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Biografía (37): la versión definitiva de la Quinta Sinfonía y los Días de Música Nórdica (1919)

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Tras el fin de la Guerra Mundial, Finlandia vivirá una época de problemas económicos y cierto aislamiento internacional. Sin embargo, es por fin independiente, y vive en paz, a pesar de algunos disturbios bolcheviques alimentados por Moscú, que Sibelius teme constantemente vayan a peor. Con todo ello el ánimo del sector cultural crece, luchando ya no por su supervivencia sino por la excelencia. Los trabajos de nuestro compositor en la siguiente década, que será la última activa en cuanto a la composición serán menores en número, pero sin duda entre ellos se encuentran lo más grandioso salido de su imaginación. 

Breitkopf & Härtel, ya libre de la guerra, hace campaña por sus ediciones sibelianas, alimentada por una pequeña monografía sobre el compositor escrita por Walter Niemann, dentro de una serie de pequeñas biografías muy difundidas en su día. El libro en efecto constituirá una buena propaganda de su figura, sin embargo no puede ocultar su poco aprecio por sus sinfonías, que como buen defensor del modelo clásico alemán ve poco "universales". La editorial decide consultar a Sibelius su opinión sobre el libro, quien se quejará sobre las cuestiones genealógicas y sobre la polémica señalada:  "el entendimiento del Dr. Niemann de mi personalidad musical está basada en falacias, y aun cuando el libro está escrito incluso con simpatía, el autor calumnia aquellas áreas de mi arte que - bajo mi punto de vista - deberían ser las más valoradas". Breitkopf se disculpa sobre el tema de sus raíces, pero obvia replicarle sobre sus sinfonías. Aún no había llegado el momento de su reconocimiento.


La madre de Aino, Elisabeth Järnefelt, cumplía la respetable edad de 80 años el 11 de enero, ocasión muy especial que consiguió reunir a toda la familia, incluyendo a su hijo Armas que vino desde Suecia y Arvid, recién liberado de su paso por prisión debido un incidente durante la guerra. Nuestro músico escribió una breve canción estrófica,"Mummon syntymäpäivänä" ("Canción de cumpleaños para la abuela") JS.136, con texto en finés de algún miembro de la familia, una sencillísima obra pensada para interpretarse en familia más que en salas de concierto.




Elisabeth Järnefelt (1839-1929)

Los esfuerzos musicales de ese comienzo de año estaban centrados en obras más ambiciosas, tanto en la revisión de la Quinta Sinfonía como en la obra para la Universidad de Åbo, que pudo enviar terminar en febrero, acudiendo personalmente a la capital de la vieja Finlandia. No obstante, la ceremonia académica se retrasó hasta el otoño, circunstancia que aprovechó el autor para dar algunos retoques más a la partitura, quizá preocupado por la calidad de los músicos que iban a interpretar "Jordens sång" ("La canción de la tierra") opus 93. Su entusiasmo inicial por la obra habría disminuido tras toparse con un texto pretencioso, que además casi le imponía al compositor la forma que debía dar - con recitativos, solos, coros masculinos o femeninos... -, intención y articulación que Sibelius directamente obvió. La cantata en sueco es desde luego un trabajo notable - la menos destacada de las obras de este género de esta época sin embargo-, aunque su autor confiesa que "lo hice sólo por haber sido pagado". En efecto, unos días más tarde recibe el dinero por la obra, 6000 marcos, que decide invertir en lo que entonces era un lujo para las casas del lago Tuusula: la conexión con el suministro eléctrico, que llega a Ainola por primera vez.


El edificio histórico de la Åbo Akademi en la actualidad.


Nuestro autor expresa a Carpelan su confianza en la Sinfonía, dejando atrás sus dudas respecto a la posibilidad de desechar su comienzo: "estos días han sido muy exitosos. Veo las cosas muy claramente. El primer movimiento de la Quinta Sinfonía es una de las mejores  cosas que haya escrito. No puedo entender mi ceguera". Cuando su amigo le contesta, lo hará bajo una salud cada vez más deteriorada: "ahora sé que será una sinfonía magistral [...]. Todos mis desgraciados días he puesto todo mi corazón y alma en tu causa, aun cuando era sólo una ayuda limitada". El 22 de marzo el barón Carpelan le enviará una postal que será la última: "terribles padecimientos que no pueden ser aliviados por ninguna medicina... Querido y maravilloso Janne, un largo adiós y gracias. La bendición de Dios ahora y siempre. Un saludo fraternal a Aino. Gracias por todo, todo". 


Apenas dos días después de esas líneas fallecería. El músico lo recoge en su diario con estas palabras: "Axel está muerto . Qué vacía parece la vida. No sol, no música, no sentimiento . Qué solo estoy con toda mi música. Incluso en su lecho de muerte todavía me escribió la postal que he recibido esta mañana. Lúcido hasta justo su fin."

Y es que en efecto, mucho más que un amigo y confidente, Carpelan fue para Sibelius un alma gemela, la voz de su propia conciencia en su tarea compositiva, que lo alentaba cuando no veía las cosas claras, motivando la composición de nuevas obras y dando su justo valor cuando el compositor era incapaz de ser objetivo con sus propias creaciones. Muchas de las obras maestras de nuestro músico llevan detrás la idea, el soporte y la intución de Carpelan.

"Ahora Axel descansa en la fría tierra. Parece tan inconmensurable y profundamente triste. ¿Para quién compondré ahora?" Como en otros casos recientes, Sibelius no acudirá al funeral, siendo representado por su esposa. La idea de la muerte le horripila, máxime ante alguien tan querido para él. Además en alguna ocasión nuestro compositor parece reflejar una increencia o al menos inseguridad en una vida más allá de la muerte, o en reencontrarse con los seres amados... Prefiere recordar a través de sus partituras: "adiós, inolvidable amigo; mi arte llora".

Su diario personal conoce entonces el silencio de casi cuatro semanas. Sólo retorna para reflejar nuevas preocupaciones sobre la sinfonía. Con el primer tiempo de la gran obra orquestal ya en principio fijado, las eternas dudas del autor se centran en el resto: "he prescindido del segundo y tercer movimientos de la sinfonía. El primer movimiento es una sinfonía y no requiere continuación alguna. ¡¡¡Ahí es donde todo mi trabajo comenzó!!! ¡Lo llamaré "sinfonía en un movimiento" o fantasia sinfonica [en italiano en el original]! ¿Fantasia sinfonica I?"

Las dudas sin embargo pronto se desvanecen (6 de mayo): "la sinfonía será como fue originalmente, en tres movimientos. Están todos en el copista... Una confesión: reelaboré todo el finale una vez más. Ahora está bien. Pero esta batalla con Dios". La gran obra, tras casi cuatro años de revisión estaba lista, aunque esperará unos meses para darle el bautismo público adecuado y pulir algún detalle. Muchas de sus ideas sobre una sinfonía en un solo tiempo autosuficiente no serán del todo abandonadas: darán marco a la Séptima Sinfonía unos años después.

Mientras el genio nórdico se enfrenta a estos dilemas, da oportunidades a su inspiración  componiendo piezas breves para piano. La necesidad económica ya no es tan acuciante como en los años de la guerra, pero aún le proporcionan buena parte de sus ingresos, como siempre inestables, máxime en la inflacción de la postguerra. Seguirá escribiendo miniaturas por muchos años, si bien su calidad artística, posiblemente por no ser tan necesarias como antes, es considerablemente mayor y más comprometida con el medio. Entre abril y mayo llegan la nostálgica Mélodie opus 94 nº5, la Danse opus 94 nº1, que es un firme vals, y la soñadora Consolation opus 76 nº5. Esta diligente actividad se ve enfrentada con viejos fantasmas: "sería cosa fácil para mí trabajar si vinos baratos y aguados estuviesen más a mano. Estos días estoy bebiendo whisky y licor. Mis manos tiemblan tanto que no puedo escribir".

Como dos décadas atrás (en 1896 y 1897) la Universidad de Helsinki estrenará una obra circunstancial salida de la pluma de nuestro autor. Lejos de aquellas pomposas cantatas, Sibelius opta por una marcha orquestal relativamente breve, llena curiosamente de un delicado y optimista lirismo. La Marcha académica JS.155 será estrenada por Kajanus en la Salón de la Universidad el 31 de mayo, pero la ejecución provoca el enfado de nuestro autor: "quiso - éste es el hecho - arruinarla. Incluso a pesar de pedirle justo lo contrario, la tomó tan rápido que todo el con grandezza desapareció". No sabemos si Sibelius pudo tener total o parcialmente razón en su crítica, pero es cierto que la pieza pasó desapercibida para crítica y público (sólo la orquesta la aplaudió en el ensayo). Y en cualquier caso, las viejas heridas seguían abiertas.

En junio de 1919, tras cuatro años sin salir del país, Jean Sibelius realiza un nuevo viaje en el extranjero, acompañado de su mujer. Ha sido invitado a las Jornadas de Música Nórdica en Copenhague. La iniciativa de reunir a músicos de los diferentes países nórdicos, cada vez más proclives al intercambio y a trazar lazos, no era la primera de todas, pero ahora  Finlandia por primera vez estará representada, y por varios de sus músicos. Por supuesto su figura más célebre e internacional no podía estar ausente.

Kajanus será responsable en parte de la planificación finlandesa, contando también con dos jóvenes compositores, ya consagrados: Selim Palmgren (que en aquellos días gozaba de una gran fama, dentro y fuera de Finlandia) y Erkki Melartin, que pronto se convertirá en vecino y gran amigo de Sibelius. 
 
Nuestro músico pudo disfrutar de nuevo de la compañía de su amigo Stenhammar. Ambos, Kajanus y Aino acudieron a una comida en casa de Carl Nielsen que, junto a su mujer, la escultura Anne-Marie, les ofrecería una magnífica velada, muy agradable para todos según relatarían más tarde Stenhammar y el propio Sibelius. Hecho a destacar ya que, frente a situaciones anteriores, no hubo ninguna tensión entre él y nuestro autor: "glorioso amigo, mis agradecimientos y esperanzas de que todo vaya bien. Los saludos más cálidos a ti a tu encantadora mujer" escribiría después nuestro músico a su célebre camarada danés.

El 13 de junio Palmgren estrenaría en el concierto de apertura su Concierto para piano "Metamorfosis", cosechando un gran éxito entre público y prensa. El crítico Kjerulf le consideró el sucesor del "trono" de Sibelius "que esperamos que siga ocupando durante largo tiempo".

Nuestro músico hubiera querido estrenar en este marco la Quinta Sinfonía, pero sintió que no estaba a punto. A cambio el 18 de junio interpretó la Segunda Sinfonía, con el aplauso generalizado. Raramente la ya antigua partitura le fallaba. Sin embargo eso no le hacía sentir bien, "pero probablemente es la manera en la que sus amigos se han comportado conmigo toda mi vida lo que la ha hecho así".

Una entrevista a un periódico danés da buena cuenta del concepto sinfónico que guiaba en esos momentos nuestro autor, precisamente en confrontación con el de Nielsen. Preguntado por qué su nueva sinfonía no iba a tener título Sibelius responde que no lo necesita, "es música pura, no literatura [...] Si pudiera expresar lo mismo en palabras que en música, entonces tendría naturalmente que recurrir a las palabras. La música es autosuficiente y mucho más rica. Comienza donde las posibilidades expresivas del lenguaje terminan. Eso es por lo que yo escribo música." Y preguntado por la capacidad descriptiva de una sinfonía: "esas cosas me vuelven loco — entonces no es música pura de lo que estamos hablando sino de algo más. Es música incidental. Y eso puede ser bueno en términos del efecto teatral. Pero cuando la música es literatura, es mala literatura".


Mientras los conciertos, de alto nivel musical, se sucedían nuestro protagonista no desperdiciaba la oportunidad de pedir grandes cantidades de champán, ascendiendo la factura final a cifras elevadas. El festival se cerró oficialmente con la Cuarta Sinfonía de Nielsen, "Linestinguibile", que por supuesto provocó el entusiasmo del público de Copenhague.

Las jornadas tuvieron una prolongación, por una parte en un banquete después del concierto, en el que Nielsen expresó su alegría por la participación de Finlandia en el festival - a lo que Kajanus respondió "debemos seguir combatiendo y pisar firme, nunca perderemos de nuevo nuestra libertad", y por otra en una velada musical en el Tivoli. Diversos de los directores del festival compartieron podio: interpretando Sibelius su Finlandia opus 26. A la entrada del evento se tomó esta histórica instantánea:


Fotografía de las Jornadas de Música Nórdica de 1919. Detrás, de izquierda a derecha: Johan Halvorsen, Robert Kajanus, Georg Høeberg, Jean Sibelius - un tanto ausente - y Frederik Schnedler-Petersen. Delante: Wilhelm Stenhammar, Karin Bronzell, Erkki Melartin y Carl Nielsen.

El viaje no le hizo ganar muchos más adeptos. Era ya un músico muy respetado en Dinamarca, aunque lejos del reconocimiento que se le debía en Suecia o en Inglaterra. No obstante fue una visita muy agradable - aunque costosa -, incluso en lo más mundano: "¡bebí vino y comí buena comida! Y he sido más agradable a Aino que antes".

Durante ese mes su amigo Oscar Parviainen (el pintor firmante de dos de los óleos presentes aún en Ainola) le envió una petición un tanto peculiar y desesperada. El artista estaba ingresado en un hospital de Suecia con dolencias cardiacas: "envíame un par de líneas cuando tengas tiempo; yo trataré la música que me envíes como un regalo sagrado y nunca le daré un mal uso". El compositor accedió a la súplica con una pieza para piano. Inicialmente pensó en dedicarle un texto en proceso de escritura, que llamará simplemente Andantino 'Till O. Parviainen', JS.201. Pero finalmente decide honrar a su camarada con una obra nueva, Con passione JS.53: "fue como si un relámpago me atravesara y me diese nueva vida. ¡Una canción de regocijo de los ángeles del cielo!... Me has enviado esperanza para vivir y rezar a los dioses del cielo —  ¿cómo puedo agradecértelo?" 

En julio reelaboró el Andantino en forma más extensa y ordenada en lo que será el Sonnet opus 94 nº3. Dará también los toques finales a dos compañeras de ese cuaderno pianístico opus 94, el nº4, Berger et bergerette (Pastor y pastorcilla) y el nº6, una Gavotte, piezas bucólicas que expresan cierta nostalgia por la música de siglos pasados. A petición de su editor Westerlund vuelve a dos partituras del cuaderno conocido como "Los árboles" opus 75. Tras dar varias vueltas al asunto, decide combinar dos de las piezas, Granen y Syringa en una sola, un vals de forma ternaria que llamará Valse lyrique. Pero no contento con el resultado, reelaborá Granen para darle mayor profundidad. Mientras, una versión revisada y expandida de Syringa se convertirá en el definitivo Valse lyrique, que al año siguiente orquestará y publicará con el número de opus 96 nº1.

Breitkopf & Härtel intentó firmar de nuevo un contrato como el de años atrás, una vez que descubrió que durante la guerra muchas de sus partituras habían sido editadas por empresarios nórdicos. No obstante la idea no fructificó, ya que nuestro músico no quería lazos como los que le habían atado anteriormente, y contaba además con buenas ofertas de otros editores como Wilhelm Hansen, lo que explica que las obras de sus últimos años estén distribuidas entre diversas firmas.

Los días en que se celebraban elecciones en el país, el genio finlandés trataba de reencontrarse con viejas amistades. Se vio con Gallén-Kallela en Jokela, y retomó la correspondencia con su amigo de la infancia Walter von Konow, quien no podía suplir el vacío de Carpelan en lo artístico, pero si sería una de las pocas personas a las que poder confesar sus voces interiores.

Durante el otoño la paz reinará en la vida de Jean Sibelius, sólo alterada por algunos incidentes en su hogar de Ainola: su hija Heidi, de 8 años, sufrió un accidente cabalgando y después enfermó de escarlatina, por lo que pasó un tiempo en un hospital de la capital, atendida por su madre. Sería operada en la mano izquierda por el doctor Richard Faltin, viejo conocido de su padre en la época del conservatorio. Su hija de 11 años Margaretta pasaba mucho tiempo jugando con los niños vecinos, y la joven Katarina acudía lejos a la escuela, por lo que en esos días la tranquilidad - y la soledad - fue la norma. 

 Busto de Heidi Sibelius, obra del escultor G. Nyholm, en la librería de Ainola.

Tras mínimas modificaciones, el 23 de septiembre finalizó "La canción de la tierra" opus 93, dirigiendo finalmente la obra el 11 de octubre en el Salón de la Antigua Academia de Turku, con un coro mixto reunido para el evento y la Orquesta de la Sociedad Musical de la ciudad. A pesar de la falta de inspiración que achacaba a la obra, la cantata tuvo un gran éxito, siendo interpretada de nuevo al día siguiente. El estreno fue celebrado después con una gran fiesta. Aunque el 1 de junio de ese año había entrado en vigor la "kieltolaki" (ley de prohibición de bebidas alcohólicas), y el presidente y varios miembros del gobierno estuvieron presentes, parece que el vino y otros espirituosos se consumieron generosamente. El compositor, muy animado, en el propio hotel, tocó a los invitados al piano el finale de la Quinta Sinfonía.

La obra sería finalmente estrenada el 24 de noviembre. Se vendieron todas las entradas para el programa, que además de la Quinta Sinfonía en su versión final incluyó "Jordens sång"y las seis Humoresques para violín y orquesta, con Paul Cherkassky como solista. 

El propio autor dirigió a la orquesta Filarmónica en el Salón de la Universidad. Kaarlo Ståhlberg, el recientemente elegido primer presidente de la República Finlandesa, estuvo presente, y fue un extraordinario éxito. La versión final de la sinfonía era aún más luminosa, serena y triunfal, llena de un drama interior que se resuelve en una proclamación de amor a la vida. Más refinada y cohesionada que la versión original - no podemos compararla con la intermedia, que como vimos se perdió -, más concisa y con un tono mucho más brillante y positivo, la partitura constituye sin duda una de las obras maestras más logradas de Jean Sibelius.

El programa se repitió con igual triunfo (y venta de entradas) dos veces más, lo que sirvió además para hacerle ganar mayor confianza como director, ya que había podido conducir la orquesta sin su nerviosismo habitual. Eso le dio ánimos para lanzarse a planear nuevas aventuras, que incluían conciertos en Suecia por invitación de Stenhammar. 

Lejos de agotar con este triunfo su composición sinfónica, el genio nórdico sigue vivamente trabajando en los preliminares de lo que serán sus siguientes dos sinfonías, si bien de nuevo muy lejos de su concepción definitiva. "La reserva en mi declaración acerca de las dos nuevas sinfonías estaba plenamente justificada. La Quinta Sinfonía no estuvo completa en su forma final hasta el otoño de 1919 y un largo periodo de tiempo transcurrió antes de que sus sucesores apareciesen, y no exactamente en la forma que yo originalmente había previsto. La forma final del trabajo propio es, en verdad, dependiente de poderes más fuertes que uno mismo. Más tarde lo propio se puede substanciar en esto o en aquello, pero en el total lo propio es meramente un instrumento. Esta profunda lógica - llamémosla Dios - que gobierna una obra de arte es el poder que la da fuerza" - contará años más tarde a Ekman.

En los esbozos de los que será la Sexta, dos temas fueron trasladados a una nueva concepción, un poema sinfónico titulado Kuutar (La diosa Luna), sobre una historia del "Kalevala".  Un tema de lo que sería el definitivo primer movimiento sería titulado como "Invierno", mientras que otro del futuro finale lo será bajo el epígrafe de "El espíritu de un pino".

El 1 de diciembre se inauguró la galería de arte de Gösta Stenman en Helsinki, ocasión para la cual Sibelius había escrito Autrefois ("Antaño", en francés) opus 96 nº2, una curiosa obra para pequeña orquesta con la participación de dos sopranos en la sección central. La partitura es una meliflua escena pastoral con aires dieciochescos, al estilo de alguna de las piezas para piano de ese mismo año. El concierto estuvo a punto de ser suspendido, y nuestro músico aprovechó el impás para ir a un restaurante, donde sin pudor pidió champán.  Conseguir sortear la prohibición no parecía muy difícil, en especial para una celebridad como él. Cuando nuestro compositor había bebido ya media botella, fue reclamado porque la pieza iba a ser finalmente ejecutada. Y lo hizo sin problemas, al parecer con gran entusiasmo y alegría, y hasta una segunda vez.

Las navidades no aparecen reflejadas en su diario, lo cual significa un alto grado de ocupación, no sólo en lo familiar, sino también en el trabajo. Había aceptado un nuevo encargo, otra cantata, para el coro Suomen Laulu de Klemetti, a los que proporcionaría por supuesto una partitura en finés.

El año de 1919 fue desde luego un periodo de emociones encontradas. Por una parte la muerte de Carpelan supuso un verdadero mazazo para su emocionalidad y su misma existencia. Es posible que la falta de su fiel amigo a la larga haya influido en su posterior silencio y en la poca productividad - aunque plena de las mayores obras maestras - de la siguiente década. Por otra parte Finlandia ha pasado lo peor, y su posición como el compositor nacional ya es poco discutida, al tiempo que el máximo reconocimiento internacional empieza a fraguar. Finalizando la Quinta Sinfonía ha realizado una tarea inmensa, dejándonos sin duda unas de las grandes obras de la historia de la música occidental. Y sin embargo aún tendrá mucho, mucho que decir.
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Capítulo siguiente (38) [próximamente]



Catálogo cronológico: IV. Periodo oscuro (1908-1915)

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Presentamos a continuación una sección más de nuestro catálogo de títulos completos de la obra de Jean Sibelius, ordenada cronológicamente, dentro de la propuesta de periodización que hemos realizado para este blog. 

Este periodo de la obra de nuestro autor ha sido tradicionalmente llamado "oscuro", y es un periodo que los diferentes especialistas han delimitado con bastante unanimidad (no así sus fronteras precisas, sobre todo las fechas que lo cierran), por sus muy especiales características.

Esta fase creativa arranca claramente tras una traumática experiencia, que le hace sentir - y probablemente haya sido un presentimiento legítimo - la proximidad de su muerte: del hallazgo de un tumor en la garganta de nuestro músico, y la posterior operación, que consigue extraerlo sin mayores consecuencias. Tras ello, una profunda transformación: por una parte debe abandonar los perniciosos excesos de tabaco y alcohol que sin duda provocaron su enfermedad. Por otra la cercanía del fin de su existencia (¡a pesar de que finalmente llegaría a vivir casi 50 años más!) le lleva a un estado espiritual aún más pesimista, existencialista, enormemente austero.

Esto le conduce también a un cambio de estilo, aunque más propiamente tendríamos que hablar de una profundización hacia el extremo de unas características estilísticas que ya se estaban fraguando en sus últimas obras. Su esencialismo es ahora radical, eliminando todo aspecto superfluo y acudiendo significativamente a la elipsis (tanto melódica y motívica como armónica), hasta el punto de incorporar el silencio con máximo poder expresivo. La música de esta época es austera, parca, ascética, reservada, indicando más por lo que calla que por lo que dice abiertamente, misteriosa, intimista, introspectiva, impresionista con toques expresionistas...

Las texturas se adelgazan al máximo, abundando pasajes a pocas voces, muchas veces sólo dos, aun cuando hay al mismo tiempo un mayor interés por el contrapunto, y sonoridades camerísticas incluso en obras para gran orquesta. Los timbres sin mezcla tan propios del autor ahora son resaltados continuamente, con sonoridades muy delicadas y austeras. Desaparece en gran parte las auras - sustituidas por el silencio puro y duro -, aunque a veces vemos su presencia a modos de flecos, casi espectrales. 

Lo que quizá hace único a este periodo es el aspecto armónico. Por un lado se ahonda en el uso libre de la modalidad, sin ataduras de la tradición diatónica. Pero por el otro la armonía propiamente dicha es más avanzada de la obra de Sibelius, próxima incluso a aspectos vanguardistas, con un uso abundante del cromatismo, sumamente refinado, elipsis armónicas (modulaciones con acordes intermedios ausentes porque se "sobrentienden") y vacilaciones respecto a la tónica, rozando en algunos pasajes de determinadas obras la bitonalidad o la atonalidad, como sucede en la Cuarta Sinfonía.

Precisamente esa sinfonía, sin duda la mejor obra del periodo, es al mismo tiempo el mejor ejemplo de este estilo y su trabajo más extremo respecto a los rasgos que hemos señalado. 

Además de dicha obra, en esta época nacen muchas de sus grandes obras orquestales, principalmente poemas sinfónicos, de programa más abstracto y evocador que los de épocas anteriores, como Cabalgata nocturna y amanecer opus 55, que inaugura en cierta forma el periodo, la breve y aforística La dríada opus 45 nº1, que comparte mucho con la sinfonía, el elegante El bardo opus 64 y la más optimista y luminosa las Las oceánidas opus 73. Otras obras sinfónicas breves también magistrales marcan este periodo, como la marcha fúnebre In memoriam opus 59, Rakastavaopus 14  para cuerda - basada en una obra coral de años antes, reelaborada muy a la manera de estos años -, la suite Scènes historiques II opus 66, las Serenatas para violín y orquesta opus 69, etc.





Además de una predilección por la música orquestal, existe un sorprendente regreso a la música de cámara con el Cuarteto de cuerda "Voces intimae" opus 56, obra que se coloca por su importancia al lado de su integral sinfónica, pero que en su carácter precisamente intimista sólo era posible en el medio cuartetístico. No hay otra gran obra camerística estos años, aunque precisamente la Cuarta sinfonía nació entre los esbozos de un segundo cuarteto nunca compuesto.

El piano, también por su confidencialidad se presta en este periodo a partituras sumamente expresivas, entre ellas algunas de las mejores escritas por nuestro autor por un instrumento que raramente era de su predilección: las Tres sonatinas opus 67, muestra de toda la concentración expresiva y formal de la que es capaz nuestro músico, los Dos rondinos opus 68, prolongación de las sonatinas, y las Cuatro piezas líricas opus 74, con ciertas resonancias impresionistas. Al empezar la Gran Guerra, nuestro autor se sumerje en la producción masiva de minuaturas para el teclado, por razones más económicas que artísticas.

La música vocal nos deja obras como
"Luonnotar" opus 70, un cruce entre canción orquestal y poema sinfónico de enorme fuerza, sobre un texto del Kalevala; y canciones como "Kom nu hit, död" opus 60 nº1, y los cuadernos opus 35 y 57, las más desangeladas de sus sången para voz y piano, con una tendencia al recitativo y a una relación casi fría entre la declamación y la parte instrumental.

El estilo lo daremos por finalizado en primavera de 1915, con la excepción de algunas de las obras de años posteriores (como por ejemplo secciones de "Jokamies" opus 83 de 1916) que parecen querer mantener en vigor sus especiales rasgos. Sin embargo el retorno de la luminosidad y del fin de la austeridad extrema de las obras que compone a partir de esas semanas marca a nuestro juicio una nueva época, en la que su ánimo en términos generales también se muestra mucho menos pesimista. Justamente es una época de retorno al consumo de alcohol y tabaco, lo que sin duda está relacionado. Habría preguntarse si el cambio anímico se debe a ésto, o más bien la nueva actitud provoca la vuelta a esos hábitos. En cualquier caso se refleja perfectamente en su música, como exploraremos al hablar de ese siguiente periodo.
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Episodios correspondientes en la biografía:
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1908 (desde julio)

- Svanevit opus 54, suite para orquesta [de JS.189]

- "Teodora" HUL 1097, para voz y piano [versión preliminar de opus 35 nº2]

- Dos canciones opus 35, para voz y piano

- "Och skulle ditt hjärta jag fångat" ("Y si yo capturase tu corazón") HUL 1191 y 1192, para voz y piano [esbozos, dos versiones]

- Cabalgata nocturna y amanecer opus 55, poema sinfónico



1908-1909

- Cuarteto de cuerda en re menor opus 56 "Voces intimae" [versión manuscrita, con coda alternativa] [bocetos 1899-1903]



1909

- La Chasse, poema sinfónico [proyecto no realizado = retomado como opus 66/I?]

- "Vänskapens blomma" ("La flor de la amistad") JS.215, para voz y piano [mismo texto que opus 57 nº7, pero música distinta]

- [Esbozo] [utilizado como tema inicial en opus 70]

- Ocho canciones opus 57, para voz y piano [nº3 reutiliza melodía de JS.122, nº7 mismo texto que JS.215, nº6 con acompañamiento orquestal de 1912]

- Diez piezas opus 58, para piano

- Cuarteto de cuerda en re menor opus 56 "Voces intimae"[versión editada, con coda definitiva]

- "Hymn to Thaïs, the Unforgettable" ("Himno a Thaïs, la inolvidable") JS.97, para voz y piano [versión original, revisada en 1948]

- [Ballet oriental] [proyecto no realizado]

- "Noche de reyes" opus 60, música incidental dos canciones para voz y guitarra [también arregladas para voz y piano, nº1 con acompañamiento orquestado de 1957]

- "Ödlan" ("El lagarto") opus 8, para violín solo y cuerda

- "Noche de reyes" opus 60, dos canciones para voz y piano [arreglo, original para voz y guitarra, texto de la nº2 reducido de cinco a dos estrofas]

- [Composición para una lotería] [proyecto no realizado]

- "Giv mig ej glans, ej guld, ej prakt" ("No me des brillo, oro ni pompa") opus 1 nº4, para voz y piano [arreglado para coro masculino a capella y texto en finés en 1935, para coro femenino a capella a dos voces de 1942, para coro femenino a capella a cuatro voces en finés de 1942, para coro femenino a capella a dos voces y texto en finés de 1942, y para coro infantil a capella a tres voces y un solista de 1954]

- "Ceremonias por la muerte de un oso", ballet [proyecto no realizado]

- Cuarta Sinfonía [primeros esbozos]

- In memoriam opus 59, marcha fúnebre para gran orquesta [versión original, revisado en 1910]



1909?    

- "The American Millers' Song" ("Canción de los molineros americanos) JS.29, para voz y piano? [completado?, probablemente perdido]



1910

- La Dríada opus 45 nº1, poema sinfónico [también arreglado para piano]

- La Dríada opus 45 nº1, para piano [original para orquesta]

- In memoriam opus 59, marcha fúnebre para gran orquesta [versión revisada, original de dic. 1909]

- Variaciones sobre el tema final de "Ödlan" [op. 8], para orquesta [proyecto no realizado]

- " Impromptu" opus  19, para coro femenino y orquesta [versión revisada, original de 1902, arreglado para coro femenino y piano]

- " Impromptu" opus  19, para coro femenino y piano [arreglo, original con orquesta]

- "Dolce far niente" HUL 1144,  para voz y piano [versión preliminar de opus 61 nº6]

- "Skuggornas ö" ("La isla de las sombras) y "Kärleks rim" ("Rima de amor), par voz y piano [esbozos, probablemente para incorporar a opus 61]

- Ocho canciones opus 61, para voz y piano [nº6 de versión preliminar HUL 1144]

- "Kansakoululaisten marssi" ("Marcha de los niños de la Escuela Primaria") JS.103, para coro infantil a capella a dos voces

- "Tulen synty" ("El origen del fuego") opus 32, para barítono, coro masculino y orquesta [versión revisada, original de 1902, también arreglado para barítono, coro masculino y piano]

- "Tulen synty" ("El origen del fuego") opus 32, para barítono, coro masculino y piano [arreglo de la versión revisada, original para barítono, coro masculino y orquesta]

- "Vapautettu kuningatar" ("La reina cautiva") opus 48, para coro masculino y orquesta [original para coro mixto y orquesta de 1906, arreglo 1906-10]

- "The raven" ("El cuervo"), para soprano y orquesta [no finalizado, algunos materiales usados en el Finale de la Cuarta Sinfonía]



1911

- [Melodía], para las campanas de la iglesia Kallio [dos propuestas basadas en la coda de la Segunda Sinfonía]

- "Kuolema" ("Muerte"), dos nuevas piezas para cuerda, para una nueva producción opus 62:

     a. Canzonetta [nombre original "Rondino de los amantes",  rev. de una pieza de 1906?]

     b. Valse romantique [nombre original "Valssi-intermezzo", usa esbozos c.1900]

- Cuarta Sinfonía en la menor opus 63: fragmentos de la versión preliminar

     II. Segundo movimiento / Allegro molto vivace – Doppio più lento

     IV. Finale: compases 1–59 / Allegro

- Cuarta Sinfonía en la menor opus 63 [diciembre 1909 - abril 1911]

- "Die Sprache der Vögel" ("El lenguaje de los pájaros") JS.62, música incidental: Marcha nupcial para el Acto III

- Étude opus 76 nº2, para piano

- "Kantat till ord av W. von Konow" ("Cantata de palabras de W. von Konow") JS.107 , para coro femenino o infantil

- Scènes historiques I opus 25, para orquesta [de tres números de JS. de 1899, título original "Suite caractéristique"]  

     I. All’ Overtura

     II. Scena

     III. Festivo

- Dos piezas para piano y violín opus 2 [versión revisada, originales de 1890 y 1891]:

     I. Romance

     II. Epilogue

- "Arioso" opus 3, para voz y cuerda [también versión para voz y piano, compuesta simultáneamente]

- "Arioso" opus 3, para voz y piano [también versión para para voz y cuerda, compuesta simultáneamente]

- "Män från slätten och havet" ("Hombres de tierra y mar") opus 65a, para coro mixto a capella

- "Har du mod?" ("¿Tienes valor?") opus 31 nº2, para coro masculino y orquesta [2ª versión, original de 1904, también arreglada con acompañamiento de piano]

- "Har du mod?" ("¿Tienes valor?") opus 31 nº2, para coro masculino y piano [arreglo de la 2ª versión original con acompañamiento orquestal]

- Rakastava (El amante) opus 14, para cuerda [versión original, "versión de París", revisada en enero de 1912; basada en JS.160]



1912

- Rakastava (El amante) opus 14, para cuerda y timbales y triángulo ad libitum [versión original, definitiva, original de diciembre de 1911; basada en JS.160]

- "Kyssen" ("El beso") y "Goternas sång" ("Canción de los godos"), para voz y piano [proyectos no realizados, "Kyssen" con el mismo texto que op. 72 nº3]

- "Uusmaalaisten laulu" ("Canción del pueblo de Uusimaa") JS.214a, para coro mixto a capella [también arreglado para coro masculino]

- "Uusmaalaisten laulu" ("Canción del pueblo de Uusimaa") JS.214a, para coro masculino a capella [arreglo, original para coro mixto]

- Scènes historiques II opus 66 , para orquesta [temas de JS.54, Luonnotar (proyecto 1905-06) y JS.105; orden original III - II - I]

     I. La Chasse

     II. Canción de amor [nombre original "El halconero", después "Amor caballeresco"]

     III. En el puente levadizo

- Quinta sinfonía y Sexta Sinfonía "Luonnatar" [proyectos]

- Primera fantasía opus 67, para gran orquesta y Segunda fantasía [proyectos]

- Tres sonatinas para piano opus 67

  • Sonatina nº1 en fa# menor

  • Sonatina nº2 en Mi Mayor [Finale usa material de boceto de 1898]

  • Sonatina nº3 en si bemol menor

- "Har du mod?" ("¿Tienes valor?") opus 31 nº2, para coro masculino y orquesta [3ª versión, original de 1904, también arreglada para piano solo en 1913]

- Kallion kirkon kellosävel (Las campanas de la iglesia Kallio) JS.102, melodía para campanas [utilizada en coro opus 65b]

- Suite en La Mayor JS.186, para violín, viola y violoncello [algunas revisiones menores con objeto de su eventual publicación]

- "Hertig Magnus"("Duque Magnus") opus 57 nº6, para voz y orquesta [original con acompañamiento de piano de 1909]

- "Kallion kirkon kellosävel" ("Las campanas de la iglesia Kallio") opus 65b, para coro mixto a capella [melodía proveniente de JS.102, también arreglado para piano]

- "Kallion kirkon kellosävel" ("Las campanas de la iglesia Kallio") opus 65b, para piano [arreglo, original para coro mixto a capella]

- Dos rondinos opus 68, para piano

  • Rondino nº1 en sol# menor

  •  Rondino nº2 en do# menor

- Serenata para violín y orquesta en Re Mayor opus 69a [inicialmente con el título "I gammalt hem" ("En el viejo hogar"]

- "Blauer Dunst" ("Niebla azul"), ópera [proyecto no realizado]

- Valsette en mi menor opus 40 nº1, para piano



c. 1912

- Ballade HUL 0730, para piano [revisado como Aspen opus 75 nº3 en 1914]



1913

- Chant sans paroles en mi menor opus 40 nº2, para piano

- Humoresque en Do Mayor opus 40 nº3, para piano

- Berceuse en Re Mayor opus 40 nº5, para piano

- Menuetto en Do Mayor opus 40 nº4, para piano

- "Soi kiitokseksi Luojan" ("Te alabamos, oh Creador") opus 23 nº6a, para coro femenino o infantil a capella [arreglo, original para coro mixto de 1897-98]

- "Nejden andas" ("El paisaje respira"), para coro femenino o infantil a capella [arreglo, original de opus 30 para coro masculino y orquesta, primera versión]

- "Aamusumussa " ("En la niebla de la mañana") JS.9b, para coro femenino o infantil a capella [arreglo, original para coro mixto JS.9a de 1898]

- "Terve ruhtinatar" ("Salve, princesa) HUL 1003, para coro femenino o infantil a capella [arreglo, original para coro y orquesta JS.104  de 1896]

- "Nejden andas" ("El paisaje respira") HUL 0963, para coro femenino o infantil a capella [arreglo, original de opus 30 para coro masculino y orquesta, segunda versión]

- Serenata para violín y orquesta en sol menor opus 69b

- El caballero y la náyade, pieza característica para pequeña orquesta [proyecto no realizado]

- Barden (El bardo) opus 64, poema sinfónico [versión original, perdida, revisado en 1914 ]

- Intrada & Allegro, para orquesta [proyecto, Intrada = opus 64]

- "Nu står jul vid snöig port" ("La Navidad ya está en la nevada puerta") opus 1 nº1, para voz y piano

- " Nu så kommer julen" ("Ya viene la Navidad") opus 1 nº2, para voz y piano

- Scènes historiques III, tríptico para orquesta [proyecto no completado]:

     I. El bardo [= opus 64]

     II. El caballero y el elfo

     III. Ronda

- Three Songs for American Schools JS.199, para coro mixto a capella

- Spagnuolo JS.181, para piano

- "Luonnotar" opus 70, poema sinfónico para soprano y orquesta [también arreglado para piano y piano en 1915, desde el 17 de julio, utiliza esbozo de 1909]

- Rêverie en mi menor opus 34 nº6, para piano


     I. [?] [perdido, = opus 64?]

     II. Tempo moderato - attacca

     III. Allegro


- " Har du mod?" ("¿Tienes valor?") opus 31 nº2, para piano [arreglo de la 3ª versión (1912), original para coro masculino y orquesta]

- Scaramouche opus 71, música incidental para orquesta [sin números, para la obra completa, comenzada en junio; usa esbozos de 1905-06;  suite proyectada en 1921 (no realizada), dos fragmentos arreglados para piano como Danse élégiaque & Scène d’amour en 1914, el último también arreglado para violín y piano en 1925 ]



1914

- "Våren flyktar hastigt" ("La primavera está huyendo") opus13 nº4, para voz y orquesta [original con acompañamiento de orquesta de 1891, entre Navidad de 1913 y Año Nuevo de 1914]

- "Soluppgång" ("Salida del sol") opus 37 nº3, para voz y orquesta [original con acompañamiento de piano de 1902, entre Navidad de 1913 y Año Nuevo de 1914]

- Scaramouche opus 71: Danse élégiaque & Scène d’amour para piano [arreglo, original para orquesta  de 1913]

- "Vi ses igen" ("Adiós") opus 72 nº1, para voz y piano [perdida!]

