, pero aquí nos decidiremos por hacer pleno caso al título del compositor, hablando de una "fantasía" completamente libre, quizá incluso con contenido programático, como veremos más adelante.


   I. Allegro moderato

La obra comienza con una breve introducción lenta, que se plantea como una secuencia de pregunta y respuesta entre piano y la cuerda. Más de una vez en este cuarteto hay planteamientos concertantes entre el teclado y los arcos, lo que deja entrever la cercanía con los tríos beethovenianos.

Desarrolla después el piano una rápida cadencia hacia el tema principal, surgido de esas mismas notas, con carácter muy rapsódico, basado en una figura rítmica, un grupetto. Esta figura hará las veces de "motivo germinal", un procedimiento que tan frecuentemente encontraremos en el Sibelius maduro, pero en el que aquí hallamos como proveniente ciertamente del mundo de Haydn y Beethoven (de hecho tiene cierto sabor al tema principal de la famosa Sonata "primavera" de este último).

La forma como adelantábamos es forma sonata, un poco libre: el tema quizá sea no muy adecuado para un desarrollo (apunta Barnett).

El tema femenino es abordado por el cello, y no dibuja más que un diseño de tres notas ascendentes, que se repite recorriendo diferentes grados, si bien se entona con pasión y cierto lirismo, lo cual consigue el necesario contraste. La misma secuencia armónica se repite después en acordes de la cuerda, rodeados de un acompañamiento de notas rápidas que ya tiene mucho de la característica aura sibeliana, mostrando aquí la filiación schubertiana de este rasgo sibeliano (pensemos en acompañamientos de canciones como "Gretchen am Spinnrade", "Suleika" o en el tema principal de la Sinfonía "inacabada".)

A continuación se repite la exposición, una elección formal que no se dará en el Sibelius maduro.

El desarrollo, muy libre, contiene un fugato, lo cual se corresponde al peso del conservatorio, pero también al interés propio por experimentar (Folke Gräsbeck, en sus notas al CD de BIS, traza paralelos con la fuga del BWV.859 de El clave bien temperado de Bach, obra desde luego estudiada en las clases de contrapunto de Helsinki).

La reexposición es general bastante literal, aunque contiene también expansiones y variaciones de texturas que tanto complacerán al genio nórdico en obras posteriores.


   II. Fantasia
Andante - Adagio - Molto adagio - Andantino - Moderato - Andantino

Este movimiento constituye uno de los más singulares, fascinantes, de toda la producción juvenil de nuestro autor. No por los aspectos puramente formales solamente, sino sobre todo por su inspiración desbordante y su imaginativa creatividad, casi impropia de un compositor en periodo de estudios...

Formalmente, como apuntamos antes, se trata de una sucesión de episodios
(siguiendo a Gräsbeck): ABA'CDEFE'G. Cada uno de esos episodios tiene un color diferente, una atmósfera única, enormemente sugerente. No es muy aventurado pensar que pudiera tener un programa literario detrás. Incluso en una carta a su tío Pehr, el joven Janne dice: "cuando mi gran trío sea finalmente interpretado, tendrá lugar con tableaux, porque de otro modo no puede ser entendido". 

Dos años antes había escrito una "ópera" titulada "Ljunga Wirginia", con un libreto de Walter von Konow, aunque la partitura que conservamos (incompleta en cualquier caso) está escrita para un conjunto instrumental, lo que da cuenta más bien de una pantomima camerística. En alguno de los souvenirs de esas épocas también puede haber elementos descriptivos, y en 1889 escribirá una Suite para piano, "Florestán" (JS.82), con un programa explícito (aunque no totalmente descriptivo).

Por lo tanto no sería de extrañar que este movimiento tenga una inspiración literaria, ya sea una especie de melodrama con representación o un poema sinfónico. Aunque más posiblemente, dado el título en sí, se trate de un programa muy abstracto, de manera análoga a como definirá años después Una saga opus 9: no como una pieza que intente describir una situación determinada, que narre una historia, sino "un estado de la mente".


ndonos a la música en sí, la fantasía comienza en modo menor, sol. Tras una introducción de notas largas y atmosféricas llega un pasaje feérico (preludiando texturas de todo el movimiento) del piano que da paso al tema inicial (A), Andante en el citado sol menor, de una fantasía schubertiana, pero con toques ya nórdicos (opina Barnett), lírico y melancólico. La melodía está apuntalada constantemente con auras ya auténticamente sibelianas, que no sólo crean el contorno mágico de la melodía, sino que en ocasiones cobran vida propia y separada del tema, como bien se corresponde con el concepto. Como decíamos anteriormente este tipo de textura y procedimiento puede estar inspirada en Schubert, pero ya, con su aporte atmosférico (y antes de llegar a escuchar directamente la música de Wagner, que en ocasiones crea contornos similares) es plenamente Sibelius.

Un segundo tema en Si bemol Mayor (B) apuntaría, según la propuesta de Barnett, al scherzo, con patrones sincopados y melodías con tresillos. También parece muy sibeliano en este aspecto rítmico, aunque en lo melódico resulta menos singular. 

Retorna entonces el primer tema al violoncello, rodeado de las auras del resto, incluyendo el pizzicato del violín, para pasar después a un solemne "tutti" que avanza al autor de "Kullervo".

Con una cuidada y sutil transición pasamos a un nuevo tema (D), de corte hímnico, Adagio, en Mi bemol Mayor. No se trata de un coral al estilo bruckneriano (que todavía no conocía), quizá fuera una reminiscencia de un canto de iglesia luterano. Aunque más bien nos parece ver una melodía solemne de ecos beethovenianos, incluyendo una singular suspensión del movimiento. 

Una nueva transición ahora, al contrario que la anterior, teatral y mucho más rapsódica, prácticamente improvisada, nos devuelve a un tono menor (mi), y con un tempo más acelerado, Andantino, nos lleva a un pasaje (F) con el violín en registro muy agudo, una auténtica "canción de pájaro" (Gräsbeck), que contiene rasgos del Sibelius más fantasioso y singular.
La "canción de pájaro" en el manuscrito del autor.

Una última nueva sección (G), en modo mayor (Si, Moderato), rememora la atmósfera hímnica, aunque manera menos mística, hasta que interrumpe de manera frenética la "canción de pájaro", primero en el cello, muy virtuoso, para ser retomada de nuevo por el piano. 

Finalmente una transición con "campanas" y armónicos de la cuerda, pasaje de nuevo extravagante y del Sibelius más aventurado, casi experimental, nos llevará sin solución de continuidad al tempo final. Pasajes como estos al parecer causaron cierto estupor a Ina Wilenius.


   III. Finale. Vivace 

Este rondó irrumpe con un primer tema basado en síncopas y tresillos, con carácter algo popular y de una ligereza sorprendente pero muy pensada. El tema en sí es muy extravagante, imaginativo, pero poco relacionado en principio con lo que vino antes.

Un segundo tema, más elegante y en modo menor, aporta un repentino pesar, un toque de melancolía de nuevo nórdico, pero al tiempo no ajeno a un afectado mundo salonístico. Un tercer tema completa el material principal: se trata de una melodía vitalizada por acompañamiento, con una escala que por momentos rememora la "canción de pájaro" del movimiento central. A partir de entonces los tres temas se suceden entre sí sin plantear más discurso que su contraste, efectivo por los temas mismos pero sin que la construcción ayude a lograr objetivos más profundos. El final de la pieza deviene en un curioso desfile de los temas de forma callada e ingrávida, hasta llegar a la coda de manera más rotunda y afirmativa.




Discografía


La primera y hasta ahora única grabación completa de la pieza corresponde al proyecto Sibelius de BIS, y estuvo manos del citado Folke Gräsbeck - que además de un excelente pianista es un estudioso especializado en la música temprana de su compatriota - acompañado por los habituales solistas de la Sinfónica de Lahti, Jaakko Kuusisto al violín y Marko Ylönen al cello, responsables todos ellos del excelente grupo de grabaciones para el sello sueco.




Jaakko Kuusisto, violín
Marko Ylönen, cello
Folke Gräsbeck, piano 
BIS (2002, ed. 2004)
[También en el volumen II de la Sibelius Edition]




La interpretación es realmente buena, llena de vigor y de un exquisito refinamiento, muy entusiasta y bella. De momento no tiene rival, aunque tenemos conocimiento de un disco por parte del Backman Trio para el sello local Fuga, pero sólo del segundo movimiento, junto a otros fragmentos sibelianos y de otros autores. De momento no podemos dar opinión del mismo.

La grabación está disponible en el siguiente video de youtube:

Mi nombre es Sibelius, Jean Sibelius

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Aunque en la Finlandia actual el nombre de Jean Sibelius sea tan familiar como para los hispanohablantes el nombre de Miguel de Cervantes, curiosamente no es, en realidad, un nombre típicamente finés. Para ser más precisos el nombre es la forma francesa, no la finesa (que sería Juhani) del nombre bíblico, y el apellido una latinización típica de los nombres suecos... Recordemos que el músico tiene su origen en la minoría suecoparlante de Finlandia, la población que se asentó en el país durante los muchos siglos en los que formó parte de la corona de Suecia.

De hecho para el hablante finés la sonoridad de "Jean Sibelius" es bastante ajena, sobre todo el nombre de pila "Jean", completamente extraño a la fonética del idioma fino-ugrio. Por ello, salvo por distinción culta, muchos finlandeses lo pronuncian "a la finesa", sonando aproximadamente como "yan" en castellano. La letra "b" del apellido tampoco es propia de la fonética finesa, aunque no por ello se suele pronunciar incorrectamente por los finoparlantes (sobra decir que los suecoparlantes nunca), aunque sí que se puede oír alguna vez que ese sonido se hace algo más duro en su lengua, de modo que la bilabial suena como a mitad de camino entre "Sipelius" y "Sibelius".

Descifrar este galimatías lingüístico poca trascendencia tiene de por sí para profundizar en la biografía o el arte de nuestro músico, pero el trasfondo que contiene la resolución sí nos da buena cuenta del entorno de lenguas e identidades en el que se movió el compositor.


Johan, Janne, Jean

Casi un mes después del nacimiento de su segundo vástago, Christian Sibelius escribió a su hermano Pehr "ven y da la bienvenida a nuestro hijo. Su nombre es Johan Christian Julius. Nosotros lo llamamos Janne en recuerdo de nuestro hermano". En 1864 el capitán Johan Sibelius había muerto al parecer en La Habana de fiebre amarilla, y en su memoria su padre le puso al futuro genio tal nombre. El suyo propio se convertiría en el segundo, aunque sería el hijo póstumo del doctor Sibelius quien recordaría al propio padre, cuya familia desde luego sufrió varias muertes tempranas. En cuanto al tercero, Julius, no se puede adscribir a un familiar directo, salvo quizá a su abuela materna, Katarina Juliana. En cualquier caso el compositor sólo usaría el primero de ellos.