- Cuatro piezas líricas para piano opus 74 [títulos en alemán]:

     nº1. Ekloge (Égloga)

     nº2. Sanfter Westwind (Suave viento del oeste)

     nº3. Auf dem Tanzvergnügen (De la alegría de la danza)

     nº4. Im alten Heim (En el viejo hogar)

- "Orions bälte" ("El cinturón de Orión") opus 72 nº2, para voz y piano [perdida!]

- Rondeau der Wellen [o "Las oceánidas", versión de Yale], poema sinfónico [toma material del Allegro de 'Fragmentos de una suite para orquesta'; revisado como Las oceánidas opus 73]

- "Har du mod?" ("¿Tienes valor?") opus 31 nº2, para coro masculino y orquesta [4ª versión, original de 1904]

- Las oceánidas opus 73, poema sinfónico [versión definitiva, original Rondeau der Wellen de marzo]

- "Herr Lager och Skön fager" ("El señor Lager y la bella") opus 84 nº1, para coro masculino a capella

- Cinco piezas para piano opus 75 ["Los árboles"]:

     nº1. När rönnen blommar (Cuando el serbal florece)

     nº2. Den ensamma furan (El solitario abeto)

     nº3. Aspen (Álamo temblón) [revisión de Ballade HUL 0730, de c.1912]

- [Esbozo para la Quinta Sinfonía]

- Cinco piezas para piano opus 75 ["Los árboles"]: nº5. Granen (Pícea) [HUL 0732, versión original, revisado en 1919]

- Syringa (Lila) [opus 75 nº6], para piano [originalmente para piezas opus 75, luego retirado, revisado como opus 96a en 1919]

- Cinco piezas para piano opus 75 ["Los árboles"]:

     nº4. Björken (Abedul)

- Arabesque opus 76 nº9, para piano

- Juha, ópera [proyecto no realizado, desde 1912]

- "El mar", para coro y orquesta [proyecto no realizado]

- "Canción de los godos", para coro y orquesta [proyecto no realizado]

- "Bacanal", para coro y orquesta [proyecto no realizado]

- Rey Fjalar, poema sinfónico o coro y orquesta [proyecto no realizado]

- [esbozos "para una ópera"], proyecto no realizado, libreto desconocido [= "Juha"?]

- "Venematka" ("El viaje en barca") opus 18 nº3, para coro mixto [original para coro masculino de 1893]

- Nouvellette opus 94 nº2, para piano

- Romanzetta opus 76 nº6, para piano

- Valse en Reb Mayor opus 34 nº1, para piano

- Air de danse en Mi Mayor opus 34  nº2, para piano

- Mazurka en La Mayor opus 34 nº3, para piano

- Carillon opus 76 nº3, para piano

- Pensée mélodique en Do Mayor opus 40 nº6, para piano

- Couplet en Re Mayor HUL 0695 [opus 34 nº4], para piano [1ª versión, revisado más tarde]

- Couplet en Re Mayor opus 34 nº4, para piano [versión revisada para su publicación]

- Capriccietto opus 76 nº12, para piano

- Dos melodías serias opus 77: nº1. Cantique, para violín y orquesta [originalmente titulada "Lofsången" ("Canto de alabanza") o "Lauda Sion", arreglado después para violín y piano, versiones para cello y acompañamiento de orquesta o piano de 1916 ]

- Dos melodías serias opus 77: nº1. Cantique, para violín y piano [arreglo, original para violín y orquesta de 24 de noviembre ]

- Rondoletto en Lab Mayor opus 40 nº7, para piano [a veces referida como "Danza de Walpurgis"]

- Boutade en Lab Mayor opus 34 nº5, para piano [título original: "Badinage"]



1915 (hasta febrero)

- Pensées fugitives, para violín y piano [proyecto, colección de piezas, = opp. 78, 79, 81...]

- Romance en Fa Mayor HUL Ö.57.3. [opus 78 nº2], para violín y piano

- Romance en Fa Mayor opus 78 nº2, para violín y piano [también para violoncello y piano]

- Romance en Fa Mayor opus 78 nº2, para violoncello y piano [arreglo, original para para violín y piano]

- Rigaudon opus 78 nº4, para violín y piano [también para violoncello y piano]

- Rigaudon opus 78 nº4, para violoncello y piano [arreglo, original para para violín y piano]

- "På berget" ("En la montaña") opus 84 nº2, para coro masculino a capella.
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Sección siguiente [próximamente]

Sibelius: el problema con el alcohol y el tabaco

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Uno de los aspectos que más han llamado la atención a quienes se han acercado a la personalidad y a la biografía de Jean Sibelius refiere a sus malos hábitos en torno al consumo, a veces inmoderado, de alcohol y de tabaco. Sobre ambas costumbres se hace innegable el afirmar una cercanía a la adición, al menos en determinados momentos en su vida, y una influencia en su propia creatividad. Si la limitaron, si la incentivaron o si dotaron a su música de un "color" o de una naturaleza distintiva es desde luego objeto de discusión. Pero en cualquier caso sería injusto tachar a nuestro músico de alcohólico o de dependiente del cigarro, caricatura que le acompañó ya entre sus contemporáneos y que ha sido aprovechada por muchos de los enemigos de su música en décadas más recientes.

Caricatura de finales de los años 20, referida a cada una de las siete sinfonías de Jean Sibelius. Característicamente las vigorosas Tercera y Quinta, además de mostrar al músico con su cigarro, también lo muestra ebrio

El icono de un Sibelius fumador de puros (muy raramente cigarrettes) es antológica, hasta el punto en que ha llegado a existir - desconocemos si existe todavía - una marca de cigarros con su nombre (y firma) en la propia Finlandia. 


Muchas fotografías del autor lo muestran acompañado con un cigarro puro, algo que no se corresponde a un "pose" buscado, sino a un aspecto que podía contemplar con frecuencia cualquiera de sus contemporáneos, al menos si lo encontraban en su casa de Ainola o relajado en algún restaurante de la capital. 

En multitud de entrevistas  los periodistas apuntan efectivamente a charlas transcurridas bañadas en humo, y muchas de las referencias de sus coetáneos confirman esa misma impresión. No deja de ser curioso (y probablemente no sea un hecho casual) el que el genio nórdico conservara en sus recuerdos como casi única imagen de su padre Christian Sibelius, desaparecido cuando él tenía apenas tres años, rodeado también del humo de sus cigarros.

Cuando en los años 30 su fama alcanzó las más altas cotas, sobre todo en el mundo angloparlante, muchos aficionados empezaron a mandarle como regalo de reconocimiento magníficos puros de todo el mundo (en este enlace podemos ver una lista de sus marcas favoritas, encontrando entre ellas la que llevaba su nombre). Durante la Segunda Guerra Mundial el mismo Winston Churchill se aseguró de que le llegaran habanos, su tipo preferido, con su dedicatoria (hecho a destacar ya que Finlandia combatió contra la URSS, aliado de Reino Unido), costumbre que se perpetuó incluso hasta su 90 cumpleaños.

"Tienes que tener una relación personal con un cigarro. Es molesto con un mal fumador y no quiere arder. Si hablas mucho mientras fumas, el cigarro te castiga y para de arder, y tienes que encenderlo de nuevo. Debe ser tratado con respeto y elegancia" - sentenciará con yerno Jussi Jalas en 1943.
El consumo de tabaco y de alcohol parece que se inició en su juventud, durante sus años de estudio en la capital, muy unidos en principio al aspecto más lúdico de su estancia: noches de diversión e imaginativas tertulias con sus amigos.  Sin embargo después de aquello ambos hábitos toman un tamiz distinto. Mientras que el tabaco se convierte en un compañero constante, unido a la cotidianeidad, a momentos de relax o trabajo rutinario, el alcohol adquirirá mayor carga en lo emotivo, una necesidad relativa a determinadas carencias de personalidad o incluso afectivas. Todo ello relacionado además con el hecho de que su abuso del alcohol es fluctuante por épocas y situaciones internas (aunque como veremos más adelante también por circunstancias ajenas).

Sibelius pudo comprobar en numerosas ocasiones que era víctima de un alto grado de miedo escénico cuando empezó a tocar el violín y también a dirigir durante sus años del conservatorio de Helsinki. Y muy pronto también que el alcohol le permitía calmar sus nervios a la hora de actuar, olvidarse del público y centrarse en la música de manera más intuitiva y natural. Cuando interpretaba en total sobriedad era frecuente que las manos le temblaran: con el alcohol el temblor raramente aparecía.

Será frecuente encontrar a nuestro músico visitando los restaurantes de aquellas ciudades en las que dirigía - tanto en Finlandia como en el extranjero - para ingerir una buena cantidad de bebida antes de un concierto, en ocasiones hasta botellas enteras. La anécdota más extrema y conocida al respecto se dio en un concierto en Gotemburgo, en abril de 1923, cuando paró la orquesta hasta dos ocasiones en los primeros compases que tocaban... ¡pensando que estaba en un ensayo! 

El alcohol le daba seguridad en el podio, pero también le daba seguridad en general ante todo tipo de situaciones sociales. Actividad pública y bebida siempre estuvieron unidos. El Sibelius de restaurantes, salones, recepciones, etc. debía estar acompañado de alguna copa, porque en caso contrario su extrema timidez e introversión le hacían aislarse de los demás. A decir verdad muchas de las largas veladas con sus amigos, en las que surgían grandes temas, grandes ideas estéticas, y hasta grandes temas musicales estuvieron regadas con abundante alcohol, como nos recuerda el cuadro de Gallén-Kallela "El simposio", que recoge las etílicas noches de esa época.

Versión final de "El simposio" (1894). 
De derecha a izquierda: Jean Sibelius, Robert Kajanus, Oskar Merikanto, y el propio pintor, Akseli Gallén-Kallela.

Aquellas noches en Helsinki empezaron a ser progresivamente más problemáticas. El músico fue consciente de ello, sobre todo ante el hecho de que constituían una continua fuente de conflictos con su mujer, Aino. Alejarse al alcohol y de los problemas que acarreaba fue una de las principales razones para construir un hogar en la pequeña localidad de Järvenpää, Ainola. Allí podría trabajar sin distracciones, lejos de las sesiones brumosas de la capital.

Pero lo cierto es que el consumo de alcohol no desapareció, aunque quizá sí disminuyó algo. No sólo porque aún aprovecha los viajes a Helsinki para ahondar en los malos hábitos, al igual que en los cada vez más frecuentes viajes al extranjero, sino porque en la propia Ainola había adquirido la costumbre de beber en soledad, ocultándoselo casi siempre a su compañera. ¿Cuáles eran los motivos? Desde luego ya no podía ser el pánico escénico o el socializar. Se había convertido desde luego en un hábito adquirido. Pero además encontraba en el alcohol refugio a su terrible pesimismo, a penas profundas muchas veces injustificadas fuera de sus procesos interiores.

Y también por ser consciente de que el alcohol era un estimulante a su creatividad. No así el trabajo en sí, que de hecho dificultaba, sino a la fase más puramente imaginativa e inspirativa de su composición. Muchos esbozos de temas y bocetos de composiciones parecen haber nacido de su imaginación intoxicada por el alcohol, en medio de improvisaciones y ocurrencias bajo unas cuantas copas. Obras como el Concierto para violín parecen en efecto haber nacido de esta manera.

A esas alturas el músico entendía que aquella situación podía degenerar en algo insostenible, al igual que sus médicos, que profetizaron que lo acabaría pagando. Y así fue. En 1908 se le detecta un tumor en la garganta. Probablemente de carácter benigno, pero debía ser extraído, con el consiguiente peligro para su vida. Si la enfermedad se debía al tabaco o al alcohol, o a una combinación de ambos, es casi imposible decirlo, pero desde luego tanto los médicos como el propio compositor afirmaban que ambos elementos eran los claros culpables. 

El tumor es operado con éxito, no sin dificultades. Tras ello los médicos le prohíben volver a sus vicios, lo cual asume con absoluta disciplina. Por supuesto tuvo que ver el miedo a una muerte próxima, a que el cáncer volviera y acabara con su vida (miedo que jamás lo abandonó a pesar de sobrevivir casi cinco décadas más). 

Durante unos siete años no volvió a probar ni un cigarro ni una gota de alcohol, a pesar de que tuvo oportunidades y tentaciones (sobre todo en viajes al extranjero, donde era continuamente agasajado). Su ánimo cambió hacia un sentimiento aún más introspectivo y cerrado, pesimista a más no poder. Estaba claro que esos estimulantes influían en su carácter. Pero al tiempo la determinación lograda por abandonar por completo esos hábitos muestran claramente que Jean Sibelius no llegó al extremo de ser un adicto al tabaco o un alcohólico, sino más bien poseía hábitos que en demasiadas ocasiones se hacían excesivos.

En primavera de 1915 muestra en su diario las primeras referencias a sus viejas prácticas, primero de forma ocasional, pero progresivamente el retorno al tabaco y al alcohol se producirá con la misma intensidad que antes. Y de nuevo vuelven también los mismos conflictos, aunque ahora las peleas con Aino y sus angustias internas crecen, en gran parte por el sentimiento de culpabilidad que ahora le causaba.

Sin embargo estos años, años de Guerra Mundial primero y de Guerra Civil después, las oportunidades de conseguir abastecer sus hábitos habían disminuido mucho. Especialmente por el hecho de que Sibelius no fue un fumador y un bebedor que se agarrara a cualquier artículo a su disposición, sino que fue un gran sibarita de marcas selectas, siempre buscando las mejores productos (lo que siempre incrementó sus problemas económicos). La obtención de buenos puros y licores era siempre reseñado de manera especial en su diario o en sus cartas, y en los relatos de sus viajes siempre hace referencias a la calidad del tabaco y del alcohol que le ofrecían sus amigos y anfitriones.

Fuera de casa nuestro músico era especialmente aficionado al champán y en general a todo tipo de espumosos. En casa o en veladas con amigos gustaba principalmente de whiskey, de brandy y de vino, no despreciando otros licores como el Benedictine (podemos ver una lista de marcas preferidas en las décadas de los años 20, 30 y 40 en este enlace).



Receta personal (1943) de un ponche que elaboraba el propio músico 
(1 l. de agua + azúcar + mermelada + brandy o aguardiente. Añade 2 botellas de vino cuando todo esté completamente frío. Añade unas pocas gotas de aceite de bergamota en un terrón de azúcar, que debe ser diluido en agua. N. B. Todas las aguas minerales hacen negro al ponche)

Tras la Guerra Civil, cunde entre la población la idea de que los desmanes del conflicto han sido debidos en parte al alcohol, y en cualquier caso, ante las tensiones todavía a flor de piel había que evitar cualquier invitación a comportamientos antisociales.  Leyes en contra del alcohol habían sido promulgadas en los años anteriores en Rusia (reafirmada en la URSS), Islandia y Noruega, promoviendo la prohibición total, y la vecina Suecia un veto parcial. De hecho en teoría en Finlandia la prohibición de Moscú les alcanzaba, pero nunca fue así en la práctica, aunque sentaba por supuesto un precedente legal. Además, dentro del clima conservador que se dio en la postguerra, en el que la voz de muchos personajes considerados como referentes morales era más escuchada que nunca (tras décadas ya de movilización), la llegada de la ley en Finlandia estaba servida.

"Si la prohibición se convirtiera en una realidad [...] Jean no nos deleitaría más con sus divinos tonos". 
Caricatura de Oscar Furuhjelm

Como podemos ver en la imagen de arriba, la propia figura de Sibelius, su afición a la bebida y la relación con sus partituras fue utilizada durante el debate en contra de la ley. En especial el Partido Sueco - que vio siempre a nuestro músico como uno de los suyos - se manifestó belicosamente en contra, argumentando que los suecofineses eran más capaces que los finoparlantes para la autodisciplina, por lo que no necesitaba ninguna ley para ello. Sus enemigos en cambio aprovecharon tal defensa para ponerles una etiqueta de alcohólicos, orgullosos además de serlo...

El 1 de junio de 1919 se aprueba en Finlandia la llamada "Kieltolaki", Ley de Prohibición. Todo alcohol, excepto para uso industrial, médico o científico era prohibido. Pero gran parte de los finlandeses, a pesar de ser un pueblo sumamente acostumbrado a respetar las leyes (aunque quizá en esta época de adquiridas libertades no tanto), y de que las penas legales eran duras, se las arregló para conseguir alcohol. El contrabando y las destilerías caseras fueron harto frecuentes. Por no hablar de otras estratagemas más refinadas, a las que acudió precisamente nuestro protagonista: recibirlo como medicamento por prescripción facultativa. En efecto, por receta de sus doctores, Sibelius pudo conseguir licores medicinales, brandis medicinales, vinos medicinales y otros productos similares que se dispensaban en farmacias...

La tendencia al exceso a la bebida vuelve a notarse hacia principio de los años 20, de nuevo provocando graves riñas con Aino y un sentimiento de culpa aún mayor. El compositor  se siente ademásdesolado en lo personal por el hecho de que muchos de sus contemporáneos van desapareciendo y se queda solo: "el alcohol es el único amigo que nunca me decepciona". Esta frase, escrita en 1924, lo expresa todo.

Es en torno a ese año cuando el consumo de bebidas parece alcanzar un nuevo máximo, y el problema llega hasta tal punto que Aino se niega a acompañarlo a un viaje a Gotemburgo para el estreno de la Séptima Sinfonía, y evitar así el bochorno de contemplar los excesos de su marido en estas visitas.

Con propósito de enmienda, nuestro músico va relajando la bebida con los años, llegando en un par de ocasiones incluso proponerse abandonarla totalmente, aunque sin mucho éxito. Pero simplemente con los años, la vejez, la fama internacional, la mejora económica y el estado de paz interior que en general acompañó a la época conocida como "el silencio de Ainola", los malos hábitos van disminuyendo progresivamente, siendo cada vez más una actividad sibarita que una dependencia real.

En sus últimos años de vida incluso parece ver su propia longevidad como una victoria frente a los efectos negativos de sus vicios: "todos los doctores que me ordenaron no fumar ni beber está hace mucho muertos. Pero yo continúo viviendo" diría al fotógrafo Santeri Levas.
Cabe finalmente preguntarnos: ¿el consumo de tabaco, y sobre todo de alcohol, afecta no ya a su creatividad o a su trabajo, sino a su estilo musical, a la propia naturaleza de su música? No es desde luego una desdeñable pregunta, máxime cuando en los últimos años han aparecido varios estudios que relacionan determinadas enfermedades de grandes compositores con las características de su música.

Justamente podríamos especular al respecto al hacernos la pregunta contraria: ¿la ausencia de esos estimulantes tiene efectos en su estilo? Y de hecho podemos responder contando con hechos nada hipotéticos ya que, como sabemos, entre 1908 y 1915 nuestro músico dejó de beber y de fumar, lo que en efecto se trasladó en un cambio de estilo, al que hemos llamado "periodo oscuro". Pero también hemos apuntado a que quizá no exista una relación causa-efecto en esto, sino indirectamente: el cese del consumo provoca un cambio de ánimo en el músico, y este cambio en el ánimo se traduce en el cambio de estilo.

Estamos no obstante tentados a afirmar, yendo más a detalles musicales a que quizá sí que haya una relación más directa. Precisamente en torno al uso de "auras" en sus texturas, muy presente en épocas de más exuberante imaginación (que también es un periodo de gran consumo de bebidas), ausentes casi en su periodo "oscuro". El aura a veces puede traducirse como una metáfora de lo inconsciente, de lo natural, del misterio de presencias invisibles, de lo intuitivo... algo que a nuestro músico le proporcionaba artificialmente el alcohol...

La cuestión desde luego está abierta. No obstante esperamos con este post haber causado la reflexión y el debate entre los amantes de la música de Jean Sibelius. Y por supuesto no olvidar que aunque Jean Sibelius y su música estén unidos a estos malos hábitos, esos hábitos no dejan de ser nocivos. Recomendar a nuestros lectores que el único vicio sibeliano del que deberían abusar sea justo su música.


Cuarteto de cuerda en re menor opus 56 "Voces intimae" (1909): 6. V. Allegro (análisis)

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Para el finale del Cuarteto de cuerda "Voces intimae", Jean Sibelius propone un fresco de tumulto y danza siniestra, lejos de las voces interiores que habían dibujado buena parte de la composición. No se trata de marcar distancias hacia algo más ligero, de hecho el ímpetu dramático de la pieza es muy marcado. Estamos ante toda una escapa, una huida ante un temor nunca resuelto, un Fausto que se deja llevar en la cabalgadura de su Mephistófeles particular, puesto que ha rechazado su redención.

Estructuralmente la forma es algo imprecisa, y aunque no está lejos de la forma sonata (por la presencia de dos temas claramente contrastados y por el trabajo de desarrollo), como Tawaststjerna optamos por definir el movimiento como un rondó - muy poco clásico en cualquier caso -, aunque no concordemos plenamente con los límites ofrecidos por el profesor finlandés. Así, ofrecemos el siguiente esquema:


A1 - B1 - A2- C1 - B2- A3- D1- C2- D2

Donde además las distinta secciones encontrarán vínculos entre sus diferentes temas. Así mismo, como era lógico imaginar, hay relaciones de algunos de estos temas con motivos del primer tiempo, referencias muy sutiles. Pero también muchos de sus dibujos se muestran próximos a composiciones anteriores de la carrera del músico nórdico, lo que sin duda, dado el carácter introspectivo de la composición, no es casualidad. Pero no entraremos en tratar de descifrar si se trata de apelaciones directas o más bien - como creemos - una evocación general a los "trabajos del héroe", como firmaría Richard Strauss. En general, los expertos sibelianos han trazado con insistencia semejanzas respecto al mundo musical de El retorno al hogar de Lemminkäinen opus 22 nº4, pieza con la que comporte su dimensión rítmica, su frenesí y el carácter orgánico de sus temas.


El tono del movimiento, re menor, y el compás 2/4 es común a otros movimientos del Cuarteto. La duración no es muy extensa, pero presenta numerosos elementos, condensados, lo que le da el peso justo a la partitura como final de la composición.
 

Viene siendo norma: el autor nos presenta en primer lugar un motivo germinal, que alimentará los temas principales (los dos violines al unísono):

En abstracto, contiene dos elementos esenciales que encontraremos a lo largo del movimiento: una corriente de semicorcheas, finalizada en parte fuerte del compás siguiente, normalmente por grados conjuntos, y un característico dibujo ondulado, el típico "motivo en S" (aquí doble), constante de la música del maestro. Se relaciona claramente con el motivo inicial de todo el cuarteto (primera parte del Ej. Ia).

Tras escucharse en las cuerdas graves también, y expandiéndose para poder superponerse a lo que viene, llega el tema principal, con toda la rabia y el poder, tras una larga nota aguda, en el primer violín:



(cliquea en la imagen para agrandarla)

El tema, que llamaremos "A", nace del motivo germinal, del que toma su base de figuras de semicorcheas y también los dibujos en S. Posee dos elementos claramente diferenciados. Por una parte un tetracordo descendente (re - do - sib - la), un elemento que encontraremos en otros motivos del movimiento. Después, un segundo elemento constituido por pequeños ascensos por grados conjuntos, e incisivos ritmos dactílicos, de grandes posibilidades motrices. Las primeras tres notas de este segundo elemento (re - mi - fa, semicorchea - semicorchea - corchea) serán también importantes a nivel estructural. Sin interrupción, el tema se repite, comenzando esta vez con una apoyatura, una nota de gracia en la octava inferior, dibujo que será muy frecuente también a lo largo de lo que queda de partitura (lo indicamos en el ejemplo, comienzo del quinto compás).

Tiene cierta resonancia con respecto a uno de los temas principales de La hija de Pohjola opus 49, de hecho, como aquí, uno de los de más importancia estructural, compartiendo su misma aspiración a prolongarse y a expandirse orgánicamente.

Así, en seguida vemos un pequeño desarrollo a partir del segundo elemento, derivando en una escala descendente. Finalmente la escala se convierte en un aura, un ostinato sobre octavas de la, al unísono en los violines. Esta fina textura crea un clima de indeterminación, que acogerá la aparición hipnótica del tema secundario.

El tema, que llamaremos "B", estará en fa# menor, sin que medie modulación propiamente dicha. El paso se establece a través del la como nota común - dominante de re menor, mediante de fa#menor, relación de terceras muy propia de Sibelius -. Se enunciará primero en la viola, contestado por el cello:
La melodía, con cierto toque melancólico, consiste de nuevo en un tetracordo descendente inicial, seguido por dibujos en S. Como ya habíamos apuntado, procede de una composición anterior, la Obertura en la menor JS.144, no publicada y olvidada (aunque no deja de ser una buena partitura). En la pieza original el tema tenía un sentido muy diferente, aunque ambas obras comparten cierta similar inquietud neoclásica

El planteamiento continúa con un pequeño desarrollo sobre este tema, de coloración más luminosa, derivando en fugaces recuerdos del tema principal. Prosigue modulando, distribuyendo el tema en distintos instrumentos, flotando en el vacío, a la manera de un aura, como hemos visto en otros momentos similares a lo largo del cuarteto. Finalmente el tema principal vuelve a hacer su aparición, en el mismo tono, con una disposición muy similar a la inicial (de aquí que hablemos de rondó), quizá con algo más de nerviosismo

A pesar de la expectación creada, y que los actores son los mismos, en esta ocasión el segundo tema no es su consecuente lógico. Inesperadamente, tras un unísono en la muy extenso, surge un nuevo pasaje, marcado como Più allegro. Consiste en una corriente de escalas de semicorcheas, ascendentes y descendentes alternativamente, siendo su cumbre siempre una séptima bemolizada: un dibujo que recuerda a otros pasajes del cuarteto (por ejemplo, en el tema principal del tercer tiempo) y que es así mismo muy habitual en la música de Sibelius.

El dibujo se moverá al unísono en violines y viola, retomando el clima de indeterminación y atmósfera oscura, prolongado como un aura durante unos cuantos compases, que congelan el transcurrir del tiempo. Sobre ese aura, prolongada en el segundo violín y la viola surge  un nuevo motivo, primero dibujado esquemáticamente en el cello solo (los 5 primeros compases del siguiente ejemplo), y después completo, al unísono en el primer violín y el cello (aquí sólo la parte del violoncello):


El tema, que llamaremos "C", se sitúa en la tónica de re menor, posee un singular y anguloso cuarto grado aumentado, seguido por un impulsivo salto de sexta, lo que le da un gran impulso al devenir melódico (que como hemos visto prefiere hasta ahora los grados conjuntos a la amplitud). Sus tres primeras notas son el mismo re - mi - fa del segundo elemento del tema principal, y termina también con una triple apoyatura, como ya encontrábamos durante la expansión de dicha melodía. En cierta forma, tiene cierto carácter de resumen de "A".

Se enuncia varias veces, tras lo cual los cuatro instrumentos se funden en un unísono en lo que sería el fin de la sección, que con su coloración en modo mayor pretende querer ser la coda del movimiento. Pero nada más lejos de la verdad.

Tras este falso final, el discurso musical se fragmenta en apelaciones de temas anteriores, en este caso de B, bajo un atmósfera de trémolos y breves evocaciones del segundo tema, alternándose entre instrumentos y silencios. La música modula continuamente, a la manera de un desarrollo de forma sonata (de ahí la discusión sobre la forma), lleno de elementos extraños, casi grotescos, como un pizzicato de múltiples cuerdas o acordes paralizantes.

El tema B reaparece finalmente, más definido y en re menor, aunque la coloración parece sorprendentemente la del modo mayor, efecto que se consigue al transformarse las modulaciones anteriores en una armonía totalmente diatónica. Poco a poco ese tema va derivando (dentro de un genial trabajo de desarrollo) a formulaciones propias del comienzo del tema A, planteadas simplemente como un tetracordo descendente (o cinco o más notas en ocasiones), motivos en algunos casos encabezados por su característica nota de gracia. 

Desapercibidamente reaparece el tema A, de manera ahora mucho más clara, aunque a su vez desdibujado al plantearse bajo notas de la misma duración, un nuevo y continuo torrente de semicorcheas. Más de una vez hemos definido la música de Sibelius como "orgánica", por su tendencia a crecer como un organismo vivo, autorreplicándose y creando nuevas formas
que fluyen con naturalidad, derivando unas de otras .

El torrente huye con progresivo frenesí hasta convertirse en un sencillo dibujo del primer violín, consistente en tetracordos descendentes, repetidos cada vez en un grado inferior. Este diseño adquiere cierto aspecto "zíngaro", quizá evocando algún recuerdo del virtuosismo violinístico con el que soñaba en su juventud. Sus diferentes formulaciones van dando forma poco a poco a un último tema, relacionado obviamente con el inicial, que llamaremos "D":

Tiene como decimos un gran sentido cadencial: sin modulación, todo lo contrario, en un insistente re menor. De hecho se convertirá en el protagonista de la coda del movimiento.  Con todo su poder demoniaco y seductor, su dibujo se planteará a continuación a la inversa: escalas ascendentes, acompañadas por figuras cada vez más virtuosas y fantasiosas del resto de la cuerda.

El motivo se volverá a encontrar con su diseño definitivo, para después derivar a una nueva versión del tema C, aún más enfurecido, afectado por toda tragedia anterior, y caminando hacia la total desesperanza. 


El tema D, al unísono en toda la cuerda, conducirá la partitura hacia el final. Con trémolos podemos escuchar fórmulas de tetracordos ascendentes (mi - fa - sol - la, y do# - re - mi -  fa). No es sino una inversión del inicio del tema A, el tema principal, mostrando de esta manera un anhelo de redención, de escapada respecto a la tragedia.

Recordemos que estos últimos compases fue retocados poco antes de su publicación, lo que da cuenta de la importancia que tenía para el autor. En el original (manuscrito que se conserva), la texturas y ritmos eran algo más pesados, y los trémolos eran ahí saltos sincopados. Sin duda el pasaje definitivo logra mucho mejor su objetivo.

El Allegro acaba su carrera definitivamente con un triple acorde en fortissimo, acordes que nacen del final del tema D, pero acaso también una evocación especular de las "voces íntimas" del pasaje (Ej. IIIc) que daba nombre al Cuarteto. El paralelo no deja de ser llamativo, y sin duda indicativo tanto del trabajo compositivo tanto de la obra como de sus intenciones emotivas. El Cuarteto "Voces intimae"es una auténtica obra maestra de Jean Sibelius, no sólo en su aspecto formal, sino también por su apasionada expresión, oscura pero hermosa.

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Este magnífico final de la obra podemos ilustrarlo, como sucedía con los anteriores movimientos, con la interpretación del Cuarteto Melos:

Biografía (38): noble y campesino, y una nueva oferta americana (1920)

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La década de los años 20 se inauguraba para Finlandia en paz, aunque no sin tensiones, externas e internas. Los países en torno al Báltico, recientemente independizados (Estonia, Lituania, Letonia, Polonia y la propia Finlandia) celebraron una conferencia para acercar posturas ante la amenaza soviética. Así se alejaba el país nórdico de Suecia y de la herencia escandinava. Además las islas Åland habían manifestado en referéndum su deseo de unión a Estocolmo, pero tal hecho nunca se produjo. Dentro del país coleaban los reproches de la guerra, y el presidente Ståhlberg, mejor legislador que gobernante, vacilaba a posturas más derechistas. El debate identitario entre finoparlantes y suecofineses arreció fuertemente en estos años, con posturas muy polarizadas entre la estrella que se extinguía lentamente de la minoría svecoman y la progresivamente dominante mayoría de los hablantes de lengua finesa.

En medio de todo aquello, nuestro músico mantuvo una prudente distancia, lo que le hizo de facto ser respetado por todos los sectores de la población, aun cuando ya no escribía música patriota como en décadas anteriores. Se había convertido en una especie de embajador informal de la cultura finlandesa en el extranjero, aunque no llegara a tener lazos directos con el gobierno (no así personales, porque su hija Katarina era amiga íntima de la hija del presidente). Pero en medio de las polémicas siempre había quien quería arrimar a nuestro músico a su lado, o todo lo contrario, destrozar el mito. Las situaciones producidas rozaban incluso el esperpento: hubo propuestas para erigir monumentos a los antepasados fineses de Sibelius, que se paralizaron cuando se pensó lo mismo respecto a los suecofineses...

En aquellos días afianzó su amistad con Sigurd Wettenhovi-Aspa, una extraña figura que se movía entre la pintura, la filología, la alquimia y la política, y que contaba entre sus ideas más sorprendentes su teoría de que los orígenes del mundo antiguo descansaban tanto en Egipto como en Finlandia... Trató de posicionar públicamente al genio nórdico a favor de la nacionalidad de las Åland, como también promoverlo a un título nobiliario. En él previó una intimidad como la alcanzada con Carpelan, pero su confianza no llegaría a ser profunda.

Sigurd Wettenhovi-Aspa (1870-1946)

Una de las obsesiones que atravesó toda la vida de Jean Sibelius fue la suposición de tener ascendentes en la nobleza, algo que era muy común entre la población sueco-finesa (fueron he hecho las élites caballerescas las que empezaron la colonización). Él mismo pareció tener cierto orgullo aristocrático en su personalidad, casi en el sentido nietzscheano del término. Pero más allá de la especulación el poder presumir de hecho de un árbol ilustre le habría podido hacer sentirse mucho más seguro de sí mismo.  

Aquellas ambiciones sufrieron un gran mazazo cuando el genealogista Eeli Granit-Iloniemi publicó en enero de 1920 en el Helsingin Sanomat un retrato de nuestro músico junto con el de uno de sus parientes lejanos, un carpintero apellidado Ojanen: "por si no fuera suficiente que yo sea tildado como un campesino en el extranjero, él hace lo posible por desacreditarme en la sociedad a la que pertenezco por educación y formación". Desde luego, el asunto parece que le caló muy hondo, hasta provocarle un verdadero dilema existencial. El 9 de febrero Sibelius anota en su diario: "cuando empezaron a acosarme sobre mis orígenes hace unos pocos años, sabría cómo podría terminar... Todo está perdido. Me paraliza totalmente - no puedo trabajar. Y mis deudas se amontonan. Ninguna mejora. Envejezco, y una nueva generación viene con nuevos ideales, capturando el interés de la gente. ¿El atardecer de mi vida me encontrará holgazán y resignado, esperando silenciosamente la muerte?... ¡Qué brutal es el destino! Parece como si mi madre hubiera conocido mi venidero destino. Eso podría explicar su expresión infinitamente melancólica cuando me miraba. ¡Querida madre mía! ¿Por qué me diste una vida que no puedo vivir?". 