"Janne", es la forma familiar del nombre sueco "Johan" como del finés "Juhanni" (curiosamente en Noruega, Dinamarca y Estonia el mismo diminutivo lo es de la forma femenina, no de la masculina). Como "Janne" se le conoció en todo su entorno hasta la vida adulta, y cuando el músico fundó su propia familia, se le conocería en ese ámbito privado también "Janne", hasta el fin de sus días.

Cuando el protagonista de nuestro blog marchó a Helsinki para iniciar sus estudios superiores, sus compañeros le dieron el apelativo de "Sibbe", lo cual como veremos más adelante no está exento de una extraña clarividencia. Pero es entonces, en el invierno de 1885-1886, cuando comienza a emplear el definitivo nombre "Jean", según encontramos por primera vez en una carta de recomendación de su maestro Martin Wegelius y en una crítica a una de sus primeras apariciones públicas como violinista.

Comúnmente se admite que el cambio procede de una cuestión práctica: el músico tenía a mano un gran número de tarjetas grabadas por su tío, el marino Johan Sibelius, que utilizaba una forma "internacional" del apelativo por sus grandes viajes a través de los océanos.

Un ejemplar de las tarjeta de visita del capitán Jean Sibelius reutilizadas por su ilustre sobrino

Aparte de la razón prosaica puede haber otra más artística. En la Finlandia musical la lengua predominante era el alemán, no sólo porque buena parte de los músicos profesionales del país procedían de allá - Kajanus utilizaba en parte el alemán en los ensayos de su orquesta -, sino también por la influencia de la propia escuela alemana entre la nueva generación autóctona de compositores (el mismísimo "padre de la música finlandesa", Fredrik Pacius (1808-1891), había nacido en Hamburgo). Sin embargo en el siglo XIX aún el francés era la lengua del arte europeo, incluyendo la música. Y lo que es más, para el joven Sibelius, un aspirante a virtuoso del violín, era el idioma de la escuela de virtuosos francesa, incluyendo Pierre Rode, Charles-Auguste de Bériot y Henri Vieuxtemps (estos dos últimos en sentido estricto belgas), músicos a los que estudió y admiró en esos días. "Jean" por tanto era el "nombre artístico" (según su propia definición) perfecto para un violinista. De esta manera actuó de forma muy semejante a la de un siglo antes el compositor bohemio germano-parlante Anton Rösler, cuando tornó su nombre hacia el prestigioso italiano del momento, y convirtiéndose así en "Antonio Rosetti", nombre bajo el cual se le recuerda.

En todo caso, aun cuando los sueños de virtuoso se disolvieron para dar origen a las grandezas del compositor, mantuvo el nombre el resto de su vida, tanto en su propia nación como en el extranjero, donde su fama fue acompañada siempre por la forma francesa de su nombre de pila.


De Sibbe a Sibelius: la genealogía de la familia

El apellido Sibelius tiene una historia algo más complicada. Pero también en torno a nombres cambiados: el bisabuelo del compositor fue bautizado como Matts Mårtensson (1721-1782), un descendiente de campesinos cuyos orígenes se remontarían por lo menos al siglo XVI. Nació en Artjärvi, localidad finoparlante de la zona de Uusimaa, región del sur del país tradicionalmente suecoparlante. Mårtensson emigró a la parroquia de Lapinjärvi, y se casó Anna Andersdotter, de la hacienda Sibbe ("Sippe" según algunas fuentes). Tanto "Mårtensson" como "Andersdotter" no son nombres familiares, sino patronímicos suecos ("hijo de Mårten" e "hija de Ander", respectivamente). Como en todos los países de tradición nórdica no estaba extendido en Finlandia aún el uso moderno apellido (costumbre aún mantenida en Islandia).  Aún a finales del siglo XIX entre el campesinado el patronímico era lo más corriente, tanto en finoparlantes como entre suecoparlantes. Los apellidos empezaron a ser tomados principalmente de las haciendas donde trabajaban o de la parroquia donde residían.

Matts Mårtensson acabó heredando parte de la hacienda Sippe, en la que nació ya el abuelo del compositor, Johan, su segundo hijo, que a la sazón recibiría el nombre de Johan Mattsson. Johan emigró a Lovisa (con la denominación finesa de Loviisa en la actualidad), donde se convirtió con sólo 10 años en asistente de un comerciante local Pehr Unonius, y con el tiempo su contable. En un ambiente menos rural, y quizá siguiendo la denominación el de su patrón, de segura ascendencia sueca, transformó el nombre de su Sibbe natal en un nuevo nombre para la familia: Sibelius. Johan Sibelius (1759-1820) fue pues el primero de su apellido, apellido que creó él mismo. 

La terminación "-lius" o "-ius" era en origen un toque de distinción entre los eclesiásticos suecos del comienzo de la era de la reforma, y se inspiraba en la palabra latina "filius", que convertía así la característica desinencia del patronímico "-son" ("hijo"), aunque normalmente no se refiriera a un ascendente. Por ejemplo, el padre del conocido naturalista Carl Linnaeus, que fue pastor luterano, creó el apellido a partir del gran tilo, "lind" en sueco, de su hacienda. Con el tiempo, la terminación salió el ámbito religioso, y se convirtió en símbolo de una clase culta y de alto estatus. 

Tal vez tal cambio etimológico lograra su objetivo, puesto que Johan Sibelius dejó atrás sus orígenes campesinos y se convirtió en un próspero burgués, llegando a ser elegido concejal en la localidad. Que su hijo Christian, el padre del compositor, pudiera estudiar medicina también era síntoma de una buena posición, aunque no la mantuviera en los años que precedieron a su prematura muerte, por sus gastos excesivos y deudas que tuvo que heredar su viuda.