Durante años los periódicos especularán con el asunto de los orígenes, para disgusto de nuestro autor. Lo cierto es que contaba entre sus antepasados con ancestros fineses, suecofineses, suecos e incluso alemanes. Tratar de trasladar la genética a términos estéticos y artísticos es desde el punto de vista actual absurdo. Y aunque para Sibelius en gran medida lo era, para la sociedad de la época, que dejará aflorar ideas supremacistas en los años siguientes, no lo era tanto...

El coro Suomen Laulu y su director Heikki Klemetti eran grandes difusores de las partituras del maestro, tanto fuera como dentro de Finlandia, pero Sibelius se presentaba reacio en general a componer nuevas obras para ellos, aunque recientemente había aceptado una propuesta. Y nos da cuenta del porqué de sus reticencias: "y está la promesa que he hecho a Klemetti [...] Esto no significa que él sea uno de mis «admiradores». Me incomoda que sólo quiera usar mi nombre como adorno. Si sirvo para ese propósito o no es mejor no decirlo". 

Como en tantas ocasiones en nuestro compositor, la promesa no fue cancelada, sino dilatada en el tiempo y el director coral empezó a exasperarse por el continuo retraso de nuestro músico a la hora de ponerse a trabajar, alegando no haber encontrado un texto adecuado. Finalmente la mujer de Klemetti, Armi, lo presionó hasta convencerlo y alrededor de las navidades de 1919 había comenzado una nueva cantata. 

En efecto dio vueltas al texto, y tras desechar un poema de Kivi, eligió un poema de Eino Leino, "Maan virsi" ("Canción de la tierra"), versos patrióticos pero volcados en la contemplación serena de la naturaleza, lo que sintonizaba con el quasi-panteísmo sibeliano. La composición de Sibelius, que llevará el número de opus 95, fue acabada el 28 de enero, y es un notable trabajo, pero se percibe el desinterés del músico por su redacción. Klemetti la estrenaría el Domingo de Pascua siguiente, con su coro y la Orquesta Filarmónica, y gran éxito entre el público, no tanto en la crítica, que observó sus debilidades. Incluso el famoso "Bis" estuvo confundido al creer por su título que no se trataba sino de una versión finesa de "Jordens sång" opus 93 del año anterior

El músico y el poeta de "Maan virsi" se encontraron curiosamente un par de semanas después de terminada la composición con ocasión de una tertulia organizada por la Sociedad Kalevala, creada el año anterior. Además de ellos, estuvieron presentes Kajanus, y los pintores Eero Järnefelt y Pekka Halonen, junto a una buena cantidad del recientemente prohibido alcohol. Se hicieron planes sobre la celebración del Día del Kalevala, el siguiente 28 de febrero, y nuestro compositor aceptó dirigir su cantata "El origen del fuego" opus 32. Pero en la mañana siguiente Sibelius y Leino se encontraron discutiendo sobre la nobleza y la etnicidad sueco-finesa. El músico enfatizó el argumento de que él y el poeta no eran sino aristócratas. Leino le contrarió diciendo que él mismo se sentía como una figura del Renacimiento, pero que Sibelius era más bien "una figura rococó y descendiente del censo campesino de Häme [región del suroeste de Finlandia a la que efectivamente pertenece la población natal de Sibelius]". Y siguieron discutiendo sin solución. Finalmente el Día del Kalevala no dirigió su obra, alegando que sufría reuma, algo que oportunamente no era falso.

Retrato del poeta Eino Leino (1878-1926). Óleo de Akseli Gallén-Kallela (1917)

En esos días nuestro músico ciertamente había estado nervioso, con temblores en las manos, que como habitualmente calmaba bebiendo vino, "¡y a qué precios!". Trabajaba en la versión orquestal del Valse lyrique opus 96a escrito el año anterior, que le costó un esfuerzo mucho mayor del que previó como una simple labor rutinaria. Mientras, volvía a establecer relaciones contractuales con Breitkopf & Härtel (con graves conflictos por la caída del marco alemán), mientras su música se interpretaba con frecuencia en Alemania. En Copenhague Carl Nielsen dirigía con devoción Una saga opus 9, mientras que Stenhammar le insistía en solicitar una visita y el estreno sueco de la Quinta - que finalmente interpretaría Armas Järnefelt en Estocolmo a finales de año -.


Una carta llegó entonces a Ainola con una suculenta oferta de trabajo, llegada desde Estados Unidos, donde ya era considerado como uno de los grandes compositores vivos. La firmaba Alf Klingenberg, pianista de origen noruego que había formado parte de su círculo de amigos en su época de estudios en Berlín. Klingenberg había emigrado a América, donde  sería unos de los fundadores de la escuela musical de Rochester que a partir de 1921 se convertiría en la prestigiosísima Eastman School of Music, de la que sería su primer director. La oferta contemplaba a Sibelius como su profesor de composición, a cambio de un estupendo sueldo y muchas prebendas como la de poder viajar libremente como director invitado en orquestas americanas. Años atrás una oferta similar fue rechazada sin demasiada deliberación, pero en esta ocasión nuestro autor se mostró mucho más dubitativo: "decidido a mantener su propuesta en reserva, no se sabe lo que el futuro traerá. Si fuera rico, mis nuevos y orgullosos sueños en el modo de componer podrían llegar a realizarse. Siempre este espantoso problema con el dinero. Y sin perspectiva de alivio a la vista", anotará en su diario el 29 de febrero. 

Pocos días después almorzará con el general Mannerheim, que no encontraba su sitio en la nueva república, y recibirá a Alexandr Siloti, el prestigioso pianista y director de orquesta ruso, huido junto a su familia de Petrogrado, llegando en Helsinki antes de recalar finalmente en los EE.UU. Precisamente con Siloti habló de la oferta de Klingenberg, y afianzaron su amistad (años antes el músico ruso había estrenado su Cabalgata nocturna y amanecer opus 55). El finlandés asistió a algunos de los muchos conciertos con los que Siloti agradeció a Helsinki su acogida. Siloti se despidió con una carta en la que soñaba con interpretar de nuevo sus composiciones en San Petersburgo.

El pianista, director de orquesta y compositor Aleksandr Siloti (1963-1945). Fotografía de 1920 

Mientras nuestro compositor daba vueltas a su proyecto Kuutar, sus primeras cinco sinfonías, el Concierto (con nada menos que Willy Burmeister como solista) y varios de sus poemas sinfónicos fueron dirigidos por Kajanus en la capital finlandesa. Poco después estrenaría en París la Tercera dentro de un programa netamente nacional (incluyendo Melartin, Madetoja, Kuula y Palmgren), dirigiendo la Orquesta Filarmónica, con relativa buena acogida. Y a comienzos de verano la música de Sibelius estará bien representada en seis conciertos dentro de la Feria Comercial de Helsinki,  que contó con una buena muestra cultural, y en la que el propio músico dirigirá cuatro de ellos, compartiendo batuta en ocasiones con Kajanus. "Quizás he sido un poco duro con Kajus", reflejaba en su diario, reconociendo la intensa dedicación a la obra de un amigo en el que decididamente creía.

Y de nuevo desde EE.UU. le llega una nueva propuesta: el escritor de origen ruso Ivan Narodny, especializado y bien relacionado con el mundo de la ópera y de la danza, y que tenía una excelente opinión de nuestro compositor, le propuso la composición de dos partituras de ballet, "Vineta" y "La chica de la cuarta dimensión". Pero después del affaire con "Scaramouche" nuestro autor no quería que tener que ver con extensas obras para el teatro, y además no quería verse distraído de una Sexta Sinfonía que cobraba poco a poco forma en su mente. La negativa sin embargo se hizo de manera orgullosa, en forma de solicitud a Narodny de la cifra de 20.000 dólares, una cantidad en principio inasumible. La misma táctica la empleó con otra demanda de otra obra de Poul Knudsen, el libretista de "Scaramouche", encontrándose con la suma estratosférica de 36.000 coronas danesas. Sibelius desde luego no quiso toparse con un ballet.

El genio nórdico se tomó unas cortas vacaciones a finales de julio visitando la "campesina" Häme, donde se encontró con su amigo Walter von Konow, y con su hija Ruth en una villa que tenían unas tías-abuelas suyas por parte de familia materna del músico. Mientras, se escribía con Rosa Newmarch para planear un viaje a Inglaterra al siguiente año, en el que estrenaría su Quinta Sinfonía. En septiembre finalmente los planes se confirmaron, con tres conciertos en Londres para el siguiente febrero bajo Henry Wood, aunque sus dudas sobre si producir nuevas obras le consumirán...

Ante la disyuntiva de nuestro autor y el gran interés que poseía él mismo, Alf Klingenberg acudió a mediados de aquel mes a Ainola, con el contrato para un año por 20.000 dólares bajo el brazo. La oferta era realmente generosa, tanto que llegó a negociar condiciones, adelantos, y aún tardaría unos meses en dar una respuesta definitiva a América.

En otoño compuso un nuevo cuaderno de piezas para piano, las Seis bagatelas opus 97, piezas breves pero bastante más elaboradas musicalmente que las composiciones de años anteriores, con una tendencia progresiva a la concentración formal y expresiva. También preparó la partitura de Autrefois opus 96b (que compuso a finales de 1919) para su publicación. "Me dicen que puede ser un nuevo Valse triste. Pero no comparto ese punto de vista...": por si se repitiera el hecho del popular "hit" (que apenas le reportó beneficios), cuidó que la pieza pudiera contar con otros textos en su parte central, o que las sopranos fueran sustituidas por clarinetes (no por vocalises, como por error pareció indicar la edición, que omitió el texto), y preparó varios arreglos. 

El 24 de octubre Finlandia vivió un acontecimiento de primer orden con el estreno del "Kullervo" de Armas Launis en la Ópera Nacional. Launis compartía mucho con nuestro autor: nació como él en Hämeenlinna, estudió en Helsinki (de hecho el propio Sibelius llegó a darle clases), pero al contrario que nuestro autor mostró interés sobre todo en la música popular, siendo un reputado recolector y teórico de la melodía étnica. Sibelius no acudió al estreno, aunque sí  Aino y Katarina, que le hablaron del éxito de la obra. Pensando en su propia partitura sobre el tema escribiría "extraño que yo no haya probado mi mano en ese tema. Mi estrella está decreciendo". En esos momentos su "Kullervo" opus 7 estaba olvidado y comiendo polvo, aunque con los años el trabajo de Sibelius se ha convertido por derecho en un título legendario, mientras que el "Kullervo"de Launis, y su propio compositor no han gozado de fama, aun en la propia Finlandia. 

El articulista, etnomusicólogo y  compositor  Armas Launis (1884-1959)

Sus planes sinfónicos no avanzan prácticamente nada, y aún titubeaba sobre la naturaleza de la obra que sería su Sexta: "dudas acerca de la sinfonía o «Runas sinfónicas»" (25 de noviembre). ¿Era éste último una obra nueva o una versión alternativa de la sinfonía?

Para el 55 cumpleaños del músico, el tenor Wäinö Sola - que se estaba convirtiendo en un nuevo campeón de la causa sibeliana - le entregó un cheque con 63.000 marcos (unos 24.600 euros actuales), recaudados por donaciones de empresarios finlandeses. Y más buenas noticias: Hansen publicaba su Quinta sinfonía, lo que mencionaron periódicos de Berlín.

En cualquier caso las peticiones de nuevos trabajos no dejaron de llegarle, y en ese final de año escribiría "Små flickorna" ("Pequeñas chicas") JS.174, una canción salonística a ritmo de vals para la revista navideña "Lucifer", y un coro para un viejo compañero de escuela, Allan Schullman. El arquitecto, que dirigía como amateur un conjunto vocal, dio a nuestro compositor un texto escrito por un miembro del coro, para el cual el propio director ya había puesto música. La partitura de Sibelius, "Viipurin Laulu-Veikkonen kunniamarssi" ("Marcha de honor de los Hermanos Cantores de Viipuri") JS.219sorprendió al coro por ser bastante diferente de la convencional marcha de Schullman, e incluía una auto-cita en sus últimos compases de su pieza patriótica "Isänmaalle" de 1899, uno de sus títulos vocales más recordados.

El año acababa con el compositor atenazado por sus problemas de nervios, y tensiones con Aino no muy lejanas a explotar, problemas con el alcohol... pero al tiempo con sueños puestos en las próximas visitas en el extranjero y en escribir nuevas obras maestras.
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Capítulo siguiente (39) [próximamente]



Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 1. Historia de la composición

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La Cuarta sinfonía de Jean Sibelius debe situarse como la más obra más singular de su magistral catálogo dentro del género. Lo es por su peculiar sentido de la forma, por su orquestación exquisítamente camerística, por su trabajo motívico... pero sinfonías posteriores llegarán más lejos en esos términos. Lo que la hace única es su extraordinaria sobriedad emocional, rayana con el expresionismo, su lenguaje tonal, que utiliza libremente escalas modales, y que llega al límite mismo del diatonismo, usando el cromatismo casi como norma, teniendo el tritono como intervalo fundamental, jugando en torno a la escala de tonos enteros y la bitonalidad en algunos pasajes, y bordeando por momentos la mismísima atonalidad.

Pero también la Cuarta sinfonía constituye una partitura única dentro su ciclo sinfónico - que llega aquí a su ecuador - por ser sin duda la más subjetiva de sus obras. No tanto en el sentido de querer plasmar sus sentimientos o pensamientos personales - sobre ese particular nuestro compositor no volcará nunca su intimidad en el pentagrama - , pero sus notas plasman, más que nunca, antes o después, su estado de ánimo. "Una sinfonía psicológica" y "una sinfonía espiritualizada": así llegó a definir el trabajo nuestro autor años más tarde.

En 1908 los médicos halla en su garganta un tumor, que tras diversas dificultades consiguieron extirpar. Pero la amenaza a su vida desde luego no cesaba con el éxito de la intervención, y junto a las costumbres más ascéticas que se vio obligado a observar, condujo a nuestro músico a un estado de ánimo existencialista, tremendamente pesimista (en alguien ya de hecho muy pesimista),  que se trasladó de manera más que visible a su estilo musical, dando lugar al "periodo oscuro" de su producción. Esta obra no sólo es el mejor ejemplo de esas nuevas y sobrias sonoridades, de este lenguaje esencialista y aforístico, sino que además es su ejemplo más extremo, la partitura donde más lejos llevó las intuiciones de este periodo.

Ya abordaremos a lo largo de la serie que ahora comenzamos cuáles son las características estéticas y técnicas que hacen tan especial a esta obra maestra. Por el momento abordaremos el relato de cómo llegó nuestro autor a escribir esta bella pero negrísima partitura.

Jean Sibelius se había desmarcado de la tradición romántica con su Tercera sinfonía, ahondando en una búsqueda formal, preocupado por problemas puramente musicales. Su Cuarteto "Voces intimae" traza un puente entre los hallazgos de esa sinfonía y lo que será la Cuarta, ya dentro de su estilo introspectivo. Cuarteto y sinfonía guardan una estrecha relación. El tema del tercer tiempo de la obra orquestal de hecho aparece inicialmente esbozado para cuarteto de cuerda, y en la misma página que aparece elaborado el tema principal del tercer movimiento de "Voces intimae", quizás a comienzos de 1909. Para mayor conexión el tema señalado de la sinfonía aparece trabajado en una página suelta de nuevo para cuarteto de cuerda. Hay algún estudioso, como el americano Harold Johnson, ha especulado sobre la posibilidad de que la sinfonía naciese de hecho como un nuevo trabajo cuartetístico. Tal teoría no ofrece ningún argumento firme a su favor, desde luego los esbozos están ahí. En cualquier caso la orquestación de la sinfonía es intensamente camerística como antes señalábamos, y deja un gran protagonismo a la cuerda - con vibrantes solos - y a sus entrelazados polifónicos.


Tema del tercer movimiento de la Cuarta sinfonía, redactado para cuarteto de cuerda

Existe también un boceto del tema principal del primer movimiento con el título de "Marche élégiaque", con imitación canónica, algo que se encontrará también en la sinfonía, y esbozos de secuencias de tritono (el intervalo fundamental de la obra) en la misma página, profetizando algunos pasajes del desarrollo. 

En 1909 la idea de comenzar una nueva sinfonía flotaba en el aire - "será visionaria", previó Axel Carpelan tras conocer la Tercera - cuando nuestro músico realiza la ascensión a un monte que será en el fondo un viaje hacia su yo más profundo... 
En septiembre de ese año se lanza a una pequeña aventura junto a su cuñado, el pintor Eero Järnefelt, hacia el llamado monte Koli (realmente una colina de 330 metros de alto), un hermosísimo paraje del norte de Karelia (en la actualidad parque nacional), donde el artista plástico había pasado años antes su luna de miel. El paisaje era un atractivo para los finlandeses que buscaban el Ur-Heimat de Karelia, el vínculo profundo con los orígenes ancestrales en la naturaleza y el suelo patrio - aunque ya para entonces el lugar contaba con un moderno hotel - . Para el músico la contemplación de su espectacular panorama supuso una hondísima emoción: "¡Sobre el Koli! Una de las más grandes impresiones de mi vida. Planeando «La montagne»".

Vista desde lo alto de Koli

Este momento panteístico se ha señalado habitualmente con el punto de arranque de la sinfonía, que habría comenzado en efecto como una obra programática, aunque finalmente no fuera presentada como tal. La Cuarta sinfonía no será nunca la "sinfonía alpina" de Sibelius. Pero es un hecho que la conexión existe: la obra publicada estará dedicada a Järnefelt.

Hacia el mes de noviembre ya ha empezado a escribir la obra, o al menos a esbozarla, mientras compone también In memoriam opus 59 y La dríade opus 45 nº1, trabajos orquestales que, en especial este último, guardan más de un nexo musical con la futura sinfonía.

Bocetos para la Cuarta sinfonía

En las navidades, en su correspondencia con Carpelan, su amigo se refiere a la obra: "sí, he pensado un gran trato sobre la sinfonía —  que lo que tú tocaras para mí de «La montaña» a «Pensamientos de un caminante» fueran las más impresionantes cosas que yo he escuchado de tu pluma. Anhelo escuchar la sinfonía en su resplandeciente ropaje orquestal". 

"La montaña" y la sinfonía existían, pero no queda claro hasta qué punto eran obras separadas (siendo la primera un poema sinfónico) o la misma. Y quizá esos títulos, como especula Tawaststjerna, pueden hacer referencia a lo que formarán el primer y el tercer movimientos. Sin embargo en su forma final la sinfonía no lleva ningún epígrafe programático, ni parece ser que la partitura acabada sea una descripción de la ascensión al Koli, ni aun de su sensación de conexión con la naturaleza. El propio compositor insistió mucho en que su sinfonía no era una obra de programa, sino música pura.

En esos días parece haber acabado la fase de gestación de los temas (como habitualmente resultado de la improvisación al piano), y el 6 de enero de 1910 tenemos noticia de que la composición propiamente dicha se ha iniciado. La concentración en la partitura es tal que decide no dirigir el estreno de La dríade. Eso no le quita debe atender a otras ocupaciones, como la revisión de varias obras compuestas hacía ya muchos años, para lo cual señala una extensa lista de títulos.

En abril vuelve febrilmente a la sinfonía, que mezcla con sus fluctuantes estados emocionales: "de nuevo en la más profunda depresión. Trabajando duramente en la nueva" (día 21). "Ayer un maravilloso día. Juventud, alegría y calor. Luz del sol y canto de pájaros. Soñé todo el día. Nuevas ideas tomando forma. He asumido un trabajo masivo" (2 de mayo). "He forjado el trabajo del metal y modelado sonoridades de plata" (7 de mayo, las metáforas de su labor de composición en relación con el del herrero son muy frecuentes en su diario). "No permitas todas estas «novedades», tríadas sin terceras y demás, retíralas de tu trabajo. No todos pueden ser un genio innovador. Como una personalidad y «eine Erscheinung aus den Wäldern» ["una aparición de los bosques", en alemán] tú tendrás tu modesto lugar. ¡Aquí en casa eres un número pasado a los ojos del gran público!" (día 13).

El trabajo en la sinfonía se rodea también de una continua reflexión estética. Durante su composición dedica una pequeña parte del día a profundizar en el estudio del antiguo contrapunto: "todavía es hora. Todos los grandes compositores encontraron su camino a las estrellas por disciplina y estudio personal. No seas tan cohibido ante la juventud porque tu creatividad esté reprimida. Ellos no son capaces de silenciar tu arte". Verdaderamente este renovado interés por el arte polifónico se deja sentir en esta sinfonía, aunque nunca de manera académica. Y también será así, progresivamente, en los grandes y pequeños trabajos de los siguientes años. 

Y medita sobre la orquestación, no en vano la instrumentación de esta sinfonía será uno de sus características más esenciales y al mismo tiempo novedosas: "no cambies el timbre antes de que sea necesario. Instrumentando se debería, como norma, no permitir un pasaje sin cuerda. El sonido puede parecer rudo. [...] Una sonoridad satisfactoria todavía depende en gran medida de la substancia puramente musical, de su polifonía y demás. [...] También existe necesidad de cuidar mucho cuando el peso de la línea melódica se mueva de un instrumento a otro". En esta extensa reflexión nuestro músico describe a la perfección algunas de sus técnicas orquestales, llevadas en esta partitura al descubrimiento de su quinta esencia.

El trabajo parece que avanza en principio bastante rápido, hasta el punto de que, en junio de 1910, contempla estrenar su sinfonía en el siguiente viaje que hará, en noviembre, a Noruega. De hecho en septiembre ya está creando los materiales para el Finale, habiendo tenido espacio para escribir otras obras, como las Piezas para piano opus 58 y las Canciones opus 61

Es sorprendente que el proceso creativo de la sinfonía fuese inicialmente tan rápido, sobre todo si contemplando su complejidad musical. El efecto que provoca en el oyente más bien indicaría todo lo contrario, lo que nos permite concluir hasta qué punto la partitura conecta con una emocionalidad visceral. 

En agosto, tras unas cortas vacaciones en los archipiélagos del sur de Finlandia, vuelve al trabajo de manera intensa y entusiasta: "tachado todo el desarrollo. Más belleza, y más música real. No sólo instrumentar o crescendos, sino escritura estereotipada, Ahora debo agilizar. ¡Ahora o nunca!" (día 17). "Inspirado. El desarrollo [del primer movimiento] ya está listo en mi cabeza. Me atrevo a decir que yo tendré esbozado el movimiento entero hoy" (día 30). "He amartillado el segundo movimiento y trabajado un poco en los otros dos. Maravilloso día, otoñal y poético" (2 de septiembre). "Ahora parece que el III está empezando a formarse en mis pensamiento" (día 12). "Trabajando de nuevo duro en el III, pero sin milagros. El tema es todavía nebuloso" (día 14).  "Tengo dudas sobre el último movimiento de la sinfonía. El día «aus» ["fuera", en alemán]. Por muchas razones. Trabajando un poco en el tema del IV" (día 17).

Pero a finales de ese septiembre se ve obligado a interrumpir el trabajo. Por un lado, el  deber de terminar la revisión de El origen del fuego opus 32, por el otro, dirigir los conciertos previstos en Noruega. Después pasa tres semanas en Berlín, donde retoma la partitura, trabajando en el tercer tiempo, pero con grandes dudas sobre todo el trabajo. Y como resultado, la depresión y a la sensación de vacío.

"Trabajé bien. Forjando hacia delante el Finale. Maravilloso día con la nieve entrelazándose con los árboles y sus ramas — típicamente finlandés. Una sinfonía, después de todo, no es una «composición» en el sentido habitual. Es más como una declaración de fe en varias etapas en la vida de uno" (5 de noviembre). Concentrado en la obra otra vez debe renunciar a conciertos, para más inri el coincidir con Glazunov y Fauré en Helsinki. Mientras, incrementa el tiempo que dedica a sus estudios contrapuntísticos.

A principios de noviembre una nueva interrupción se suma a los desencuentros de la sinfonía, en forma un encargo: la soprano Aino Ackté, primera figura del escenario finlandés y que había interpretado muchas sången de nuestro autor desde hacía años, le pide una gran canción orquestal para una gira prevista por Europa central, basada en el celebérrimo poema de Edgar Allan Poe, "El cuervo". Tras su encuentro con la cantante parece que en efecto aceptó la obra. Aunque el trabajo comienza de inmediato en seguida tiene dudas sobre el nuevo compromiso, que inicialmente intenta compaginar con la sinfonía. Pero la urgencia de la canción es grande, y finalmente debe dejar la Cuarta a un lado.


Boceto musical para la novena estrofa de "El cuervo", con el texto de la décima del poema de Poe (en versión alemana) escrito por el propio Sibelius

Además su mujer cae enferma, presión a la que se suma la urgencia de Ackté sobre su petición, que prevee lista para el siguiente febrero. A pesar del apremio, la nueva obra le apasiona: "«El cuervo» se elevad con rapidez. He suprimido mucho de lo antiguo, en lo que había demasiados «absurdos modernos». Estoy en un estado de bastante excitación acerca de esta pieza. Maravilloso ánimo. Como si el tiempo permaneciera callado y los cielos fueran asombrosos, con portentos y lunas. Castañuelas y triángulo". (7 de diciembre)

En los días sigue debatiéndose entre la canción, que ocupa su mesa, y la sinfonía, que ocupa su mente: "trabajando en «El cuervo» [...] Una pena que la Sinf. IV no madure". "La principal cosa que debo hacer es la Cuarta sinfonía. Estoy totalmente absorbido por ella —  tengo mis trances maravillosos".

Tras un debate interior, nuestro compositor no proseguir con la canción orquestal, con el considerable desencuentro con Aino Ackté... Pero aquel trabajo no acabará realmente en el olvido, ya que parte del material compuesto formará parte del Finale de la sinfonía. Un paso del todo natural, si entendemos que Sibelius en efecto pensaba más en la obra orquestal que en el poema del autor norteamericano, cuyo tema lúgubre y sobrenatural para nada desentona del clima del cuarto movimiento de la sinfonía. 

"La Cuarta sinfonía irrumpe a través de las nubes con luz solar y poder. Mi trabajo es de un orden completamente diferente a estas concertistas que son exitosas comercialmente. Cuando doy un concierto ni diva o prima donna deberían ser el centro de interés... es mi música sinfónica la que triunfará."

"Trabajo y forja en el tercer movimiento. Pero no puedo concentrarme apropiadamente" (13-15 de diciembre). En efecto, sigue trabajando en la partitura, pero de manera más lenta que durante los meses anteriores, en parte por las preocupaciones por el asunto Ackté y la enfermedad de Aino. "No veo posibilidad de acabar la sinfonía antes del 6 de febrero. Si sólo pudiera forzarme a mí mismo a ello. ¡Quizás! — Trabajo sobre el tercer movimiento que está empezando a tomar forma. Pero nada más allá".  (día 19). "Al final del día trabajé bien. Tercer movimiento de la sinfonía «¡Un Himalaya retorna!»" (día 29)

Nuevas interrupciones en febrero de 1911 dejarán la partitura a punto de culminar el tercer tiempo y el cuarto bastante avanzado: dos piezas que añadirá a la música incidental de "Kuolema", con el número de opus 62, y un viaje a Gotemburgo y a Letonia.

"Ahora o nunca" escribe el 28 de febrero (una expresión que aparece constantemente durante este proceso creativo). Y así será, durante todo el mes de marzo batalla duramente en la obra, en un estado de ánimo ciertamente muy bajo. "Hoy el último movimiento segundo sujeto. Se está volviendo más claro [...] A menudo no me siento muy fuerte; como si estuviera sobrecargado. ¿De qué? Quizás la sinfonía. O quizás sólo es la proximidad de la muerte" (día 6). "Cuando componer es mi «métier» ["oficio", en francés], por qué debo rebajarme por altibajos accesorios, disgustos y provocación. Pero el tiempo - que engloba el aquí -, ¡oh, qué corto! ¡Qué difícil renunciar por uno mismo! Pero hay una necesidad. ¡Oh!, esas ordinarias, demasiado familiares expresiones. Lasst uns doch angenehmeres anstimmen! ["¡Entonemos otros más agradables y llenos de alegría!", como es sabido los versos que dan paso a la "Oda de la alegría" de Schiller en la Novena sinfonía de Beethoven] (día 13). "¡Trabajado! ¿Conseguiré acabar esto? ¿Y al mismo tiempo darme cuenta de mis ideas sobre la orquestación? Ligereza de toque" (día 17). "Combate a vida y muerte con la sinfonía. ¡Soporta tu «cruz» creativa con virilidad! (día 28).

El triunfo y la doble barra final se alcanza el 2 de abril: "la sinfonía está lista. Iacta alea est! ["La suerte está echada", la conocida frase latina atribuida a Julio César] Exige mucho coraje mirar a la vida directamente a los ojos". A tiempo justo para terminar de copiar las particellas y ensayarla para el estreno, que tendrá lugar al día siguiente en la Sala de la Universidad de Helsinki.

Sin embargo aún la obra no estaba del todo finalizada. Nuestro autor pasó las siguientes seis semanas preparándola para la edición, y durante el proceso revisará varios pasajes, principalmente la segunda parte del segundo tiempo (que crecerá 20 compases) y algunos episodios del cuarto (12 compases más largo), dando como resultado la obra que actualmente conocemos.

La obra desconcertará al público, en uno de los estrenos más difíciles que vivió nuestro autor, como narraremos en nuestro próximo capítulo. 
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Capítulo siguiente (2): estreno y repercusión de la obra [próximamente]


Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 2. Estreno y repercusión de la obra

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"La gente evitaba nuestra mirada, sacudía sus cabezas; sus sonrisas eran abochornadas, furtivas o irónicas. No mucha gente vino tras bastidores, al camerino, para rendir sus respetos". Así describe Aino Sibelius la reacción del público que asistió al estreno de la Cuarta sinfonía de su marido. Su reputación permanecía bien asentada en el Helsinki de 1911, por lo que incluso una "locura" como para muchos debió parecer aquella obra no haría perder el aprecio de sus compatriotas, pero la modernidad de la obra los descuadró completamente.

El programa del aquel 3 de abril de 1911 lo formaban obras recientes, algunas de las cuales se habían escrito al tiempo que la sinfonía. La primera parte la integraban la marcha fúnebre In memoriam opus 59, la Canzonetta para cuerda opus 62a (escrita para una nueva producción de "Kuolema"), La dríade opus 45 nº1 y Cabalgata nocturna y amanecer opus 55, reservándose la segunda parte a la sinfonía. El propio compositor dirigía en la Sala de la Universidad sus trabajo,s con Orquesta de la Sociedad Filarmónica, bajo un clima de gran expectación. La nueva sinfonía del autor más célebre del país, previsiblemente una nueva obra maestra. Un acontecimiento memorable. 

El público celebró la primera parte (La dríade y la Canzonetta se bisaron), especialmente la Cabalgata nocturna, que provocó una avalancha de aplausos. Pero el mundo de la Cuarta sinfonía, aunque ya anunciado en parte en esas obras, dejó perplejos a los asistentes. Tras los últimos acordes hubo unos instantes de silencio: el público no sabía, dada la extraña naturaleza de la obra, si la sinfonía había terminado o no... Sólo cuando las protocolarias guirnaldas de flores fueron llevadas al escenario, se produjo la reacción y el aplauso. El público finlandés era - y es - poco dado al abucheo, y mucho menos ante un ídolo nacional, pero en otros climas posiblemente se habría producido. Era visible (recordemos la cita de Aino que transcribíamos al principio) que la obra había decepcionado cuanto menos.

Y los críticos no fueron menos. Heikki Klemetti, el director del YL (al que dirigió con "Isänmaalle" y el himno nacional para honrar a Sibelius, y pronunció un discurso patriótico tras el concierto), escribió en el diario Säveletär: "todo parece extraño. Curiosas, transparentes figuras flotan aquí y allí, hablándonos en un lenguaje cuyo significado no podemos captar. La posterioridad debe decidir si el compositor ha sobrepasado los límites dictados por el sonido, la maestría musical natural, forzando las funciones de varios intervalos de la melodía". Evert Katila, siempre bien dispuesto a la música sibeliana, captó que tras la obra había una gran controversia estética, y escribió en el Uusi Suometar que la sinfonía era "una aguda protesta contra la tendencia general de la música moderna... Se componen sinfonías automovilísticas hoy en día, y óperas con ensordecedoras sonoridades, obras que requieren un aparato abarcarcando mil intérpretes, todo esto sin otro objeto que aturdir al oyente con lo nuevo y lo extraño [...] La más moderna de las modernas, y en términos tanto de contrapunto y armonía, la más audaz obra que haya sido escrita".

Ilustración con fotografía del crítico musical Evert Katila

Carpelan en la reseña en un diario sueco se expresó en términos parecidos, que ciertamente están en sintonía con lo que el propio compositor expresó un mes más tarde en una carta a Rose Newmarch: "se presenta como una protesta contra la música del presente. No tiene nada, absolutamente nada de circo en ella".
 
Una de las críticas más visionarias fue la del musicólogo Otto Anderson: "una síntesis de clasicismo, romanticismo y modernismo, que puede bien servir al ideal de la música del futuro". El guante lo recogieron dos jóvenes compositores que asistieron eufóricos al estreno: Aarre Merikanto (hijo de Oskar Merikanto, compositor y crítico, amigo años atrás de Sibelius) y Väinö Raitio. Después del concierto compartieron la cena con Jean y Aino Sibelius, y llenaron al genio nórdico de alabanzas por su nueva música.
Karl Frederik Wasenius, "Bis", se referirá en su crítica a un supuesto programa: "el tema de la sinfonía es un viaje a la célebre montaña Koli [....] El primer movimiento describe el Koli y la impresión que produce. En el segundo el compositor se encuentra a sí mismo en la ladera de la montaña. [...] El sol toca el lago con oro y chispeantes olas brillan bajo sus rayos". El tercer movimiento ofrecería "un imponente panorama del Koli bañado por la luz de la luna, y una pintura con poesía", mientras que el finale retrataría al compositor volviendo a casa con el sol sobre el horizonte, aunque nubes lejanas amenazaban con una tormenta de nieve. "El poderoso entendimiento de nuestro pueblo y su poesía épica que Sibelius se evidencia en su obra temprana, [...] este vínculo no existe en la Cuarta sinfonía".

Este tipo de explicaciones programáticas eran muy del gusto de la época, y Sibelius ya se tuvo que enfrentar a ellas en sus anteriores sinfonías que, como ésta también, tuvieron al menos en su forma final siempre una aspiración musical pura y una inspiración básicamente abstracta. El autor respondió a Wasenius en una carta al diario Hufvudstadsbladet: "tus aseveraciones [...] son inexactas. Me parece que recuerdan estrechamente a una descripción topográfica a lo largo de algunas líneas que di a ciertos amigos el uno de abril".

Sibelius se refiere aquí a Eero Järnefelt, con quien efectivamente debió hablar sobre el nacimiento de la sinfonía bajo la inspiración que le supuso la contemplación que compatieron desde lo alto del Koli, y la experiencia de ese día. Pero el unir tan estrechamente esas ideas parece una especulación del pintor, o aun del propio Wasenius, que sin duda comunicó la conversación a "Bis". En cualquier caso la distancia de la idea inicial de la obra con el resultado final, conociendo además con bastante detalle el proceso de composición, hacen que sea inconsistente la posibilidad de aplicar tal programa a la sinfonía en su forma final. 

A pesar de la controversia (¿o quizás por ella?), el concierto se repetiría dos días después con todas las entradas vendidas. Nuestro autor resumió su visión de la situación con estas líneas: "los conciertos fueron buenos, Todo está confuso. Idioteces de Wasenius. ¡Aino con la cabeza alta! ¡Estoy expectante y ansioso! ¿¿¿Breitkopf & Härtel??? Axel Carpelan aquí, lleno de entendimiento. Otto Anderson escribe sobre mí. Deseo estar en el campo... ¿Publicaré la sinfonía en esta forma? ¡Sí!"

Lo cierto es que antes de la publicación, como ya habíamos relatado, el genio finlandés revisaría dos movimientos de la obra,  "que necesitan estar más claros". El 20 de mayo la partitura final está lista, y se la envía al editor alemán, completamente satisfecho de su trabajo. En su diario anota: "ciertos trabajos - como la Cuarta sinfonía - no debería ser subestimados. Incluso aunque la perfección en estas materias no pueda ser alcanzada por ningún mortal, con la excepción del trascendental Mozart".A principios del siguiente añola sinfonía aparece ya impresa, en Die Musik de Berlín se produce una reseña favorable: "como artista, Sibelius ha alcanzado una madurez creativa y una estatura que no puede ser replicada durante más tiempo".