En la propia Finlandia, aun ya formando parte del Imperio Ruso, no fue nada raro entre los suecoparlantes que empezaron a tomar nombres familiares el latinizarlos de esta manera, sugiriendo así una ascendencia de mayor estatus al real, como fue el caso del abuelo del compositor. No era tampoco extraño que, hasta que los periodistas indagaron más allá de los recuerdos familiares, el propio compositor creyera que sus propia genealogía era de gran porte, incluso remontándose a la nobleza o la caballería sueca que conquistó a las tribus finlandesas.


En el 50 aniversario del músico, el genealogista Otto Andersson publicó un estudio en "Tinding för Musik", en la que por primera vez se hablaba Matts Mårtensson, señalando los orígenes netamente suecos del compositor, remontándolos en efecto a la metrópoli. Por el lado de la madre del músico, Maria Borg, había mayor etnicidad finesa, pero Andersson se centró más en la genealogía paterna (lo cual revela visiblemente un sesgo pro-sueco). El genio nórdico previó que se seguiría hurgando en su árbol familiar, sobre todo la facción más pro-finesa de la sociedad, hecho que desde luego le disgustaba en grado sumo.

Y en efecto, unas semanas después Granit-Ilmoniemi, con el apoyo del suegro de su hija Eva, K. A. Paloheimo, publicó un nuevo estudio en el que desvelaba el origen remoto de Mårtensson, que no provenía de antepasados de Suecia, sino de campesinos de la propia zona. El músico creía que su bisabuelo ya llevaba su apellido, pero Granit-Ilmoniemi probó con un archivo eclesiástico la referencia a un "campesino Johan Sibbe de Lappträsk [Lapinjärvi en sueco]". 

Esto provocó una batalla dialéctica entre los defensores de la posibilidad, en principio más lógica, de un Matts Mårtensson suecoparlante, y los que defendían que tanto su población natal Artjärvi como Lapinjärvi, donde residió la mayor parte de su vida, eran de habla finesa, y que los mismos registros de sus nombre en lengua sueca sólo obedecerían a la oficialidad del sueco como lengua administrativa. Lo que es seguro es que el primer Johan Sibelius ya sólo hablaba sueco, como sus descendientes hasta que el propio Janne Sibelius ingresara en el pionero Normaalilyseo de Hämeenlinna.

Días más tarde a este estudio, el periódico "Uusi Suometar" publicaba más información sobre la familia materna del compositor, incidiendo por el contrario en la sangre sueco-finlandesa. 

Pero además de la batalla identitaria, al músico le defraudó profundamente la revelación de  unos orígenes mucho más humildes de lo que siempre había creído: "una cuarta parte de mis ancestros son campesinos. Me es difícil mantener el equilibrio" (anotación en su diario, 2 de febrero de 1916).

Y es que Jean Sibelius siempre tuvo una actitud de cierta atracción por lo aristocrático, una actitud vital que intenta alejar de sí todo lo considerable como "vulgar", en la que veía lo popular  sólo como ideal, bajo una visión idílica y mítica. Pero a pesar de que esta posición y su propia filiación (al menos la más reciente, como probaron esos estudios) en teoría lo acercaban inexorablemente al mundo más conservador y de cierta germanofilia del svecoman, sin embargo su propia estética se distanció siempre de ese ambiente, ajeno al wagnerianismo de su maestro Wegelius, y acercándose más bien a la reivindicación del "Kalevala" y al karelianismo, de la Finlandia ancestral y mitológica. Revelaba sin ser consciente de ello esos orígenes mucho más arraigados en la Finlandia más profunda - y ciertamente campesina - de lo que él mismo hubiera creído.

Pasapaporte de Jean Sibelius, 1924

Las polémicas entre los que defendían un Sibelius de estirpe más sueca o más finesa no se calmaron con los años, en realidad se incrementaron en la misma medida en la que ese choque de identidades volvió a primer plano con la independencia y la nueva legislación de la nación. Se reclamaba un Sibelius siempre suecofinés o un hijo del Kalevala perdido sólo recientemente... Incluso se llegaba a ironizar con el tema: "un cuarto de Sibelius era finés; y si otro antecedente finés pudiera encontrarse, entonces tendremos la mitad de él... y antes de que sepáis dónde estáis, ¡será nuestro!" se leerá en el "Helsingin Sanomat"

Aún en 1920 en Granit-Ilmoniemi encontraba un antepasado más remoto, un carpintero llamado Ojanen (de la zona de Oja-Pekkala)... Para el compositor era un suplicio la vuelta al tema, y más para seguir señalando que sus fantasías aristocráticas eran sólo sueños."¡Por qué preocuparse de lo que fue o ha sido hace 200 años!"

   ***
 
Una copia autografiada y dedicada en inglés al alcalde de Nueva York de la partitura, en versión pianística, de Finlandia opus 26

Jean Sibelius, con todas esas contradicciones en el fondo revelaba las contradicciones de la identidad de un pueblo que empezaba a despertar. Y al hacerlo así, con sus disonancias y consonancias, con sus modos tonalidades europeas y sus modos ancestrales, se convertiría entonces, y hasta ahora, en el símbolo musical de la propia Finlandia. ¿Porque quién, a estas alturas, puede dudar que un nombre "extraño" al finés como el de Jean Sibelius es indeleblemente la voz misma del país de los mil lagos?

Catálogo cronológico: V. Periodo final - b. Experimentación final (1925-1929)

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A continuación les ofreceremos lo que será el penúltimo listado de obras (incluyendo fragmentos y proyectos no realizados) de Jean Sibelius ordenado por orden de composición. Dentro de la propuesta de periodización que hicimos para este blog, damos cuenta de las obras comprendidas en el subperiodo que hemos llamado de "Experimentación final". Y es que, en efecto, durante estos pocos años, el compositor nórdico parece vivir un febril interés por nuevas sonoridades, armonías y texturas, dejándose seducir por la estética vanguardista que le rodeaba, pero sin que su música, ya muy madura estilísticamente, pierda un ápice de su personalidad. 

Hay cierto paralelo con el "periodo oscuro" en cuanto a sus recursos más progresistas, pero si aquel se definía en el mundo de la elisión y una armonía con tendencia a la indefinición, este subperiodo se centra más en la dureza de las disonancias y en armonías tensas,  de texturas en fricción. No obstante, en las escalas también hay cierto grado de vanguardismo, optando por notas extrañas añadidas o escalas como las de tonos enteros que, aunque no del todo raras en el autor, en este grupo de obras se ven privilegiadas. Las texturas desfilan tan polifónicas como el subperiodo anterior, al igual que la instrumentación, aunque la densidad como señalábamos antes resulta más tensa que de costumbre (y en las obras con orquesta no es raro el uso de una percusión abundante). 

Aunque nuestro autor, como en la mayor parte de su carrera reciente, quiere centrarse en la orquesta, también vuelve con inusitado interés al piano y a las piezas para violín y piano, nunca más como "música de pan y mantequilla", sino con un ánimo intimista y muy exploratorio. También compone varios trabajos para el órgano, sobre el que vuelca un mundo misterioso de resonancias orquestales.

Además de los primeros esbozos para la Octava sinfonía, el interés de este periodo ha de privilegiar tres obras maestras con fascinantes resonancias, mágicas y misteriosas: el poema sinfónico Tapiola opus 112, un encargo de Nueva York con una capacidad evocadora y una construcción formal única; la música escénica para "La tempestad", un montaje de la obra inmortal de Shakespeare (en danés) para el que suministrará tres decenas de números de miniaturas extraordinarias; y la "Música masónica" opus 113, una obra nacida para el ámbito fraternal al que el propio autor accedió en esos años, que lejos de ser una obra de circunstancias llenó de una gran profundidad y un poder místico como pocas veces en su carrera. 

La mayor parte de las otras obras sí son en general encargos y partituras de circunstancias, y en general poco dicen. Se nota además cómo disminuye el número de composiciones, si bien no se trata todavía de un abandono real de la composición activa, sino de concentrarse en los grandes trabajos, en estos últimos años sobre todo el citado proyecto de la Octava sinfonía. Momentos como el año final de este subperiodo, en realidad están repletos de trabajos de altísimo nivel y novedad, no dejando adivinar el subsiguiente "Silencio de Ainola".

1925 (desde septiembre)
- "Stormen" ("La tempestad") opus 109, música incidental [34 números, un número alternativo añadido en 1927, preludio y dos suites arregladas y dos números arreglados para piano en 1927]
- "Skolsång" ("Canción de escuela") JS.172, para coro mixto a capella
- "Skyddskårsmarsch" ("Marcha de Skyddskår") JS.173, para coro masculino y piano ad libitum
- "Ett ensamt skidspår" ("Una solitaria pista de esquí") JS.77a, para recitador y piano [arreglado con acompañamiento orquestal en 1948]
- "Narciss" ("Narciso") JS.140, para voz y piano
- "Väinön virsi" ("Canción de Väinämöinen") opus 110, para coro mixto y orquesta

1925-26
- [Suite], para órgano [proyecto no completado, sólo escritas dos piezas JS. 153]
- Preludium & Postludium JS. 153, para órgano

1926
- Tapiola opus 112, poema sinfónico [desde enero de 1925]

1926-1927
- "Musique religieuse" / "Música ritual masónica" opus 113, para tenor, coro masculino y órgano o armonio: nos 1 (vs. orig), 2-4, 5 (vs. orig), 6 y [10]
[un número añadido en 1938, dos números añadidos en 1946, varias revisiones posteriores; los números vocales pueden interpretarse también instrumentalmente]

1927
- "Den höga himlen" ("El alto cielo") JS58a, coral para coro mixto a capella [también versión para coro masculino JS.58b en 1945]
- Stormen opus 109, para piano [arreglo de tres números de las suites opus 109 nos 2 y 3]
- Stormen: Preludio opus 109 nº1, para orquesta [= Obertura de la música incidental de 1925, sin cambios]
- Stormen: Suite nº1 opus 109 nº2, para orquesta [de la música incidental de 1925, nº5 revisado en 1929]
- Stormen: Suite nº2 opus 109 nº3, para orquesta [de la música incidental de 1925]:
- "Snöfakket" ("La caída de la nieve") JS.175, para voz y piano? [perdido]
- "Stormen" ("La tempestad") opus 109, música incidental: nº34b. Epílogo [número añadido, alternativo, reelaboración de una sección de opus 6]

1928
- Sinfonía 'Imatra' [proyecto no realizado]
- "Siltavahti" ("El guardián del puente") JS.170a, para coro masculino a capella [también versión para voz y piano]
- "Siltavahti" ("El guardián del puente") JS.170b, para voz y piano [también versión para coro masculino a capella]

1928–29
[Dos esbozos para opus 114] HUL 1728/4 (usado finalmente en Surusoitto, Op. 111b)