En marzo de 1912 la sinfonía volvía a ser programada en la misma sala, con nuevos estrenos y considerable éxito, lo que demostraba que el efecto inicial que produjo su lenguaje ante el público habitual sibeliano fue más por la sorpresa que un rechazo de plano. Rechazo que sí se encontraría fuera de Finlandia.

Durante la gira inglesa que nuestro músico realizará meses después se produjo el estreno internacional de la obra. El 1 de octubre en la Sala Municipal de Birmingham el poder del tritono de la Cuarta sinfonía se dejaba escuchar ante la audiencia inglesa, dirigida por el autor. En este caso la reacción de público y crítica sin ser entusiasta fue bastante positiva. Para The Times"es música que se presenta aparte de la expresión común del tiempo [...]. El compositor [...] vive en su propio mundo, tiene sus propios pensamientos, y los traslada a sonido tan espontáneamente que no cae en la tentación de medirse ante los oyentes. [...] La orquestación es casi desconcertantemente nueva". El crítico de The Musical Times muestra la nota discordante: "la música del sr. Sibelius debe haber sido escrita en cifrado, y desafortunadamente omitió proveernos del código".

El 3 de diciembre el propio compositor dirigió a la Real Orquesta Danesa para el estreno en Copenhague, que fue bastante más polémico que en Reino Unido, y ante el cual los críticos se mostraron confusos. En el Berlingske Tidende encontramos un comentario en esta línea: "prefiere moverse hacia la periferia, donde la música casi deja de ser música. [....] Su música se convierte meramente en bocetos fantásticos en un mundo gris y místico". Charles Kjerulf apuntaba que la obra era más bien afín a la música de cámara, por lo que debía titularse "Sinfonietta". Los compositores Louis Glass y Carl Nielsen, más sensibles a su modernidad, alabaron el trabajo.

El compositor y escritor danés Charles Kjerulf (1858-1919)

Si en Finlandia la obra había causado en principio desconcierto, en Inglaterra cierta fascinación y en Dinamarca polémica, la reacción más visceral vino por parte de Viena... o al menos de una pequeña parte de Viena. Felix Weingartner, que había mostrado interés en más de una ocasión por las obras del maestro, programó la sinfonía para uno de los conciertos de abono de la Orquesta Filarmónica, previsto para el 15 de diciembre. Pero durante los ensayos los músicos de la orquesta retrocedieron espantados ante la partitura, y se negaron a tocar la obra en público. El director tuvo que ceder a la rebelión, y sustituir la Cuarta sinfonía por obras de Weber y Beethoven, que desde luego no hacían peligrar la imagen de la orquesta austrohúngara. Weingartner lo compensaría poco después tocando La dríade, aunque sin ningún éxito.

El destino de la partitura parecía maldito para la Filarmónica de Viena, ya que por los datos que tenemos, la orquesta no interpretó la obra hasta las grabaciones de estudio de Lorin Maazel... ¡en los años 60! Y al menos una década más tuvieron que esperar los vieneses para asistir a una ejecución de la sinfonía en vivo.


Anuncio del concierto con el estreno previsto de la obra de Sibelius.

Wilhelm Stenhammar interpretó el estreno en Suecia el 17 de enero de 1913, con una recepción agria, que el bueno de Stenhammar trató de justificar a su amigo finlandés: "he cometido el error de tocar tu sinfonía en uno de nuestros conciertos de abono. Las audiencias de estos conciertos consisten casi en su mayoría en burgueses que carecen de cualquier serio interés en música... Y así lo inaudito ha sucedido hasta donde yo conozco, un suceso único en los anales de la historia musical de Gotemburgo: al final de la sinfonía las pocas personas que aplaudieron educadamente fueron ahogadas por un ruidoso silbido". Lejos de amedrentarse el músico sueco volvió a dirigir el trabajo semanas después, entonces con una reacción más positiva del público - menos "burgués"-, pero no así de la crítica. En todo caso nuestro compositor siempre apreció la admiración y esfuerzo del músico sueco con la obra (en más de una ocasión clasificó a sus seguidores entre los que "entendían" la Cuarta y los que no).

Otro buen amigo del genio nórdico, Ferruccio Busoni (cuyas propias composiciones de la época guardan más de un paralelo con el estilo de la sinfonía), planeó tocar la obra en Berlín con la Orquesta Blüthner, pero el concierto se tuvo que cancelar, esta vez por problemas de salud. Sin embargo, sumamente interesado en la obra, finalmente la dirigió en Amsterdam en marzo. Y el día 2 de ese mismo mes, la partitura saltaba el charco, con Walter Damrosch realizando la première americana, con la Sinfónica de Nueva York, y de nuevo no sin polémica: miembros de la audiencia salieron de la sala entre los movimientos, aunque hubo un aplauso de respeto al final. El Herald Tribune acusó a Sibelius de "cubista", pero hubo también alabazas, como la del Musical America: "hay algo mefistofélico en esta escarpada música, tiene una salvaje autenticidad e individualidad".

Alemania permaneció especialmente adversa a esta música. En 1916 Oskar Fried la dirigía en Berlín, dondo un crítico sentenciaría que "una gran parte de ella es indudablemente atmosférica, pero suena horriblemente todo igual. Ciertas ideas podría ser nacionales y finlandesas; otras sólo prestadas de los franceses." Otro articulista afirmaría que debía circunscribirse a entusiastas de Sibelius: "no es convincente, aunque el oyente que ya se haya persuadido de su música encontrará muchos pasajes de poesía real y exquisito refinamiento tonal. A largo plazo una vitalidad creativa deficiente sirve para dejar una impresión predominantemente negativa". 

El director alemán Oskar Fried (1871-1941), recordado sobre todo como un pionero de la interpretación de las sinfonías mahlerianas

Una de las críticas más (cruelmente) duras contra el trabajo vino, como no cabría esperar de otro modo de Wilhelm Peterson-Berger, enconado enemigo de la música de nuestro autor. Tras una interpretación en Estocolmo bajo la batuta de Georg Schnéevoigt, deja constancia con sarcasmo de su profundo desagrado: "la sinfonía ha ayunado en el desierto cuarenta días o más bien vagabundeado cuarenta años en su celosa búsqueda por la tierra prometida de la música viviente — y después de un prometedor comienzo, emerge como un enflaquecido santón budista, atormentado por visiones de hambruna musical, que a veces toman la forma de gestos parsifalianos o - aunque menos a menudo - de los oscuros, amenazantes acordes de Hagen en Götterdämmerung ["El ocaso de los dioses"]. Pero siempre en una forma curiosamente diluida y ascética que, pobres comentadores obligados, condenados a priori a abrazar sus encantos, podrían contemplar como la altura de la espiritualidad — si por esta vez pudieran recordar qué es eso. [...] Los pensamientos de uno tornan a un lunático que se sienta en silencio, balbuceando y riéndose, conspicuo y confuso".

Para enfrentarse a la adversidad germánica, en los años siguientes intentó interesar a varios músicos por la sinfonía, incluyendo a Schönberg, Schnabel y Scherchen, pero sólo éste último respondió positivamente, dirigiendo la obra en otoño de 1921 en Leipzig. Hubo críticas negativas, pero también algunas más condescendientes, como la del Leipziger Zeitung: "una rapsódica presentación de melancolía nórdica teñida con oscuro y expresivo sentimiento [...] cuya belleza Scherchen abrió al público con gran simpatía".

Con los años, mientras el mundo y la música cambiaban a un ritmo acelerado, la sinfonía pasó de ser cuando menos problemática para las audiencias a convertirse en una de las ciertamente más apreciadas del autor por su singularidad y modernidad. En 1921 nuestro compositor llevaba sus últimas sinfonías a Reino Unido, con gran éxito, y el crítico de The Times afirmaba: "habiendo escuchado al sr. Sibelius conducir tres de su sinfonías en la última quincena, la quinta y la cuarta en Londres y la tercera en Birmingham, no podemos dudar al decir que esta, la nº4 en la menor, es incomparablemente la más bella. Destaca de entre sus compañeras por lo absolutamente directo de su movimiento y sencillez de línea. Su gran simplicidad es perturbadora". A Sibelius le llamó la atención cómo su más reciente sinfonía, la Quinta, que había conseguido desde el estreno de su versión definitiva el aplauso unánime, cedía ante la fascinación de la Cuarta, que "ha cautivado a todos los músicos aquí. Y pensar sobre el modo en que fue perseguida".

Sin embargo, aún el sector más conservador de la crítica no llegará a tolerar la obra durante bastantes años, encontrando declaraciones tan sorprendentes a las alturas de una fecha como la de 1928, debidas al recalcitrante Wilhelm Peterterson-Berger, tras una interpretación en Estocolmo bajo la batuta de Ture Rangström: "sin sangre, sin color, careciendo de temperamento y falta de ideas".

Los años treinta conocieron las primeras grabaciones discográficas de las sinfonías, y una sinfonía tan singular como la Cuarta no podía sino haber tenido una historia muy particular para este momento. El ciclo planeado como el inaugural fue encomendado a Robert Kajanus, pero el campeón de la causa sibeliana murió antes de poder grabar la Cuarta y la Sexta. Fue en abril de 1932 cuando Leopold Stokowski realizó el estreno discográfico absoluto, con la Orquesta de Philadelphia, reducida para la ocasión.

Jean Sibelius recibiendo a Leopold Stokowski. Fotografía de 1953.

No obstante ese registro no se distribuyó fuera de EE.UU. Para completar la integral de Kajanus, EMI pensó en el otro gran director finlandés, Georg Schnéevoigt, rival de Kajanus y incondicional de Sibelius, entusiasmo que el compositor parece ser no compartió en muchas ocasiones. El sello británico grabó una interpretación londinense, en directo,del trabajo (junto con la Sexta y "Luonnotar"), con la Orquesta Nacional Finlandesa, en 1934. Pero EMI finalmente no hizo público el registro, que quedó guardado en los archivos de la Sociedad Sibeliana británica (rescatado muchos años después). Con diversos argumentos que lo probarían se cree que el propio Sibelius rechazó la interpretación de Schnéevoigt, aunque no hay evidencia escrita de ello, quizá porque el compositor se cuidó mucho de reflejarlo. Después de todo en público siempre se expresó a favor del director, pero en privado criticó duramente la forma de dirigir sus trabajos.

La primera grabación que llegaría al gran público sería la de Thomas Beecham. Sibelius había escuchado la primera interpretación del mítico director británico en enero de 1935, y  afirmó que le causó una "profunda admiración [...], excelente, perfecta, algo único y destacable". Convertido ya en uno de sus más entusiastas campeones de aquella década de estrellato universal, el también mítico productor de EMI Walter Legge le encargó pasar al disco la sinfonía, con la Filarmónica de Londres. Tras varias tomas en octubre y noviembre de 1937 (que contaron con la aprobación del compositor, tras aportarle una serie de sugerencias, como precisas indicaciones metronómicas), el director no estuvo contento, y repitió la grabación en una única toma, en diciembre. Esa grabación es la que conocemos, convirtiéndose desde ese primer momento en uno de los registros más célebres de la sinfonía. Aunque lo discutiremos en el análisis, hay que cometar en este momento una particularidad sobre la instrumentación: el compositor permitió para esta interpretación, en el último movimiento, el uso de campanas tubulares sustituyendo al glockenspiel, compensando así su débil sonoridad en el microsurco. Esta parte, no muy extensa pero esencial en la significación del movimiento, está indicada en la partitura publicada como "Glocken" [="campanas" en alemán], término con el que el compositor, según sus propias palabras, se refiere al glockenspiel. Algunos directores han seguido a Beecham en este extremo y no al autor de la partitura, lo que no se justifica bajo la superior calidad fonográfica de las décadas posteriores.

En cualquier caso estas primeras grabaciones hicieron muchísimo por convertirla en una de las más amadas del público, y asentar la obra dentro del repertorio de las grandes orquestas internacionales.

Thomas Beecham junto a Sibelius en una de sus varias visitas a Ainola

Hay mucho de presentimiento de la muerte en esta sinfonía, sin duda. Por ello fue del todo natural que durante el funeral en Catedral de Helsinki por nuestro compositor, en 1957, sonara música de esta partitura, en concreto Il tempo largo, que contiene elementos del más profundo dolor junto con destellos de esperanza. 

El propio Sibelius llegó a predecir que la sinfonía sonaría como homenaje en su entierro. Tan unida a su yo más profundo, siempre se sintió orgulloso y especialmente unido a esta obra, desde el mismo momento de su conclusión hasta décadas más tarde. En los años 40 declaró: "estoy agradecido con lo que hice, incluso hoy no puedo encontrar una sola nota en ella que podría suprimir, ni nada que pueda encontrar para añadir. Me da fuerza y satisfacción. La Cuarta sinfonía representa una parte muy importante y grande de mí. Sí, estoy contento de haberla escrito".

La partitura se ha convertido para el conocedor en un emblema mismo de su autor, y de su posición como uno de los más grandes sinfonistas del siglo XX. Herbert von Karajan, por ejemplo, exigió en la Alemania post-adorniana de la postguerra incluir la sinfonía en el concierto inaugural de su mandato ante la Filarmónica de Berlín. Venciá así, en gran parte, la singular resistencia germánica a trabajo. Era una de las obras maestras de su tiempo, y así debía ser proclamado.

Siendo uno de sus trabajos más visionarios y únicos no es de extrañar que haya influido en algunos autores especialmente afines, como Benjamin Britten, que pasó de tener una actitud casi menospreciadora a convertirse en un admirador: "debo confesar que, durante muchos años, los trabajos del maestro finlandés significaron poco para mí. Entonces por casualidad, escuchando una interpretación de su Cuarta sinfonía, empecé a interesarme; y desde entonces aprovecho cada oportunidad de estudiar sus partituras y escuchar interpretaciones magistrales; encuentro su concepción del sonido extremadamente personal y original, y su pensamiento musical de lo más estimulante. Le debo dar un sincero homenaje."  Ecos de la sinfonía - como también de otras obras del finlandés - pueden encontrarse también en la Primera sinfonía de William Walton, y en otros muchos compositores, fundamentalmente británicos y americanos.

Pero por encima de todo han sido los músicos finlandeses los que han situado este trabajo entre los más grandes de su autor, proclamándolo como parte del sentir netamente finlandés.Las generaciones de vanguardia en los últimos años del autor, e incluso después, han visto en esta obra su punto de partida. Compositores como los señalados Aarre Merikanto, Raitio, y otros como Rautavaara, nacen estilísticamente en gran medida de la modernidad de la Cuarta.

Jussi Jalas, director de orquesta y nuero del compositor, conectó en un escrito de 1988 el alma musical finlandesa con la obra: "para nosotros, los músicos finlandeses, la Cuarta sinfonía de Sibelius es como la Biblia. Nos aproximamos a ella con gran respeto y devoción. En este trabajo Sibelius ha visto la insondable tragedia de la inconsistencia de la vida, y la dado expresión audazmente, con nuevos significados  y en un nuevo lenguaje musical".

En las últimas décadas la sinfonía mantiene su prestigio y su valor ante el aficionado medio. No ha tenido el privilegio de situarse en un lugar cómodo del repertorio estándar, pero tampoco está lejos de los primeros puestos, aunque se interprete con menor asiduidad que las dos primeras, la Quinta o la Séptima. Es sin embargo muy valorada por los entusiastas sibelianos, a un lado o al otro de la orquesta, y es una piedra de toque para cualquier director que se plantee un ciclo sibeliano. Ha interesado incluso a nombres que apenas han frecuentado a Sibelius, como Michael Tilson Thomas o Ernest Ansermet. 

Una obra que no deja desde luego indiferente a nadie, y una vez que se profundiza en su misterio, no se puede olvidarse. En resumen, una obra maestra, quintaesencia del sibelianismo. En los próximos posts intentaremos dar herramientas para comprender mejor su misteriosa esencia.
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Capítulo siguiente (3): Análisis. Visión general [próximamente]

Biografía (39): conciertos en Inglaterra y Noruega, y la oferta rechazada (1921)

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El 3 de enero la vida de Jean Sibelius se muestra en una encrucijada fundamental cuando manda un telegrama a EE.UU., aceptando la propuesta de enseñanza en Rochester, en la que sería la Eastman School a partir de octubre.

Desde el comienzo de la guerra mundial no había dirigido ningún concierto en el extranjero.  Aquel invierno la sequía termina cuando nuestro músico se embarca en un amplio tour, traducido en ocho actuaciones en Inglaterra y cuatro en Noruega. Antes de llegar a las Islas Británicas visitó brevemente Berlín para contactar con Breitkopf & Härtel - con el que discutió la pérdida de beneficios que le suponía la continua devaluación del marco alemán -, con Adolf Paul (quien aprovechó una vez para solicitarle una nueva colaboración) y ser elegido miembro de la Academia de artistas libres alemana.

Tras Alemania tomó un tren hasta Dover, y de allí a Gran Bretaña en ferry. Según relataría a Aino con orgullo el oficial de la aduana le reconoció y le dio la bienvenida. Pasó un mes en Inglaterra - del 6 de febrero al 10 de marzo - con el apoyo inestimable del enviado del gobierno finlandés, Ossian Donner, y de sus amigos Rosa Newmarch, Henry Wood y Granville Bantock.

El 12 de febrero dirigió su primer concierto. Sería en el Queen's Hall de Londres, con el estreno británico de la Quinta sinfonía. Todo un éxito, a pesar del nerviosismo del autor ante un público muy numeroso. Los periódicos locales recogieron ampliamente la noticia de la visita y los conciertos. Tres días más tarde fue el invitado de honor de una ceremonia en el prestigioso Royal College of Music, donde dirigió En saga a su orquesta de estudiantes. Allí pudo conocer a Adrian Boult, con los años consumado director sibeliano. El 16 dirige en Bournemouth a su Orquesta Sinfónica la Tercera sinfonía y otras piezas. En la recepción posterior se encontró con un estudiante entusiasmado, que lamentaba no poder permitirse una nueva velada en Londres, para escuchar la Cuarta. Entonces el compositor se aprestó a darle una libra esterlina para el viaje.

El 18 repite en el Queen's Hall dirigiendo alguna obras cortas en un "concierto balada", programa que repetirá el día siguiente. El 20 de nuevo la Tercera en Birmingham, junto con Bantock, aprovechando el viaje de vuelta para visitar Oxford.

En un nuevo evento en el Queen's Hall pudo encontrarse con su viejo amigo Ferrucio Busoni, muy popular en la capital británica, que interpretó el Concierto para piano KV.488 de Mozart y su propia Fantasía india, mientras que Sibelius dirigiría su Cuarta sinfonía. El encuentro les haría recordar sus correrías de los tiempos pasados: "podrían olvidar la hora del concierto en que debían aparecer [...] Nunca sabían a qué hora tenían que ir a la cama o levantarse. Eran como una pareja de escolares irresponsables", recordaría Henry Wood. Ellos no lo sabían, pero era la última vez que los dos músicos se encontrarían en persona. Busoni, ya enfermo en esos momentos, moriría tres años después.

Busoni y Sibelius a la puerta del Queen's Hall

Busoni se mostró un poco contrariado porque Sibelius no había valorado su obra, que gustó al público londinense. Como ya hemos apuntado en alguna ocasión, el músico nórdico no valoró en general demasiado bien las obras de su amigo, en especial las más vanguardistas.

La sinfonía sibeliana fue recibida calurosamente, y alabada por la prensa, situándola según The times incluso por encima de la Tercera o la Quinta, obras mucho más accesibles en principio. La partitura, que había tenido dificultades y negativas en otros lugares, triunfaba en Inglaterra.

El mismo periódico recogió el día 26 de febrero un extenso artículo de Bantock sobre el genio nórdico. Según el autor inglés "recuerda a la típica figura del Kalevala, el viejo Väinämöinen, el cantor y mago: parece siempre buscar «la palabra de origen», que confiere poder sobre la cosa nombrada; siempre está buscando pulir lo superfluo, dar des idées seules [las meras ideas], como dice... Ha añadido un nuevo sabor al arte del mundo, y permanece como el compositor finlandés tipo y representativo". 

Durante el viaje pudo conocer a Ralph Vaughan-Williams, que se estaba convirtiendo en el autor inglés más valorado después de Elgar, y que admiró - y se dejó influir - mucho la obra del finlandés. Según se relata en la biografía escrita por la segunda mujer del compositor inglés, aquel primer encuentro fue un poco decepcionante, por la timidez de ambos y porque sólo pudieron intercambiar unas palabras en un francés que ninguno de los dos dominaba.

Nuestro músico estableció interesantes contactos con otras personalidades, incluyendo como la pianista Harriet Cohen, entonces una prometedora estrella. El crítico Edwin Evans la presentó al compositor, señalando que conocía y admiraba muchas de sus obras orquestales. Sibelius reaccionó con un ligero escepticismo. Entonces Cohen se sentó en el piano del restaurante en el que se encontraban y tocó de memoria Una saga. Después de aquello ambos artistas sintieron una gran afinidad. La pianista defendió especialmente su más reciente sinfonía, que como decíamos había pasado algo inadvertida: "eres indudablemente una de la media docena de personas que entiende mi Quinta sinfonía". Harriet Cohen sería de los pocos grandes pianistas que incluía piezas para el teclado de nuestro compositor, como las Sonatinas opus 67, como parte habitual de su repertorio.


La pianista Harriet Cohen (1895-1967). Fotografía de c.1920

En un nuevo "concierto balada" dirigió Las oceánidas y piezas cortas. La semana siguiente se dirigiría a Manchester, donde tocó Finlandia y el Valse triste. Sus últimos eventos fueron dos nuevos "conciertos balada" en Londres. Terminó así su estancia británica, que se había prolongado tras poder posponer las actuaciones en Noruega.

Durante esas semanas había estado discutiendo con Newmarch su marcha a América, pero la melómana británica le contrarió con gran tesón: "te ruego no malgastes tus energías enseñando a jóvenes americanos armonía y orquestación à la Sibelius. Eso pueden encontrarlo todo estudiando tus obras. Eres un compositor, no un pedagogo, posiblemente el más grande músico creativo de nuestros tiempos — y ciertamente uno de los más nobles e individuales. Esa es tu misión. Au diable les dollars! Pasa el verano en Järvenpää; no fumes demasiados cigarros Corona, por el bien de tus finanzas; no bebas tan a menudo (por consejo de tu Leibartz ["médico", en alemán] Mme, Rosa Newmarch), y compón tu Sexta (por mandato del Todopoderoso). Esto dará sentido real a tu vida."

Pronto escribiría a EE.UU.: "iré a América sólo como director, y no este año". Pero no era la respuesta definitiva.

El viaje de Londres a Newcastle se hará en tren, donde tomaría el barco hacia Bergen. En Noruega, el 21 de marzo, dirigirá a la Orquesta Harmonien y visitará la casa de Grieg en Troldhaugen antes de acudir a Kristiana (Oslo en la actualidad) para tres conciertos. Los programas no contaban con sus obras más recientes, como la Cuarta o la Quinta sinfonía, sino la Primera sinfonía, la Segunda, El cisne de Tuonela, Finlandia... pero agotaron las entradas y entusiasmaron a público y crítica. Nuestro compositor fue laureado por prominentes figuras noruegas, como el rey Haakon VII, que lo recibió en audiencia.

Interior de la Casa-Museo de Edvard Grieg en Troldhaugen (Noruega)

A principios de abril un Sibelius exhausto volvía a casa, mientras debatía consigo mismo la oferta de EE.UU. "Yo no puedo posiblemente enseñar ahora. [...] No sé suficiente inglés. Ni toco el piano. Tengo una gran reputación, no sólo en Alemania sino en todo el mundo. Y abandonar la composición sería un suicidio". Finalmente, a finales de mes, escribiría a Alf Klingenberg reculando y rechazando el trabajo. Tras un intercambio de telegramas para intentar un cambio de postura, el 9 de mayo nuestro músico dio su última palabra: permanecería en Finlandia. Klingenberg se consoló con Christian Sinding, que fue sustituido dos cursos más tarde por Selim Palmgren.

A finales de mayo se celebraron de nuevo los Días de Música Nórdica, esta vez con Helsinki como sede. La música finlandesa estuvo bien representada con obras de Madetoja, Palmgren y Kuula, como la de nuestro autor, desde la pieza de inauguración (El retorno de Lemminkäinen) hasta el concierto de cierre, el 28 de mayo, el que dirigiría personalmente Sibelius, con un programa que incluía la Quinta sinfonía y La hija de Pohjola

Durante todos estos meses en los que no cesó de dirigir no había compuesto nada. Las ideas sobre la Sexta sinfonía habían sido aparcadas, y el temblor de manos le hacía desistir de coger la pluma. Pero finalmente se propuso trabajar, y resultado de ello fue la Suite mignonne ["agradable" en francés] opus 98a, finalizada el 29 de junio. Es la primera de tres suites para pequeña orquesta escritas entre este año y el siguiente. La obra, escrita para cuerda y dos flautas, es una pieza más bien ligera, aunque no sin ecos del mejor sinfonismo de aquellos años, con referencias a pasadas glorias salonísticas y al mundo de los ballets de Chaikovsky. Tras concluir la pieza preparó una transcripción para piano y cedió ambas versiones a la editora Chapell de Londres, por mediación de Rosa Newmarch. 

El 10 de agosto su mujer Aino celebraba su 50 cumpleaños, ocasión honrada a través de un discurso que fue recogido: "yo, quien te debo tan indescriptible gratitud, puedo afirmar que sin ti mi vida podría haber sido más pobre y más trivial. No hay asunto trivial en estar casado con un compositor como yo. Los momentos de luz, cuando el trabajo ha sido terminado, están finamente repartidos, y la batalla contra la oscuridad de la noche es larguísima. Ha sido verdaderamente destacable que hayas soportado estas tormentas en nuestra vida".

Una de las hijas del matrimonio, Katarina, marchó ese otoño a Stuttgart a proseguir sus estudios de piano. El compositor se mostró inquieto porque apenas le escribió, inquietud sin duda excesiva.

En cuanto al trabajo, el resto del año fue poco provechoso. En algún momento de 1921 realizó una nueva versión, para coro mixto y piano, de la "Marcha scout" opus 91b de 1918, y trabajó en un vals orquestal, el Valse chevaleresque

Sin embargo apenas se movió de Ainola, aparte de una visita al general Mannerheim y la fiesta del 65 aniversario de Kajanus, donde bebió alcohol en abundancia... "yo haré sesenta y seis. Y no hay nada que hacer con ello. El futuro parece sombrío. Cuánto amo la vida y qué difícil es vivirla. ¡Cuán a menudo yo he escrito eso!".

Mientras llegaban buenas noticias de sus amigos del extranjero - Busoni dirigía la Quinta sinfonía en Berlín - en casa de nuevo se imaginaba conspiraciones contra él, las de los músicos en la Universidad, a los que dirigiría el 1 de noviembre con ocasión del centenario de la Societas pro fauna et flora fennica (Sociedad para la fauna y flora finlandesa)

La interpretación de Busoni fue bastante bien recibida, llegando a pronosticar algún crítico que la sinfonía se convertiría en una obra del repertorio, como así ha sido. Nuestro músico recibió la información a través de Adolf Paul, y en seguida escribiría a Busoni:" gracias desde el fondo de mi corazón. Paul me ha escrito, cautivado por tu interpretación. Sin ti la sinfonía habría permanecido en el papel y yo como una aparición del bosque" (20 de noviembre). 

El final de año fue abordado con mucho mejor ánimo. Las navidades fueron recibidas con alegría, y le trajeron un regalo en forma de nuevo honor desde Noruega: el título de primera clase de "Comendador de la Orden de San Olav".


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Capítulo siguiente (40): 1922 [próximamente]

Jean Sibelius en el mundo de Walt Disney

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Una de las curiosidades más sorprendentes, y no demasiado conocida, que rodean la proyección internacional de Jean Sibelius a partir de los años 30 del pasado siglo se refiere al proyecto de incluir una de sus obras más interpretadas ya entonces, El cisne de Tuonela, como pieza de una eventual segunda parte de "Fantasía", película animada de Walt Disney cuya primera parte ilustraba visualmente conocidas piezas del repertorio orquestal, dirigidas por Leopold Stokowski. 

La película no llegó a realizarse, principalmente por el hecho del fracaso en taquilla del film - aunque los años la han acabado convirtiendo en uno de los clásicos más emblemáticos de la historia de la animación -. Además, siempre se había asumido que Sibelius no habría estado muy dispuesto a que su pieza, cuya gravedad y carácter épico son ostensibles, pudiera vulgarizarse en manos de una imaginería propia de Disney. 

Uno de los bocetos del dibujante Kay Nielsen para "El cisne de Tuonela" de la nueva"Fantasía"

Pero el año pasado la visión que se tiene sobre este asunto parece haber cambiado. El 23 de agosto de 2013 Erkki Lasonpalo dirigía la pieza de nuestro músico a la Orquesta Filarmónica de Helsinki, interpretación que se acompañaba con imágenes de los bocetos subsistentes de los dibujantes de Disney para la nueva "Fantasía". Vesa Sirén, periodista del principal diario finlandés, el Helsingin Sanomat, escribía una reseña histórica sobre el asunto, en la que daba nuevos y reveladores datos.

Hemos encontrado un resumen de la reseña en inglés del artículo de Sirén efectuada por parte de un compañero de la blogosfera, Antti Alanen, que amablemente nos permite reproducirlo para nuestro blog. No pudiendo añadir ni suprimir nada, lo traducimos tal cual:
Vesa Sirén informa que en diciembre de 1940 Jean Sibelius recibió una carta de la Walt Disney Company con un logotipo ilustrado de "Fantasía" de Walt Disney, completada por hipopótamos bailando.

John C. Rose [el representante comercial de la compañía] escribió que «Walt Disney ha admirado tu música desde hace mucho y considera que las películas de animación han alcanzado ahora tal nivel que podrían hacer justicia a El cisne de Tuonela en la pantalla». El señor Rose manifestó que El cisne de Tuonela no estaba protegido por el copyright en los Estados Unidos, pero Disney no quería proceder sin el permiso del compositor. Según Rose la película podría describir reverencialmente el relato del cisne de Tuonela basado en el gran poema épico Kalevala.

La carta estaba acompañada por una recomendación de Hjalmar J. Procopé, el embajador de Finlandia en los EE.UU.: el proyecto podría conllevar publicidad favorable a la cultura finlandesa.

La [película] "Fantasía" original acaba justo de ser estrenada, y Disney quería revivirla anualmente. El cisne de Tuonela fue planeado para la siguiente edición.

A veces se ha asumido que Sibelius rechazó participar, pero de hecho él fue mucho más entusiasta de lo que se conocía. He encontrado una carta en la colección privada de Rolando Pieraccini [mecenas artístico finlandés, aunque de origen italiano], datada en febrero de 1941. En ella Sibelius pide a su amigo ayuda en los contactos con Disney: «las películas de Disney son mundialmente famosas. Me figuro que podría recibir una retribución sustancial, lo cual podría ser altamente deseable, consigo a duras penas cualquier compensación de América», escribe Sibelius.

Muchos bocetos fueron dibujador en la compañía Disney para El cisne de Tuonela. Pero la película "Fantasía" original no tuvo el éxito en taquilla que se esperaba, y los planes sobre nuevas versión de "Fantasía" fueron congelados.
Vemos por tanto que la principal preocupación de Sibelius para con la película era la trascendencia que podría tener, tanto para aumentar su fama como para darle beneficios económicos. No se negaba pues a dar su obra a la película de Disney, sólo buscaba llegar a un acuerdo digno con la mítica compañía.

Años antes había contemplado con frustración cómo un éxito y una película tan emblemática como "El cantor de jazz", el primer filme sonoro, utilizaba un fragmento de su "Pelléas et Mélisande", sin ver su nombre en los créditos y sin recibir beneficios de ello. 

Lasonpalo comenta a Sirén en el artículo citado que ralentizó su dirección de la partitura, tal y como los directores musicales de la "Fantasía" primera (Stokowski) y "Fantasía 2000" (James Levine) hicieron con muchas de las piezas ilustradas para adecuarlas mejor a la imagen.

Aunque el público y los músicos no pudieron contar con el segmento animado como tal, la experiencia audiovisual del concierto agradó a todos. Desde luego hubiera sido enormemente interesante poder contar con esa "Fantasía II" con música de Sibelius. Sin duda es cierto que habría ayudado mucho en la proyección mundial del compositor, y hacer incluso popular uno de sus mejores trabajos. 

Podemos intentar hacernos una idea con algunos bocetos más de Nielsen para la planeada película. Invitamos a nuestros lectores a experimentarlos con una audición de la obra. 

 
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El resumen del artículo de Sirén (en inglés) está tomado de:
http://anttialanenfilmdiary.blogspot.com.es/2013/08/world-premiere-film-concert-walt-disney.html

Y el artículo original (en finés):
http://www.hs.fi/kulttuuri/a1377147584263


Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 3. Análisis. Visión general

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La Cuarta Sinfonía ha sido vista como la más desconcertante de todo el ciclo. No obstante, puede calificarse sin ningún género de dudas como una obra maestra, portando una serie de cualidades que le hacen tan única como genial entre las obras del catálogo sibeliano, principalmente su lenguaje musical, muy moderno, aunque sin llegar a extremos vanguardistas. Una obra que puede resultar dura, austera y abstracta al oyente poco familiarizado con Sibelius; aun a muchos sibelianos se les antoja como la más difícil de sus obras, pero una dureza que se ve recompensada por la intensidad emocional que provoca.

Este lenguaje exclusivo presenta elementos originales en todos los apartados de un análisis. En primer lugar tenemos una armonía altamente cromática, llegando en ocasiones a hacerse uso de la bitonalidad (la superposición de dos escalas lejanas, propia de músicos vanguardistas como Olivier Messiaen), aproximándose incluso a la falta de referencia tonal en determinados pasajes. Se sugiere también la escala de tonos enteros, por la presencia constante del tritono (ver más adelante). Al tiempo, muchas de las escalas son claramente modales, esto es, no basadas en la habitual alternancia entre mayor y menor, sino modos antiguos y/o folclóricos, en especial el modo lidio, el dórico y el eólico (el menor natural).

La disonacia es constante, si bien no suele presentarse desnuda y aislada, sino "asordinada", temperada por elementos tímbricos o dinámicos, haciendo figurar así momentos que bien pudiéramos calificar como "dolorosos" en una experiencia intimista, un "dolor interior" y silencioso. 

El análisis en profundidad de la armonía de esta pieza, tan original y única, sería un trabajo interesantísimo,  pero creemos que sobrepasaría con mucho el carácter divulgativo del blog, además de suponer una tarea ciertamente titánica. No obstante en los próximos posts trataremos de acotar algunos apuntes sobre los pasajes más significativos. 

Como línea general sin embargo puede apuntarse el uso abundante de elipsis de acordes: "sobreentender" acordes intermedios en una progresión, no haciéndolos presentes. En esto Sibelius ha tomado referentes en Liszt y quizá en Mussorgsky, haciéndose paralelo a su uso en Debussy.

Pero el color armónico que recorre la espina dorsal de toda la obra, dotándola al mismo tiempo de una lograda unidad y de una tensión interna auténticamente fáustica, es el tritono, intervalo ("diabolus in musica") que se percibe a lo largo de toda la obra, a veces expuesto con notas intermedias que lo suavizan, otras veces directa y brutalmente. 

Veamos algunos de los ejemplos más significativos. Se encuentra ya en la célula inicial del primer tiempo, dulcificada por una nota intermedia, pero clara por ser los dos extremos de su ámbito (do - fa#):

De manera análoga lo vemos en el segundo tema del movimiento, en esta ocasión con la segunda nota del intervalo más destacada al elevarla una octava (la - re#):


En el segundo movimiento aparece constantemente en el propio tema principal, por estar en modo lidio, pero también en algunos de los motivos de lo secundan, de manera desnuda, como aquí, en una alternancia entre el oboe y los violines:


Más adelante, en la inquietante sección final de este scherzo, se convertirá en el siniestro contrapunto de los violines a un tema de las maderas, de nuevo directamente:


En el tercer movimiento, antes de la formación del gran tema que lo centra, y que es plenamente diatónico, el tritono aparece oculto entre las muchas células que harán nacer dicho tema, de hecho la que da comienzo mismo del movimiento (y que a su vez enlaza con la célula inicial de la sinfonía) (la - re#):



En el Finale aparece, como en el segundo tiempo, en el propio tema, que de nuevo está basado en el modo lidio. Aquí tenemos su inicio (la - re#):



Las texturas de la sinfonía, como ya hemos dicho muy propias del periodo oscuro al tiempo que su uso más extremo, son tremendamente personales. Las líneas se adelgazan al máximo, abundando pasajes a pocas voces, e incluso a una sola voz, aunque a la vez, singularmente, las relaciones contrapuntísticas se toman con sumo cuidado. De hecho los desarrollos polifónicos, a veces imperceptibles, son esenciales en el devenir musical.