1929
- "On lapsonen syntynyt meille" ("Nos ha nacido un niño") JS.142, coro mixto a capella
- Metsälaulu (Canción en el bosque) HUL 0759, para piano [versión preliminar de opus 114 nº4]
- Cinco esbozos para piano opus 114
- Cuatro piezas para violín y piano opus 115
- Tres piezas para violín y piano opus 116
- Suite para violín y orquesta de cuerda JS.185
- "Viipurin Laulu-Veikkojen kunniamarssi" ("Marcha de honor a los hermanos cantores de Viipuri") JS.220, para coro masculino a capella [Versión II, primera versión del mismo texto con diferente música de 1920]
- Stormen: Suite nº1 opus 109 nº2, para orquesta: nº5. Canon [vs. revisada, original de 1927]

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Sección última [próximamente]

"Svanevit" ("Cisneblanco"), un cuento teatral de August Strindberg (1901)

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Poca presentación podemos hacer en justicia al dramaturgo sueco August Strindberg  (1849-1912) aparte de señalar que se ha considerado el genio literario más destacado de las letras suecas, con obras que se representan (y leen) cotidianamente a lo largo y ancho de todo el mundo. "El paria", "La danza de la muerte", "El sueño", "La sonata de los espectros",  "El pelícano" y sobre todas ellas el memorable drama "La señorita Julia" constituyen su indeleble contribución al repertorio del teatro universal. También novelista y periodista de éxito, pintor, e ídolo popular, salpimentó su existencia con continuas polémicas, dramas personales (hasta tres matrimonios) y muchos periodos de depresión y hasta de proximidad con la locura.
Retrato de August Strindberg, por Richard Bergh (1905)

Una figura inmensa la que supone pues Strindberg, pero el asunto que lo trae a nuestro blog, lo que le conecta a Jean Sibelius, es una pequeña obra que suele pasar desapercibida en las referencias del autor, más allá de su título o las circunstancias biográficas (y anecdóticas) de su creación: "Svanevit", esto es, "Cisneblanco", escrita en 1901 y revisada unos años después. En gran parte esta minusvaloración no es tanto por la calidad misma de la obra, que aun siendo un trabajo obviamente menor ante gigantes como los anteriormente señalados, no deja de carecer de calidad. Sin embargo, se sale del Strindberg más estimado, de su línea estética naturalista de sus primeros trabajos o del expresionismo y la experimentación de los últimos, situándose además en un línea mucho más sencilla que los trabajos simbolistas de la misma época, como las citadas  "La danza de la muerte" y "El sueño". Sumado a todo esto, la inspiración misma en cuentos de hadas y diversas tradiciones folclóricas, como señala la denominación que la subtitula ("ett sagospel", "una obra-cuento" o "un cuento teatral") ha atraído poca atención por ella.

"Svanevit" nace de dos circunstancias (que curiosamente se alienarán más tarde también para llegar hasta Sibelius): la influencia de Maurice Maeterlinck y su matrimonio con la actriz Harriet Bosse.

El propio Strindberg señaló el peso del dramaturgo simbolista belga en su inspiración. Fue después de una representación de su "Princesa Maleine" que presenció en febrero de 1901 cuando se dispuso a escribir la obra que, como en el trabajo de Maeterlinck, traza su trama en torno a una madrasta malvada que quiere casa al deseado príncipe con su propia hija. También existe una influencia más general de "Pelléas et Mélisande" en cuanto al fino velo que separa la inocencia de corte folclórico con la tragedia, oculta bajo el símbolo. Tanto a "Pélleas" como a la propia "Svanevit" les unen además referencias al mundo de Wagner, favorito de los simbolistas: si en el primer caso es a "Tristán e Isolda", en el segundo es claramente a "Lohengrin", cuyo cisne y pregunta del nombre prohibido constituyen ejes argumentales en la obra de Strindberg.


El dramaturgo sueco además habló del peso de varios cuentos del folclore suecos, en especial de alguna de las baladas sobe la reina medieval danesa Dagmar, que inspiró en esta obra la historia de la resurrección.


El "cuento teatral" fue escrito en pleno idilio del autor con Harriet Bosse. La propia figura central, la hermosa hija del Duque, Cisneblanco, parece inspirada por en la actriz. No es raro pues, que una vez concluida su redacción la obra fuera dedicada a Bosse como regalo de bodas.

Harriet Bosse (1878-1961) como la Hija de Indra en el estreno de "El sueño"de 1907

"Svanevit" se publicó al año siguiente, en 1902, junto con otros dos de los trabajos recientes de Strindberg, "El sueño"y"La corona nupcial". La acogida de los críticos fue bastante desigual, lo que muy posiblemente provocó que el trabajo no tuviera una representación teatral inmediata. 


Fue precisamente Harriet Bosse quien rescató la obra del olvido. En la primavera de 1906 la actriz actuó como Mélisande en la obra de Maeterlinck en el Teatro Sueco de Helsinki. La producción - habría decir que por supuesto - contaba con la extraordinaria música incidental que Jean Sibelius había escrito un año antes para el estreno de la versión en sueca de ese mismo teatro. Bosse se emocionó enormemente con la partitura, en especial con el número final que acompañaba a la muerte de la heroína de la obra. Por ello se apresuró a escribir a Strindberg, del que por entonces ya se había divorciado, para que el compositor finlandés fuese quien escribiera la música para el estreno teatral de "Svanevit", que Albert Raft (1858-1938), director del Teatro Sueco de Estocolmo, planeaba montar en la temporada 1906-1907. Strindberg debió reescribir la obra para entonces, dividiéndola en tres actos y añadiendo una escena en la que aparece el joven rey, ausente en el escenario de la versión original.