La orquestación constituye uno de los elementos que más inmediatamente llama la atención de la obra en cuanto a su originalidad. De nuevo un ejemplo extremo de lo que es este el periodo oscuro, con una instrumentación propiamente camerística. Se subrayan continuamente timbres sin mezcla extremadamente refinados, destacando en esta obra especialmente la cuerda, con abundantes solos - sobre todo el violoncello - y, al contrario que en otras muestras del catálogo sibeliano, muy pocos divisi. Trompetas y trombones casi no son perceptibles a lo largo de la obra, mientras que las trompas suelen actuar como un coro propio. De hecho hay muchos pasajes en los que parecen convivir distintos pequeños grupos instrumentales, a la manera de la música antigua. Las maderas están especialmente individualizadas. Y en cuanto a la percusión, el timbal está omnipresente, aportando mucho del color propio que tiene esta pieza; al que se añade en el Finale el glockenspiel, que da retazos de tintes brillantes a la negra pintura de esta obra. 

Las melodías son sobrias a más no poder, concentradas, "espartanas", y tienden a fragmentarse o a rodearse de silencios, en esta obra tan expresivos o más que muchos de sus notas. Muchos pasajes parecen elementos perdidos o aislados, como flecos de niebla, pero en realidad siempre Sibelius ha buscado relaciones íntimas entre las partes en apariencia distantes. Las auras en esta obra mutan de hecho en silencio y ausencia, aunque hay auras sibelianas propiamente dichas, mucho más discretas en general, y con una fortísima tendencia a separarse de la melodía que está en primer plano y tomar vida propia.

Este especial uso de las texturas ha llevado a muchos comentaristas a calificarla de "impresionista", si bien por poder comunicativo y oscuridad la partitura ha recibido también el adjetivo de "expresionista". Sin embargo, ambos términos no dejan de ser etiquetas que no pueden abarcar todo lo que abarca esta sinfonía. Su mejor calificativo sería el de "sibeliana", cien por cien sibeliana.

No obstante podemos detectar algunas ligeras influencias de autores contemporáneos, aunque cabe preguntarnos si no serán en realidad frutos de una reflexión propia del mismo momento histórico. Aquí se siente algo del Richard Strauss de "Salomé" (que Sibelius conocía) o "Elektra" o del Bartók de "El castillo de Barbazul" (en cuanto armonía), del Mahler de las últimas sinfonías (en especial respecto a la orquestación)... Paralelos en los detalles, que se sitúa en las antípodas de su monumentalidad en cuanto a expresión.

Pero quizá haya una analogía muy curiosa con el lenguaje de Ferruccio Busoni, su íntimo amigo de juventud, cuyas composiciones, en especial las más vanguardistas, apreciaba más bien poco. En noviembre de 1910, en medio de la composición del final de la obra, hace una referencia precisamente a Busoni en su diario, criticando su Fantasia contrappuntistica: "horrible y enclenque, sin sentido de movimiento". Con ello parece replantear sus propias preocupaciones en el terreno del arte polifónico, en el que desde luego el maestro italiano-alemán le superaba. "Su Berceuse élégiaque es otro asunto... como timbre y telón de fondo musical, tiene su sitio". 

No obstante no estamos ante una obra vanguardista. Puede calificarse de "modernista", pero también esta etiqueta es demasiado restrictiva. En realidad, como ya hemos señalado en el post anterior, hay mucho de hastío contra las partituras más futuristas de su tiempo en esta obra: "se presenta como una protesta contra la música del presente. No tiene nada, absolutamente nada de circo en ella". Y es que en cierta forma, la obra tiene aspiraciones clásicas. No por su lenguaje en lo netamente musical, no por su academicismo formal (como veremos después), sino por su aspiración a la música pura y abstracta, muy lejano del descriptivismo / simbolismo / expresionismo de su tiempo.

Sibelius apuesta en esta sinfonía por los cuatro movimientos clásicos (frente a los tres de la Tercera o los cinco delCuarteto "Voces intimae"), aunque con sus particularidades, ya que, reproduciendo el lejano esquema de la Sonata da chiesa, opta por una disposición de lento - rápido - lento - rápido. Los movimientos rápidos son más breves y extraños, mientras que en los lentos nuestro autor impone un sentimiento de seriedad y de trascendentalidad asombroso, sobre todo el tercer tiempo, que constituye el eje de gravedad de toda la sinfonía.

En cuanto a la estructura interna de cada movimiento, hay una inspiración en las formas clásicas, pero como progresivamente ha ido sucediendo en las obras de nuestro autor de años anteriores, estas formas se convierten en una guía más que en un esqueleto, y además se hacen flexibles para incluir transformaciones propias, siempre dominadas por la naturaleza de la música y su devenir orgánico. En una entrada en su diario (1 de agosto de 1912) el genio nórdico compara la sinfonía con un río, con afluentes, arroyos y corrientes, que finalmente desemboca majestuosamente en el mar. El agua no tiene forma, sino que adopta la forma del caudal que lo conduce.

El primer movimiento sigue, como veremos, la forma sonata, con un desarrollo que se confunde con la reexposición del primer tema. El segundo es un scherzo muy singular, con multitud de elementos, que no repetiría más que brevemente la sección inicial, dando paso a un trío fantasmal según algunos autores, o bien un scherzo con una sección nueva añadida según otros estudiosos. El tercero se puede definri como una fantasía sobre un único tema, acaso una forma de variaciones muy libres, un tema que busca formarse desde elementos dispersos y fragmentados. El cuarto defintivamente se califica como un rondó-sonata, aunque con muchas libertades y de nuevo multitud de pequeños elementos secundarios. 

Esto es, a muy grandes rasgos, lo que se puede decir de la sinfonía en su globalidad. Entraremos en más detalles con los próximos posts, dedicados a cada uno de los movimientos de la obra.

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Capítulo siguiente (4): I. Tempo molto moderato, quasi adagio (análisis)


Biografía (40): suites, trabajos menores y la muerte de su hermano Christian (1922)

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Los primeros meses de 1922 encontramos a nuestro músico escribiendo para su instrumento favorito, la orquesta, pero lejos de lo que sería una incipiente Sexta Sinfonía se ocupa de trabajos menos comprometidos. En enero finaliza el Valse chevaleresque opus 96c, en el que trabajaba desde noviembre, tanto en la versión orquestal como en la pianística, y que revisó antes de enviarla al editor. Según años más tarde relataría Walter von Konow, amigo de la infancia del compositor, la partitura habría retomado un vals improvisado durante su viaje a Italia. Para su mujer Aino en cambio tenía otras connotaciones, por las que rechazaría agriamente la pieza: un símbolo de los excesos de alcohol de su marido en restaurantes y hoteles, donde la música de estruendosos valses sonaba constantemente. Además no consideraba el espíritu de la pieza a la altura de su marido. Lo cierto es que la pieza ciertamente es un tanto ligera, muy apegada a la sonoridad de los valses vieneses de los Strauss, con ritmos enfáticos y sonido de platillos. 

El 22 de enero finaliza un coro masculino, "Likhet" ("Semejanza") JS.121, con un texto de Runeberg que curiosamente ya había musicalizado en 1890 - para voz y piano entonces, ambas versiones no comparten material musical -, para el conjunto de Musices Amantes de la ciudad de Turku.

Mientras, prosiguió escribiendo la segunda de la serie de suites para pequeña orquesta que había iniciado el año anterior, terminando la Suite champêtre opus 98b ["Suite campestre"] el 7 de febrero, en este caso instrumentada sólo para cuerda (con su correspondiente transcripción para piano). Posiblemente la mejor de las tres, cuenta con un movimiento central, Mélodie élégiaque que aunque con ecos de Grieg plantea hermosos temas sibelianos, y una Danse final con solo de violín muy en línea de las Humoresques de años antes. Su ánimo por componer piezas que hoy en día llamaríamos más "comerciales" no era bueno: "mi salud no es nada buena, ni estoy bien espiritualmente. Aino está decaída, ¡muy decaída!" (10 de abril)

A principio de aquel 1922 se establecía la Logia Masónica nº1 de Finlandia, como su nombre indica la primera formada en el país independiente y de hecho la primera legalizada desde que los rusos prohibiera la fraternidad en 1809. Jean Sibelius formó parte de la lista de candidatos desde el comienzo, lista que incluía a figuras tan prominentes del joven país como el general Mannerheim, el arzobispo y cabeza de la Iglesia de Finlandia Gustaf Johansson, el arquitecto Lars Sonck, el pintor Pekka Halonen, el director de orquesta y compositor Robert Kajanus... Nuestro autor formó parte del primer grupo de admitido, el 18 de febrero. Durante el primer año en la logia fue un miembro activo, actuando al menos en dos ocasiones como organista en las tenidas y reuniones. Toivo H. Nekton, uno de los fundadores y también cantante de coro, le sugirió la composición de música "genuinamente finlandesa" para la logia, sugerencia que en principio no se cumplió, pero que con los años sí llegaría a fructificar en una bellísima partitura.

En marzo Helsinki recibió la visita de uno de los más grandes intérpretes del siglo: Wilhelm Kempff, que a sus veintiséis años realizó recitales tanto al piano como el órgano, a los que asistió Sibelius, elogiando como "inolvidables" sus visiones de Bach. El artista alemán le visitó personalmente a Ainola, convirtiéndose pronto en un amigo de nuestro compositor. De hecho Kempff tocó en alguna ocasión música sibeliana, como las sonatinas, aunque por desgracia nunca dejó constancia grabada de ello. 

Fotografía del pianista alemán Wilhelm Kempff (1895-1991) en su juventud

Quizá con los recitales de Kempff en mente nuestro compositor discutió con su editor Wilhelm Hansen la posibilidad de componer un concierto para piano y orquesta, como el impresor le sugería. "A menudo he pensado en escribir un concierto para piano y he sido instado a hacerlo en incontables ocasiones — entre otros por Busoni. Pero siempre me ha parecido que el mundo quiere un concierto à la Tchaikovffsky [sic] o Grieg, pero no uno de meine Wenigkeit ["mi modestia", en alemán]. De todas formas, pensaré seriamente en el asunto. Ciertamente estoy interesado" (18 de marzo). Pero pocos días después la idea se disolvía: "en parte porque estoy en el punto de ser siempre esclavo de mis ideas, así que no puedo escribir más lo que quiero, sino lo que debo. Así, sin promesas pero con una esperanza". Jamás escribiría éste o ningún otro concierto.

Según avanzaba el año fue retomando la Sexta sinfonía, aunque conviviera con la música de "pan y mantequilla". El 27 de abril escribía dubitativo en su diario: "el nuevo trabajo está luchando por salir y yo no estoy feliz... Tengo todavía mucho, demasiado que decir. Vivimos en un tiempo en que todos miran al pasado... Yo soy sólo tan bueno como ellos eran. Mi orquestación es mejor que la de Beethoven [una observación por cierto muy frecuente en el músico] y tengo mejores temas que los suyos. Pero — el nació en un país de vino — yo en un país de leche agria ["surmjölk"]".

En mayo, tras años de quebraderos de cabeza y espera su pantomima-ballet "Scaramouche" opus 73a es estrenada en el Teatro Real de Copenhague, dirigida musicalmente por Georg Høeberg. Cosechó excelentes críticas, lo cual no deja de llamar la atención pensando en el poco entusiasmo de su autor por la partitura y las carencias objetivas de la misma. Kempff, en la capital danesa precisamente esos días, lo presenció, mandado una felicitación a Sibelius. La obra, pese a lo comunicado en principio por Poul Knudsen, su autor, se realizó con diálogos hablados, lo que desagradó al compositor finlandés, poco dado a la mezcla de lo real con su música.

Sin embargo el genio nórdico tenía otras preocupaciones: aparte de que su temblor de manos volvía a ser muy molesto, los doctores informaron a su hermano Christian que sufría una anemia incurable, mortal de necesidad, lo cual dejaba devastado a Jean, que siempre se sintió muy unido a su hermano pequeño: "es imposible decir lo que este significará para mí. De nuevo me sitúo en la antesala de un destino insoslayable".

Apartando la sinfonía, quizá por su estado anímico, dedicó entonces su atención compositiva a un cuaderno de piezas para piano, las Ocho piezas cortas opus 99, componiendo las seis primeras en mayo y las últimas en junio. Aunque relativamente ligeras, tienen un evidente poso serio y elementos aforísticos semejantes a algunas de las composiciones de su "periodo oscuro".

Christian Sibelius moriría el 2 de julio. En su funeral un cuarteto tocó una pieza de su hermano, al parecer la Elegía de "Rey Cristian II".

El doctor Christian Sibelius (1869-1922), en la década de 1910.

El sentimiento de pérdida en nuestro músico fue muy profundo, y el dolor atenuó su ánimo a la hora de componer en los siguientes meses.

Quizá por ello su actividad fue menor, y de nuevo no pudo entrar en las profundidades de su nueva sinfonía. En julio tuvo que pedir un préstamo, a devolver en cuatro meses. La obra que se lo permitiría se completaba el 8 de agosto: la Suite caractéristique opus 100, para cuerda y arpa (y transcrita también para piano), más breve y sencilla que las anteriores, aunque guarda evidentes afinidades con sonoridades de las siguientes dos sinfonías.

En septiembre abordaría el proyecto de un nuevo cuaderno de piezas salonísticas para violín y piano, que no le ocupaban desde los años de la guerra mundial. La primera pieza fue una Novelette, que finalmente sería la única, publicada con el número de opus 102. Y aunque compondría años más tarde para el mismo medio, lo haría con un enfoque mucho más comprometido. "Trabajando en pequeñas piezas — mis mayores planes nunca se realizarán. Una vida como ésta es imposible artística y financieramente. [...] Cuando estoy forzado a componer, las ideas simplemente no vienen" (5 de septiembre).

Lo cierto es que el compositor seguía muy preocupado por sus finanzas, y recordando su viaje a EE.UU. preguntó a su compañero Toivo Nekton, que había pasado los últimos años en el país americano, donde ya gozaba de gran fama, sobre el mercado musical coetáneo.  Nekton le dijo que "todos los americano están deseando aceptar las así llamadas «pequeñas composiciones» de  compositores europeos pero no pueden, dicen, vender sinfonías". 

Como veremos, nuestro autor acabó por hacer justo lo contrario que le sugirió su amigo masón. El trabajo en su Sexta progresó bien a partir de septiembre, y previó acabarla en enero del año siguiente. Y por una vez no anduvo muy desencaminado... También planeó nuevos conciertos en el extranjero para ese nuevo año.

A mediados de octubre el editor Hansen le hizo entrega de un nuevo libreto de Poul Knudsen, "Kavakami", basado en un tema japonés. En seguida lo rechazó. El texto serviría poco después de base para el ballet "Okon Fuoko", una de las obras más célebres del Leevi Madetoja. Siguió concentrándose casi exclusivamente en la sinfonía.

La última pieza finalizada en este año tan poco productivo de 1922, también breve, será el Andante festivo JS.34a. El médico y empresario Walter Parviainen le solicitó una "cantata festiva" para celebrar el 25 aniversario de una fábrica en la localidad de Säynätsalo. Nuestro músico respondió a la solicitud, pero en lugar de una obra vocal escribió una pieza para cuarteto de cuerda, que se estrenó en la escuela de la villa el 28 de diciembre. La partitura, de sencilla solemnidad, es de gran belleza y sentimiento de plenitud; años más tarde, contemplando su potencial, decidió preparar una versión para orquesta de cuerda, que la ha llevado a situarse entre las piezas orquestales breves más tocadas y estimadas de nuestro genio (la versión original en cambio es una rareza, aunque sería un excelente bis para muchos recitales cuartetísticos). Se ha sugerido, y es muy posible por su tono, que la pieza pueda retomar algún esbozo del oratorio "Marjatta" de años atrás.

Vista actual de Säynätsalo, población fundada tras la construcción de la serrería de JohannesParviainen

La obra también comparte sonoridades con la Sexta sinfonía, que finalmente asumirá completamente en esas últimas semanas del año, absorbiéndolo totalmente pronto. Aunque en realidad el germen de la obra se sitúa apenas acabada la Quinta, el trabajo propiamente dicho de la partitura se realizará en un periodo del que casi no existen indicaciones en su diario - lo cual indica un trabajo intenso y satisfactorio -, entre finales de este 1922 y comienzos del año siguiente,  como ya relataremos en la siguiente entrega de la biografía.
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Capítulo siguiente (41) [próximamente]

Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 4. Análisis. I. Tempo molto moderato, quasi adagio

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El primer movimiento de la Cuarta sinfonía se sitúa como una partitura enormemente concentrada en lo expresivo. Desprende un gran poder elegiaco, místico, sobrio y oscuro, con pasajes siniestros incluso, aunque a la vez beatíficos pasajes de infinita dicha.

Gran parte de ese carga expresiva tan amplia, que alcanza lo cósmico, se debe a la concentración formal. Aunque a lo largo de la pieza, como veremos en este análisis, se nos presentan multitud de elementos musicales, lo cierto es que en realidad todo ellos están íntimamente relacionados, derivados unos de otros, lo que asegura la unidad y concentración formal al máximo.

A pesar de presentar un tempo lento, o tranquilo más bien, sigue como ya hemos indicado la forma propia de los primeros movimientos de la sonata académica, si bien con muchas singularidades. La más llamativa de todas ella es el hecho de no haber una reexposición propiamente dicha del primer tema, aunque podríamos entender más bien que éste se encuentra muy presente a lo largo del desarrollo. En segundo lugar las relaciones tonales son muy extremas, aunque con ello Sibelius corre en paralelo a los sinfonistas más vanguardistas de su tiempo, como Mahler.

En tercer lugar no podemos hablar propiamente de "temas" , más apropiado sería hablar de "periodos", o secuencias de temas. Sin embargo lo haremos para clarificar el seguimiento de la forma.

El discurso musical continuo y biológico forma parte de la quinta esencia sibeliana, en la que los temas esclavizan el devenir del movimiento. Tawaststjerna lo compara en esta obra con un río en el que las ideas musicales fluyen continua y naturalmente unas en otras, si bien el lecho del río (la forma sonata) le sirve de recipiente (no sin que en ocasiones haya pequeños "desbordamientos").


Estas ideas musicales pueden clasificarse a grosso modo en dos parámetros músico-expresivos: la claridad y sencillez (tríadas) y la oscuridad y ansiedad (cromatismo y ambigüedad tonal), que contrastan entre sí, y luchan, siendo el primero afectado por el primero, creando distorsiones y figuras espectrales de esos elementos "puros". El resultado, aun cuando el movimiento tiene mucho de estático, es una sensación enormemente viva y esencialista.

En términos generales la estructura formal y tonal del movimiento sería el siguiente:

          Exposición:
             - Periodo A (la dórico / Do Lidio)
             - Periodo B (Fa# Lidio)
          Desarrollo
          Reexposición:
             - Periodo B (La Lidio)

En el Sibelius de esta sinfonía la parte contiene el todo, y todo empieza a ser dicho desde las primerísimas notas de la obra, en primeros violoncellos y primeros contrabajos (la cuerda grave está dividida en los compases iniciales), con el primer fagot, mientras los segundos instrumentos hacen la pedal (toda la cuerda con sordinas):


(para ver los ejemplos a tamaño completo, pínchese en las imágenes)

El motivo en sí está constituido propiamente de cuatro notas, do - re - fa# - mi, y se convertirá en la célula germinal de todo el movimiento, como es frecuente en la música más avanzada de nuestro autor. Un microcosmos que alberga en sí todo lo que vendrá a continuación: por una parte tenemos un diseño fundamentalmente de segundas, lo cual genera un clima sobrio y estático, hasta cierto punto impresionista (no en vano es un intervalo fundamental en la música de Debussy). 

Y por otra parte presenta, aunque sea de manera indirecta, el tritono, destacado en las dos notas extremas de su extensión: do y fa#. Como ya habíamos anunciado es el intervalo más característico del movimiento y de toda la sinfonía. 

Aunque ese tritono podría indicar cierta ambigüedad tonal, lo cierto es que con tan pocas notas no se produce; en cambio sí que se plantea una ambigüedad modal. Por una parte la nota pedal (do) podría marcar que estamos ante un Do Lidio, aunque al reiterarse al final del motivo las notas mi - fa# (esta última produce el tritono y por tanto la disonancia constante con la pedal) podría sugerirnos un mi menor. ¿Cuál es la nota tónica? Aún no lo sabremos hasta que llegue el primer tema propiamente dicho.

Las dos últimas notas (fa# - mi) se prolongan, alternándose entre los instrumentos de la cuerda grave, como señalábamos, con figuras a contratiempo que parecen crear aún más la sensación de ingravidez. Estas dos notas  formarán un ostinato que se extenderá durante la mayor parte del resto de este primer periodo, superponiéndose entre sí en violoncelli y contrabajos (creando un ligero fondo disonante de segundas), y con el cuerpo melódico que sigue.

Un violoncello solo toca el primer tema:


Por de pronto nos aclara la tónica, de dos maneras: a través de una sensible (sol#), y porque está constituido fundamentalmente por la tríada de la menor (la - do - mi). Con el fa# del ostinato y el destacado sol (cumbre melódica), la escala se nos define finalmente como la de la dórico.

El tema es una de esos elementos "puros" de los que hablábamos, con su perfil triádico y su figuración sencilla, ondulante, aspirante a la máxima belleza... Contiene además un característico adorno, muy sibeliano, en forma de tresillo. Y parece quererse prolongarse monótonamente hasta el infinito cuando es repetido por los segundos violoncelli primero, y después por las violas, introduciendo por primera vez alteraciones armónicas.

Finalmente estas repeticiones derivan el motivo a una ondulación de terceras, ahora sí en Do Lidio, más luminoso, casi beatífico (todavía con sordina):



Se produce entonces un crescendo, que deriva a acordes largamente sostenidos, inmóviles, coloreados con los trémolos de los violines y las sonoridades espaciosas de las trompas.

Este pasaje, con su "melodía de timbres", ha creado una gran expectación, que resuelve en una inquietante secuencia del metal, con un tempo algo más lento. Sin solución de continuidad enlaza con una figura de la cuerda, que consideraremos como segundo tema (notas reales):



Los acordes del metal presentan muchas singularidades. Por una parte tiene una función modulatoria, una modulación muy remota, elíptica y tensa. Además de su cualidad armónica tienen una gran expresividad, casi apocalíptica, por su particular dinámica de crescendi sobre una misma nota hasta llegar al forzando de cada segunda nota, una figuración muy sibeliana también, en que será muy frecuente de esta sinfonía (y de muchas obras de los últimos años). 

La modulación nos lleva al universo de Fa# Mayor, o más correctamente, Fa# Lidio, situado en las antípodas armónicas del la inicial. El tema se presenta en un unísono de la cuerda (excepto contrabajos), y de nuevo nos ofrece muchos elementos que comentar. Su diseño consiste en tres componentes: una nota prolongada inicial que, tras una brevísima semicorchea, deriva en un impactante ascenso de décima, hacia una nueva nota prolongada,  finalizando la melodía en un floreo de notas más breves.

Pero lo más destacable es que sus primeras cuatro notas (la - si - re# - do#) no son sino una transformación de la célula inicial, conservando tanto su segunda inicial como el característico tritono, ahora llevado al delirio al llevar la última nota una octava por encima, creando una contrapartida en forma de clímax en lo que antes era un dibujo sobrio y escueto. 

El Fa# Lidio aporta un contraste pacífico con la fatídica secuencia de los metales. Pero este se vuelve a presentar a renglón seguido, si bien algo más discreto. El resultado es de nuevo disruptivo, y da a lugar a una variante del tema - sin sus notas iniciales -, seguida de dos figuras distintas en el metal, elementos que comentaremos a continuación (notas reales):



La nueva versión del tema convierte el salto de décima en una séptima, y el floreo que le sigue en notas más extensas, lo que junto a la nota pedal de contrabajos (y flautas y clarinetes), junto con el trémolo de violas y violoncellos, de nuevo divisi, crean una nueva atmósfera estática y de sensación de infinitud.

Sobre esos trémolos podemos escuchar el segundo elemento de esta secuencia, unas fanfarrias en las trompas, casi triunfales, y después un tercer diseño, un breve compás en trombones y trompetas que Tawaststjerna denomina como "coral parsifaliano" - el motivo de las cuerdas podría ser a su vez casi "tristanesco" -, que concentra de nuevo distintas y distantes armonías. Al parecer, según confesaría el compositor a su nuero Jussi Jalas, este breve coral "representa el destino".

Destino que no consigue alejar la expresión de su búsqueda de la redención, ahora simbolizada por variantes del motivo ondulante de las cuerdas (Ej. 1c) que, recordemos, a su vez es una variante del primer tema. En primer lugar se presenta en violas y cellos, cambiando su tríada por una ascensión hacia el omnipresente tritono (fa# - la# - do), que después se transforma en una serena figuración ya triádica, secundada por apaciguadores acordes de las trompas, y figuras en pizzicato de la cuerda. Solos de la madera nos presentan un motivo final para la exposición (notas reales):



Un motivo que no es sino otra transformación más de la célula inicial, ahora asumiendo una escala mayor, mucho más tranquila y apaciguadora. Tras nuevas "ondas" de la cuerda (ahora en tresillos), el último motivo reaparece. Todo nos hace parecer que la música se va a detener, dando como final el más absoluto de los reposos y hasta la ansiada redención... Pero en realidad va a dar paso al desarrollo, justo con una nota alterada del clarinete que nos conduce a un pasaje en mi menor donde unas breves transformaciones de este motivo nos llevan de nuevo a un clima de desesperación y desconsuelo:



El violoncello solo, sin acompañamiento ahora (excepto un breve acorde de flautas y clarinetes) toma de nuevo el devenir de la música, entrando en una deriva expresiva - una carrera hacia lo inexorable - como también en lo armónico. Lo hace retomando el material del primer tema (Ej. 1b), enfocado ahora como una secuencia circular de pregunta y (en retrogradación) respuesta. Su armonía marca su idiosincrasia, modulante al extremo, tornando hacia tonos distantes, rozando de hecho la atonalidad con sus constantes cambios y el recurso perpetuo del tritono. 

A continuación entran violines segundos y violas continuando el mismo clima, dando al pasaje cierto sabor contrapuntístico, si bien no se produce una imitación estricta. Tras entrar los violines primeros - extendiendo la falsa sensación de que estamos ante un fugato -, se suman en unísono los segundos, alcanzando el registro más agudo, originando una atmósfera casi fantasmagórica y enormemente inquietante. Nos sumergimos completamente en el mundo de las sombras.

A esas texturas friccionantes se le suman rápidas figuras de cellos y violas en un clima de indeterminación tonal. De hecho, sin ningún tipo de mediación, imponen aunque sea por unos compases la escala de tonos enteros (solb - lab - sib - do - re - mi):


Su figuraciones además son de nuevo transformaciones de la célula inicial. Con estas auras de fondo irrumpe en las maderas un breve motivo, que no es sino una variante del comienzo segundo tema, que a su vez muestra su relación directa con la célula inicial, enunciando además ahora el tritono (sol - do#) de manera directa (notas reales):


Dispuestas así todas la piezas del desarrollo: un aura formada por recuerdos tremolantes de la célula inicial, sobre la que flotan formas diversas de ese motivo, que también se basa en dicha célula. Todo además bajo un clima armónico adusto y volátil.

Junto con el motivo señalado antes (Ej.1i), encontramos otra figura en las maderas, un  floreo en torno intervalo de séptima, con un característico sextillo (clarinete, notas reales):


El intervalo puede rememorarnos a la variante antes reseñada del segundo tema (Ej. 1e), pero lo más destacable es su aparición en distintos tonos, lo que nos da una idea de lo errabunda que transcurre la armonía de este pasaje. 

Tanto la orquestación como la dinámica van creciendo en intensidad, creando un clima cada vez más tenso y hasta apocalíptico. La trompas asumen finalmente el motivo principal de este desarrollo (Ej. 1i), para llegar al clímax con el que finaliza esta sección, que retoma el floreo del segundo tema (Ej. 1d).

Se llega pues a la reexposición, como hemos señalado sin rememorar el primer tema, sino directamente el segundo. Toda esta sección va a ser relativamente fiel a la motívica de la exposición, centrándose sus diferencias en aspectos expresivos. Hasta el fin del movimiento va a girar en torno La Lidio o Mayor, lo que cumple (relativamente otra vez) con el diseño habitual de la forma sonata.

La reexposición de la variante del segundo tema (Ej. 1d) se va a hacer con notas más prolongadas aún, y una orquestación algo menos camerística y elíptica, si bien la secuencia prosigue de manera idéntica. También encontramos de nuevo el apacible final de la exposición, con su sereno motivo modulatorio, y otra vez el motivo que lo cerraba. 

Y justamente con la nota pivote del clarinete llegamos a los últimos compases, que van prolongar este motivo (Ej. 1f), en apagadas entonaciones de la cuerda - que se prolongan en su nota final - pero rebajando su tercera nota, lo que crea una nueva variante, otra vez con poso inquietante (tritono entre la primera y tercera nota, intervalo disminuido entre la segunda y la tercera):




El movimiento termina rememorando su célula inicial, y con la nota tónica al unísono, sin relleno armónico, lo que le da carácter conclusivo pero algo ambiguo respecto a su modo. 

Este la al unísono sirve de enlace con el siguiente movimiento, como veremos en el análisis correspondiente por lo que, aunque no está indicado con un attacca, sería muy adecuado que el director no hiciese una pausa significativa entre ambos tiempos.
 
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Para acompañar este análisis les proponemos la audición de la grabación que efectuara Leif Segerstam, dirigiendo a la Orquesta Filarmónica de Helsinki (precisamente la orquesta que casi un siglo antes estrenara la partitura) para el sello Ondine, en una ejecución elegante y romántica:


(enlace)
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Capítulo siguiente (5): 5. Análisis. II. Allegro molto vivace [próximamente]



Biografía (41): la Sexta Sinfonía, viajes por Suecia e Italia (1923)

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Si las entradas en el diario de Sibelius durante 1922 fueron escasas, en este año de 1923 serán aún menos aún- sólo dos páginas -, lo que unido a una disminución también de intercambios epistolares - no existe otro Axel Carpelan - nos deja el panorama de una época con menos informaciones personales de lo habitual. Aunque este año no estará menos exento de sucesos que el anterior.

Por de pronto el 14 de enero descubrimos en el diario que ya había acabado los tres primeros movimientos de la Sexta Sinfonía (no anotará nada más hasta cuatro meses después). Como ya comentamos, gran parte del material de la obra había sido concebido años atrás, incorporando ideas originalmente destinadas a proyectos como el de un segundo Concierto para violín o el poema sinfónico Kuutar, pero el trabajo en sí de la sinfonía fue bastante rápido, lo que denota un especial entusiasmo por la composición. 

La Sexta Sinfonía en re menor opus 104 se estrenó finalmente el 19 de febrero, con la Orquesta Filarmónica de Helsinki bajo la batuta del compositor. El programa se inició con obras ligeras, recientemente escritas también, como Autrefois opus 96b, el Valse chevaleresque opus 96c, la Suite champêtre opus 98b, la Suite caractéristique opus 100, junto con una de las Scènes historiques II opus 66. Sin duda estas piezas poco se corresponden con la profundidad y elevación de la maravillosa sinfonía, pero posiblemente Sibelius pensaba que debían ser igualmente conocidas. Todas las entradas fueron vendidas, como también las de su reprogramación tres días más tarde.

La sinfonía tuvo buen acogida, aunque su estilo era único sin duda su belleza caló muy hondo en los ánimos del público y la crítica. Evert Katila, en el Helsingin Sanomat realizó una buena síntesis: "más suave, de menor recorrido, más frágil en carácter. La Quinta es un imponente, exultante drama, la Sexta un puro idilio. La Sexta es también un poema en el marco de una sinfonía... el ánimo general es sereno, brillante como un luminoso día del final del verano finlandés". Otros críticos como Karl Ekman lamentaron la falta de dramatismo y grandes clímax.

Es cierto pues que la sinfonía se ha planteado con un ánimo mucho más íntimo y lírico que su anterior trabajo en el género, y por sus sonoridades idílicas, con toques casi panteísticos, se le ha llamado en ocasiones la "sinfonía pastoral del Norte". Es además su sinfonía más decididamente modal - re dórico antes que re menor - y polifónica, lo que contribuye ciertamente a su menor tensión dramática, desde luego plenamente intencional. Contiene además numerosos temas "rúnicos", melodías de carácter netamente finlandés (aunque sin usar materiales folclóricos reales). Intimidada por sus grandiosas compañeras, la Quinta y la Séptima, la Sexta Sinfonía se revela sin embargo como una de las obras maestras de nuestro compositor a quienes la conocen, uno de sus trabajos más singulares y personales.

Tras el estreno Jean Sibelius y su esposa Aino comenzarán un extenso recorrido por el extranjero, en el que unirán tanto una gira de conciertos como el viaje de placer, y que en ambos sentidos traerá buenos momentos en general

La primera parada fue Estocolmo, un viaje largamente preparado entre otros por un viejo amigo, Werner Söderhjelm, desde la delegación finlandesa en Suecia y Stenhammar. Allí además de Armas Järnefelt dirigiendo la Ópera Real se encuentra otro compatriota, Schnéevoigt, dirigiendo la Orquesta de la Sociedad de Conciertos (actual Real Filarmónica). 

El director cedió su batuta a nuestro compositor en dos ocasiones, el 1 y el 5 de marzo. En el primer concierto, con asistencia del príncipe de Suecia, dirigió algunos de sus trabajos con fama ya inamovible, como En saga, El cisne de Tuonela, la Segunda Sinfonía, mientras que en el segundo arriesgó con obras de los últimos años como Las Oceánidas o nada menos que la recién estrenada Sexta Sinfonía, además de otras poco frecuentes como Las novias del barquero de los rápidos opus 33 - cantada en alemán. Esta última balada con orquesta  contó como solista con el barítono John Forsell, de gran popularidad en su Suecia natal. De hecho relata Söderhjelm relataría cómo se le dispensó más atención que a la música de Sibelius.
 El barítono sueco "John" Forsell  (1868-1941), maestro entre otros de Jussi Björling

El 6 de marzo con la misma orquesta dirigió la Primera Sinfonía en el Salón de la Universidad de Uppsala, repitiendo programa al día siguiente de nuevo en Estocolmo. 

Estos eventos le supusieron grandes éxitos: "la música de Sibelius" - escribía el Svenska Dagsblater - "tiene el poder de vivir a través de las edades y tanto en los buenos tiempos como en los malos dar consuelo y solaz a la humanidad". Incluso su enemigo Peterson-Berger fue menos ácido que habitualmente en sus críticas. El mismo diario publicó una extensa entrevista con el autor, en la que habló de su nueva sinfonía: "con cada nueva sinfonía [...] he ganado un nuevo seguidor pero al mismo tiempo perdido alguno de los antiguos. En cualquier caso no pienso sobre una sinfonía sólo como música con éste o aquel número de compases, sino más bien como una expresión de un credo espiritual, una fase en la propia vida interna."

También hubo tiempo para lujosas soirées, como la organizada por el empresario Sven Palme (abuelo del presidente Olof Palme), en la que pudo coincidir con la princesa Ingeborg. El éxito de su visita hizo a Söderhjelm y a Schnéevoigt plantearse nuevos conciertos, que se efectuarían a su vuelta de Italia. También negoció ventajosos contratos con los editores locales.

La siguiente parada en el viaje, antes de ir al sur de Europa, sería Berlín, donde el matrimonio visitaría a Adolf Paul.

El 11 de marzo llegan a Italia, país que ya habían visitado conjuntamente en 1901, ocasión en la que había conocido la desgracia de la muerte de una de sus hijas y el nacimiento de su Segunda Sinfonía. Se hospedan en el centro de Roma, junto al Panteone. El diplomático y hombre de mundo Herman Gummerus - activista de la independencia finlandesa y miembro del movimiento Jäger - organizó su actividad musical, logrando que la Orquesta del Augusteo (actual Nacional de Santa Cecilia), dirigida por el compositor, interpretara el 18 de marzo un programa constituido en exclusiva por sus obras. Los Sibelius pudieron disfrutar de las recepciones que organizó con su familia, y con buenos contactos, consiguiendo hacer una gran publicidad del evento.


 Herman Gummerus (1877-1948). Fotografía de 1914
 

Su alumno y biógrafo Berngt von Törne estaba viviendo en la capital italiana en esa época, y pudo encontrarse al compositor en el Augusteo, sentado en el pasillo, esperando a que le llegara su turno tras el ensayo del director titular, Bernardino Milonari. Törne relata cómo al tiempo se oían constantemente los cantos de los pájaros de los alrededores, pero lejos de molestarse, Sibelius estaba encantado de su natural contribución a la música.

Su trabajo en Italia era muy poco conocido, a pesar de los valientes (y no del todo infructuosos) intentos de figuras como Arturo Toscanini por incluirlo en el repertorio. Por ello optó por no arriesgar e incluyó sus "clásicos": Finlandia, Pelléas et Mélisande, El cisne de Tuonela, El retorno al hogar de Lemminkäinen y la Segunda Sinfonía. No obstante la acogida fue tibia, algunos críticos incluso calificaron su música de remota e incomprensible... La propia Finlandia era escasamente conocida entre los italianos, y un artista de ese país les resultaba tremendamente ajeno.