Pero el montaje de Raft no llegó a producirse. A cambio, el verano de 1907, el director del Teatro de Helsinki, Konni Wetzer planeó representar la obra en la siguiente temporada (pidiendo además a Sibelius específicamente que compusiera la música ya prometida a Strindberg). Tras ser informado de esos planes (incluyendo el hecho de que "Sibelius está ahora componiendo la música a Svanevit y está contentísimo") el autor teatral aceleró el estreno en Estocolmo para esa misma primavera, como Bosse como protagonista. Finalmente ese montaje (que ya estaba en periodo de ensayos) se frustró también, siendo el Teatro Sueco de Helsinki el lugar que tendría el privilegio para el estreno absoluto de la pieza, con la actriz Lisa Håkansson de protagonista, contando además con la excelente música de Sibelius,


El estreno fue un gran éxito, al cual contribuyó en grado sumo la música incidental. Curiosamente la obra sería durante años mucho más representada en Finlandia que en el país natal de Strindberg, y no es nada suspicaz pensar que la firma de Sibelius que acompañó estas producciones tiene mucho que ver.



Teatro Sueco de Helsinki. Fotografía de K. E. Ståhlberg (c. 1906)

De hecho el montaje planeado por Strindberg no pudo conseguir la composición del artista finlandés, probablemente por problemas contractuales con su editor, Lienau. Para el estreno previsto en primavera de 1908 el autor teatral pensó que la música sólo contaría con una trompa y un arpa, recomendando una pieza para esta última de Adolphe Hasselmans. A pesar de contar con el permiso y la admiración del Sibelius, el definitivo montaje producido por Strindberg no contó con su música.


"Cisneblanco" participa del mismo ambiente de cuento de hadas cargado de símbolos que "Pélleas y Mélisande", pero Strindberg no opta por la sutileza onírica y lírica del belga francófono, y desvela más bien toques de realismo en torno a una nada oculta naturaleza sexual. Los símbolos se desvelan fundamentalmente en los colores, omnipresentes a lo largo de los tres actos, así en los diversos animales, flores u objetos, siempre mágicos, que adornan una escena quizá algo sobrecargada de detalles. El "cuento teatral" hace un uso abundante de referencias, principalmente a esos cuentos de hadas de la tradición, a veces asumiendo su auténtico significado folclórico, a veces apelados directamente como referencia (por ejemplo, "caperucita roja" en el primer acto). Los amantes de la música de Wagner, adorado por los simbolistas como señalábamos antes, descubrirán numerosos puntos en común. Además de los citamos antes, cabría señalar también la transformación de las madres del Príncipe y Cisneblanco en cisnes reales (como en "Lohengrin"), la noche de amor de los protagonistas finalmente descubiertos frente al rey burlado (como en "Tristán e Isolda"), o la castidad guardada por una espada (como en "El crepúsculo de los dioses"). 

No es por tanto una obra especialmente brillante ni original, pero sí capaz de suscitar la imaginación del espectador, como también la imaginación del compositor de la música de escena, que sin duda se ha convertido en el principal baluarte para que "Svanevit" no haya sido jamás olvidada.



Sinopsis


[Entre corchetes situamos los números de la música incidental de Jean Sibelius, lo cual nos servirá de guía cuando hablemos de la partitura]


Personajes principales: El joven Rey, el Duque, la Madrasta (esposa del Duque), Cisneblanco (hija del Duque), el Príncipe (enviado del joven Rey), doncellas (Signa, Elsa y Tova), el Jardinero, el Pescador, y la Madre de Cisneblanco y la Madre del Príncipe (como espíritus)

La escena de los tres actos se sitúa en un castillo medieval, rodeado de jardines y junto a la orilla del mar, alrededor de la habitación de Cisneblanco. 


Acto I 

La Madrastra pregunta por la ausente Cisneblanco a las tres sirvientas, mostrándose cruel y amenazando con cortar cuellos si no la revelan donde está. Finalmente la hija del Duque se presenta, pero se niega a llamar "madre" a la Madrastra, que levanta el látigo hasta que es detenida por el propio Duque. 
El noble muestra su cariño por Cisneblanco, y le habla del joven rey al que ha sido prometida, que enviará a un Príncipe para enseñar las costumbres cortesanas. Pero le advierte que no debe preguntar su nombre, ya que "se ha profetizado que quien quiera que lo llame por su nombre tendrá que amarlo". Debe obedecer siempre a su Madrastra, pero por si fuera en exceso malvada el Duque le da un cuerno (de señales) que debe ocultar a los ojos malignos y tocar si se ve en extremo peligro. 
En ese momento se anuncia la llegada de un Príncipe. El Duque debe ir a la guerra [nº1 de la música] pero Cisneblanco debe dormir. Ansiosa por el encuentro, interroga al pavo real que está en la misma habitación [nº2]. El Príncipe aparece finalmente en su armadura, bajo la cual viste de negro; su pelo es también negro. Cisneblanco y el Príncipe se contemplan, y ella le interroga llena de curiosidad primero sobre el rey y luego sobre otros mil asuntos, en un tono avasallador pero lleno de inocencia. Como Cisneblanco, la madre del Príncipe también murió. Gracias a un juego la muchacha consigue averiguar su nombre, pero él le ruega que no lo pronuncie. El joven se siente cada vez más extrañado, pues detecta que en lugar hay magia. Cisneblanco piensa que la Madrastra los espía a través de un espejo y los oye a través de una extraña calabaza. En un momento en que ella se quiere quitar una astilla del pie, el Príncipe quiera ayudarla, pero ella afirma que no puede tocarla sus pies. Poco a poco ambos jóvenes dan señales de su mutuo amor. Entonces entra la Madrastra, descubre el cuerno y ordena a una de las criadas que lo oculte. Intimida al Príncipe para que se quede en el castillo para dormir, en la Habitación Azul. Un cisne cruza volando él rosal, Cisneblanco dice que es su madre. Ella y el Príncipe se dan las buenas noches: le dice que se encontrarán en los sueños, y ambos se declaran finalmente su apasionado amor, en una escena llena de símbolos. La Madrastra ordena que lleven al Príncipe a la Torre Azul, donde se quedará encerrado, y a Cisneblanco que se vaya a dormir.