Quizá nuestro músico hubiera acertado llevando sus partituras más avanzadas, conectando con el público más vanguardista. Pero precisamente, en una entrevista en el periódico La Tribuna, se muestra poco predispuesto a este sector, al igual que su entrevistador, Alberto Gasco: "entre los jóvenes finlandeses hay un movimiento hacia el internacionalismo que encuentro desastroso. Debussy es el tentador [...]; he percibido una tendencia entre algunos jóvenes sinfonistas italianos - sin duda artistas de calidad - hacia la influencia extranjera, en particular a Ravel" (sin duda referido a Respighi y/o Malipiero). Es un momento de fuertes disputas estéticas en Italia entre sectores más conservadores y nacionalistas, y el sector "futurista" - alentadas por el clima político del fascismo gobernante -, y nuestro músico parece alienarse, aunque sea superficialmente, por los primeros.

Gasco esperaba encontrar algún místico hechicero sacado de las sagas nórdicas, pero en su lugar encontró a "una buena persona, llana, ausente de toda pretensión, un caballero impecable de apariencia ligeramente militar". En la misma entrevista hay ideas mucho más sustanciales sobre su credo estético, en especial referidas a su "nacionalismo", en la que viene a explicar así mismo por qué el público mediterráneo le era (y es quizá) más ajeno: "mi música no es folclorística; yo nunca he usado motivos populares finlandeses para mis propios fines. He compuesto mucho en el estilo de la melodía popular, pero las notas mismas siempre han venido de mi propia imaginación, o mejor dicho, de mi corazón, en tanto soy un devoto finlandés. [...] Me he sumergido completamente dentro de la poesía y la mitología de Finlandia, y he puesto mucho de la primera y encontrado inspiración en la última, y en particular en el Kalevala, que es una inspiración infalible para todo artista  finlandés."

Tras Roma los Sibelius pasan una semana en Capri, para regresar finalmente el 1 de abril al norte, a través de Berlín. En la capital alemana tienen intención de visitar a Busoni, pero el amigo de juventud de nuestro músico está demasiado enfermo y no puede recibirlos. Al día siguiente su mujer les telefonea, diciendo que su marido podía hacer un pequeño esfuerzo, pero nuestro compositor declina el encuentro. Sibelius lamentará con el tiempo mucho esta ocasión perdida, ya que el pianista italo-alemán moriría al año siguiente y el músico nórdico no tendría más oportunidades de volver a verlo.

Finalmente el 5 abril llegan de nuevo a Suecia, esta vez con destino Gotemburgo, huéspedes de la cuñada de Wilhelm Stenhammar, Olga Bratt. En la ciudad sueca el genio nórdico dirigirá el 10 de abril un concierto con la Sociedad Orquestal en la que programará - no sin dificultades por enfermedad de gran parte de sus miembros - La hija de Pohjola y las sinfonías Quinta y Sexta. El éxito del concierto fue relativo, entre las dificultades de la orquesta y las del propio Sibelius en la dirección. Sin embargo fue celebrado efusivamente por una recepción posterior, organizada por Ture Rangström. Rangström era el nuevo director de la Sociedad que Stenhammar había abandonado recientemente, y que se convirtió en un buen amigo suyo. Nuestro autor consumió abundante vino, lo que dificultó su elocuencia en un discurso en el que pretendió alabar a su anfitrión.

Al día siguiente nuestro músico repetiría con la misma orquesta pero con un programa distinto, Rakastava opus 14, Las oceánidas y la Segunda Sinfonía. El ensayo por la mañana fue fluido, por lo que los organizadores permitieron al músico relajarse y acudir por la tarde, antes del concierto, a un restaurante. Llegaron las ocho y Sibelius no apareció, algo raro en una persona normalmente muy cumplidora de los horarios. Se le fue a buscar entonces al restaurante, donde estaba comiendo ostras y bebiendo una cantidad inmoderada de champán, prolongando los excesos del día anterior. Se le consiguió subir el podio, y el compositor cogió la batuta en apariencia sin problemas.  

Lo peor estaba por llegar: tras unos pocos compases, Sibelius interrumpió a los músicos y les encomió a empezar de nuevo. Al parecer... creyó que estaba todavía en un ensayo. Tras el nuevo comienzo la música sí pudo continuar hasta el final, sin nuevas sorpresas. Al terminar el concierto el compositor descubrió en su bolsillo una botella de whiskey, que furiosamente rompió, arrojándola a las escaleras de la sala. Estaba terriblemente avergonzado. Para el público el hecho pasó desapercibido, pero para él mismo supuso una gran vergüenza, aún más para su esposa Aino, que desde primera fila fue consciente de todo el bochornoso incidente, que tardaría mucho en olvidar.

Antes de volver a casa, a finales de abril, el genio nórdico dirigió una vez más, en la ciudad carelia de Viipuri, que no había visitado desde antes de la proclamación de independencia de Finlandia (durante el periodo de entre guerras perteneció a la República, pero tras la derrota de la Segunda Guerra Mundial la ciudad pasó a manos soviéticas, siendo hasta el presente el Vyborg ruso). Para entonces era una toda celebridad, el compositor de "Karelia", y fue recibido por una entusiasta multitud y las autoridades en la estación de ferrocarril. El concierto, que había sido preparado por el director titular, Boris Sirpo, y que consistió en Canción de primavera, El festín de Belshazzar y la Segunda Sinfonía, fue también un suceso multitudinario, con todas las entradas vendidas y algunos asistentes extras en escaleras y vestíbulo, por lo que nuestro músico repitió el programa en un matinée.

Finalmente el viaje concluyó en Helsinki, no sin dar oportunidad a otro evento, la celebración de los 60 años del escritor y editor Wenzel Hagelstam, amigo mutuo del músico y de Akseli Gallén-Kallela, con el que coincidió en los festejos.

Sibelius volvía de esa gira además con dos importantes condecoraciones: la Orden de Vasa, desde Suecia y la de Comendador del Orden de la Corona de Italia.

Medallas de la Orden de la Corona de Italia

Pero antes que de honores que eran nada más que eso, honores, nuestro músico anda más preocupado por sus facturas. La hiperinflación monetaria alcanza niveles record en Alemania, donde se imprimen billetes de por valor de un millón, y donde se publica la mayor parte de su música, Breipkopf principalmente. En julio recibió 1280 marcos alemanes por los derechos del Valse triste, de exactamente 24.000 copias, lo que no suponía... ¡ni la décima parte de un marco finlandés (que equivalía a unos 30 céntimos de euro)! Decide entonces unirse Sociedad de Derechos de Autores Alemanes, la más importante del país germano, aunque ello no le traerá los beneficios suficientes.

Durante el verano Wilhelm Kempff vista de nuevo Helsinki, acogido por Heikki Klemetti antes de pasar varios días como huésped de los Sibelius en Ainola. Para complacer a su anfitrión llega a tocar hasta en dos ocasiones diarias la Sonata "Hammerklavier" de Beethoven, que llevaría en los recitales de esa época y que causaba una honda emoción en el músico finlandés.

Durante el verano y el otoño se concentra de nuevo en un gran proyecto... ¡y de nuevo en una sinfonía! Sin apenas dejar respirar tras el estreno de la Sexta (obra que le satisfizo personalmente y que fue buen acogida, como veíamos antes), se embarca en la composición de la Séptima. Ya hemos señalado  que nuestro músico llegó a trabajar en lo que serían sus Quinta, Sexta y Séptima sinfonías al tiempo, si bien el trabajo definitivo de esta última se concentró entre este año de 1923 y el invierno siguiente. Años antes había concebido la obra en tres movimientos, el último un "rondó helénico" - según participó a Axel Carpelan -, pero durante los viajes de principios de año debió tomar una decisión drástica respecto a su forma: un único movimiento, no una sinfonía de movimientos enlazados (como la Cuarta de Schumann), sino un único movimiento sinfónico con toda la fuerza de una sinfonía. Aunque es difícil reconstruir su historia a través de los esbozos parece que la obra final se basa principalmente el segundo tiempo planeado, con algunos elementos del Finale.

A pesar del trabajo su ánimo era, como habitualmente, muy negativo: "la vida para mí ha acabado. Si estuviera de buen ánimo y tuviera un vaso o dos sufriría por ello mucho después" (3 de octubre). Al parecer le había hecho a Aino la promesa que le había hecho de no beber más que una copa al día.

El 6 de noviembre recibe una buena noticia para su economía: una donación de 100.000 marcos, la nada despreciable cifra de 32.240 euros actuales, por parte de la Fundación Kordelin, "no sólo para la promoción de la música finlandesa y para llevarla a nuevas sendas, sino también para hacer conocer la cultura finlandesa a través del mundo civilizado". A lo largo de estos años, y en la misma medida en que la economía del país se ha estabilizado, serán varias y cuantiosas las aportaciones públicas y privadas, situación que sin duda contribuirá mucho al final de su tarea compositiva. Mientras, su amigo Adolf Paul sufre en Berlín las inclemencias de la hiperinflación, y parece ser que nuestro compositor le envió algo de dinero.

Diversos compromisos lo apartaban en noviembre parcialmente de su trabajo en la sinfonía: los 60 cumpleaños tanto de su hermana Linda ("mis nervios están en un estado...") como de su cuñado Eero Järnefelt ("una ocasión conmovedora por una noble persona").

Al tiempo concreta el concierto de estreno de la Séptima para el siguiente 24 de marzo, en Suecia, compromiso que causó el absoluto nerviosismo de Aino: su marido no cumplía su promesa sobre el alcohol, lo que según su experiencia dificultaba su labor. La tensión en el matrimonio llegaba al máximo: "gradual reacción a la terrible atmósfera y esfuerzo aquí. Como si uno estuviera en estado salvaje. Miseria, depresión y penumbra. Y es en esta atmósfera en la que estoy tratando de componer. Pero simplemente tendré que resistir". Sorprende ciertamente que una sinfonía con pasajes "olímpicos" y luminosos como la Séptima haya sido creada en medio de esas duras luchas matrimoniales.

También se produce la visita de su amigo Wilhelm Stenhammar, que tocó su propio Concierto para piano nº2 bajo la dirección de Kajanus el 22 de noviembre. Precisamente aprovechando la visita ofreció al músico sueco ser el destinario de la dedicatoria de la publicación de la Sexta sinfonía, aunque por una la página correspondiente de la dedicatoria se perdió durante la edición en Hansen, por lo que no apareció en la primera publicación.

Sibelius se encuentra en estos años en su cima creativa, y ya no es célebre sólo en su propio país, sino que se encuentra entre los más laureados compositores de Inglaterra, Estados Unidos, Suecia... Y sin embargo sus circunstancias íntimas parecen no corresponderse con ese buen momento profesional. Tarde o temprano esos dos mundos, el exterior y el interior, acabarán chocando...
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Capítulo siguiente (42) [próximamente] 

Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 5. Análisis. II. Allegro molto vivace - Doppio più lento

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Como hemos señalado ya previamente el segundo movimiento de la Cuarta Sinfonía de Jean Sibelius se corresponde en líneas generales con el carácter de un scherzo pero, al igual que sucede con el resto de la obra, presenta sustanciales diferencias con el modelo clásico. Por de pronto el ánimo rítmico, de danza incluso (dentro de la mejor música "dionisiaca" de nuestro autor) es claro, bajo el prisma diatónico (aunque coloreada primordialmente en el modo lidio). Pero más de un tercio del movimiento lo ocupa una sección (con el tempo ralentizado) que, aunque basada indirectamente en el material inicial, discrepa del ánimo y en la esfera armónica del resto del movimiento. Este pasaje "apéndice" es tonalmente muy inestable (incluyendo un persistente tritono), y contrasta  brutalmente con todo lo anterior, aunque sin llegar a producir una ruptura, porque en cierta forma es un consecuente del resto del scherzo.

Si emocionalmente resulta difícil explicar la presencia de esa sección (que devasta completamente la luz esperanzadora que aporta inicialmente el movimiento, no sin alguna sombra), más difícil aún es hacerlo en términos formales. Existen dos posturas entre los analistas de la obra para justificarlo. Para unos, como Erik Tawastjerna, la sección sería un "siniestro" y "dramático" epílogo, mientras otros como Robert Layton lo ven como el trío del scherzo, siendo la reexposición la fugaz mención al tema principal en los ultimísimos tres compases finales. Andrew Barnett no se decide por ninguna de la dos opciones, apelando a que éste es uno de los muchos "enigmas" de la obra.  Aunque estamos de acuerdo con la cautela de Barnett, y teniendo claro que la inspiración sibeliana y la necesidad dramática de la obra ha desbordado completamente la forma, sin embargo la postura que considera la sección como un epílogo nos parece quizá algo más acertada, teniendo en cuenta que se enmarca en la misma tendencia de la obra de revisitar muchos de sus motivos distorsionándolos tonalmente, parte ese diálogo entre lo claro y lo espectral que ya había recorrido el primer movimiento, como lo hará en el resto de la partitura.

La duración de este movimiento lo convierte en uno de los más breves del ciclo sibeliano, entre cuatro y cinco minutos. A pesar de ello es un movimiento muy denso, con multitud de elementos a los que hemos de prestar atención.

El tema principal va a llegar sobre un manto iluminado de trémolos en violines segundos y violas fa - la, lo que asegura sin dudas que la tónica va a estar en Fa Mayor (aunque el modo será como veremos lidio, que viene a ser un Fa Mayor con el cuarto grado convertido en si natural). Lo va presentar durante una buena cantidad de compases el primer oboe, comenzando - hecho desde luego no casual - en el mismo la prolongado con el acababa el movimiento anterior:

(cliquea sobre las imágenes para hacerlas más grandes)

Su diseño consiste en un primer descenso melódico grado por grado, continuado por una serie de arpegios sobre el acorde de tónica en terceras, y finalizando con un sibeliano tresillo y de nuevo una nota prolongada. Fácilmente podemos descubrir elementos que lo enlazan con el tema principal (que no la célula inicial) del primer tiempo (Ej. 1b), compartiendo esos mismos arpegios sobre la tónica y la figura del tresillo. Aunque inicialmente parece evitarlo presenta el intervalo de tritono (fa - si becuadro) característico de toda la sinfonía, aquí sin notas intermedias que lo amortigüen.

Superponiéndose a esa nota final, el tema se prolonga y amplia en los violines (inicialmente al unísono, luego sólo los primeros):

Esta prolongación inicialmente se plantea con intervalos más amplios, luego es continuada por un diseño sacado de la célula inicial del primer movimiento (Ej. 1a), para desembocar en un giro en el modo mixolidio (el mi bemolizado). La armonía de este giro en otro modo da origen a las primeras sombras tonales del movimiento, que durante los primeros veinte compases no se había salido de ese acorde inicial. 

En la acórdica de todo este pasaje se enuncia además una característica sonoridad sibeliana de cuartas superpuestas (do - fa; sol - do), que también aparece, por ejemplo, en los acordes iniciales de Lemminkäinen y las doncellas de la isla opus 22 nº1, y de forma muy destacada lo hará en la Quinta Sinfonía. Aún llega más lejos este paralelo con la secuela sinfónica, ya que esas mismas cuatro notas del ejemplo (sin adornos: do - fa - sol - do), serán, en el correspondiente tono (Mib Mayor) las mismas del motivo inicial de las trompas de dicha futura sinfonía. No es la única similitud de esta con aquella obra, que en muchos sentidos será su "hermana luminosa". 

Oboe y cuerdas (sin el contrabajo, que apenas ha intervenido hasta ahora) seguirán dialogando en un singular pasaje, básicamente consistente en una sucesión de tritonos directamente expuestos, tanto descendentes como sobre todo ascendentes:

Aunque aporta cierta ambigüedad (neutralizada rápidamente por el pedal de los cellos), sin embargo aún se entiende como un juego dentro de la dimensión del scherzo, algo de sarcasmo o malicia antes que el valor de disolución que adquirirá postreramente el "diabolus in musica".

La música no parece querer interrumpirse, y prolonga esta extensión del tema con el pasaje que lo va a cerrar, con ritmos danzantes, y una claridad y simplicidad diatónicas (el lidio pasa a mayor):

Los ritmos son próximos a la danza - Tawaststjerna sugiere el entorno de la mazurca incluso - y la música parece paralizarse en un extenso do de los violines, acompañado por un acorde en las tremolantes cuerdas de Solb Mayor (¡el tritono del do!).

Sin solución de continuidad pasamos a un nuevo pasaje, con una dinámica muy distinta: un cambio de compás a 2 por 4, muy claramente marcado por las figuras que lo van a llenar en una sucesión de ritmos dactílicos, repetitivos hasta la saciedad. El nuevo tema se presenta en la cuerda, en violines y violas al unísono:

Su carácter es ante rítmico que melódico, presentando sencillos intervalos en los que el si hace vacilar el modo entre el lidio y el mayor, inicialmente sin ningún cromatismo, y sin ningún tipo de acompañamiento. Pero sin nada que lo armonice - elisión de los acordes necesarios - la música comienza una deriva modulatoria a tonos remotos, y con una presencia significativa del tritono, creando una sensación inquietante y de un vagabundeo sin rumbo, de flotar en el vacío...

La sonoridad pronto crece con la incorporación del timbal, los contrabajos y los fagotes,  realizando una nota pedal, mientras los cellos se suman a este motivo dactílico, que prosigue hipnóticamente y sin variaciones en su ritmo inexorable, mientras persiste en su modulación y en sus tritonos. Finalmente vuelve el compás de tres por cuarto, mientras la música de las cuerdas se diluye.

Por primera vez en el movimiento el metal se incorpora, con unos acordes de séptima desnuda cuya presencia misma recuerda mucho a las fanfarrias del primer tiempo (Ej. Id), a los que se suman después las maderas, en un pasaje de nuevo estático, más "melodía de timbres" que desarrollo armónico o melódico. A continuación da lugar a una recuperación del material principal del scherzo.

¿Es este pasaje de compás binario el trío? Dentro de la consideración posible de la sección final como "epílogo" bien podría serlo. Sin embargo este elemento, como otros "divertimentos" que vendrán después también hace pensar en la obra en una especie de rondó. Ciertamente, como apuntaba Barnett, la Cuarta sinfonía tiene muchos dilemas...

Tras un acorde de maderas y timbal de la menor los contrabajos y luego las trompas entonan una pedal de si bemol, sobre la que se superpone de nuevo el juego de tritonos (Ej. IIc), en primer lugar entre los distintos instrumentos de cuerda, extendiéndose algo más que en el inicial planteamiento. Al entrar finalmente un oboe el comienzo se evoca más literalmente, dando paso de nuevo al final "danzante" del tema principal (Ej. IId).

Inesperadamente ese ambiguo acorde final (Solb Mayor con un do añadido) da lugar a un nuevo motivo, muy llamativo y  modulante (de Reb Mayor a Mib Mayor), pero sin mayores complicaciones tonales:


El pasaje tiene  cierto tono de vals (en parte gracias al acompañamiento), y es ligero, casi despreocupado. A pesar de las sombras que habíamos vislumbrado en la lejanía, el baile puede continuar... Este motivo da lugar a una repetición de la prolongación en la cuerda del motivo principal (Ej. IIb), si bien ahora en el tono de Mib Mayor, que alterna con una repetición del "vals", en otro tono.

Casi como consecuencia lógica el primer clarinete entona después el motivo principal, en lo que parece una (falsa) reexposición, en Solb Mayor (Lidio). Pero finalmente, sin modulación, el primer oboe toma el tema inicial en el tono principal, repitiéndose entonces la secuencia cabecera del scherzo (Ejs. IIa a IId) sin muchos cambios, ni motívicos ni en la orquestación. 

Llegados a este punto podríamos esperar el final mismo del movimiento (o quizá la llegada del trío). Si fuera así la disposición de las secciones seguiría el siguiente esquema: A - B - A' (con motivo secundario) - A, o bien A - B- A' - C - A, lo que cumpliría bastante bien lo que se espera de un scherzo.

Pero no sucede así. Los primeros violines y después las violas recogen el tema principal, transmutándolo, llevándolo a una secuencia de negras iguales, bajo un leve acompañamiento de otros instrumentos. El tema deriva finalmente en un trémolo (un nuevo caso de intercambio entre el material melódico y las "auras").

Y el trémolo de segundos violines y violas, tras ralentizarse, va da a lugar al agente "extraño" del movimiento (notas reales):


Se trata de un pasaje tremendamente difícil de clarificar, y sin extendernos innecesariamente destacaremos lo más importante de él. Lo primero a señalar son sus componentes: el motivo propiamente dicho se presenta en el primer oboe y en los clarinetes, y se trata de un motivo breve, descendente, que acaba en un prolongada nota de lo que sería su tónica, si, en el modo menor, aunque en la escala llamada melódica (son los sextos y séptimos grados elevados medio tono, como la mayor).

Sobre ese si se superpone un breve diseño de violines primeros (y violas), consistente en un brusco y demoledor tritono descendente, que si bien no es del todo inesperado por la presencia ya constante de dicho intervalo en todo el movimiento (y en toda la sinfonía).

Como decimos el tritono suena brutal por su contundencia, pero no por no ser un intervalo ya anticipado. De igual manera el diseño de las maderas nos resulta inquietantemente familiar. No es sino una versión, según Tastaststjerna "de carácter demoniaco", del tema principal. No en vano el primer oboe también está participando del aquelarre. También muestra analogías con un breve motivo del desarrollo del primer tiempo (Ej. Ij) - si bien allí era un diseño ascendente - uno de los varios diseños en forma de escala en el ámbito de una séptima que se encuentran en toda la partitura.

Como en la exposición inicial tenemos un trémolo que lo acompañaba, pero en lugar del beatífico balanceo de terceras que aseguraba la estabilidad tonal, aquí la vibración del fa - mi de los segundos violines que convierte en una figura turbadora opuesta al tono de si menor. Esa tónica se ve mejor confirmada por otra pedal en las rápidas figuras de los bajos, que a su vez hacen presente una escala paralela, pero distinta a las del motivo de las maderas: si - do# - re - mi - fa - sol - lab - sib (que a Tawaststjerna le hace pensar nada menos que en las escalas artificiales de Messiaen). La tensión armónica es muy grande, llegándose a fricciones extremas como los si bemoles contra los si becuadros que escuchamos en los contrabajos divisi.

El conjunto en cualquier caso es muy ambiguo tonalmente, cercano a la bitonalidad, pilotando entonces en torno al centro de gravedad de la nota si y en torno a fa, tendencia resumida y expresada plenamente en la figura de quinta disminuida de la cuerda, y que por supuesto es la victoria del tritono en sí mismo (y en relación al tono principal del scherzo).

Por un lado la enorme tensión armónica (y expresiva) choca enormemente con todo el devenir musical anterior, mucho más diáfano e incluso ligero. Pero al tiempo sus elementos ya estaban todos planteados de alguna y siniestra forma. Nos encontramos por tanto en una nueva oportunidad de contemplar a la música de Sibelius como esencialmente "orgánica", viva, que evoluciona y transmuta alquímicamente para dar resultados muy diferentes a lo que existía de alguna manera ya en su forma primigenia...

Tras esa primera presentación el pasaje se repite - ¿lo adivinan? - en un tono situado en el tritono inferior, aunque el vibrante timbal asegura que la tónica sigue siendo la nota si... Además la carga sonora y tímbrica aumenta con la incorporación de nuevos instrumentos.


El motivo de este final del scherzo encontrará después una nueva transmutación, en retrogradación y en otra "tonalidad", aunque finalizando con el mismo tritono descendiente, que se escucha primero en las violas:

Todo el resto del scherzo consistirá en una lucha entre el motivo y su versión en retrogradación, hasta encontrar formulaciones breves centradas en la obsesiva figura del tritono, que se retuerce agarrotado y violento. Mientras el trémolo fa - mi de los segundos violines se mantiene constante hasta prácticamente el final, el timbal (en ocasiones junto a los contrabajos y/o las trompas) mantendrá la pedal en si casi todos esos mismos compases, lo que asegura que el tritono se escuche como un bordón a lo largo de este "epílogo" o "trío" diabólico.

La orquestación tiene colores masivos, pero a la vez Sibelius sabe mantener elementos de contraste y separación antifonal, lo que contribuye a la sensación de cierta elegancia mefistofélica dentro del aparente caos.

Sin solución al drama, sin redención posible llegamos a los últimos compases del movimiento. Mientras trompas, trombones, fagotes y contrabajos mantienen la doble pedal si - fa, la melodía se abandona a los primeros violines:


 
Y lo hacen reasumiendo el comienzo del tema principal del scherzo (de aquí la "reexposición" que ven algunos críticos), si bien en el tono de La. Sin embargo, bruscamente las pedales, junto con el trémolo de los segundos violines, finalizan, dejando únicamente un desnudo fa, reiterado además por los timbales en octava. Sin modulación se llega pues al tono principal, y con ello al final. No era necesaria ninguna modulación: en el clima de indeterminación que hemos vivido en este pasaje "demoniaco" (donde, en cualquier caso, uno de los polos era fa), la llegada de una parada vale por sí misma, y si se relaciona con todo lo que vino antes de esta "digresión" es suficiente como para devenir en esta súbita conclusión.

No habrá aún posibilidad de respirar de la falta de oxígeno. El siguiente movimiento aún no permitirá inicialmente encontrar una tonalidad clara, por lo que el comienzo de Il tempo largo prolongará este clima opresivo del "epílogo" del scherzo. Pero eso ya lo descubriremos en la siguiente parte de nuestro análisis. 


La versión original del movimiento

Como ya habíamos apuntado, Sibelius revisó la obra antes de su publicación. La Universidad de Helsinki, entre su magnífica colección de manuscritos del músico conserva una partitura  (HUL 304) de la sinfonía completa en un estado anterior a su publicación. Aunque no sabemos exactamente a qué momento de la historia de la obra corresponde, ya que contiene algunos cambios efectuados sobre el propio papel. Puede tratarse de la partitura del estreno, efectuándose las correcciones durante los ensayos, o puede ser un boceto final, con cambios de última hora.

Fue justamente el segundo tiempo el que más variaciones significativas contiene. En la sección principal de la obra hay muy pocas diferencias, algunos cambios en la orquestación, dinámicas diversas y alguna figura distinta, todo ello apenas perceptible a quien no conozca en profundidad la obra. 

Pero en cambio en el epílogo las diferencias son muy llamativas. A pesar de que el material es muy similar la orquestación se antoja muy diferente, así como las voces que acompañan a los motivos de la sección, que en sí apenas cambian. No obstante el resultado crea una atmósfera mucho más liviana y ascética, menos extrema tonalmente, aunque su efecto en el conjunto de la obra no es menos devastador.

El motivo en sí (Ej. IIg) es orquestado en un principio de forma inversa: en la cuerda aguda, mientras la incisiva quinta disminuida es asumida por el oboe. Al tiempo no existen los acordes de los bajos, por lo que la tensa armonía de la versión final está supeditada a estas sonoridades más espectrales y evanescentes. Después el motivo lo asumen los cellos, contestados por oboes, con ecos de clarinetes y flautas, cellos que también asumen el motivo en retrogradación. Todo prosigue con la misma palidez, lejos de la orquestación masiva de la partitura publicada, protagonizando las maderas las distintas articulaciones del tritono, que se ve acompañado por extraños toques de pizzicato, estando ausentes las poderosas figuras que lo rodearán en la versión final. Los metales apenas aportan nada al conjunto. 

A continuación se repite insistentemente la misma secuencia, aunque visitando distintos tonos: entonaciones del motivo que pasan de una a otra sección de la cuerda, y que son contestadas de manera automática por las maderas, con una articulación mucho menos variada que en la redacción publicada. Los últimos compases son muy similares, aunque algo acortados, con salvedad de que el timbal había anticipado sus octavas previamente y en dos ocasiones.
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Escuchamos de nuevo la grabación de la Orquesta Filarmónica de Helsinki dirigida por Leif Segerstam para mostrar este segundo tiempo:



(enlace)
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Capítulo siguiente (6): Análisis. III. Il tempo largo [próximamente]

Biografía (42): la Séptima Sinfonía, amigos que se van, otros que llegan, y escenas de un matrimonio (1924)

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A principios de 1924 encontramos a Jean Sibelius justo en la misma situación del año anterior: terminando una nueva sinfonía. En principio parece que el trabajo le es arduo: "sigo senderos equivocados. Alcohol para calma mis nervios y el estado de mi mente. ¡Qué horrible es la vejez para un compositor! Las cosas no van tan rápido como solían, y la autocrítica crece a proporciones imposibles" (6 de enero).

La autocrítica será un peso que ciertamente crecerá con los años, hasta el punto de ser una de las bases para su postrer silencio. Pero en esta época le lleva a un perfeccionismo y a una pulcritud que hacen de la Séptima uno de sus trabajos más sobresalientes, concentrada en su poder expresivo al máximo.

A pesar de ese cuidado, y de su problema con el alcohol - que a su vez le crea conflictos con su mujer - parece mucho menos agobiado por el compromiso del estreno en las siguientes semanas. Hasta el punto que puede trabajar al tiempo en dos colecciones de piezas breves para piano, las Cinco piezas románticas opus 101 ("deben ser tocadas como una suite") y las Cinco impresiones característicasopus 103. Como ya sucedía con las últimas colecciones el maestro finlandés se ha alejado de las hojas de álbum de "pan y mantequilla" de los años de la guerra, e incluso va más allá, dando una nobleza y unas aspiraciones a estas músicas - excepto en el aspecto técnico - que se acerca mucho más a la hondura de la Sexta y la Séptima sinfonías. Es muy posible, como señala Andrew Barnett, que incluso pudiera utilizar esbozos no empleados de sendos trabajos orquestales. En cualquier caso el mundo de las sinfonías, con su polifonía, sus temas modales, sus contrastes dramáticos y su concisión está muy presente. Entre estas joyas la opus 101 nº5, Scène romantique, bastante frecuentada por los pianistas finlandeses, constituye una partitura de gran hondura y riqueza propias de un poema sinfónico.

Estos primeros meses del año el trabajo fue sumamente exhaustivo, principalmente por la sinfonía. A menudo encontramos al compositor trabajando de noche, quizá en parte para hacerlo en la soledad. Su compañía residía habitualmente en una botella de whisky, calmando así - según decía - el progresivo empeoramiento de su temblor de manos. Este abuso continuo, antes que solucionar o empeorar su salud, es tremendamente significativo por otro tipo de consecuencias: lo lleva a una situación límite en su relación con Aino, especialmente avergonzada y preocupada desde el suceso en Gotemburgo el año anterior. La dama de Ainola callaba en muchas ocasiones, soportando las peores situaciones, dedicada a apoyar y perdonar al gran artista que sabía que era su marido. 

No obstante, hubo momentos de estallido. Justo en este momento sucede uno de los más importantes: en una carta dirigida a su marido, que le da en mano sin intercambiar palabras de viva voz,volcaría toda su alma: "¡querido Janne! - ¿me eres querido? - Sí. [...] Sé que no puedo hablarte de estos asuntos; podrías no creerme y las cosas sólo podría ponerse peor entre nosotros. [...] Soy infeliz. [...] Si no cambias, seguramente te hundirás... Trata de liberarte de lo que te está arrastrando. ¿No te das cuenta tú mismo adónde te está llevando? Aunque tú completes unas pocas composiciones, no son nada comparado con lo que podrías lograr de otra manera. Créeme. [...] Haz caso de todo lo que tengas por grande y sagrado. Te lo pido de rodillas, y sabes que eso es lo que tienes que hacer si realmente quieres. La compañera de tu vida".

No sabemos si llegaron a discutir abiertamente el problema. Aparenta que sucedió lo contrario. Y el maestro ocultó esa carta, encontrándose sólo entre sus papeles tras su muerte. En todo caso sí tuvo consecuencias. Aunque aún tardaría en reducir lo suficiente su pernicioso hábito, Aino no lo acompañaría a Estocolmo, donde estrenaría su nueva sinfonía, y el compositor no volvería dirigir en un gran concierto público en Finlandia, evitando así una situación incómoda en su patria.

No eran buenos tiempos. Un amigo de su juventud, el compositor Oskar Merikanto, moriría el 17 de febrero. Fue de las figuras más destacadas de su generación, la misma del propio Sibelius y de Kajanus, recordado aún hoy en día por sus canciones en finés y sus piezas para piano. En su momento fue un crítico influyente, y contribuyó en grado sumo a realzar los primeros éxitos del protagonista de estas líneas. Faltando a su aversión a los funerales en los últimos años, el músico acudió a la semana siguiente al servicio que se celebraría en la iglesia de San Juan en Helsinki, donde Merikanto fue organista, y depositó una corona de flores.  

Fotografía de Oskar Merikanto (1868-1924)

Finalmente, el 2 de marzo la partitura está lista. El día 24 encontramos al maestro en el Auditorio (Konserthus) de Estocolmo dirigiendo la Orquesta de la Sociedad de Conciertos (Konsertförening, futura Real Filarmónica), para el estreno mundial de la Séptima Sinfonía. En el programa, también presentes el Concierto para violín y la Primera Sinfonía. Como curiosidad, hay que señalar que era la primera vez que Sibelius dirigía la versión definitiva de su Concierto, aún lejos de convertirse en un imprescindible del repertorio en el género.

La nueva sinfonía era la primera de su ciclo sinfónico que no veía la luz por primera vez en Finlandia. ¿O realmente no era así? A pesar de que las hojas pautadas se habían musicado en el plazo previsto, y que el resultado fue tan satisfactorio como para que todas las revisiones de la partitura se hiciesen antes de esta forma definitiva, el autor de esta obra en un único y denso movimiento, de entre 19 y 25 minutos de duración, aún no se había decidido a llamarla "sinfonía". Los títulos de "Fantasia sinfonica No. 1" y "Sinfonia 7 continua" (ambos en italiano) se alternaban en la partitura. De este modo, en el estreno sueco la obra llevará el título oficial de "Fantasia sinfonica". El compositor tardará aún un año en decidirse por su denominación final, correspondiendo perfectamente a la significación de la obra, que coronará de forma gloriosa su ciclo de sinfonías. La última de la serie, en efecto, aunque Sibelius aún no tenía esa intención: de hecho entre los esbozos de la obra aparece uno designado "VIII", posiblemente para ser utilizado en aquella Octava Sinfonía que jamás vería la luz. 

El auditorio del Stockholms Konsertförening. Fotografía de 1926


Sin ninguna duda la Séptima Sinfonía en Do Mayor opus 105 se sitúa entre las obras maestras de Sibelius. Todo un monumento de su madurez sinfónica, un fresco de esplendorosa orquestación, con una firme,  olímpica tonalidad, aunque con pasajes que se abren a profundas oscuridades modulatorias y a seductoras modalidades, logrando trasmitir una sensación de grandeza, trascendentalidad y culminación como nunca en la obra del maestro finlandés.

Aunque toda la obra como decimos forma un continuum, con unidad absoluta a lo largo de la partitura, pueden distinguirse de hecho varias secciones, siempre fluyendo inadvertidamente unas en otras. Todo comienza por una introducción más orgánica que nunca, con una progresiva evolución de motivos hasta alcanzar un bellísimo tema en la cuerda, de pureza palestriniana: lleno de sutilezas polifónicas y aborreciendo de todo cromatismo. Su crescendo en cuanto a dinámica y a orquestación - fabulosa a lo largo de la obra - da origen al clímax y a un gran y solemne tema en los trombones, una idée fixe que recorrerá toda la obra. La música se oscurece y el tempo se acelera hacia la primera sección rápida, que tiene cierto carácter de scherzo, muy dionisiaca en cualquier caso. En el centro de la obra un tormentoso pasaje de las cuerdas, lleno de modulaciones y cromatismo anuncia la próxima música para La tempestad y su armonía casi vanguardista, y se ve coronado con una versión siniestra y apocalíptica del tema de los trombones. El devenir ininterrumpido fluye con toda naturalidad en una nueva sección rápida, ahora sí nítidamente un scherzo, que a su vez hace retornar la solemnidad inicial. Este pasaje final retoma los materiales del comienzo, llevados ahora a la sensación de la lejana conmemoración de una leyenda majestuosa... Una partitura magistral en suma, cumbre de la abstracción musical del compositor.

El estreno no tenía los mejores augurios: no hubo tiempos para los ensayos recomendables (el compositor llegó apenas dos días antes por el hielo que bloqueaba la línea de ferry), peligro incrementado por ser una obra inédita del más grandioso sinfonismo; ni todas las butacas fueron vendidas por la proximidad de días festivos. Pero fue un gran éxito, de crítica y público. Y como tal lo consideraron el propio Sibelius y sus organizadores, Armas Järnefelt y Stenhammar. La Séptima, desde el primer momento, se había convertido con rotundidad en un clásico orquestal del siglo XX.

En seguida mandó una carta a su esposa, relatándola en un tono apasionado su triunfo con la nueva obra, y en términos muy cariñosos hacia ella. Como si nada grave hubiera pasado entre ellos.