Acto II

Mientras Cisneblanco duerme en un gran butaca se contempla el vuelo del cisne y un toque de trompeta [nº3]. Aparece la Madre de Cisneblanco, ataviada con plumas de cisne y una pequeña arpa de oro, que deja en la mesa, empezando a sonar sola [nº4]. Lleva a la cama a su hija, y la acondiciona y peina, vistiéndola de blanco mientras sigue dormida. Y nuevo cisne y un nuevo toque [nº5] anteceden la aparición de la Madre del Príncipe, con un atavío muy parecido. Ambas planearon desde el más allá unir a sus hijos, evitar con el consuelo de su amor la crueldad del mundo y el odio del joven rey. Canta el petirrojo y ambas se van. Suenan las tres en el reloj [nº6]. Cisneblanco despierta, percibe que ha sido atendida, y mira con nostalgia los lugares donde estuvo esa tarde con el Príncipe. Entonces imagina en una pantomima que él está ahí, dándole todas las lecciones propias de la corte en un diálogo imaginario y mudo [nº7]. Llega a su puerta de manera física el Príncipe, que le dice cómo en sueños ha estado con ella de la misma forma en que antes ella se lo imaginó. Su conversación amorosa llega hasta la pasión cuando él la besa, y juntos planean huir. Un jardinero vestido de verde irrumpe la escena, ofreciéndoles semillas. Tras su desaparición, ambos parecen terriblemente confundidos, y se ven uno al otro como extraños, discutiendo hasta repudiarse. Ella sale, dejando al Príncipe solo, llorando [nº8]. Entra entonces la Madrastra: le dice que Cisneblanco ha ido a casarse con el rey y no le ama, pero su hija Magdalena en cambio posee las más grandes virtudes para él. Rápidamente todo se prepara para casarlo con Magdalena. Las sirvientas arrojan rosas rojas y blancas, y encabezan el cortejo [nº9]. La novia aparece con un velo, y pronuncia su nombre: príncipe Cabezagris, como es en efecto su cabello ahora. Entonces ella se quita el velo: es en realidad Cisneblanco oculta. El Príncipe la lleva al lecho nupcial, y se acuestan con un espada separando a los amantes, dándose las buenas noches [nº10]. La Madrastra y sus sirvientas tienen el pelo gris, y sospechan de la magia, cuando se dan cuenta finalmente de que no es Magdalena quien está con el Príncipe, sino su hijastra. El Príncipe se aferra a la espada. La Madrastra llama a los soldados para que prendan al Príncipe, e intenta contar el pelo de Cisneblanco para quitarla la belleza, pero una magia se lo impide. El Príncipe llama a su madre, y un cisne cruza volando. Pero se aproximan caballos al castillo, y los enamorados deben ser dejados solos.


Acto III 


La Madrastra traza un plan con su sirvienta Signe. El joven Rey se encuentra con Cisneblanco que, a pesar de haberle traicionado, la perdona. El Príncipe y la muchacha se reencuentran, de nuevo bajo el tañer del arpa [nº11]. Pero el joven Rey se esconde en un armario y les escucha. El Príncipe quiere irse por la presencia de su monarca, pero Cisneblanco confiesa que no ama al Rey. El Príncipe marcha a la orilla del mar. El rey sale de su escondite y pide sangre, amenazando con quemar el castillo [nº12]. Ante el peligro la muchacha toca el cuerno, y entonces llega el Duque. Cisneblanco clama por la inocencia de su amor, pero las sirvientas y soldados declaran contra la hija del Duque. Entonces se convoca una extraña prueba, basada en unas flores flotando en agua que representan a Cisneblanco, al Príncipe y al rey, declarando de esta manera la inocencia de los jóvenes. El Duque repudia a su mujer, ésta intenta dañarlo, pero no puede. La Madrastra invoca un fuego por su hechicería, que sólo cesa tras invocar el Duque la ayuda de Cristo. Sin embargo Cisneblanco presiente que el Príncipe ha muerto. Y efectivamente, cuatro pajes entran en ese momento con su cuerpo. Un pescador les cuenta que, cuando intentaba volver ebrio de amor de su huida por el mar, el Príncipe se ahogó, y ahora su cabello es de nuevo negro. Cisneblanco implora encontrarlo en la muerte o, si no es posible, gracias al amor Cristo resucite [nº13]. Pero aún se siente el poder maléfico de la Madrastra. El Duque quiere quemarla viva, pero Cisneblanco pide piedad por ella. Por esa piedad, la Madrastra aparece, liberada de su maldad, e incita a la muchacha que implore a Dios por la salvación del Príncipe. Ella reza al cielo, y susurra tres veces al oído del Príncipe, que entonces revive. Todos se arrodillan para dar gracias en oración [nº14]. 
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No hemos podido localizar ninguna traducción al español. Si conocen el idioma, pueden leer la obra completa en su idioma original en el siguiente enlace, o una traducción al inglés de la versión original en este otro enlace.



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