El día 4 dirigió un nuevo concierto, en esta ocasión con la Quinta Sinfonía y la cantata-melodrama "Snöfrid" (el autor del texto utilizado era un poeta sueco, Viktor Rydberg). El evento contó con la presencia del príncipe heredero y su consorte (la princesa y posteriormente reina Luisa fue una entusiasta sibeliana). La visita a la capital sueca se prolongó, interpretando en una matinée el día 30 de nuevo  su "Fantasia sinfonica", junto con antiguas glorias salidas de su pluma, como  tres movimientos de la Suite de"Rey Cristian II", El cisne de Tuonela, el Valse triste, la Romanza para cuerda y por supuesto Finlandia, pieza esta última que provocó el delirio del público.

A pesar de que los conciertos (estos últimos sí vendieron todas las entradas) y la estancia en Suecia habían avivado su espíritu, al volver a Ainola nos encontramos al genio nórdico en el mejor de sus estados anímicos: "mi vida pronto terminará. Qué infinitamente trágico tener que parar estando justo empezando; [...] esta existencia en el reino de la muerte, sin vida ni luz... ¿Dónde debería encontrar yo la alegría de vivir, cuando todo grita por la miseria de la vida? Si pudiera conseguir algún lugar a Aino para vivir en la ciudad, podría ser más fácil para ella. Y yo podría esperar la muerte en algún paraje fuera del mundo aquí en el campo" (6 de abril).

Todo indica que las tensiones con su mujer estaban muy lejos de solucionarse. Tensiones a las que se sumó de nuevo el vértigo económico. A pesar del claro compromiso artístico de las obras breves compuestas este año, nuestro músico no pierde el interés por un posible beneficio monetario. Tras las reticencias de Hansen, sigue el consejo de su compañero Toivo H. Nekton, enviándolas al editor Carl Fisher en Nueva York (los títulos dados en primer lugar al cuaderno opus 103 usarán el inglés): "quiero componer grandes obras pero no me traen dinero. Y estas pequeñas piezas me cuestan más trabajo de lo que deberían" (14 de mayo). Reflexionaba en esas mismas líneas arrepentido: quizá sí tenía que haber aceptado aquella oferta que le había hecho tres años atrás la Eastman School of Music.

A pesar del clima tan enrarecido había momentos mucho más positivos. A finales de mayo sus hijas, que normalmente no traían invitados a su casa para no molestar el retiro compositivo del padre, organizaron una gran fiesta en Ainola con muchos de sus amigos y conocidos. Entre ellos estaba un amigo de Margareta, un estudiante de música que respondía al nombre de Jussi Blomstedt. El joven acudió directamente desde el conservatorio, entusiasmado por conocer al que consideraba "una leyenda viviente". Sibelius le convenció para tocar una de las rapsodias húngaras de Liszt, y pronto se hicieron amigos. Blomstedt, que cambiaría su germánico apellido (como tantos sueco-finlandeses de aquella época) por el de Jalas, fue un regalo para la familia: se convertiría pocos años más tarde en el esposo de Margareta (por aquel entonces con 15 años), en un reputado director de orquesta y compositor, además de en un gran confidente del Sibelius de los últimos años. Sus grabaciones con la música de su padre político, aunque no pueden situarse entre las mejores técnicamente sí se encuentran entre las más cercanas a las intenciones estéticas del compositor, en torno a las cuales giraron cientos de horas de conversación entre ambos músicos. Jalas será una referencia obligada en el sibelianismo.

Fotografía de Jussi Jalas (1908-1985)

A comienzos de julio ha terminado las dos primeras de su serie de Danses champêtres opus 106. Al igual que sucedía con sus obras para piano, estas partituras para violín y piano adoptan una actitud mucho más profunda que los trabajos para esta formación de los años de la guerra, con una abstracción mayor y armonías lejos de lo convencional, avanzando de hecho algunas de las aventuras de la música de los siguientes años. Como los dos cuadernos para piano, estas partituras serán ofrecidas a su editor neoyorkino. 

El día 27 de ese mes su amigo Ferruccio Busoni muere finalmente en Berlín, tras una larga enfermedad, dejando su "Doktor Faust" incompleto. Una de sus más antiguas y apreciadas amistades, el genio nórdico mantuvo en lo artístico una compleja relación con el ítalo-alemán. Sibelius lo consideró uno de los más grandes pianistas de su tiempo, pero no apreció mucho su manera de dirigir ni sus composiciones, sobre todo sus obras más vanguardistas (aun cuando, como hemos señalado alguna vez, se pueden establecer algunas semejanzas con sus propias obras). En cambio Busoni siempre hizo lo posible porque el nombre y la música del finlandés pudiesen oírse en toda Europa.

Desaparecidos Merikanto y Busoni nuestro músico podía intuir que su generación, y con ella él mismo, estaba desapareciendo. No obstante pudo abstraerse de sus más negros pensamientos cuando el 30 de agosto su hija Katarina se casó con Eero Ilves, que trabajaba en el sector de la banca. Ilves era 16 años mayor que la hija de Jean y Aino, pero para el músico y sus gastos su profesión le supusieron una buena cantidad de buenos consejos.

Mientras, diversos encargos seguían llegando a Ainola. El comisionado general para la próxima Feria Industrial Finlandesa del 1925, Lauri Kuoppamäki, le solicitó la composición de una pieza que debía llamarse "Canción del trabajo". No comenzó a trabajar hasta finales de año, pero muy pronto apartó la obra por falta de interés en ella. En cambio sí llevó a término un coro mixto a capella, "Koulutie" ("El camino a la escuela") JS.112. Compuesta en algún momento sin determinar de este año, la obra fue destinada a una celebración de las autoridades educativas de Oulu. El texto de Koskenniemi sirve de marco perfecto a una deliciosa melodía de Jean Sibelius, tratada muy homofónicamente, que resulta tan sencilla e inocente en apariencia como exquisita en su melancolía por los años perdidos de la niñez.

En septiembre, mientras firmaba por un concierto en Bergen al año siguiente - que no llegaría a celebrarse -, nuestro músico preparó una nueva visita al extranjero... y de nuevo sin Aino. Auspiciado por el crítico Gunnar Hauch, un consumado sibeliano, el día 23 de embarca hacia Copenhague. Asentado en un prestigioso hotel - donde, según comunicaría a Adolf Paul restringió su dieta alcohólica sólo a champán -, se preparó para los conciertos, que ofrecería con la Orquesta Filarmónica en el Palacio "Odd Fellow" de la capital danesa. 

El 1 de octubre tuvo lugar la primera velada, consistente en la Primera y la Séptima [todavía "Fantasía"] sinfonías, amén de los habituales Valse triste y Finlandia. Fue un completo éxito, entre los asistentes como para la prensa. Como lo fue también para el público de fuera de la sala: por primera vez en la historia se pudo oír por la radio  un concierto dirigido por el maestro finlandés, retrasmitido por las ondas de la nueva tecnología, auténtica magia en aquellos momentos.

El sábado 4 se propuso otro programa, con la Quinta como protagonista (ésta y la Primera habían sido sugeridas por Hauch para el público danés), las piezas breves antes señaladas, además de movimientos de "Rey Christian II"y el coro femenino con orquesta "Impromptu" opus 19, recuperado de épocas pretéritas. Al día siguiente orquesta y director llevarían el primer repertorio a Malmö.

Los melómanos daneses reclamaron más ocasiones, y los días 9, 11 y 12 repitieron también el mismo programa del primer día, más el Valse chevaleresque. Estas sesiones contaron con la asistencia de los grandes compositores daneses del momento, como Nielsen, Fini Henriques o Louis Glass, y en uno de ellos nuestro autor recibió la Orden de Dannebrog por parte de los reyes Christian X y Alejandrina.

El Odd Fellow Palæet en la actualidad

Todos los conciertos tuvieron una gran acogida y excelentes críticas, incluyendo la nueva sinfonía, que desde estos primeros meses estaba destinada a convertirse en uno de las más apreciadas obras del genio finlandés. Uno de los críticos que más alabó la nueva obra fue Gunnar Hauch, por supuesto. Sibelius disfrutó especialmente de su amistad, que llegó a comparar con la del fallecido Carpelan.

La actividad del viaje le dejó extenuado, y antes del último concierto acudió al médico. Según relató a Aino el doctor le dio pastillas para dormir, le propuso una dieta no demasiado estricta y le  aconsejó dejar las orquestas y pasar unos meses de descanso en Italia... Habría que preguntarse si realmente todo aquello salió de la boca del facultativo, especialmente esta última idea. El caso es que efectivamente, dió instrucciones prácticas a su esposa para que se uniese a él en Copenhague y emprender la visita al sur juntos: "Amalfi o Sorrento por cinco meses. Y tan poco trabajo como sea posible. Él [el médico] me garantiza que estaré enteramente recuperado", la escribe. Aino tarda en contestar a su petición, para exigirle que espere.

Pero finalmente, habiendo gastado todos los beneficios de la gira en la misma estancia, en gran parte por los gastos en el Hotel d'Angleterre y su carta de champanes, tuvo que regresar a casa a finales de mes. No sabemos si Aino había aceptado su propuesta italiana o no.

Ciertamente el cansancio parece que le hizo mella en aquellos momentos, y a su vuelta no parece estar embarcado en nuevas composiciones de importancia, aunque la idea de un poema sinfónico sobre el Kalevala le sobrevoló por lo visto en aquel 1924. En noviembre deja escrito: "qué incesantemente arduo es envejecer como artista, y por encima de todo como compositor. Puede ser lo más sabio no tener amigos. Uno podría morir solo, y eso sería más fácil... ¿No es cierto para ti, Jean Sibelius, que no tienes aún demasiadas bellas obras sin escribir? [...] El alcohol es el único amigo que nunca abandona."

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Próximo capítulo (43) [próximamente]
 



Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 6. Análisis. III. Il tempo largo

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El tercer movimiento de la Cuarta Sinfonía de Jean Sibelius se erige en el centro musical y espiritual de la obra, el eje de gravedad en torno el cual orbita la emocionalidad del trabajo, que aquí se desnuda y habla con total desnudez al oyente. No por ello supone un paso más dentro de la evolución dramática del díptico lento-rápido que han planteado los dos primeros movimientos, creando una mística contemplación del yo infinito antes de la explosión energética y derrotista del final.

El carácter del tiempo se convierte en verdad en algo místico, y convocando a alguno de sus exégetas el recuerdo de Bruckner, compositor que Sibelius admiró profundamente. Como también en su avanzado sentido armónico y su libertad formal se han trazado vínculos a autores como Mahler o incluso Shostakovich. Bruckeriano en verdad se nos antoja la profundidad de miras de la obra, que a pesar de su mirada intimista tiene anhelos de trascendentalidad quasi religiosa (incluyendo algunas entonaciones de coral tan propias del músico austriaco).

No por ello dejamos de estar ante un movimiento cien por cien sibeliano, sólo posible por la autoría del músico nórdico. Sibeliana netamente es su construcción, la más "orgánica", evolutiva y germinadora de toda la obra, que se articula en torno a ese motor compositivo, más dominador que nunca aquí. Il tempo largo fluye orgánicamente hasta el punto que no puede descubrirse si existe un "caudal" que canalice el devenir fluvial de la música.

Ciertamente podemos hablar de una ausencia de un esquema formal, o de una forma improvisatoria, una fantasía. Como apunta Tawaststjerna debería definirse como "un tema que crece lentamente, una improvisación en tres fases". Todo gira en torno a un tema principal, que partiendo de su característica entonación inicial, elevada al cielo - por cierto, uno de los pocos grandes temas sibelianos de dibujo ascendente -, busca crecer y completarse plenamente, lo cual consigue (o casi, como veremos) en tres momentos señalados del papel pautado. Esta articulación casi podría evocar el esquema de unas variaciones muy libres, o acaso un rondó, pero tales formulaciones sólo tratarían de domeñar artificialmente una música que apenas tiene más señor que la propia música, y todo lo que su autor volcó en ellas.

En lucha contra ese tema principal, diversos materiales pugnan por agotar su afirmación, oponiéndose a su perfil más delineado y estable con atributos más turbadores e indefinidos, inestables en la armonía, modulantes hasta rozar de nuevo los límites tonales. Y es que, como en los dos primeros movimientos, sobre todo en el inicial, cohabitan de nuevodos polos, el poder de la luz - lejana, fría y tenue - y poder del caos, polos que batallan y logran herirse uno al otro. Esa batalla es sutil, nunca violenta, secundada por elocuentes silencios y refinados aunque grises colores.

A pesar de esa lucha y a esa falta de forma clásica no hay carencia alguna de continuidad y de coherencia. Todo lo contrario. Sibelius no lo permitiría, y se ancla en la propia naturaleza "germinal" del devenir musical, en la que unos motivos fluyen con naturalidad en otros. Y también la unidad se logra con elementos vinculados entre sí: la cabeza del tema principal y su quinta ascendente, un contramotivo que termina en un quinta descendente, y al tiempo una célula inicial con un dibujo característico que presenta el tritono omniabarcador de toda la Cuarta Sinfonía.

La naturaleza informal del movimiento desvela así mismo la lucha del autor durante la larga composición del movimiento, cuya forma le planteaba enorme dudas, hasta que resolvió conscientemente entregarse a lo que la música misma le pedía. Y aquí tenemos el brillantísimo resultado.

Tras la tormenta trágica con la que triunfaba el diabólico scherzo anterior, el tercer movimiento comienza con un clima en principio muy calmado. Pero extraño, casi sobrenatural, y con el tenue sonido de dos flautas que se alternan, acompañadas tan sólo de los cellos, divididos y en sordina, todo ello en piano:

(cliquea en las imágenes para agrandarlas)

El tono inicial parece ser la menor, el principal de la sinfonía, pero en seguida la última nota del motivo inicial de la flauta parece revelar que la armonía no va a ser nada fácil: un re#, situado justamente a la distancia de un tritono de la nota inicial.

Este pequeño motivo no es sino una forma ampliada de la célula inicial del primer movimiento, pero añadiendo una tercera nota a distancia de una quinta respecto a la inicial, convirtiendo su dibujo en algo más amplio. Su presencia a lo largo del movimiento asegurará su unidad y a su vez la vinculación de todas las partes de la sinfonía.

La segunda flauta le responde con una escala ascendente de séptima mayor, una figura que de una forma u otra hemos visto también en el primer tiempo, como en el segundo, y aquí se plantea como un consecuente lógico. Tras ella de nuevo la primera flauta cierra el círculo con otra variación de la célula inicial. Ya en el segundo compás estamos muy lejos del tono inicial, y así será siempre que estos elementos hagan acto de presencia, asumiendo el papel de esas "fuerzas del caos", ese agente disgregador del que hemos hablado.

Tras una breve respuesta del clarinete, la primera flauta retoma la ascensión hasta su registro más agudo y en extrañas escalas - renunciamos a partir de ahora a hablar de su armonía, ya que cada compás requeriría un comentario propio - lo que unido al tenue acompañamiento (cellos y contrabajos, que intercambian material motívico con el solista) crea un clima gélido y desangelado. 

Después de una acotación del primer compás surge, como en un juego de registros del órgano, un breve motivo en las trompas (sin más instrumentación), casi como un coral polifónico, ajeno a la palidez mortal que había caracterizado el comienzo del tiempo (notas reales): 



Se trata la primera insinuación de lo que será el tema principal. Su presencia, con un colorido más tonal y estable, parece una pequeña luz en el ventanal del oscuro templo, una promesa de redención, un sueño esperanzado. Está armonizado en principio - aunque acompañado por dominantes secundarias - en modo lidio, un La Lidio, desde luego un modo ya bien conocido en la obra. 

Pero la esperanza que plantea resulta vana, porque su final, abrupto y en un acorde de quintas disminuidas (el doble tritono), da paso de nuevo, a través de los violoncellos, a retomar la indeterminación inicial. Sin embargo, a pesar de estos constantes regresos y recuerdos nada en este movimiento, carentes de artificios, va a repetirse de manera idéntica.Los violines entonan, o casi mejor esbozan, un motivo secundario:

 
En su primera parte el motivo, tras el descenso inicial, no parece más que una serie de adornos cromáticos sobre un dibujo plano, seguido por un dibujo más expresivo que termina en un tono ajeno y una quinta descendente (diseño el de la quinta característicamente sibeliano). Este motivo tiene dos fuertes conexiones. Por una parte, dentro del movimiento anuncia un motivo secundario que acompañará al tema principal (de hecho aquí lo ha hecho consecuente a su primera insinuación, aunque parezca ahora completamente ajeno). Por otra parte tiene una gran semejanza con un motivo del movimiento central del Cuarteto "Voces intimae"(Ej. IIIb del análisis que hicimos en su momento). No en vano materiales del movimiento de la sinfonía parecen originados al tiempo que el cuarteto. Ambas obras como ya explicamos en su día mantienen muchas similitudes, si bien en la sinfonía el lenguaje es mucho más extremo, lo cual se demuestra justamente por la comparación entre los motivos respectivamente señalados: el de la obra camerística es estable tonalmente, monótono y hasta obsesivo, mientras que el de la obra orquestal se muestra cambiante e interrogante.

A continuación la cuerda (sin los bajos) redunda en el final del motivo, y lo hace al unísono, conectando de forma directa con todo lo que vendrá después. Entonceslos fagotes, secundados por un clarinete en su registro bajo, retoman de forma aún más siniestra el diseño germinal de la flauta, dando paso a los cellos, que inician de manera explícita el dibujo del tema principal, finalmente frustrado por un acorde de séptima menor (¡con tritono!) de gran expresividad y sentida coloración.

Tras un breve intercambio una flauta lleva los motivos iniciales al registro más agudo, pero ahora acompañada de pedales de la cuerda y en contrapunto, con un quejumbroso fagot casi en imitación. 

Oboes, clarinetes y fagotes, contestados por violas y violines, entonan un pequeña frase casi de coral, con singulares quintas descendentes, pero que en realidad está basada en el final del motivo secundario (Ej. IIIc). Van preparando, como moléculas flotando en el vacío, el aura que se formará en los violines (a los que se unirán después las violas en divisi) y que va acompañar a la primera formulación firme del tema que, como se venía profetizando, entonarán con toda nobleza y nolstagia infinita los violoncellos:


El tono es el de do# menor, escala en principio (tal y como indica la armadura) principal del movimiento. Con ese aura, sin evolución armónica (tónica con séptima menor añadida) se crea un clima atemporal y estático, que sitúa la melodía en un mundo ajeno al nuestro. 

El tema se prolonga retomando una versión, ahora sí más clara, del motivo secundario (ej. IIIc), que muestra sin embargo su carácter modulatorio y autoaniquilador, hasta disolver la marcha melódica. Las violas entonces intentan tomar el tema, pero no lo consiguen. Un oboe solitario expone con insoldable melancolía el final del tema secundario, ahora mucho más claro y distinguido.

Con un cello solo (de manera análoga a los solos del primer tiempo), el tema principal intenta de nuevo cobrar vida, pero otra vez otras ráfagas motívicas se apoderan del discurso. En esta ocasión serán los primeros violines, que cantan el motivo secundario y su lamento cromático, con el acompañamiento, tenue y muy hermoso tímbricamente, del resto de la cuerda (bajos en pizzicato).

Mientras los segundos violines crean un manto en obstinato de una mismo sol# sincopado, como un palpitante sentimiento de angustia, las maderas retoman una forma de contorno definido de la célula inicial, con valores más largos, haciendo evidente su clara vinculación en la célula germinal del primer tiempo (Ej. Ia). Se crea entonces un clima de gran expectación, generando finalmente un aura en los oboes muy semejante al que antes dibujaban los violines (Ej. IIId) para acompañar otra vez al tema principal. Y es que llegamos a la segunda formulación, ya completa, de dicha melodía, incorporando en distintas momentos los violines primeros, violas y celli, y después los segundos violines (aquí transcribimos la parte de los primeros):  



Esos grupos tocarán la melodía en octavas, rodeada por el aura de los oboes, que después toman los clarinetes y finalmente los fagotes, todo ello bajo el redoblar apianado del timbal con la dominante (la misma sol#). El conjunto al completo hace que, aunque con una fuerza expresiva mayor, la melodía no parezca más cercana, y parezca plantear más desesperanza que redención. 

Finalmente, a pesar de su extensión y su vuelo hacia las alturas, tampoco esta vez se cumple la expectativa, y la esperanza vuelve a decaer, un golpe subrayado por acordes que cuentan con la presencia sutil de los metales, prácticamente ausentes (excepto en el coral del Ej. IIIb) durante todo el movimiento.

El retorno de los materiales iniciales entre los clarinetes y una flauta crean una sensación de desasosiego muy marcada, que se confirma cuando violines y violas llevan dichos materiales a fórmulas de figuras rápidas pero al tiempo tonalmente estables, mientras los cellos realizan el enésimo intento por materializar el tema principal. Bajo una atmósfera de fuerte inquietud y tensión se produce entonces un diálogo entre distintas partes de la orquesta, en las que fragmentos de los distintos componentes melódicos de la obra reclaman su derecho a vivir. En este momento el caos parece vencer, elevando la temperatura hasta un punto desconocido hasta ahora en la marcha de un movimiento en principio calmado.

Los violoncellos en soledad comienzan el tema, en si menor que, tras un breve pero desconcertante silencio total, es entonado finalmente en su tercera y más contundente aparición. Lo hace en el tono principal, octavado en toda la cuerda a excepción de los contrabajos, completada a su vez por la mayor parte de la orquesta en un poderoso clímax. Se resuelve y al tiempo realza de esta manera la tensión anterior, especialmente subrayado por los poderosos acordes del metal y los timbales.
Al contrario que las dos anteriores apariciones completas la melodía se arropa en una armonización menos estática o intemporal, más completa y evolutiva, dando la sensación de ser la respuesta definitiva a todo el movimiento, la trágica respuesta definitiva.

Los metales llegan incluso a tomar la cabecera del tema, en una apoteosis que no llega a plasmarse: enlazado de manera magistral por Sibelius, todo el clima, casi majestuoso,  deviene en un nuevo palpitar sincopado de la cuerda, ahora tomando la tónica del movimiento (do# menor), que será mantenida en las violas, junto con la misma nota como pedal de las trompas en diminuendo, hasta el final del tempo.

Y bajo ese ansioso obstinato el arranque del gran tema principal es tomado por clarinetes y fagotes, que en manos de la primera flauta (una vez más) se metamorfosea con toda naturalidad en fórmulas del motivo inicial, de forma idéntica a como había sido transformado en el centro de la obra, trazando otra vez evidentes analogías con el motivo generador del primer movimiento (Ej. Ia). Tal reformulación primero toma como tono un disonante Re Lidio, en el clarinete y los primeros violines, para pasar finalmente a Sol Lidio, a una distancia - casi podríamos decir "como es lógico" - de tritono del tono principal:

Además del motivo en sí, todo este pasaje conclusivo transcurre en paralelo directo con el final del primer tiempo (Ej. Ik), que concluye también con su célula inicial en imitación y un unísono. Y como sucedía también en aquel pasaje la última nota tiende puentes con el inicio del siguiente movimiento. Aunque no esté indicado un attacca, el director debería captar esa continuidad y no esperar más que un breve instante a arrancar el Finale que, de nuevo con toda lógica, comenzará con ese mismo do# con el que concluía este hermoso pero lúgubre movimiento.

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Para ilustrar el análisis apelamos de nuevo a la Filarmónica de Helsinki, bajo las órdenes de Leif Segerstam:

(enlace)
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Capítulo siguiente (7). Análisis. IV. Allegro [próximamente]


Biografía (43): tempestades shakespearianas y numerosos encargos para el sexagenario (1925)

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"El Año Nuevo ha empezado de la habitual manera miserable. Nadie aquí. [...] Aino está totalmente cansada. Hay mucho que decir sobre eso. Debemos realmente que movernos, pero hay demasiadas ataduras aquí".

1925 ha comenzado otra vez más con bajos ánimos.  Pero podemos comprobar de nuevo que estas depresiones (o estados casi depresivos) no siempre estaban acompañados de razones objetivas para ello: en enero recibe buenas noticias para sus publicaciones y la mejoría económica que de ello resultaba. El editor Wilhelm Hansen había lanzado una oferta a Breitkopf & Härtel para adquirir su catálogo de obras de nuestro músico, según informaba en una carta al compositor el responsable de esta última casa, Hellmuth von Hase. Pero los impresores alemanes lo habían rechazado: por fin parecían estar recuperándose del desastre de la Gran Guerra y de las crisis económicas posteriores, y no sólo los beneficios podían retornar a sus compositores, sino que podían hacerles nuevas ofertas. En efecto, Sibelius podría ofrecerles sus nuevas composiciones. Hase apelaba con emoción a la larga relación de su empresa con la música de Sibelius. Y en efecto, no sólo ha sido la responsable de la edición de buena parte de las grandes obras del maestro finlandés, sino que lo sigue siendo en la actualidad, además comprometida desde 1998 en editar críticamente la obra completa de Sibelius (JSW).

Sin embargo, no pierde contacto con sus otros editores, y en febrero se cartea con Hansen para que acelere su publicación de su última sinfonía, que finalmente "es mejor llamarla Symphonie No. 7 (in einem Satze [alemán: en un movimiento])". La obra debería estar lista para una gira que planea para dirigir en Inglaterra, en septiembre. Aunque en mayo la edición está lista y registrada, los conciertos no llegarían a realizarse.

Ya sea como agente o como consecuencia de su estado anímico, el consumo de alcohol vivió en estas semanas un nuevo incremento. El músico protagonizó una serie de escapadas nocturnas, casi secretas, a Helsinki, bajo el amparo y la tranquilidad de los más exclusivos restaurantes. Esto no era una señal de altivez o sibaritismo (aunque también puede haber un poco de ello), sino más bien la oportunidad de pasar más desapercibido en ambientes más exclusivos y tranquilos. Muchas veces lo encontrábamos solo, pero también con su cuñado Eero Järnefelt y su círculo de amigos, contertulios, modelos..., la llamada "mesa del limón".

 Autorretrato de Eero Järnefelt (1863-1937)

Sin embargo durante todo este año los excesos no repercutieron en una intensa actividad compositiva, tal como su mujer certificó. A mediados de enero añade tres piezas para completar el cuaderno de Danses champêtres opus 106 que sería enviado a Nueva York. Como sus compañeras son el primer testimonio del estilo más modernista y experimental que caracterizará los últimos años de creación del genio finlandés. 

En febrero le llega el turno a un encargo de Heikki Klemetti, inédito en cuanto al contenido: coros con destino litúrgico, para formar parte del "Suomen evankelis-luterilaisen kirkon messusävelmät", el cantoral de la Iglesia Luterana Finlandesa. Sin demasiado entusiasmo por el contenido ni por la funcionalidad de la obra, Sibelius sin embargo nos dejó cuatro piezas vocales no sin belleza y cierta atmósfera misteriosa. Las Tres antífonas introductorias JS.110 (que a veces han aparecido en la literatura incorrectamente como opus 107) están escritas para la voz, celebrante, respuestas de la congregación y órgano. La otra pieza es "Herran siunaus" ("Bendición del Señor") JS.95 está escrita para órgano con texto sobre la partitura. Estas obras constituyen las únicas partituras religiosas de nuestro autor, aunque es habitual encontrar en las iglesias de su país natal un extracto de una Cantata de1897, "Soi kiitokseksi Luojan" ("Te alabamos, Creador nuestro") opus 23 nº6a, entonado como coral.

Días después trabaja en un extracto de la problemática "Scaramouche", la pantomima de 1913 que le causó verdaderos dolores de cabeza. De la vasta partitura extrae y reelabora una Scène d'amour para violín y piano, con intención de ser una pieza fácil, incluso que "pueda ser tocada en el ámbito doméstico". Lo cierto que a pesar del origen en aquella obra y el aparente salonismo que desprende, se trata de una pieza deliciosa y no sin valor.

Por su cercanía estilística es posible que fuera en este momento cuando compusiera En glad musikant (Un músico feliz) JS.70, datada por los expertos en el intervalo de entre 1924 y 1926. La obra es una rareza del catálogo sibeliano: escrita para violín solo, con el texto de un poema escrito sobre el pentagrama, quizá concebida como carta musical para el autor del poema, su amigo el compositor sueco Ture Rangström. Aparte de estas curiosidades, la obra en sí no presenta demasiado interés musicalmente hablando.

El 9 de marzo un concierto benéfico en Helsinki le saca del retiro de los escenarios autoimpuesto (y/o alentado por su esposa), por petición de su amigo el General Mannerheim. En el evento, destinado a recaudar fondos para un hospital infantil, dirigirá, con parte de la Filarmónica, su suite de El festín de Belshazzar y Rakastava, a las que se añadirá una "propina" no anunciada, el estreno de una breve pieza orquestal titulada Morceau romantique sur un motif de M. Jakob de Julin [Pieza romántica sobre un motivo del sr. Jakob de Julin] JS.135, basada como dice su título en un tema de un vals de un industrial, amigo en común de Mannerheim y Sibelius. El compositor cedió una copia del manuscrito, un elegante y sentimental interludio, como donación a la causa, la fundación para la infancia que dirigía el general retirado. La obra también presenta una versión para piano escrita en la misma época, y por el estilo de la escritura orquestal es muy posible que el original fuese la versión para el teclado, a pesar de no ser nada frecuente en el autor que orquestara piezas para piano. Pero quizás el concierto promovió en Sibelius dar mayor significado a la pequeña partitura. 

Otras partituras de este comienzo de año también tienen que ver con amigos del autor, como son los dos coros masculinos a cappella opus 108, un regalo para Eduard Polón, otro industrial cuya compañía de calzado se convertiría con los años en uno de los integrantes fundacionales de Nokia, la gran compañía finlandesa que en sus primeros años no tenía mucho que ver con las telecomunicaciones... Las dos canciones, "Humoreski" ("Humoresca") y "Ne pitkän matkan kulkijat" ("Caminantes sobre el largo camino"), tienen texto finés, y musicalmente destacan por su animada música, casi humorística, no muy habitual en su producción.

En abril el editor Lienau le preguntó si tenía en su haber alguna composición inédita del estilo de su "Pelléas" o "Belshazzar". Sibelius le contestó mencionando que su "Jedermann" de 1916 permanecía inédita, y que podría preparar una suite con parte de su música. A pesar de que el impresor acogió con entusiasmo la idea, pero la suite nunca llegó a materializarse, quizá por la dificultad de encontrar qué extraer de una partitura tan compleja, que mezcla extensas y místicas escenas orquestales con momentos más ligeros, o quizá por el encargo que llegaría en mayo. Por la época, sin duda relacionadas con el proyecto de la suite, realizó tres arreglos para piano de la partitura incidental (uno de ellos reuniendo tres breves números a su vez), precisamente de la parte "mundana" de la obra. Estos arreglos permanecieron inéditos hasta hace apenas unos años.

Al siguiente mes el Teatro Real de Copenhague, a través del editor Hansen, le solicita la composición de la música incidental para una ambiciosa producción que se estrenaría en la capital danesa en la temporada siguiente. El 1 de mayo recibe la carta del editor: "¿Has escrito alguna música a "La Tempestad"? No se trataba pues de un nuevo estreno, sino el homenaje a uno de los grandes clásicos del teatro: "La Tempestad", de William Shakespeare, representada en danés.

Aunque la propuesta no era un encargo definitivo, la propuesta entusiasmaba a Sibelius, y no sólo negoció el contrato inmediatamente y se puso a la tarea, sino que plasmaría en su composición alguno de los mejores y más originales compases de toda su carrera. No sin dificultades, ya que la obra debía estar lista en unos meses, para el 1 de septiembre, a tiempo para empezar los ensayos. Lo cierto es que la planificación de la representación alcanzó grandes complejidades, ya que la música iba a tener un papel nada secundario. 

El propio productor y actor principal, Johannes Poulsen (viejo conocido del autor por el asunto de "Scaramouche"), se trasladó unas semanas a Helsinki para discutir las posibilidades de la obra con el compositor. La música requeriría no sólo una gran orquesta (con un armonio), coro y el canto de los actores, sino también experimentó en la colocación de instrumentos en el escenario, y con el coro, situado en diferentes localizaciones. La partitura llegaría a estar estructurada en más de treinta números, alguno de ellos muy breves, y más de una hora total de música, comenzando con una obertura -de colorido intensamente cromático, uso de todos enteros y una dimensión vanguardista - que sustituiría íntegramente la escena inicial concebida por el bardo inglés.

El actor, productor y director teatral y cinematógrafo Johannes Poulsen (1881-1938). Fotografía de c.1930

Toda la música de Sibelius, magistral, está teñida de un espíritu muy avanzado, dando colorido a las singularidades esotéricas y simbólicas de la obra shakespeariana, que obtiene aquí una magnífica ilustración.

El estreno, planeado para finales de año, se retrasó finalmente hasta el 15 de marzo del año siguiente. Ahí no acabará la historia de la obra, que conocerá un estreno en finés, añadidos, reelaboración en dos suites, arreglos... convirtiéndose en uno de los pilares de la producción sibeliana de su etapa final.

Durante el verano que dedicó a "Stormen" opus 109 no tuvo que acceder a otras obligaciones excepto por una partitura para órgano, escrita para un servicio especial que se rendiría en la Catedral de Helsinki con motivo de la visita del rey Gustavo V de Suecia. La pieza sería una Intrada, publicada después con el número de opus 111a, una pieza solemne, con ecos grandiosos más cercanos a la Séptima Sinfonía que a la magia de "La tempestad", y una partitura obligada entre los organistas finlandeses.

Tras cumplir a tiempo con la música incidental, nuestro autor pudo dedicarse a otras propuestas y encargos. A finales de enero había escrito dos canciones corales en sueco. Por una parte "Skolsång" JS.172, para coro mixto, sin muchas pretensiones, y la "Skyddskårsmarsch" ("Marcha de Skyddskår") JS.173, para coro masculino y piano ad libitum, escrita para una organización patriótica, con un claro espíritu bélico y de carácter brillante.

Sibelius iba cumplir sesenta años, cifra redonda que preveía celebraciones entusiastas. Pero nuestro autor en esta época quería evitarlas a toda costa. Inicialmente había planificado un viaje a Italia en noviembre, regresando "a tiempo" para que cualquier festejo ya estuviera desfasado. Tales planes no fueron llevados adelante, pero al menos se las ingenió para excusarse de dirigir un concierto especial el día de su cumpleaños, como había hecho en otras ocasiones. No obstante, sus amigos y admiradores no compartían estas drásticas opiniones, y Kajanus - que había inaugurado su temporada con un programa íntegramente sibeliano, prepararía para su concierto de abono el 9 de diciembre con música exclusivamente del genio nórdico, incluyendo la Primera Sinfonía

Uno de los regalos del 8 de diciembre fue un alto honor oficial. Nada menos que el presidente de la República, Lauri Relander, le hizo una visita por la mañana para entregarle la Orden de la Rosa Blanca de Finlandia. Pero sin duda el regalo que más debió congratularle fue la entrega del resultado de una subscripción pública de 275.000 marcos [unos 83.500 euros], que se sumaban al aumento de la beca anual que recibía del estado, que pasaba ahora de 30.000 a 100.000 marcos [30.380 €]. Buenas cantidades que, sumadas a los crecientes ingresos por los derechos de sus publicaciones, le proporcionarían definitivamente la ansiada tranquilidad económica. 

Lauri Kristian Relander (1883-1942), segundo presidente de la República de Finlandia

No obstante eso no significó (todavía) el fin de su vida compositiva, ni de los encargos. Para la revista navideña "Lucifer", como en otras ocasiones, escribió una breve pieza, en este caso un melodrama para recitador y piano para el poema "Ett ensamt skidspår" ["Una solitaria pista de esquí"] JS.77a, unas líneas en sueco de Bertel Gripenberg, teñidas de melancolía para las que Sibelius escribe una música frágil y profunda, llena de marcas personales como el tresillo obsesivo que traza el tema principal. 

Es este final de 1925 también musicó otro poema con toques nostálgicos, la canción "Narciss" ("Narciso") JS.140, que a la postre sería la última composición de Sibelius en el género de la sång

Aún quedarían muchos compromisos a los que nuestro músico atendería en los siguientes años. Pero de alguna manera se vislumbraba ya que las cosas iban a cambiar. Su mismo aspecto físico ya aparenta ser el que tendrá en las numerosas fotografías que se conservan suyas de los últimos años. Aún nos queda, sin embargo, mucho que contar sobre el genial compositor, como comprobarán en próximos capítulos.
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Capítulo siguiente (44) [próximamente]






Música patriótica: "Isänmaalle" ("A la patria"), coro JS.98

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Haciendo un guiño al día festivo que se celebra hoy en Finlandia, en el que se conmemora la independencia lograda en 1917, traemos al blog un coro escrito original en 1899, de alto carácter patriótico, y que desde la fecha de su composición hasta la actualidad ha seguido celebrando los sentimientos nacionales del país nórdico, siendo por ese motivo uno de los más célebres del autor en su país natal. Su música, de impacto inmediato, aunque no constituye de por sí una obra maestra, si es lo suficientemente brillante para tener éxito en su cometido. Además, su texto en finés ha contribuido a prolongar su éxito en la Finlandia contemporánea (fundamentalmente finoparlante=, trascendiendo el momento concreto en el que fue creada (bajo una cultura de élite más suecoparlante).

Y es que, como muchas otras piezas patrióticas de Sibelius, nace muy vinculada a unos hechos históricos. No es seguro, pero es más que posible - tal como señala la mayoría de la literatura - que su composición fuese una reacción directa del compositor al llamado "Manifiesto de Febrero" de 1899, el paquete legislativo ruso del nuevo gobernador, Nikolai Bobrikov, con el que emprendía una intensa política de "rusificación". Aquellas leyes contemplaban fuertes restricciones a la autonomía finlandesa, dejando heridos a algunos de sus más importantes apoyos, como era la libertad de prensa. Y si no fuera cierto, en todo caso la pieza sí que es fruto del clima tan opresivo de este año, que dio origen también al "Canto de los Atenienses" opus 31 nº3 o a la Música para las Celebraciones de la Prensa, cuyo número final se convertirá en el célebre Finlandia opus 26

La composición entremezcla a la perfección un sentido ritmo de marcha (siempre "cívica" antes que belicosa, como habitualmente en nuestro músico, si bien no tan tranquila como otras veces) con una clara ascendencia en el melodismo popular finés. En efecto, el devenir melódico recoge a la perfección el fluir silábico de la lengua fino-ugria, dando como resultado muchas variaciones en cada estrofa (la forma es pues estrófica, repitiendo la misma música para las tres estrofas del texto como decimos con pequeños cambios entre ellas) se adaptan como un guante a la entonación de aquella lengua, como se puede observar en las notas dobles y en las sílabas largas, a las que siempre corresponden valores más largos.

Estas variaciones son más frecuentes en la versión original de la obra, para coro masculino. Al año siguiente realizaría una nueva versión de la obra, llevándola al coro mixto (con número de catálogo JS.98a)pero, no obstante, con varios cambios en la armonía y la disposición de las voces y el marchar melódico, incluyendo una repetición no literal de los dos últimos versos al final de la partitura. Cambios todos ellos muy sutiles, que no dislocan la esencia de la obra. Esta versión se estrenó ese mismo año (desconocemos la fecha del estreno de la obra original), con la dirección de Oskar Merikanto en el marco de un festival preparado por la Sociedad para la Educación Popular, en Helsinki.

Ambas redacciones pronto tuvieron una gran circulación, incluso en ediciones no autorizadas, hasta el punto de ser uno de los primerísimos trabajos de Sibelius en tener registro gramofónico, ya en 1901.

Entre 1902 y 1903 el músico Selim Palmgren (1878-1951) aprovechó esa popularidad para realizar un arreglo para coro masculino de la segunda versión, que se convirtió de hecho en la versión más difundida de la obra. Años más tarde, en 1908, Sibelius decidió retomar la iniciativa de su propia obra, y realizó la segunda y final versión para coro masculino (JS.98a), con el objetivo de que la de Palmgren no le tomase la delantera. Y es que la existencia de ese arreglo ajeno hecho debía irritarle especialmente, ya que no guardaba ninguna simpatía por su rival, y menospreciaba su éxito y la calidad de su obra. Sorprendentemente la versión de Palmgren siguió siendo durante muchos años la más interpretada en Finlandia, hasta quizá fechas más recientes donde se ha revalorizado la versión final del propio Sibelius.

Aparte de lo comentado sobre el melodismo de la obra, hay que destacar también algunos apuntes sobre su armonía: mucho de su carácter más aguerrido viene dado por tensiones armónicas a la obra, aunque sin salirse de la práctica normal sí están bastante marcadas, como se puede ver en este ejemplo (extraído del libro de Tawaststjerna), donde se ve el contraste entre la melodía en octavas y el acorde de séptima disminuida en la primera semicadencia:



El texto del coro es obra del poeta Paavo Cajander (1846-1913), que comparte lugar de nacimiento con nuestro músico, Hämeenlinna. Profesor de la Universidad de Helsinki, de gran sencillez y modestia, es recordado todavía por varias traducciones pioneras de Shakespeare, habiendo sido un tanto olvidada su obra original. "Isänmaalle" no deja de ser uno de los cientos de poemas similares de la época, como los que se encuentran en la colección "Helmiä Suomen runoudesta" (1898), que incluía varios poemas de Cajander, incluyendo el presente, y que serían sus únicos poemas publicados en vida.

Fotografía de Paavo Cajander



A continuación tienen ustedes una trascripción del texto original y una traducción al castellano, como es habitual efectuada a través de una traducción inglesa.

Isänmaalle

Yks' voima sydämmehen kätketty on,
Se voima on puhdas ja pyhä.
Se tuttuko on vai tuntematon,
Niin valtaa se mieliä yhä.
Salamoina se tuntehet saa palamaan,
Se taivaast' on kotoisin, kerrotaan,
Ja isänmaa on sen nimi.

Se tunnussana se Suomenmaan
Vei urohot kuolon teille,
Vei näikää, vaaroja voittamaan,
Vei valoa voittamaan meille,
Ja rauhan töissä se ollut on
Se toivon tähti sammumaton,
Joka tien vapautehen viitaa.

Niin aina olkohon Suomenmaass'
Ain' uljuutt' uskollisuutta!
Kun vaara uhkaa, ne luokohot taas
Vapautta ja valoa uutta!
Tää maa ei koskaan sortua saa,
Eläköön tämä muistojen, toivojen maa,
Eläköön, kauan eläköön Suomi!


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A la patria

Un solo poder se oculta en mi corazón,
un poder puro y sagrado.
Ya sea conocido o extraño
continúa cautivando mentes.
Como el rayo enciende pasiones,
del cielo se dice que emana
y patria es llamado.

Ésta era la contraseña, patria Finlandesa,
que ha conducido a valientes hombres a enfrentarse a la muerte, 
a conquistar hambre y peligros,
a capturar luz para nosotros,
y en tiempo de paz el trabajo ha sido hecho:
una inextinguible estrella de esperanza
que muestra el camino a la libertad.

¡Que siempre estén preparados en la tierra finlandesa
tal audacia y lealtad!
Cuando el peligro amenaza, ellos nos darán
libertad nueva, y luz.
¡Que este país nunca sea derrotado,
larga vida a esta tierra de recuerdos y esperanzas,
larga vida a Finlandia!

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Nuestros lectores pueden escuchar multitud de grabaciones de esta obra aunque, como decimos, es habitual encontrar la versión de Palmgren. En la Sibelius Edition de BIS, en su décimo volumen, dedicado a la obra coral y publicado en 2010, pueden encontrar las tres versiones del autor de la obra. El registro de las versiones masculinas es tarea del Coro YL, bajo Matti Hyökki, mientras que la de coro mixto está realizado por el Coro Dominante, dirigido por Seppo Murto. El YL con el mismo director ha efectuado otros registros brillantes de la versión final para coro de hombres, como la de la integral en el sello Finlandia Records en 2003. La versión para coro mixto tiene un grabación algo superior (si bien más tranquila) en otro disco de BIS (1996), con el Coro Jubilate dirigido por Astrid Riska como protagonista. Por cierto, en en la información de este último disco compacto el coro aparece señalado como opus 18 nº1, número que en efecto aparece en algunas ediciones de la obra pero que no se corresponde a la numeración del propio Sibelius. 
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A continuación les ofrecemos un video con la grabación del YL para Finlandia Records que antes señalábamos. Esperemos que la obra sea de su agrado:

Cuarta sinfonía en la menor opus 63 (1909-11): 7. Análisis. IV. Allegro

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La Cuarta sinfonía de Jean Sibelius termina con uno de los movimientos más turbadores, extraños y complejos de toda su producción en el género. En lo puramente emocional la sinfonía alcanza su inexorable destino con una especie de huida desesperada ante las sombras que no permiten escapatoria, y un gran "colapso" de desesperación que deriva en la desolación del silencio y la resignación... Karajan afirmó que la Cuarta era "una de las pocas sinfonías que termina en desastre". 

En lo puramente formal el movimiento se articula claramente en torno al paradigma del rondó, rondó-sonata más propiamente hablando, pero como es habitual en el autor y aún más, esperable en esta sinfonía, la forma está muy desdibujada por el devenir orgánico, que diluye los límites de las secciones en un continuo desarrollo y un fluir de unos motivos en otros.

Una de las singularidades de este Finale se evidencia su lenguaje armónico, siendo posiblemente la partitura del autor que emplea la armonía más vanguardista de toda su obra, con pasajes claramente bitonales y otros de gran indefinición, casi rozando la atonalidad. Analizar estos pasajes podría ser muy interesante, pero como ya preveíamos sobrepasaría el propósito del blog, y nos limitaremos a dar unas indicaciones suficientes al respecto.

Siguiendo su constante de las obras de madurez, Sibelius no elige temas cerrados sino, como señalábamos, un continuum de distintos elementos temáticos relacionados y evolucionando entre sí. El material temático inicial se presenta en los primeros violines, en principio sólo acompañados por una nota en octavas de violas, cellos y bajos. Tanto la nota inicial del tema como su suporte es un do#, justamente la misma con la que concluía (al unísono) el movimiento anterior, lo que refuerza la sensación de continuidad y el dramatismo de toda la obra:

(cliquea en las imágenes para verlas a mayor tamaño)


El tema se presenta en un La Lidio/Mayor, apoyado finalmente en el séptimo compás por el acorde que asienta su tono, no del todo claro hasta entonces. Este modo lidio es de hecho, más que el menor que anuncia el título de la sinfonía, el verdadero centro modal de toda la obra, uniendo aquí la tónica principal (inicial en realidad) con la escala modal más adecuada.  

El esqueleto de diseño melódico podría reducirse a arpegios y a escalas ascendentes y descendentes, aunque con tres elementos que disienten de esa simplificación. En primer lugar ese re# que acentúa su modo lidio y que, con respecto a la tónica, rememora una vez más el tritono omnipresente en la partitura. En segundo lugar el intervalo de tercera con el que se inicia, y también termina, este primer elemento temático. Y en tercer lugar el uso de sensibles en torno a algunas notas (también presente en el tema principal del primer tiempo, Ej. Ib) . Los tres elementos se proyectarán a lo largo del movimiento.

Tras las dos primeras notas (con esa remarcable tercera), encontramos la secuencia la - do# - re# - mi, que hace las veces de célula principal de este movimiento y que, por supuesto, enlaza a su vez, aunque de manera indirecta, con la célula inicial de la sinfonía (Ej. Ia).

El tema, que parece casi escrito para cuarteto de cuerda, tensamente armonizado (el segundo violines entra a distancia de un solo semitono), continúa con una secuencia similar, incluyendo un rápido floreo con sensible en torno a si (que tendrá una ampliación más tarde, como veremos en el ejemplo IVc). Su pequeña cadencia es imitada en las violas, y luego por los cellos.

Los violines primeros vuelven entonces a tomar la melodía, llevándola y suspendiéndola en las alturas, para dar paso a una ampliación (notas reales):

Ésta ampliación está formada por un caleidoscopio de motivos y timbres, destacando la presencia del glockenspiel. Seguimos acogiendo motivos germinales del movimiento. Estos en particular de hecho mostrarán ser tanto o más importantes a lo largo del Finale que el tema inicial.

En primer lugar tenemos una pequeña célula en las violas muy característica, que parece casi resumen del tema inicial, y que se define por presentar eminentemente el intervalo de tritono, más esa quinta ascendente de sus dos últimas notas, casi como un fanfarria.

En segundo lugar se nos presenta una célula en el glockenspiel (reforzado por los clarinetes y contestado frenéticamente por flautas y pizzicati). El instrumento de campanillas no se hace presente aquí simplemente para dar un colorido al movimiento, sino que aporta un importante motivo, un motivo en S que es no sino una variante sencilla y estable de la célula inicial de la sinfonía (Ej. Ia). A lo largo del movimiento instrumento y célula estarán unidos indefectiblemente.

El último elemento de esta expansión es el giro frenético de los primeros violines divisi, con un dibujo circular en modo mixolidio, dando aún más vistosidad y variedad a todo el movimiento. 

La música prosigue en los primeros violines volviendo a variantes del tema inicial, que se derivan en ocasiones a formas de la figura del tresillo de las violas. Súbitamente el modo parece tornarse menor, con un violoncello solo que prolonga una breve idea antes esbozada (el pasaje entre los dos ejemplos que hemos ilustrado) (notas reales):


El solo, paralelo a otros del mismo instrumento que hemos oído a lo largo de toda la partitura, termina tras la larga pedal con un acorde de quinta disminuida (¡tritono!). Temáticamente supone una prolongación de esos giros con sensible, con un progreso a través de breves escalas incompletas ascendentes y descendentes que ya encontrábamos en el tema inicial. 

Un primer violín solista prolonga las mismas ideas, después asumidas por todos los violines, para retornar a los materiales de las células del tresillo de las violas y sus consecuentes, que como decíamos serán vitales a lo largo de la obra. 

A continuación llegaríamos a lo que sería la sección B del rondó, un aura en la cuerda, de notas repetidas, nacidas sutilmente del final de la primera sección, y germinadas del dibujo triádico del tema principal, de su impulso ascendente principalmente.En pianísimo con esa atmósfera de los arcos la música llega a una estación serena y con una tonalidad pura. Aunque hasta el momento este Finale no había planteado grandes viajes armónicos, lo cierto es que la presencia constante del tritono si había contribuido a dar brío y nervio al movimiento.

Sobre ese manto de cuerda se alzará una nota prolongada en flautas y primer oboe, que es continuada por una breve tercera ascendente (mi bemol - sol becuadro). Con ello se plasma y superpone una tonalidad ajena a la tonalidad principal de La Mayor/Lidio, la de Mib Mayor. Tonalidad justamente situada en el extremo opuesto del círculo de quintas, lo que hace que no puedan tener casi puntos en común, y cuya distancia es justo... ¿lo adivinan?... el tritono.

Cuando, tras respirar brevemente en el aura, los mismos instrumentos, apoyados en las trompas, repiten el diseño y lo prolongan algo más, confirman que no era una digresión transitoria, sino un importante elemento temático del movimiento. Este motivo finaliza con una martilleante séptima descendente (un efecto que nos recuerda al tritono del final del segundo tiempo)



Sobre su última nota el glockenspiel entona su célula en La Mayor. La música vuelve súbitamente a los motivos del tema principal, tomados a continuación un clarinete solo, dispuesto dar toques de brillantez virtuosística con exuberantes escalas y agudos. 

El glockenspiel persiste en su figura, mientras distintas secciones de la orquesta toman los distintos elementos del material de la sección A, confirmando la estructura de rondó, aunque evitando las repeticiones literales. 

La música pasa por diferentes tonos, creando ya una tensión intensa. Bajo los últimos flecos de esta elaboración, surge en contrabajos y violoncellos un Reb en pedal y sincopado, que sirve de base a un espeluznante pasaje en ostinato que introducirá la sección C del movimiento.

Violines, violas y trompas tocan en ostinato el acorde de Mib Mayor (funcionando la pedal entonces como una séptima menor añadida) en la parte fuerte del compás, mientras que flautas, oboes y clarinetes entonan un acorde de La Mayor, sirviendo ese Reb (=do#) de los bajos como nota pivote de una armonización ahora ya más claramente bitonal (notas reales):

Bajo esa total ambigüedad tonal, las maderas se atreven a esbozar un breve tema, con cierto toque de coral, que transcurre entre esos dos mundos armónicos, como si trazara un oscuro portal entre distintas percepciones de la realidad (notas reales):

El efecto musical ciertamente esboza un ambiente casi de "terror gótico", y no es casualidad, porque esta música procede de los esbozos para el proyecto fallido de canción orquestal sobre el célebre poema de Edgar A. Poe "El cuervo", bosquejos que como apuntamos acabaron incorporándose a la sinfonía. 

Este inserto no ha de verse como una referencia programática, o autobiográfica. En realidad es más que probable que la sinfonía se hubiera apoderado de la canción orquestal y no al revés, de modo que la imaginación de nuestro autor estaba mucho más sumergida en las abstracciones de la obra orquestal que en la musicalización del poema.

No obstante el ambiente de los versos de Poe no deja de encajar a la perfección con el clima de la sinfonía y de este movimiento en particular, por lo que no podemos despreciar el uso de los compases ajenos como un simple caso de reciclaje, sino como toda una "transfusión espiritual". Esos apuntes están acompañados con la indicación de "estrofa 9" en el original, que correspondería a las líneas que en el original inglés (Sibelius trabajó en una traducción alemana), empezaban con las palabras "Though its answer little meaning — little relevancy bore". En castellano estas líneas puede traducirse como sigue:
Mucho me maravillé al escuchar a esta desgarbada ave disertar tan llanamente,
aunque su respuesta poco significado...  poca relevancia soportara;
porque hay que reconocer que ningún humano viviente
nunca se hubiera preciado de ver un pájaro encima de la puerta de su habitación.
Un pájaro u otra bestia encima del busto esculpido encima de la puerta de su habitación.
Con un nombre como “Nunca más”.
El poema refiere entonces un mundo de suspensión de la racionalidad, de aceptación del sin sentido, lo cual se corresponde muy bien con el efecto logrado ya en la sinfonía, lejos de referencias poética.

Todo el pasaje se realiza con una orquestación mínima, casi camerística, y muy espaciada. El ostinato se prolonga en las cuerdas con hipnóticos intervalos de quintas, sin que la tonalidad aparezca nunca clara. Las maderas vuelven a su coral, y tras ello y un nuevo espacio, las trompas toman el tema para intentar prolongarlo algo más. 

A muchos (sin duda a sus contemporáneos) este pasaje podría llevar a la conclusión de que nuestro autor se había vuelto loco o había caído en la simple y aleatoria provocación de las vanguardias. Nada más lejos de la realidad, ya que se trata de un pasaje enormemente pensado, hasta tal punto que no estuvo del todo contento con este momento en particular tras su publicación. Al año siguiente de la composición leemos en el diario del compositor cómo cuestiona  "el tema intermedio del último movimiento", que según su nueva reflexión "debería - cuando es tomado por las trompas - haber estado en valores de dobles notas. Eso podría haber hecho más justicia a carácter de la trompa. Pero en ese caso la cosa entera podría haber asumido una forma diferente". 

Tras retornar el obstinato de quintas (siempre en un tono vacilante) la cuerda expone una derivación cromática del coral, un dibujo por semitonos y ritmos sincopados en busca de una estabilidad que nunca llega:


El motivo, que también se encontraba entre los esbozos de "El cuervo", es sinuoso y con gran poder desestabilizador en la armonía cuando se repite en otros tonos y se amplía. Tras ello la textura se amplia, con un divisi de la cuerda en 9 partes (y alguna doble cuerda), creando una atmósfera única, de nuevo casi sobrenatural:


El motivo evoluciona, se dilata y cobra forma, centrándose ahora en una especie de si menor/mayor que nunca llega a cuajar del todo, pero que cada vez va creando una sensación mayor de urgencia y ansiedad.
En una excelente transición, la temática de esta sección C deriva con naturalidad en una escala ascendente, que sugiere una escala de tonos enteros (incluyendo el tritono), para retornar finalmente a los materiales del comienzo, ahora en Do Lidio (notas reales):

Materiales que vuelven justamente esa célula de tritono-quinta ascendente, casi de manera triunfal, bajo las rápidas figuras de la cuerda, de manera un tanto análoga a como se presentaban los motivos principales en el desarrollo del primer tiempo (Ej. Ii). De hecho ésta sería (quizá junto con la sección C anterior, y su versión posterior como propone Tawaststjerna) el desarrollo del rondó-sonata. A continuación tenemos un llamativo pasaje de las cuerdas en pizzicato (aquí los violines).


Su material está relacionado con las quintas de la sección de "El cuervo", aquí llevados a un mundo quizá algo más real y menos abstracto. Pero también tiende lazos por su quinta descendente con un motivo secundario del tercer tiempo (Ej. IIIc)

El pizzicato pronto se trasforma en sí mismo en otro ostinato, casi un aura, en la que se puede trazar cierta familiaridad con una figura semejante del poema sinfónico La hija de Pohjola opus 49. La nueva textura da soporte a derivaciones inéditas del material de "El cuervo", tanto del coral como del motivo cromático. Y lo hacen primero como insinuaciones no en los violines, sino en los oboes, que se mezclan con recuerdos del clarinete del material principal. 

Materiales que vuelve a parecer posteriormente de manera más completa, aunque sin el tema inicial. De hecho el frenético diseño alrededor de la nota se vuelve a entonar bastante literalmente: estamos de hecho en lo que sería la reexposición, más tensa y agitada que la exposición.

Cuando le llega el turno al pasaje de las auras de la cuerda, éste se presenta de manera equivalente, pero en el tono opuesto, Mib Mayor. Cuando las maderas cantan su contrapunto bitonal lo hacen justamente a la misma distancia de tritono que en la exposición, convocando así al mismo espíritu pero de manera especular. Finalmente, con toda naturalidad las mismas maderas van derivando sus diseños (manteniendo la bitonalidad) hacia los temas principales del movimiento

La tensión se acrecienta por momentos, mientras la música crea un progresiva sensación de deriva, a través de distintos fragmentos de la sección principal, mezclados en la cuerda con tensos dibujos, en ocasiones sacados de la música de "El cuervo"

Llega entonces el cénit del movimiento y quizá de la obra, un auténtico "colapso" y catástrofe, con los diferentes motivos luchando entre sí sin jerarquía, con una tonalidad sin ningún centro de gravedad al verse sometida a los vaivenes del motivo cromático (Ej. IVg) y los corales bitonales de "El cuervo".

Acordes masivos de un insistente La Mayor se ven matizados por el motivo del glockenspiel, que parece querer aportar cordura y esperanza a lo que no tiene solución. Se busca así una tonalidad final, mientras las texturas se adelgazan al máximo. Pero, a pesar de que parece llegarse a cierta tranquilidad, la estabilidad ya no es posible, porque el tono estaba completamente perdido. 

La cuerda entona derivaciones del motivo cromático, mientras las maderas, alternando con los arcos, dibujan simples terceras ascendentes (sacadas de su motivo bitonal). La secuencia de alternancia entre esas terceras en la madera (en ocasiones en las trompas), con el motivo cromático en las cuerdas se repite en varias ocasiones, en distintos tonos. Esta alternancia parece no conducir a ninguna tonalidad, lo que crea un clima de incertidumbre total. La orquestación de nuevo se ha tornado espaciada y camerística, fantasmagóricamente antifonal en este punto, creando un clima de gran desolación y extrañeza.

Con aún más soledad y vacuidad las maderas añaden a esas terceras un nuevo recuerdo de su pasado bitonal, su séptima descendente, que suena ahora más terrorífica y ajena a la realidad que nunca:


Llegados a este punto las cuerdas toman la última palabra (revelando quizá el origen cuartetístico de la sinfonía) para resumir y hacer concluir la obra:



El resumen se produce primero con una forma del motivo cromático, muy disonante y de tonalidad indefinida, que alcanza al final un tímido reposo en la menor. Tras un silencio se impone una cadencia reglamentaria (dominante y tónica), seguida de nuevo de un silencio, para acabar en un firme y reiterado hasta siete veces acorde de la menor, la tónica en teoría de la sinfonía. Sin embargo, ¿ha terminado la obra? Toda la indefinición armónica anterior, evita que, lo que en principio tenía que ser suficiente para afirmar el tono principal, parezca finalmente carecer de la fuerza y concreción necesaria. Por supuesto, de manera intencional, no se consigue. Es un final, pero defraudado, lejos de lo que prometía la esperanza. Tras el colapso, tras todo el dolor, es imposible nada más que la aceptación resignada. 

Con ello (y un público estupefacto) terminaba una de las sinfonías más singulares y sin duda magistrales de la historia de la música.
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Como en los capítulos anteriores, ilustraremos en análisis con el siguiente video, que recoge la grabación de la Orquesta Filarmónica de Helsinki, dirigida por Leif Segerestam, registro del sello Ondine:

 
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Capítulo siguiente (8): Discografía (1) [próximamente]




Biografía (44): el dios finlandés de los bosques cruza el océano (1926)

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El 4 de enero de 1926, nuestro músico recibe un telegrama desde Estados Unidos, firmado por Walter Damrosch. El director neoyorkino de origen alemán había emprendido notables estrenos en el país de los grandes compositores europeos, atreviéndose incluso con la première en 1913 de la Cuarta sinfonía de Sibelius. Su amor hacia sus partituras le lleva a atreverse a una petición directa: "compondrías poema sinfónico para mí interpretaciones siguiente noviembre sociedad sinfónica te ofrece cuatrocientos dólares (por las) tres primeras interpretaciones del mismo pagará doscientos inmediatamente a la recepción de la partitura". 

Nuestro músico aceptó ipso facto. No sólo le suponía una gran oportunidad de un estreno internacional (en un país en el que no cesaba de crecer el sibelianismo), además de un contrato claro y bien dispuesto. Pero muy posiblemente era el tipo de obra que necesitaba componer en ese momento, tras el trabajo del año anterior en obras de menor ambición.
Walter Damrosch. Fotografía de 1919 (Biblioteca del Congreso, Washington D. C.)

Tras la contestación del maestro finlandés, Damrosch le escribe de nuevo con más detalle: "por supuesto, se entiende que la elección del tema y la forma se te deja por entero, y meramente sugeriría que su duración sea de cerca de quince minutos, y ciertamente no más de veinte minutos". Tal libertad le supone sin duda una perfecta oportunidad para profundizar en el camino de abstracción emprendido en sus dos últimas sinfonías, al tiempo que cumpliría a la perfección con el tamaño de la partitura que se le demandaba.

Mientras comenzaba a esbozar su poema sinfónico, el músico daba forma a diversos planes de viaje. Primero había concebido año y medio antes un nuevo viaje a Italia con su mujer, por "prescripción médica". Y en el otoño anterior, su amigo de la infancia Walter von Konow y él concibieron un viaje juntos. En los últimos tiempos de soledad de Konow, éste se había acercado mucho a la vida del músico. Tras desechar París, el objetivo tornó hacia Italia, pero combinando ambas ideas irían los tres juntos. Sin embargo Aino desistió finalmente de incorporarse a sus planes. El Mediterráneo o Konow no eran motivo suficiente para dejar sus hijas en casa.

El 20 de marzo el compositor embarcó en solitario - su amigo partiría después - en Åbo (Turku). No aprovechó la circunstancia para acudir al estreno de su música para "La tempestad"(desconocemos si esto fue intencional o no) en Dinamarca, sino que escogió Berlín como primer destino, donde se encontró con Adolf Paul y con su editor Robert Lienau.

Sin mucha dilación el genio nórdico se dirigió hacia Roma, alojándose en el Hotel Grande Albergo Minerva. La embajada finlandesa le procuró asistencia para que permaneciese cómodo en su estancia, pero evitó encuentros oficiales. Antes de la llegada de Konow permaneció casi encerrado en su habitación concentrado en la composición de su obra orquestal (llama la atención que una obra tan "nórdica" como será ésta fuese concebida en gran parte fuera de Finlandia, justamente como otra gran obra del extremo contrario de su carrera musical, "Kullervo" opus 7, escrita en una parte importante en Viena). En gran medida el clima le ha sentado estupendamente: "todo está lleno de cielo. Y todo en la vida va a ir bien".

Aino le escribe comunicándole las noticias que llegaban desde Dinamarca: "La tempestad" había sido un éxito, pero no tanto por la representación, sino justamente por su música (y los decorados). Buena parte de su correspondencia a través del continente gira en torno a las retribuciones por esta obra (que tendría que ser publicada en versiones de concierto) y otras recientes. Hasta fuera de casa tenía que atender sus problemas con las ediciones.

El 27 de marzo Konow llega finalmente a Roma, a tiempo de celebrar su sesenta cumpleaños. Tras ello los amigos emprenden una pequeña aventura hacia la isla de Capri, "una maravilla", donde se dejan arrebatar por los colores pictóricos de la Gruta Azul. El músico se siente enormemente cómodo en la isla italiana. El 19 de abril vuelven a Roma y, mientras Konow decide volver inmediatamente, Sibelius permanecerá aún unos días más para seguir trabajando en su partitura.

Fotografía de Jean Sibelius en Capri

"«El Bosque» es un buen título. Quizá le mande [a Damrosch] una explicación de lo que el nombre «Tapiola» significa", escribe a Aino el mismo día en que parte Konow. Así, el poema sinfónico acaba de tomar su concepto como su título. "Tapiola" en finés significa "el dominio/tierra/casa de Tapio", siendo Tapio el dios de bosque en la mitología finlandesa (no necesariamente del "Kalevala" como se comenta en ocasiones, ya que en la epopeya recogida por Elias Lönnrot la figura apenas aparece, y no tiene ningún desarrollo propio). La obra no tendrá un programa definido, apenas unos versos del propio autor darán cuenta de la sugerencia del título, más una evocación que verdadera representación musical de una idea poética. 

El último día antes de su partida podrá disfrutar de uno de los pocos encuentros sociales que efectúa en Italia, que a grandes rasgos ha sido más una "puesta a punto" para enfrentarse a su trabajo que un viaje de puro placer. El evento es una cena informal (a pesar de la pretensión inicial del anfitrión) con el enviado del gobierno finlandés a Roma, Rolf Thesleff, que a la sazón es un viejo amigo suyo.

El regreso del músico a su patria se produce a mediados de mayo, con parada de nuevo en Berlín, esta vez para encontrarse con otra (reciente) amistad, Hellmuth von Hase. En Finlandia debe ponerse a trabajar en nuevo encargo, "Väinön virsi" ["La canción de Väinö (Väinömöinen)"] opus 110, una cantata para coro mixto y orquesta sobre un pasaje del "Kalevala", petición de la Sociedad para la Educación Popular para un festival de canto en Sortavala. Musicalmente tiene que ver muy poco con el poema sinfónico con el que está trabajando, más bien con los cantatas y coros del principio de su carrera, aunque comparte la grandeza y orgullo nacional de las cantatas de los primeros años de la independencia finlandesa. La obra fue estrenada el 26 de junio bajo la batuta de Robert Kajanus.

Alrededor de este tiempo el compositor daba vueltas a la idea de escribir una suite de cinco movimientos para órgano, que prolongaría la Intrada creada el año anterior. El proyecto no fue más allá, pero a cambio sí que compuso un díptico para el instrumento, el Preludium y Postludium JS.153, piezas desde luego más que notables, con cierto clima místico-sinfónico propio de sus grandes obras en estos años.  

El 10 de agosto recibe un telegrama de Breitkopf, demandando el envío pronto de Tapiola. Como es su tónica general, la urgencia le crea bastante ansiedad. No obstante podrá efectuar el envío en el plazo marcado.

Era habitual que él mismo estrenara sus grandes trabajos sinfónicos, aprovechando la experiencia de los ensayos y las premières para dar pequeños ajustes de última hora a sus partituras, antes de enviarlas a la imprenta. Pero para Tapiola la edición se iba a efectuar meses incluso antes del estreno - tal eran la confianza de director y editor -, una situación que llevaba al borde del ataque de nervios a nuestro músico por su perfeccionismo y pánico escénico. Con la partitura ya enviada a Breitkopf & Härtel, el 17 de septiembre pidió a la editorial la devolución de la obra para hacer algunos cortes a la partitura. Pero la impresión de la partitura ya estaba hecha, y las partes completándose, a punto de enviarse vía aérea a América.

En otoño se enfrentaría a lo que sería su última actuación pública fuera de Finlandia (la última en cualquier caso). Fue invitado por el entusiasta danés Gunnar Hauch, que no confiaba demasiado en poder traerlo, aunque sorpresivamente lo consiguió. Sin pretenderlo, su visita causó una disputa con los melómanos daneses, encabezados por Louis Glass (que anteriormente había acogido bien a Sibelius, y de hecho no tenía nada en particular contra el maestro). La situación fue provocada por un conflicto de situaciones que iban a suceder próximas en el tiempo: la Sociedad de Conciertos Danesa celebraba en esos días su 25 aniversario, justo cuando nuestro músico y el presidente finlandés casi coincidían a su vez en sendas visitas a Copenhague, lo que causaba cierta sensación de "festividad" finlandesa. La idea de Glass de que al presidente se le honrara con música danesa y con la veterana Sociedad chocó con el programa de Sibelius.  

El compositor danés Louis Glass (1864-1936). Fotografía anterior a 1917.

Las palabras de Glass, difundidas por el Politiken, uno de los principales diarios del país, el mismo día en que Sibelius empezaba a ensayar. A pesar del artículo el concierto del 2 de octubre, con todo el teatro lleno, fue un gran éxito. En el programa la Quinta sinfonía, la Suite de "Rey Cristian II", el "Impromptu" opus 19 y Finlandia, además del inevitable Valse triste como bis. El coro amateur local no logró que el "Impromptu" brillara especialmente, y la sinfonía tampoco logró el efecto deseado, pero el público danés estuvo encantado con la parte más ligera del programa.

Hauch le acompañó parte del viaje de regreso, permaneciendo unos días de asueto en la costa, en Øresund: la polémica le había costado muchos disgustos, muchos más que al compositor, que volvió a su país medianamente satisfecho. 

Tras la suma persistencia a Breitkopf & Härtel, a su vuelva de Dinamarca nuestro compositor consiguió la partitura y las particellas de Tapiola. En realidad apenas una semana le bastó para hacer unos mínimos ajustes y no cortes como tenía pensado. Sus miedos eran infundados y la partitura estaba más cercana a la perfección que anhelaba, lo que bajo la perspectiva de semanas de separación se hacía evidente.

En seguida se pudo enviar a Nueva York. En realidad ya estaba ocupado con otros proyectos. Por una parte una serie de piezas para ceremonias su logia masónica que en su primera forma se completaría en unos meses. Y el 12 de septiembre anota en su diario que estaba ya trabajando en "la nueva", esto es, la Octava sinfonía.

Mientras, a pesar de las últimas donaciones y derechos cobrados, aún no había conseguido acondicionar del todo sus finanzas, y esperando los beneficios de Tapiola, mandaba a Hansen las Danses champêtres para su publicación europea.

El 2 de diciembre Robert Kajanuscelebró su 70 cumpleaños, ocasión en la cual sus amigos Gallén-Kallela y Sibelius dieron sendos discursos. El músico lo comparó como una llama incombustible, que a su edad era capaz de causar envidia en su manera de dirigir a los directores de treinta años.

El estreno de Tapiola opus 112 con la Sociedad Sinfónica de Nueva York se celebró el 26 de diciembre el Mecca Temple (actual New York City Center) de la metrópolis, sin que fueran las mejores condiciones acústicas posibles. Sin embargo el aplauso del público norteamericano fue muy general.

 
Proscenio del teatro Mecca Temple de Nueva York, con su singular decoración arabizante, en la época del estreno de Tapiola

La obra, su último gran trabajo original concluso para la orquesta, contiene una lección magistral de su escritura orquestal tardía, con una capacidad de concentración y de elaboración temática increíble. A ello se suma una creación de atmósferas y de sonidos instrumentales que suponen el momento cumbre de su carrera, casi más propios una sinfonía en un movimiento que de una "rebajada" obra ligada a un programa. Y es que ciertamente la partitura no tiene más contenido extramusical que la evocación abstracta, panteística, del bosque finlandés, y sí una concepción plenamente musical, una especie de variaciones en torno a un tema. Variaciones más centradas en dibujar distintos desarrollos sinfónicos que en la recrear una melodía (aunque extrañamente apeló en años posteriores a la forma de la obra como una "sonata" [sic!]).

Damrosch, que introdujo al público la obra con unas frases sacadas de su propia imaginación sobre su significado, comunicó de nuevo por telegrama el éxito del concierto al autor de la música. Estuvo tan encantado con el fruto de su encargo que le escribió poco después sobre la propia Tapiola: "uno de los más originales y fascinantes trabajos de tu pluma".

Pero los críticos reaccionaron inicialmente con cierta tibieza y hasta decepción ante la obra, incluso los mayores defensores del autor como Olin Downes. Sólo a partir de las interpretaciones de Koussevitzky de unos seis años más tarde, es cuando el poema sinfónico comienza a cobrar la importancia que se merece.

A finales de año recibe con tristeza la noticia de que su amigo Stenhammar está muy enfermo. En una carta a su cuñada, Olga Bratt, le comunica su pesar, y cómo afecta eso a su habitual ánimo pesimista: "la expresión es das Streben tut leicht das Leben schwer [«el afán hace ligero lo que la vida pesado», en alemán]. Y de esa manera mi vida se ha ido." A pesar de eso valora el consuelo que le ofrece su vida personal: "mis seres amados y aquello que me rodean son una gran alegría para mí, y tan comprensivos" (20 de diciembre).

En los días últimos del año encontraremos a nuestro músico enfrascado en la composición: está reelaborando de "La tempestad" para concierto. Pero también se ha sumergido en un proyecto del que aún no sabe que le llegará a consumir: la Octava sinfonía.


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Capítulo siguiente (45): 1927 [próximamente]

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